Comienza este fin de semana en diariodejaviervillan.blogspot.com una sección estrictamente teatral
que se llama La guarida del apuntador. En
realidad debiera llamarse La concha del apuntador. Pero no quiero inducir a error a mis amigos argentinos,
singularmente a Pétalo de SaI, a Castelo,
periodista y taurófilo, a Teuco Castilla,
poeta y titiritero. Saludos para el Guaira. Verónica Parizzi, vuelve pronto. Te echamos de menos. De Teuco acabo de recuperar un libro que me regaló
hace siglos, Los toros en el Rio de la
Plata. Comienza, pues, La guarida del
apuntador
.
.
Nota; acabo la semana corrigiendo los ejercicios de los alumnos del
Master de Periodismo del Mundo, que dirige el maestro del periodismo de
investigación, Antonio Rubio. Es
una promoción brillante, al menos en el terreno siempre espinoso de la crítica.
Lo traigo a colación porque varios han elegido, como ejercicio práctico de mi
asignatura, la crítica de teatro.
Historia y magia
Insólito ritual en la biblioteca del Teatro Español,
procedente del Frinje. Cinco personas en torno a una mesa como si fueran a
asistir a una sesión de espiritismo. Y un ilusionista, un médium que no
necesita voces de ultratumba para revelar la voz de la España de la
posguerra: humildes y cotidianos objetos materiales de una España
real: la España de la posguerra y la autarquía nacional católica; título, Cosas que se olvidan fácilmente. Yo
diría que no tan fácilmente. No puedo contar más, no se puede revelar más, para
que los cinco que vayan pasando cada día no vayan advertidos. Difícil hacer una
información sobre algo que no se puede ni se debe contar. A mí, el mago que sacaba
monedas de las orejas de los compañeros, me entregó una medalla, “Premio
a la aplicación. Honor y mérito”. Creí que era un regalo, siempre esperado y
nunca conseguido, y me la guardé. Al día siguiente me la reclamaron con
urgencia y a punto estuve de joderle a Xabi
Bobés el espectáculo. Llegué a tiempo para devolver el premio; y para ver el arranque de la Gran Ceremonia Callejera
en Honor de Cervantes que acaba con
una diatriba feroz ante el Congreso. Pérez
de la Fuente prometió enviarme el texto, pero no lo ha hecho.
Sepelio aplazado.
En Teatro del Arte. Todo preparado para un velatorio, pero
no. El texto tiene el aroma de la
escuela argentina cuando la escuela argentina alcanza la excelencia;
dramaturgia y dirección de Heidi Steinhard. Una familia
desestructurada o estructurada en torno al caos: la familia Coleman y Tolcachir, un suponer. Lejanamente.
Pero inevitablemente. La interpretación (Inma
Ochoa, Bosco Fernández, Fontsi Liébana, Victor Duqe) es de escuela española
sin los vicios de los actores jóvenes;
es decir, vocalizando, estilizando sin excesos un realismo cotidiano y doméstico.
Tres hijos asfixiados, humillados por una madre histérica, autoritaria hasta la
extenuación. Un segurata que purga sus frustraciones lustrando sus zapatos, un
gordo que nutre sus miedos hartándose de comer. Come como un cerdo, va al
siquiatra y, según su madre, caga como un cerdo. Y un tercero, el más joven, que ejerce de fámulo
de la madre despótica. La madre es una víbora, una arpía, una bruja neurótica.
Pero todo tiene una explicación que llega al final, un final devastador, triste
e injusto. Ese final lamentoso, apocalíptico dentro de una melancolía
irreparable pone a prueba a Inma Ochoa; me gusta más de neurótica acorralada.
Erotismo en Tribueñe.
Irina Kourskaya ha pasado de Chejov, Valle, Lorca y Pinter, quizá el menos afín a su
sensibilidad, a Vladimir Nabokov con
el que la unen varias cosas, aunque menos que con los tres primeros. Es un
Nabokov menor, un relato titulado Un
cuento de hadas, que Kouberskaya ha preferido titular La mirada de Eros, evocando
así la imagen universal del escritor norteamericano
de origen ruso: Lolita, Ada o el ardor.Y otros textos sobre los que Irina ha dejado volar su fantasía para configurar la imagen de Erwin, (Iván Oriola), un tímido que sueña con tener un harén. Un cuento de hadas forma parte de un volumen escrito en 1930 con el nombre, creo recordar de Regreso de Chorb y fue publicado en España en torno a 2010. Irina, de lengua materna y cultural rusa ha partido de esta edición. Hasta 1938 Nabokov no se pasó definitivamente al inglés que dominaba quizá con más perfección. A Irina se le nota muy suelta,
muy relajada en una dirección bella, sensible y muy cuidada, aunque lejos de sus grandes
direcciones como, por ejemplo, La casa de
Bernarda Alba, también en cartel en Tribueñe. Vaya esta breve nota como
adelanto de una crítica de más profundidad.
Nota del apuntador; escribiré de Carme
Elias, actriz a la que admiro. Y no
solo a petición de varios lectores, sino
por gusto propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario