Un almacén de datos vivos contrastados
Hace exactamente tres días en Lazcano, en el
desayuno con los periódicos de papel manchados de churros, alguien comentó qué
habría sido de José Luis Suárez Guanes, la memoria más portentosa del periodismo
taurino. La respuesta ha sido casi fulminante: está muerto. En Lazcano, en la
grandes ferias taurinas, coincide un grupo de iluminados que aún leen los
periódicos. Ese grupo no forma parte de la intelectualidad, pero leen Marca y el
comentario taurino de Carlos Ilian, rara columna torera
entre goles, atletismo, tenis y carreras de coches.
No es nuevo.
Son amigos míos, pero leen a Ilian y más
desde que yo no escribo de toros. Calculo qué nivel de
irritabilidad va a alcanzar
este artículo en Natalia Millán, tan
buena actriz como radical antitaurina; o sea grandísima actriz. Nadie tiene
derecho a criticarla por ello y una vez me dio las gracias por “echarle un
capote” frente a la intolerancia de algunos taurinos. A veces cuando no anda por Usuhaia se une Carlos Aparicio, un andaluz del Rincón del Sur, una autoridad.
Otras veces viene
Gonzalo Santonja director del
Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y aprovechamos para preparar con el escenógrafo David de Loaysa una sesión de Los toros a escena. Como yo, que para algo es
el crítico del Mundo, Santonja lee a Vicente Zabala. Yo leo
también a Emilio Martínez de Diariocrítico.
Mi prosa, a los taurinos se les
atragantaba por elegante y clásica. Siempre
me reprochaban que escribiera para aficionados demasiado ilustrados: duros pero
ilustrados, es cierto.
Suarez Guanes
ha muerto y con él muere la memoria del toreo.
Te mando un beso Carmen Esteban. De
imaginarme a José Luis en alguna parte,
es en una heladería, agarrado a aquellos helados descomunales que comía en la
calle Alcalá, camino de la Ventas. Una gran memoria, un hombre bueno. Un amigo
generoso de juicio, que es la más difícil de las generosidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario