RETRATO MÁGICO DE LA ALFARERA
Este blog evoluciona al compás de la actualidad; de mi
actualidad. Tenía previsto un comentario
sobre Kafka y la inmortalidad a
partir de la belleza. Pero ha mediado un
recuerdo de la Vegetariana Jabuguista, o sea una vegetariana adicta al jamón de
Jabugo 5 Jotas, que es un personaje de Deseantes.
Homenaje a jabuguista,
sin jabuguista, y comentarios sobre Deseantes,
obra que yo considero, potencialmente, positivamente innovadora. Me quedé solo al cuestionar la complicada
superposición de diálogos de Deseantes,
que flipa a algunos. Los camareros no
entendían los brindis ni los contrabrindis, pero al final solo importaba el
tráfico de platos de jamón y las botellas de Ribera del Duero que se descorchaban.
Ratifico mi intención de volver al tema de la Alfarera
Prodigiosa y ójala el desparpajo de Maríanoséqué
sea fiel a tuiter. Tuiter es como la vida: canalla, estupendo, filosófico,
hortera, sabio, borde, propagandístico para promocionar un libro o una función; es la patria de muchos solitarios. Incluso algunos enlaces
y perfiles me recuerdan los anuncios clasificados de los periódicos; llamadas eróticas
para tristes amancebados con su mano y con destellos de clandestinidad de lujo.
Seré fiel a mi promesa de contar cosas de la alfarera en mi diario.
En prueba de confianza con Maríanosequé, doy un aventurado
retrato de la maga del barro. Retuerce la realidad, le pone música, pero nunca
engaña. La conocí antes que mi amigo equis y a punto estuve de hacerle un catálogo de sus vasijas y
figuras primorosas. Con una rara confianza que aún me conmueve, aunque hoy me
sienta tan lejano, puso las cartas boca
arriba. Había una ambigua tristeza en su mirada: “no quieras saber de mi vida más de lo que ves, mis vasijas, mis figuras. Puede que ambos acabáramos depreciándonos”. Fui innecesariamente
cruel: “tus desprecios son cosa
tuya; de los mios ya me encargaré yo. Y deja de
flagelarte."
“Mis barros se pudren en un
almacén y no los compra ni Dios”.
Mi amigo equis no sabe estos secretos y quiere convertirla en
literatura sin haber completado las fases previas: amarla y sufrir por ella. Efectivamente,
como López Barrios y Gemma Barreiros
sugirieron ante el Español la noche de Flotats,
en la alfarera hay una novela. Y
como mi amigo equis no sabe escribir, pretende
que
la escriba yo. Ni hablar. Estoy ya mayor para hacer de Cyrano y hace tiempo agoté mis experiencias de negro ocasional de algunas mediocridades. Pensar que se puede
seducir con metáforas a esta mujer que solo se cree la parte menos luminosa de sí misma, es una gilipollez propia de mi amigo equis.
Además, enseguida, reconocería mi estilo. Un dia esta alfarera estará en todos
los museos del mundo. O no estará, da igual. Y sus barros se
pagarán a precio de oro, o no se pagarán, da lo mismo. Y es probable que, pese a todo, siga con su mirada triste y que quizá no tenga quien le escriba como el Coronel de García Márquez
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