domingo, 27 de diciembre de 2020

 

Siempre Caneja. Pintor de culto

La Fundación, dirigida por Rafael del Valle, va a reeditar un primoroso libro sobre Caneja, sus versos, sus dibujos, sus cuadros.  Palencia les debe mucho a Caneja y a Isabel. Les debe en primer lugar una Fundación que atesora lo mejor de la obra de Caneja, una antología inigualable de unos sesenta cuadros que Isabel Fernández Almansa eligió por sí misma sin admitir imposiciones, a lo más alguna mínima sugerencia mía. A la puesta en marcha, en sucesivas etapas,  han contribuido decisiva y desinteresamente algunos palentinos: el principal el ya citado Rafael del Valle. El primero creo que fue un alcalde de Alianza Popular, un médico llamado Antonio Encina, manco y cirujano, creo, lo cual me pareció siempre un milagro. Luego, otro alcalde Heliodoro Gallego, del Psoe,  se encargó entusiastamente, sin partidismos, de dinamizar la cuestión. Ni con una formación política ni con otra tenían nada que ver Isabel ni Juan Manuel, comunistas históricos y en cierta medida disidentes de las nuevas directrices, acaso inevitables, que se empezaban a perfilar en Izquierda Unida. Eso nos ocurría a todos los que procedíamos del PCE clandestino, como Isabel y Juan Manuel, que aceptaron gustosos la intervención de Antonio Encina. De ello Caneja dejó constancia en un cartel memorable que decía “¡viva el señor alcalde!”. Encina visitó varias veces el piso de Manuel Cortina 11. Nos citábamos en la cafetería de abajo, a veinte metros del portal

La persona que más ha contribuido a la consolidación del canejismo en Palencia ha sido Rafael del Valle, que ha conseguido hacer de la Fundación el centro cultural de la provincia. No digo que Rafael del Valle sea el que más sabe de Caneja: digo que ha sido un valedor incuestionable.  Es historiador, pero es sobre todo canejista. Después vinieron algunos canejistas de ocasión y oportunidad,  que apenas han dejado huella, aunque su fervor canejiano nadie pueda discutirlo.

martes, 22 de diciembre de 2020

 

Macintos, una corte ilustrada

Mis recuerdos de Macintos nada tienen que ver con las Navidades. Macintos era el verano, luego prácticamente desaparecía de mi existencia. Macintos era la finca, el caserío a medio camino entre Torre de los Molinos y Villoldo. Propiedad, a partes iguales, de los Arroyos de Palencia, familia ilustre e ilustrada y de los Gete que no recuerdo qué títulos tenían, Eugenio y Fernando Gete me parece recordar. En verano, los Gete y los Arroyos vivían en la gran casa donde pasaba algunas semanas Francisco Vighi, el noveno poeta español según Valle Inclán, y eventualmente algunos escritores de vanguardia, amigos de Vighi, de los que aparecen en el cuadro de Solana, la Tertulia del POMBO, la sagrada cripta de la calle Carretas de Madrid. Valle quería mucho a Vighi y lo llamaba sobrino. Nunca se preocupó de sistematizar sus versos y era ingeniero, “los poetas me llaman ingeniero y los ingenieros poeta”. Poeta humorístico e irónico. Que apareciera un volumen titulado Versos Viejos, fue más bien cosa de su mujer, Julia Arroyo, la gran matriarca de Macintos que el dia de la Virgen del Carmen, 16 de julio, patrona de la finca, daba una gran fiesta y una comida para quien quisiera apuntarse. Llegaban, a este reclamo, muchos pobres de la comarca. La gente de Torre llevábamos nuestra propia merienda y la comíamos, intercambiando viandas, en una gran pradera. En Macintos  veraneaba también una escritora, Ana María Calera, que recopilaba como después supe, recetas, de cocina. Ana María Calera, para mis ojos pecadores de niño fantasioso, era unos piernas larguísimas, desnudas y morenas en pantalón muy corto. Soñaba con ellas y luego iba a confesarme de malos pensamientos con el cura. Este me preguntaba si esos malos pensamientos eran consentidos, o sea con voluntariedad de persistencia, o no. Y me imponía una penitencia terrible: no leer durante un mes periódicos o revistas que publicasen fotografías de mujer. También confesaba Vighi, en un breve poemilla, haber metido un limón en una jaula y esperar a que cantase como un canario.

 Mi padre, además de herrero, maestro de la fragua, era tabernero y peatón cartero. A Macintos llegaban El diario Palentino el Dia de Palencia, Abc y Diario de Barcelona. Yo me los leía todos a la sombra de un árbol, antes de entregarlos a aquella corte fascinante de escritores ociosos y jaraneros. Ser escritor empezó a parecerme lo más importante del mundo. Francisco Vighi ha pasado a la historia de la literatura como poeta festivo. Pero tiene  unos sonetos formidables de corte existencialista. Amigo de la gente sencilla, Vighi dedicó un  poemilla al Chato de la Estación, un personaje de las madrugadas ferroviarias y frías de Palencia.  En Macintos había cuatro colonos que vivían de las tierras pagando, supongo, un canon arrendatario mínimo en especie. Me acuerdo, sobre todo, del señor Enrique y el señor Francisco y sus respectivas familias, de cuyos hijos de mi edad llegué a ser buen amigo.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Ramon y la cripta de Pombo

