En teatros del Canal he visto dos
espectáculos de distinta índole; uno eterno, Infinita, Teatro con máscaras de la Familia Flöz; y otro más
perecedero que puede adscribirse a la corriente histórica de denuncia y
realidad social, La edad de la ira, de
Fernando J. López, por la Joven
Compañía, de Arellano. Me queda por
ver Los esclavos de mis esclavos.
Familie Flöz
Prodigiosas máscaras dotadas de
vida propia, parte del cuerpo humano y fundidas con él. Entrañable,
enternecedora comicidad de personajes
entre el final de la vida y el principio de la muerte. Sin palabras; pero todo
el cuerpo es lenguaje. Cuatro actores Björn Leese, Benjamin Reb, Hajo Schüler,
Michel Vogel para una docena de personajes: enfermera, enfermos, viejos, un pianista inválido que acaba haciendo
piruetas sobre la silla de ruedas. Suprema belleza desde el realismo de una
residencia de ancianos hasta las transparencias
de fondo que semejan el éxodo o la levedad de la vida. Todo está en Infnita: el nacimiento, la muerte, el
sexo, la soledad, la alegría; la intolerancia y los trucos y juegos para vencerla.
Prodigios del teatro, máscaras vivas.
Los jóvenes airados
El título lo dice todo, La edad de la ira; y tiene referencias
como Al este del Edén, que no existe,
y el mítico James Dean ídolo de los 50 y 60, que a la juventud de hoy le dice
poco o nada. La adaptación teatral parte de una novela de Fernando J. López
escrita en los años 70, lo cual puede explicar algunas cosas.
Lo mejor, el magnífico elenco, la
estupenda interpretación de unos jóvenes a los que es justo citar al completo: Javier
Ariano, Alejandro Chaparro, Jesús
Lavi, Rosa Martí, Maura Montesinos, María Romero, Alex Villazán y Jorge
Yumar. El diálogo es ágil, mientras
no cae en extremosos monólogos aburridos, moralistas y revindicativos. O sea
doctrinarios, que lastran una acción trepidante.
Pero yo creo que Fernando J. López se ha equivocado de
siglo. La juventud que él presenta como del siglo XXI es la juventud de los
sesenta o sea de hace medio siglo. Yo no
logro identificarla con la juventud de hoy. Hay elementos comunes como la
generosidad, el compañerismo, el espíritu rebelde y las inevitables
mezquindades….Yo veo en esta obra más los problemas morales y políticos de mi generación; entonces la homosexualidad, por
ejemplo, sí era un lacra secretísima necesitada de complicidades.
Correcta la escenografía, en dos planos que
simbolizan múltiples realidades y excelente iluminación de Juanjo Llorens. En líneas generales un espectáculo estimulante y
vigoroso: ciertamente La
edad de la ira, aunque sea una cólera en un contexto que no le pertenece..
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