Qué es verdaderamente un ambigú.
Vuelvo al teatro en el punto y
hora en que hace dos meses, más o menos, lo
dejé; el Pavónkamikaze. Julio ha sido un mes horribilis. Vuelvo con toda la parafernalia de que me gusta adornarme en estas procesiones;
la silla de ruedas (transitoria) para mis putas piernas. Vuelvo por Antigona,
parafraseando a Picasso cuando dijo, “vuelvo a los toros, por ti Luis Miguel”.
Un ambigú es un mostrador donde
se exponen y se venden vinos, licores, verduras, bocadillos de queso o de jamón
o mortadela y otros productos alimenticios. Lo sé porque en mi casa teníamos una taberna con un salón de baile
donde mozos y mozas bailaban el pasadoble y, tan pronto veían la ocasión, el agarrao
más íntimo y sudoroso. Y teníamos un
ambigú, claro. De vez en cuando los mozos, por no perder de vista ni de mano la
cintura y el culo de la moza, me decían vete al ambigú y me traes una cerveza.
Las chicas bebían solo fanta. Así que este del Pavón no es mi ambigú, aunque lo
tenga por lugar sagrado del teatro de
Madrid, el santa santorum.
El ambigú es para mi, el lugar legendario de
mi infancia cerca del cual mi madre, una campesina que apenas sabia escribir, pero sabía leer, ensayaba comedias y siempre me
daba un papelilo. Los decorados eran
colchas estampadas y sábanas inmaculadamente blancas. Una vez hice de San Tarsicio y mi papal empezaba así:
“el edicto infame de persecución contra los cristianos….”
El Ambigú del Kamikaze lo
recordaré siempre por Ana Wagener y Cocteau; por Clara Sánchiz y Virginia
Woolf, por Fernanda Orazi, por
las crónicas de José Padilla, supongo, que veré cuando las repongan. Pero el
Ambigú será siempre, por los siglos de los siglos, Ifhigenia en Vallecas, de Maria
Hervás que también está en lo de Padilla; Desafiando al público, “vosotros
ahí, mirándome el culo, yo aquí”. Y luego, “follar y tirar, follar y tirar”, la
más brutal denuncia que una vestal
sacrificada ha hecho en un escenario sobre la cosificación sexual de la mujer.
Amo el Ambgú y solo volveré a
sentirme pleno cuando pueda volver a él,
a hombros de Ana, Yolanda, Elejalde, Pablo Giraldo, Miguel del Arco y alguna actriz que se conmueva con el puto sacro de mis desventuras. De momento,
mañana me sentaré en el Pavon para ver Antígona y a Manuela Paso y a Carmen Machi, la Jefa que yo la llamo porque ella siempre me llama
el Jefe. Y a Raúl Prieto, al que ya
le hemos perdonado su Calixto porque la culpa no era de él.
Y a quienes me reprochan frialdad o despego sobre
el último Miguel del Arco, les recuerdo que ha sido
el único español al que le puse dos veces la máxima calificación de cinco
estrellas, obra maestra. Y además, que coño; “nadie es sublime sin
interrupción”
No hay comentarios:
Publicar un comentario