 

 

La cripta de POMBO y la biblioteca de Dámaso Alonso 

Antes de nada feliz 2021, cosa muy fácil pues peor imposible. Como decíamos de Vicente Aleixandre, siempre enfermo, ARTEZ tiene “una mala salud de hierro”. En cada número, Carlos Gil traza su Automoribundia, pero todos sabemos que Artez seguirá ahí, que nunca morirá. Automoribundia es la autobiografía de Ramón, Ramón Gómez de la Serna, de la que se ha nutrido ampliamente Manuel de Prada, ideólogo de “helo Julia”,  Onda Cero, en la medida que Julia Otero se lo permite, que no es mucho. A mí, de Julia Otero lo que más me gusta es el señor Monegal, crítico de televisión con retranca e ironía. Como no veo televisión, salvo para viejas películas de cine negro y del oeste, no sé si el señor Monegal es bueno o malo.  Hace unos días la Otero le ha hecho una buena entrevista de guante blanco a Margarita Robles, ministra de defensa.

  De Automoribundia, gran libro de Ramón, se deduce que éste siempre se estuvo muriendo, entre un apacible exilio, pronto rectificado, y las calles de Madrid. Y la cripta sagrada  del café Pombo, en  la calle Carretas,  un  santuario vanguardista del que queda constancia en un  célebre cuadro de  Gutiérrez Solana.  A mí lo que más me gusta es su biografía desmesurada de Valle Inclán de la colección Austral, en la que cuenta cómo este perdió verdaderamente el brazo,  que no fue en la disputa a bastonazos en un café.  Perseguido por un león hambriento, Valle se cortó el  brazo y se lo arrojó.  De Prada es un retórico y un dialéctico vaticanista que hace tiempo ganó el premio Nadal. Protegido de Francisco Umbral al principio, este terminó repudiándolo no recuerdo por qué.

Artez sobrevivirá a estos tiempos y a los venideros, entre otras cosas porque quienes escribimos en Artez  estamos empeñados en que sobreviva.   Carlos Gil me editó un libro que yo quiero mucho, La Argentinita, escrito en colaboración con Diana de Paco. En cierta ocasión me ofreció publicar, y representar,  nueve monólogos de mis nueve actrices favoritas, cosa que nunca me he decidido a hacer.

Bertold Brecht y los malos tiempos

“Malos tiempos para la lírica”, escribió Bertolt Brecht. Y también para la épica y la dramática. Malos tiempos para todos y para todo. La calle es hoy una obra de teatro inmensa, una procesión de fantasmas, de hijos de la ira y mujeres con alcuza, que escribió don Dámaso Alonso en tiempos de la pandemia del hambre, de los odios, reciente aún la  incivil guerra del 36, año 1943. Antes del confinamiento yo pasaba casi a diario cerca de donde estuvo la casa de doña Eulalia  y don Dámaso, una casa de 25.000 libros, entre los cuales don Dámaso escondía una botella de coñac, que Eulalia  le tenía prohibido. Don Dámaso, presidente de la Academia de la Lengua, el eminente filólogo, el poeta airado amigo del apacible Aleixandre. Según cuentan malas lenguas, a punto estuvo de originar un conflicto diplomático porque se le fue la mano al culo de la esposa de un embajador  subiendo unas escaleras mecánicas.

 Irónico, festivo, solo le conocí un enemigo, Pablo Neruda al que detestaba como persona y puede que, por extensión, también como poeta. Cuando Federico fue asesinado, la cólera de  Pablo Neruda estalló en un poema . “Y vosotros, los Dámasos, los Gerardos ¿qué hacíais mientras tanto?”. Don Dámaso nunca se lo perdonó.

 En un terrible accidente ferroviario, lo rescaté a él y a Eulalia  en Jaen, la Carolina. Los rescaté del vagón accidentado, los puse bajo un olivo y llamé a la guardia civil que solícita los trasladó a Madrid. A mi regreso me invitó a su casa, un chalé en Alberto Alcocer casi esquina a Padre Damián con un amplio terreno por delante polvoriento y sin edificar. Era yo redactor de una revista para maestros de escuela y le invité a colaborar en  ella. Me preguntó, “señor Villán y esa revista ¿remunera las colaboraciones?”. Las remuneraba y la cantidad le pareció razonable. Me apunté un importante tanto en la revista y me hice asiduo de la casa de don Dámaso y le pasaba a máquina algunos de sus escritos. Doña Eulalia Galvarriato me abría la puerta buscando mi complicidad para encontrar el coñac que era incapaz de hallar. Una botella, de Terry o de Soberano, podía durarle a don Dámaso semanas e incluso meses. Lo sé porque yo era el proveedor. Pese a lo cual, jamás me invitó a una copa. Era tía de Juan Antonio Payno, un jovencísimo escritor que acababa  de ganar el premio Nadal con una novela titulada El curso. Se vendió mucho y las malas lenguas dijeron que la había escrito Eulalia, cosa harto improbable. Payno desapareció del panorama literario y se dedicó a la docencia, donde adquirió fama de excepcional enseñante.

martes, 15 de diciembre de 2020

Un imprescindible; Jerónimo López MOZO

 

Jerónimo teatrero . Un imprescindible

La mano en el cajón, es un nuevo libro de Jerónimo López Mozo, que define una vida entregada al teatro y a la solidaridad entre los hombres. Jerónimo es una figura clave en los años de resistencia al franquismo, una figura clave en la transición y una figura clave en la democracia. Más leído que representado como la mayor parte de los dramaturgos españoles.

