ELOGIO Y REFUTACION DE PLÁCIDO
DOMINGO
Mi sentimiento musical se paró en
el flamenco y el jazz, dos músicas que considero hermanas, lamento y rebeldía
de dos razas oprimidas, los gitanos y los negros. De Ópera, el bel canto, sé lo
imprescindible y justo y mi entusiasmo es perfectamente descriptible; que hay
tenores, barítonos y sopranos. Y coros. Pregunto a mi amigo, Pablo Jiménez, gran poeta de la poesía
clásica y eterna, excelente sonetista, que acaba de publicar sus obras completas
y experto en asuntos operísticos, por la hegemonía actual, Pavaroti o Plácido
Domingo. La respuesta es lo de menos pues de lo que quiero hablar no es de
jerarquías artísticas, sino de la
Inquisición que quiere llevar a la hoguera a Plácido Domingo; se le acusa de
abuso de poder y de tocarles el culo a las
aspirantes a cantar en su compañía. Las redes se han puesto incendiarias
y el feminismo rampante me ha llamado de todo, y acaso no sin razón, tras
preguntar yo y mi inocencia ¨que levante la mano la soprano que no se iría a la
piltra con Domingo a cambio de un papel¨. Respuesta muy personal, sólo Montserrat Caballé por razones obvias y
enmaridada con el Liceo de Barcelona hasta que la muerte los separe.
El genial tenor es un hombre carismático, muy
afectuoso en la expresividad de su sentimentalidad, puede que un poco sobón. Que
quede claro que el principio ¨no es no¨ me parece sagrado e
inexpugnable. Pero que quede claro también la hipócrita moral de una sociedad
hipócrita; la buena y generosa disposición erótica de las aspirantes a divas
está suficientemente contrastada. Como lo está, en similares circunstancias de
atractivo y complicidad, la de una limpiadora de supermercado o una secretaria
de alta dirección ante los guiños cómplices del jefe. Y como lo está también la
conducta inquebrantable de otras muchas anónimas. No pongo la mano en el fuego por nadie y
tampoco he de hacerlo por Plácido Domingo. Escrito está y lo dijo el clásico, ¨quien
tal hace que tal pague¨. Pague si es culpable y de momento ya lo está pagando;
conciertos aplazados, giras suspendidas, afrentas públicas. Los ocho minutos de
aplausos en Madrid que han enfurecido al feminismo rampante, son un desagravio
pequeño.
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