sábado, 1 de julio de 2017

CARTA DE LA ALFARERA PRODIGIOSA


He recibido carta de la Alfarera Prodigiosa que al principio tomé por apócrifa y quizá lo sea. Le gustaban estos juegos a mi amiga la Alfarera, y le gustaba tildarme de visionario. Vaticiné alguno de sus éxitos como ceramista  trotamundos por esos mundos del diablo por los que la Alfarera se pierde de vez en cuando. Tiene la Alfarera un raro carisma para aparecer en el momento en que los amigos necesitan el bálsamo de su sonrisa triste.
 Hace un año me mandaba una carta escrita a mano en la que me decía, como conclusión: "si ves algún borrón en esta carta, alguna palabra ilegible y difusa no pienses que  es la tinta que escapa de mi pluma, sino una lágrima que se ha fugado de mis ojos donde tanto tiempo la he tenido cautiva".
 Esa poetización de los borrones la aprendí de ti, pero no pienses  que me crei los 27  que venían en una de tus cartas. Demasiadas lágrimas para una un Alfarera que, prodigiosa o no, modelaba sus alfarerías  a imagen y semejanza suya.
Te gustaba mi culo que era y sigue siendo perfecto. me calificas de diosa con cuerpo de Venus y espuma de Boticelli.. Sigue atormentándome la belleza que, en cierta medida, siempre consideré  maldita. Hay bellezas malditas, bellezas infinitas obligadas a pedir perdón por ello, me dijiste un dia. Que se jodan, no tengo que pedir perdón por nada. Mi culo es mio y hasta una colección de copas de cerámica que estoy diseñando para un magnate griego tienen el modelo de mi culo. Te regalaré dos (que pagará el griego a precio de oro), para  que te hagas ilusiones.
Me informo del teatro de Madrid a través de tus crónicas de el Mundo y sé por ellas que han abierto un teatro de vanguardia que se llama Kamikaze. Y te gustó mucho una actriz que se llama Ana Wagener y no conozco de nada y una obra titulada Iphigenia en Vallecas. Conozco, como sabes muy bien, el mito de Efigenia, pero no acabo de encajar en Vallecas una virgen sacrificada por el cabrón de su padre. Si la interpretación de María Hervás es tan buena como escribías, te exijo que me consigas una representación para mí y los amigos que elijamos. Entre ellos el griego y su corte.
Quizá exponga en Madrid la próxima temporada. Me escribirías el texto del catálogo?. No tengo prisa, sigo trabajando dibujos, cerámicas, esculturas....y algunos autorretratos desnudos.  Te pagaré con un desnudo  tamaño natural de la Alfarera Prodigiosa. Es mi firma y mi marca. Y te la debó a ti. Mi nombre verdadero, ni en el pasaporte.
En realidad conozco las andanzas de la Alfarera más por los periódicos que por ella. Una exposición en New York, otra en Londres a las que la prensa española apenas dedicó un suelto de 15 líneas, docenas de  frágiles  figurillas Lo vendió todo, una frágiles figurillas de barro  misteriosamente traslúcido que bien podían pasar por  por figuras de Modigliani


EL Cartero de Francisco Vighy

Mi padre era cartero peatón de Carrión de los Condes a Torre de los Molinos. Y yo en verano, siendo un chaval,  heredaba la valija e iba hasta  una finca llamada Macintos, una gran dehesa de cultivos. No era el cartero de Neruda, pero era el cartero de Francisco Vighi, excelente poeta vanguardista y a la vez hondo sonetistas amigo de Ramón y, miembro de la tertulia del Pombo.  Vighi  estaba casado con Julia Arroyo, familia ilustre de Palencia, de los Arroyos de toda la vida, dueña de una parte importante de Macintos. A ella se debe que conozcamos los versos de Vighi que fue recogiendo de aquí y allá hasta formar un volumen que tituló Versos Viejos.

 Cartas clandestinas
Yo repartía cartas, pero  lo que  verdaderamente me ha gustado siempre es escribir cartas de amor; propias o por encargo. Hace unas semanas, apareció por mi casa una vieja amiga, Marili,  que me hacía de celestina con mi novia de entonces, hace 40 años,  y mi mujer de hoy. Vivíamos un amor tórrido y clandestino   y en verano la única forma de trasmitirselo era enviarle cartas a su amiga con la que veraneaba en un pueblo de Castilla.

Después de estas cartas, las que más me gustaba escribir era la de los soldados en la mili. Si sabían escribir les dictaba el texto. Y si no,  se las escribía yo, cambiando la letra, pues algunos eran del mismo pueblo y no era cosa de que descubrieran la misma mano en todas ellas pues en la mili  tratábamos  de enseñar a escribir y leer a quien había llegado analfabeto del pueblo. “ Ponle cosas bonitas  que  parezcan mias”, me decían.
 El privilegio de una amiga inventada.
Con las cartas que más he disfrutado son con las que me pedía una amiga cuando la abandonaba algún amante. Estaba familiarizada con la jerga de la farándula porque había tenido un novio actor y yo le preguntaba, ¿cartas de  verdad o de atrezzo?. Las de atrezzo me salían bordadas. Pero a ella le gustaban más las “verdaderas”.  Da igual; en el fondo quizá algunas alcanzaran el nivel de Cartas a una amiga inventada, de Saint Exupery. O,  al menos, eso creía ella.  Me encanta el lenguaje epistolar, a mano, a pluma y tinta, nunca a bolígrafo. Siempre que alguien me lo pida.

 

 

1 comentario:

  1. Una delicia leerte, viejo y sentimenatal amigo, compartiendo similares afanes y experiencias epistolares. Un abrazo.

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