Vuelve a la letra impresa Jerónimo,

 Lòpez Mozo de nombre y apellido.

Menos representado que leído;

Sin parangón, sin parigual ni homónimo.

Guernica es su objetivo y su sinónimo,

Guernika devastado y destruido 

Su árbol, su suelo  estremecido.

Vuelve otra vez sin filtro ni seudónimo,

No ante el cuadro piafante de Picasso,

Sino en la destrucción  y ante el ocaso

De la piedad desamparada y sola,

Como desvanecida cae la ola,

Acaso ya ceniza, muerta acaso

Sin temblor y sin son de caracola.

Bienvenido Jerónimo, tu libro

La mano en el cajón es una historia

De un hombre grande y bueno

Que redime del mal que nos asuela

Que escribe lo que debe aunque nos duela.

 

lunes, 14 de diciembre de 2020

 

Nuria Espert tiene frio

Me escribe Nuria Espert, “javier qué frio”.

La imagino temblando y friolenta

Arropada de chales, somnolienta,

 Soñando incendio y brasas. Albedrío

Del corazón ardiente, sol umbrío;

De  razón apacible y violenta

Tu teatro que vibra y que te alienta,

Que cambia en  luminoso  lo sombrío.

Felices Navidades, Nuria eterna;

 Para ti, mas también para la intensa

Lucrecia violada e indefensa.

Siga alumbrando, Nuria, tu linterna

Mágica de relámpago y  destello;

 ¡!amando siga lo que hiciste bello!!.

 

 

domingo, 6 de diciembre de 2020

CARACOL; PLENITUD DEL INSULTO

 

Caracoles y setas tras las lluvias y el sol

Caracol, col, col. Saca los cuernos al sol. Primero tenía que llover y después lucir el sol para salir a coger caracoles. El arcoíris era el adorno lírico de la bóveda celeste. Sin lluvia y después sol, lo caracoles que dan asco a muchos y bien guisados son exquisitos, se esconden y no salen a arrastrarse dejando su rastro de babas. En las aldeas de Castilla caracol es el peor insulto que puede dirigírsele a una persona, es lo mismo que llamarla “babosa, arrastrada y cornuda”. El señor Monegal, crítico de televisión, de Onda Cero, daba el otro día en el programa de Julia Otero su receta para cocinar caracoles.  Una más de las muchas. Pero olvidaba los preliminares: cómo tratar los caracoles hasta que pueden ser guisados.  Una vez capturados, operación muy fácil y carente de todo riesgo, se les pone entre salvaos, que es un alimento para cerdos, una especie de harina en bruto, lo que queda de esta después de ser cernida en el cedazo, me parece recordar. Cuando entre salvaos han perdido parte de sus babas, se les da varias aguas en una herrada revolviéndolos, muy rápido con la mano. A la tercera o cuarta agua, han perdido las babas y entonces ya están listos para ser cocinados, si a la guisandera le gusta, con trozos de chorizo o jamón del cerdo criado, matado en casa   y curado al viento en la panera, que no es solo una cesta o bandeja para poner el pan,  sino también  un desván grande.

  El otoño es tiempo de caracoles y de setas con las que hay que tener mucho cuidado y conocerlas bien, pues algunas son mortalmente venenosas: pero yo en Palencia no conocí ningún envenenamiento, quizá no había ninguna venenosa y todas eran comestibles. Había una variedad de setas muy sabrosas, que se criaban en terreno arenoso y seco, setas de cardo, y otras que crecían enterradas y se llamaban cagurrias, palabra poco conocida que ya me ha prometido Juan Mayorga, académico y autor de teatro insigne, someter a debate para el DRAE. En Torre de los Molinos el mayor experto en setas era mi hermano José Maria, no había peligro con él y nos dábamos grandes banquetes, como con los cangrejos, que en su momento pescaba mi hermana Concha. Había unas setas que no tenían peligro alguno, las de tronco de árbol, las setas de chopo, que me parece se llamaban níscalos, y comíamos asadas a las áscuas de la lumbre y con unos granos de sal gorda. Puro deleite.

jueves, 3 de diciembre de 2020

 

Concha Velasco, 81 años. Felicitaciónes 

Ochenta y un años son nada, las diosas son eternas. Y yo tuve el honor que nadie ha tenido ni  tendrá jamás, de que Concha Velasco en Almagro, tras una prodigiosa   Reina Juana, un oratorio de Ernesto Caballero, dirigido por  Gerardo Vera (in memoriam). Concha Velasco hincó una rodilla en tierra y me besó  la mano mientras servían eso que se llama “un vino Español”. Yo le había hecho una crítica muy elogiosa en El Mundo, en el estreno de Madrid, una crítica de esas que se enmarcan para enseñárselas a las visitas. Luego llamó a sus nietos que andaban por allí cerca, les ordenó me trajeran una copa de cava y dijo “sabe tanto de mí que bien pudiera escribir mi biografía, pero también sé que nunca lo hará”. Cierto, no contaré nada que la gente no sepa y una biografía así carece de morbo e interés. Además, probablemente, todo está escrito por ella misma o por sus hagiógrafos de turno. A esa muchachita de Valladolid, hija de militar, la conocí una tarde en la Avenida de Burgos, me la presentó, Saenz de Heredia, un hombre generoso, primo de José Antonio Primo de Rivera, director de Raza, con guión del propio Franco, y de Franco, ese hombre, un documental que enardeció a los franquistas, o se más de media España: Saenz de Heredia era una autoridad omnipresente en el cine oficial de aquellos años. Velasco  llegaba de la calle, guapísima, con un visonazo  imponente,  y vivía un  piso más arriba. En los inicios de la carrera cinematográfica de Concha, Saénz de Heredia fue  clave y definitivo. Luego, Concha se enamoró de Juan Diego, en un triple salto mortal del falangismo al comunismo; yo era muy amigo de Juan Diego, y les llevaba bocatas al camerino donde siempre había juerga y desmadre. Que se haya convertido luego en la grandísima actriz que es hoy día, es cosa exclusivamente de Concha.

Concha ha llorado mucho y ha sufrido en la vida más de lo que un ser humano puede soportar. Se casó con un tal Marsó, ludópata, drogata y dipsómano, galán de teatro me parece o de cine, y luego productor o algo así. Francisco Marsó la arruinó varias veces y Concha en un momento dado de su vida se encontró sola. Pese a lo cual, Concha Velasco sigue recordándole como el amor de su vida. En la Latina, de Jesús Cimarro, hace una función escrita y dirigida por su hijo, Manuel Velasco. Qué no hará una madre, y más una madre como Concha, por un hijo.

sábado, 28 de noviembre de 2020

 

Maradona. Un dios de barro

Diego Armando era un dios no con los pies de barro, pies mágicos, sino un dios todo barro. Maradona era tierra y barro. Barro de la calle inhóspita. Un maldito. En poesía hay malditos universales como Rimbaud o Baudelaire, pero España no ha dado malditos pese a que Paco Umbral escribiera un libro memorable y polémico, Lorca poeta maldito. Escribí una vez un artículo diciendo que, en mi opinión, el verdadero maldito del 27 era Luis Cernuda y me pusieron a caer de un burro. Para la crítica española el único poeta maldito ha sido Leopoldo María Panero, el “loco de Mondragón”, internado en un siquiátrico.

 Lo peor es que, siendo dios, Diego Armando Maradona  acabó creyéndoselo. A su pesar, creó una religión, una secta; la secta maradoniana. No deja escuela ni como futbolista porque era inalcanzable, ni como ser humano porque era reprobable por demasiado humano. La humanidad no puede estar orgullosa de ser como es y Maradona acentuó esas carencias de bondad y solidaridad hipócritas. Ha muerto solo, dicen que a causa de una parada respiratoria; abandonado de médicos, enfermeras y abandonado de todos. Se investiga una posible negligencia médica lo cual estaría a tono con una existencia disparatada. No conoció moral y si la conoció la despreció, es más la hizo añicos. La sociedad lo enalteció fue su verdugo idólatra porque los hombres necesitamos referencias, así somos de frágiles; pero él deja muchas víctimas. La España futbolera de hace treinta o cuarenta años fue feliz viéndole acariciar el balón rodeado de contrarios, sorteando las patadas implacables fieles al dogma “si pasa el balón, que no pase el hombre”. Muchos, independientemente de su afición al  fútbol, saben o intuyen que ha muerto algo más que un pelotero, muchos fueron felices viéndole hacer magia con la pelota. Algo, pues, le debemos; esa felicidad transitoria. La España inquisitorial y calderoniana ya ha emitido su juicio, al menos en la selva de twiter: Maradona se gastaba fortunas en putas. Un país putero por naturaleza, acusando de putero a un astro. Argentina, país de futbolistas geniales, llora al genio supremo que ininterrumpidamente cometía penaltis contra sí mismo y  nunca se los pitaba porque nunca se supo el reglamento. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Tono Martínez, elegía por todos nosotros


Tono Martínez es un intelectual. Y un aventurero. Y un esteta y un poeta. A Tono Martínez lo recuerdo de viejos tiempos del café Gijón, allá por los setenta del pasado siglo. Se unió al grupo que formábamos Rafael Llorente, Cristina Maristany, Julián Marcos, Antonio Leyva, los pintores Alcaraz y Luis Cañadas de un estilo realista contrario a lo que Tono defendía como estética troncal; pero en las tertulias de café, nunca llega la sangre al rio. Ahí estaba por ejemplo, la tertulia de los poetas con gente tan dispar como Gerardo Diego, Jorge Urrutia, Juan Pérez Creus Maese Pérez, Angel García López, Buero Vallejo, Granados y el pintor Cirilo Martínez Novillo que se unía a los poetas porque detestaba la charla de los pintores. Carlos Oroza, el poeta beat que nunca llegó a maldito, solía ir por libre. Cirilo tampoco aguantaba a Luis Burón Barba, que leía Der Spiegel en alemán y luego, con los sociatas, fue Fiscal General del Estado. Otro juez, este comunista, Carlos Vega, representaba el equilibrio entre esta tendencia sociata y el PCE radical del editor Ramon Akal. A veces Fanny Rubio, estudiosa de las revistas de poesía de los años 50. Tono callado, aunque ya con inevitables destellos de talento. Al poco tiempo empezó a dirigir una revista que se convertiría en mítica por su esteticismo refinado y ejemplar. Tono Martínez y yo queríamos mucho a Rafa Llorente, diplomático,cónsul en París, y a Cristina, condesa de Lavern, que hacían versos al sudor de los obreros y al proletariado que viajaba en metro. A mí la poesía social, salvo Blas de Otero, me parecía una negación de la poesía y del mensaje. Pese a lo cual me cayó el sambenito de poeta social y político. Tuvo que venir Paco Umbral para poner las cosas en su sitio: político sí, pero antes que nada poeta. Juan Goytisolo refiere en uno de sus libros cómo Rafael Llorente, siendo cónsul, pretendió proclamar la República Española independiente en Fernando Poo.

Tono Martínez acaba de publicar un libro, El cuarto sello, diario de la peste. (Edit Polibea) Es un libro oportuno  y de urgencia, pero no es un libro oportunista. Escrito entre marzo y septiembre del presente año, es lo que podríamos llamar un dietario, un relato memorial. A veces, a su prosa fluida filosofal y hamletiana le salen ecos de Jorge Manrique, el de las Coplas y la finitud de la vida. Y con frecuencia, la máxima de los monjes trapenses, “morir tenemos, ya lo sabemos”, cuando se cruzaban silenciosos y rezadores en el claustro; o lo que es lo mismo “memento mori”, recuerda que hemos de morir. Es un libro melancólico, pero no sombrío. Con referencias esenciales a un  Madrid que ya no es, quizá nunca vuelva a serlo, Capital de la Gloria.

martes, 24 de noviembre de 2020

Caracoles y setas tras las lluvias y el sol

Caracol, col, col. Saca los cuernos al sol. Primero tenía que llover y después lucir el sol para salir a coger caracoles. Sin lluvia y después sol, lo caracoles que dan asco a muchos y bien guisados son exquisitos, se esconden y no salen a arrastrarse dejando su rastro de babas. En las aldeas de Castilla caracol es el peor insulto que puede dirigírsele a una persona, es lo mismo que llamarla “babosa, arrastrada y cornuda”. El señor Monegal, crítico de televisión, de Onda Cero, daba el otro día en el programa de Julia Otero su receta para cocinar caracoles.  Una más de las muchas. Pero olvidaba los preliminares: cómo tratar los caracoles hasta que pueden ser guisados.  Una vez capturados, operación muy fácil, se les pone entre salvaos, que es un alimento para cerdos, una especie de harina en bruto, lo que queda de esta después de ser cernida en el cedazo, me parece recordar. Cuando entre salvaos han perdido parte de sus babas, se les da varias aguas en una herrada revolviéndolos, muy rápido con la mano. A la tercera o cuarta agua, han perdido las babas y entonces ya están listos para ser cocinados, si a la guisandera le gusta, con trozos de chorizo o jamón del cerdo criado, matado en casa   y curado al viento y la intemperie.

  El otoño es tiempo de caracoles y de setas, hongos con los que hay que tener mucho cuidado y conocerlos bien, pues algunas son mortalmente venenosas: pero yo en Palencia no conocí ningún envenenamiento. Había una variedad de setas muy sabrosas, que se criaban en terreno arenoso y seco que se llamaban creo recordar gagurrias. En Torre de los Molinos el mayor experto en setas era mi hermano José Maria, no había peligro con él y nos dábamos grandes banquetes, como con los cangrejos, que en su momento pescaba mi hermana Concha. Había unas setas que no tenían peligro alguno, las de tronco de árbol, que me parece se llamaban níscalos, y comíamos asadas a las áscuas de la lumbre y con unos granos de sal gorda. Puro deleite.


jueves, 19 de noviembre de 2020

 

Polisario. Crónica de un viaje a Tinduf.

España, el gobierno español con Franco agonizante y la Marcha Verde abandonó al Polisario y a los saharauis en manos de Marruecos, la alianza Hassan y Juan Carlos. No recuerdo la fecha exactamente, pero sí recuerdo que unos veinte escritores viajamos a Tinduf para apoyar expresamente a los saharauis. Carlos Alvarez, el poeta carcelario que memrizaba sus sonetos en la celda de catigo, se unió al viaje pese a estar pasando una dolorosa etapa de ssu salud.  En Argelia Emilio Sola coordinaba el asunto: en Madrid los enlaces éramos Rafael Alberti y yo, pero como Rafael no enlazaba nada llamé a José Ramon Ripoll ,  dejamos de lado a Alberti pegado a su transistor en el café Lyon. Hicimos una lista, ayudados por una eficacísima secretaria de la oficina del Polisario en Madrid. Siento no recordar su nombre porque en todo el proceso resultó imprescindible. De esa lista solo falló Juan Goytisolo, por razones evidentes de afinidad con Marruecos. Y acaso por la presencia de Jose Agustín, su hermano. A Sánchez Dragó nadie le invitó, pero se presentó en Barajas con una francesita preciosa que no cesó de tomarle el pelo durante todo el viaje.  Tenía todos los papeles en regla, pagó el viaje que costaba 25.000 pesetas y hubo que resignarse. Fue un acierto porque, como era jefe de las páginas culturales de Diario 16, a la vuelta dedicó a la aventura un reportaje a página entera.

Francisco García Navarrete, Javier Reverte, Agustín Millares y yo aceptamos la invitación del Polisario en atención a los desvelos de Emboiric, y sobre todo de Keltum, una bellísima guerrillera que luego se pasaría a Marruecos dicen que por amor a un activista. Atravesamos las filas de las tropas marroquies y llegamos hasta el mar burlando todas sus medidas. En la expedición figuraban otras dos mujeres me parece recordar, Fanny Rubio, estudiosa de las revistas españolas de poesía, y Nadia, una ceramista italiana esposa del poeta Fernando Quiñones.  Reverte y yo, con la complicidad de Navarrete que era abstemio, habíamos pasado  tres botellas de güisqui gracias a las cuales hicimos grandes amigos como el citado José Agustin. Yo hice especial amistad con el grupo canario, sobre todo con el poeta Agustín Millares, que tampoco bebía y que era del Partido Comunista. Bajo las estrellas limpias del cielo del Sahara, dialogamos incansablemente acerca de la relación entre arte y política, de la necesidad de que el compromiso no devaluara el arte ni la poesía. Días inolvidables de 20 intelectuales españoles durmiendo en Tinduf en tiendas de campaña. No sé cuántos de aquellos serían capaces de repetir hoy la aventura. Por mi parte me limito a repetir ¡Viva el Frente Polisario! Grito en el que me acompaña,  insólitamente, cada vez que lo llamo, un torero genial, el solitario de Jerez, Rafael de Paula. 

 

 

 

Nos

martes, 17 de noviembre de 2020

Juan Carlos, gracias por los servicios prestados

 

Juan Carlos; gracias por los servicios prestados. (Este texto, ya publicado, lo reproduzco a instancias de algunos lectores)

El lenguaje de tuit es obligadamente sintético, reducido y con frecuencia engañoso. El inteligente y erudito Alfonso Ussía y quien esto escribe nos hemos enzarzado hace poco en un rifirrafe sobre el Borbón Emérito que, según  Alfonso recurrente y terco, “me” dio la libertad. Como nunca he tenido trato directo con el Borbón, supongo que Alfonso se refiere no sólo a mí, sino a mi generación que es la misma de Alfonso. Vayamos por partes. De ser eso cierto,  la libertad la trajo Franco que nos la había quitado, Franco el golpista genocida, del cual Juan Carlos fue heredero a título de Rey.

Juan Carlos de Borbón es un ser trágico. Su trayectoria empieza de niño con aquel infortunado accidente de la pistola que mató a su hermano y concluye con la traición a su padre, don Juan, verdadero depositario de la Monarquía española de. Don Juan Carlos es, pues, el heredero del dictador.Y, dicho sea de paso,  él no trajo la libertad, sino los españoles; entre ellos los comunistas, que nos envainamos las ganas de revancha  y le fuimos leales. Sus asuntos de faldas no nos incumben, aunque algún chantaje, como el de Aghata Lys por unos vídeos acusadores, hayamos tenido que pagar los españoles. Solo atañen a la Reina Sofía, sufriente y silenciosa víctima de sus devaneos. Además de reina, una  señora alabada por todos. Pero Franco odiaba a don Juan al que consideraba la antiEspaña y amigo de comunistas.  Con don Juan Carlos, también tragaron los falangistas de Franco, aquellos que cantaban en tiempos: “no queremos reyes idiotas que no sepan gobernar; queremos el estado sindical”. 

Don Juan Carlos de Borbón fue,  pues, a todos efectos, el sucesor de Franco, que   con él como sucesor, anulaba  los derechos de su padre y de paso bloqueaba la legitimidad posible  de la III República. Ahora, refugiado entre la morería, va a ser investigado por evasión de capitales a Suiza o algo así, por las comisiones del Ave, si existieron; por las Torres de Kío y otros asuntos. Anda en pleitos también, me parece, con la bella Corina, una cortesana en el sentido lato y estricto de la palabra.  Si no hay corrupción por medio, nada debe temer el Emérito; damos por cierto que España es un Estado de derecho en el que todos somos iguales ante la ley. Lo mismo un rey que un chapero de la esquina de Recoletos/Almirante, si siguen existiendo que seguramente, no Y que tenemos un Parlamento producto de una democracia en la que cabemos todos; desde la derecha extrema de Vox hasta los comunistas asilvestrados y melancólicos. Que se le investigue, simplemente. ¿Quién teme que se investigue al Emérito?

domingo, 15 de noviembre de 2020

 OREJUDOS

 

 Orejones

Y por cojones,

Y no es cosa de la rima.

Porque sois mol cojomuts.

Palabro que a buen seguro

Mi amiga Pilar Fabregat

Me reprochará

Sin disimulo.

A ganar, a ganar.

Furia a la española

Como aquel Gorostiza celebrado.

Que le gritó a Sabino,

“Sabino a mí el pelotón

Que los arrollo”.

Y marcó gol

Con portero, defensa y el mismo

De la red en el abismo.

A Castalia peregrinaré

Pese a mis piernas tullidas

Si manteneis invencible

El orgullo. Y si caeis

También os celebraré

¡Orejones

Por cojones!!!

 

 

 

 

 

jueves, 12 de noviembre de 2020

JAIME SILES, UN POETA Y UN AMANTE DEL TEATRO

 

Jaime Siles; generosidad y rigor intelectual

Mi deuda con Jaime Siles es inabarcable y nunca la saldará un breve artículo. Me parece recordar que nos conocimos allá por los años setenta del siglo pasado, como jurados de los Premios de la Nueva Crítica. No estoy muy seguro. Hoy compartimos algunas cosas, entre ellas el amor al teatro: ambos formamos parte del Jurado del Valle Inclán, organizado por Luis María Anson que ha llegado a pedir para Siles un sillón en la Academia. Infructuosamente. La Academia no aceptó a Rafael Alberti, que se meó en sus muros: tardó en aceptar a María Moliner, autora de un diccionario de la lengua, imprescindible. Y, pese a Fernando Lázaro Carreter, presidente, que se lo había prometido, también cerró las puertas a Francisco Umbral.

  En mis tiempos de cronista taurino del Mundo, aunque a Siles no le gusten especialmente los toros, compartíamos mesa, y sobre todo sobremesa nocturna, en el Cañal, en Fallas y Feria de Julio en Valencia. Es un gran poeta, de palabra exacta sin barroquismos, sin adjetivaciones ornamentales.  Y un amigo. Le puso prólogo a la antología de mis versos, El corazón cruel de la ceniza, y con pocas líneas definió magistralmente mi condición de poeta y de periodista como modelo de independencia y soledad, ajeno a grupos y modas. Puede que nunca pueda yo   ponerme a la altura de ese prólogo. Espero que, pasados estos tiempos de aflicción, de absoluto confinamiento para mí, volvamos a encontrarnos.

 

lunes, 9 de noviembre de 2020

LOS CASCOTES DEL MURO DE BERLÍN

 

Cuando el muro  nos cayó encima

Yo estaba allí con ANA, mi mujer también periodista. Pero no como informadores, sino como turistas curiosos e impertinentes. Cuando la caída o el derrumbe, como se quiera llamar. Hace 31 años, me parece. Mi memoria, capaz de retener muchos teléfonos y muchas direcciones incógnitas en tiempos oscuros y apasionantes, empieza a fallarme. Yo conocía más la Alemania del Este, los varios puntos por los que pasaba y, de paso, aprovechaba para ver teatro, que era muy bueno y me gustaba más que la política. El precario alemán que aprendí en el Hotel Carlos, de Canet de Mar, hoy casi perdido del todo, me sirvió de mucho. Nunca he podido leer a Rilke en alemán, que era mi gran ilusión, pero sí apañarme en una conversación poco trascendente,   o ver una obra de teatro. Adiós a todo aquello. Hace exactamente hoy 31 años.

 El Check Point de las películas de espías en la Guerra Fria. Mi memoria se ha tornado débil o acaso selectiva.  Muro de Berlín, el Telón de acero. Creímos que se acababa la cuestión, pero no fue así. O no fue del todo así.  La caída del muro, alambradas, ríos, casas, catorce kilómetros creo en Berlín, 120 en su totalidad: separaciones naturales o de fábrica que alcanzaba una altura de más de dos metros. Nadie trataba de pasar al otro lado, pero del otro lado aquí, al occidental, era frecuentes los intentos de fuga que casi siempre acababa en la muerte. Los Vopos (soldados y policías)  eran implacables, aunque alguno desertara: más de cuatrocientos muertos hubo.  Luego, la desilusión de los fugitivos, que habían visto por la tele desde el otro lado el paraíso occidental; se dieron cuenta de que el bienestar publicitado por la televisión que captaban con facilidad y riesgo, la vida “opulenta” carente de necesidades,  era para los occidentales y no para todos; no para ellos por mucho que los colmaran de abrazos y les abrieran las puertas de los bares.  Ese día cené en el barrio Kreuzberg, de este lado, con unos amigos emigrantres, de Móstoles, que no habían querido perderse la demolición de algo que habían visto alzarse. Un análisis político de aquellos días no me veo capaz de hacerlo: al menos no soy capaz de añadir nada nuevo. Solo quería decir que yo estaba allí hace 31 años. Y que me traje un pequeño trozo de muro que olvidé en alguna parte cuando ya había perdido buena parte de su significado.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Alcaraz, el último indaliano

 

Francisco Alcaraz, el último pintor indaliano. In Memoriam

Ha muerto el último pintor con el indalo almeriense como símbolo, un gran restaurador de cuadros valiosísimos cuya autenticidad ratificó muchas veces frente al desconocimiento y desidia de sus poseedores.  Maestro de restauradores y un hombre bueno. Tallista de marcos,  que podríamos calificar “de autor”, pues no concebía un cuadro sin un marco excelente. Tarde me entero de la muerte de Francisco Alcaraz sobreviviente a Perceval, el fundador del movimiento indaliano, me parece, a Luis Cañadas y Capuleto,  que murieron hace tiempo. Francisco Alcaraz, 94 años. Reposa en Almería su tierra natal, tras una vida ajetreada y creativa,  bajo la sombra protectora de la alcazaba, fortaleza contra los árabes, que tantas veces pintó y de la cual conservo un  cuadro al óleo.  También conservo un primoroso retrato de Romero, su perro,  y de Peseta, su gata callejera que había recogido no sé dónde. Tuve el honor, de ahí su presencia en esta tribuna palentina,  de que pusiera sus dibujos en mi libro Palencia, paisajes con figura, que se expusieron en la Casa Regional de Palencia en Madrid, en la calle Bailén al lado del viaducto.

 Alcaraz siempre hizo una pintura amable y perfecta de flores y animales, menos un tiempo  en que hacía unos dibujos terribles, de fauces y colmillos  sangrientos  sobre cuyas razones otro indaliano, Luis Cañadas gran amigo de ambos, más de él que mio, reflexionábamos en ocasiones. De Luis Cañadas hay un excelente dibujo en la cripta del Café Gijón, interpretando un amargo soneto mío manuscrito. La colección de cuadros del Gijón fue el regalo que Alcaraz ideó para la dueña, doña María creo se llamaba, en su centenario, con la prohibición  de que ni actuales ni futuros dueños  comerciaran  con ellos.  Cañadas derivó hacia el muralismo y, como era un gran dibujante, esos murales le proporcionaron muchas satisfacciones y reconocimientos.

 En el número 17 de la calle Prim de Madrid estaba la buhardilla de Paco Alcaraz, seis pisos devastadores sin ascensor. En ella trataba de poner un cierto orden, Helia Turnon, su compañera, una francesa culta que no daba abasto al desorden de Paco ni al desorden de la buhardilla. Era amigo de todos, pero en especial de uno de los personajes más representativos del café, Beppo Abdulwahad, una inglesa mal hablada que dejó plantado a un príncipe árabe, de ahí su nombre, por un banderillero español, y a la que Alcaraz veía como genuina representante de la lucha de clases, cosa que a Beppo nunca se le pasó por la cabeza. El príncipe árabe se tiró por el hueco de un ascensor cuando Beppo lo abandonó.

Beppo, desconocía el mecanismo de las peluquerías y llegó tarde a mi boda porque la tuvieron más de la cuenta sentada en el sillón. A Beppo, excelente acuarelista, de lo cual vivía, le gustaba el flamenco. Por eso era amiga de Pepe el de la Matrona, cantaor grande y Premio de la Sorbona de París. Ambos me hicieron un lugar en su amistad y con ellos recorría las tabernas de los alrededores de Santa Ana, hasta llegar a Gayango, al lado de Villa Rosa, donde una vez le vi cantar a Pepe  para Gina Lollobrígida  unos fandangos, palo impropio de él, pero acaso el único capaz de entender la bellísima italiana. Pero fue Paco Alcaraz quien me advirtió “cuidado con lo que habláis en Gayango,  porque es confidente de la policía”. No lo sé, pero a Gayango, el día de la muerte de Franco, cuando yo cubría la información para no recuerdo qué revista, me lo encontré llorando en la cola para despedir al dictador. Querido Paco, no sé quién vive ahora en la buhardilla de Prim 17. Enfrente, o casi enfrente, supongo que siguen los cuarteles de militares que en noches angustiosas de tu alma te alarmaban. Mis abrazos, si viven, para Paquito y para Jeanette y para la hija mayor, residenciada en México, cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. El Café Gijón sigue donde siempre, a la vuelta de la esquina. Esperándote.

jueves, 5 de noviembre de 2020

 

 Rodrigo Francisco; o la realidad compleja

Era inevitable que Rodrigo Francisco, hombre de teatro en las distintas facetas del mismo, desembocara en la escritura por la puerta grande, símil taurino que posiblemente no le va a disgustar. Fenda, traducida al castellano como Brecha, ha sido estrenada por el Teatro de Almada con dirección del propio Francisco, y ahora la publica la Revista ADE, órgano de la Asociación de Directores de escena de España. Gabriel Antuñano escribe un excelente ensayo sobre la misma, Del infinito al cero, invirtiendo sagazmente el recorrido habitual “del cero al infinito”, lo que cuadra bien a la dramática  de Rodrigo; soledad del hombre, aislamiento de generaciones y clases sociales. El mundo no es un continuum, sino una yuxtaposición de circunstancias, personas y sucesos. Podría decirse que carece de dialéctica en el sentido estricto y clásico del término, la concatenación de causas y de efectos. Pero eso no es del todo cierto, la dialéctica de Fenda es un proceso interno del texto teatral y la acción escénica. Más que fragmentación, cabe hablar de autonomía de los distintos elementos El teatro como una manifestación sensorial plena, como una explosión de los sentidos, sin abdicar por ello de una profunda base intelectual.

 Rodrigo Francisco está hace tiempo al frente del Teatro de Almada, a cuyo festival le guardo especial gratitud. Me dieron el Premio Carlos Porto por mis críticas en el Mundo. Fue una noche memorable en un anfiteatro abarrotado por casi mil personas cuya adhesión estaba asegurada desde que abrí mi discurso con estas palabras: “gracias por este premio que   merezco, sin duda, pues carezco de autoridad para desmentir al jurado que me lo ha concedido”. Aplausos atronadores. Todo el Festival fue digno de recordación por la programación impecable de Rodrigo y por el calor humano que cada acto desprendía. Quizá esa sea la definición que mejor cuadra a la personalidad de Rodrigo: un ser humano que aplica el dinamismo caliente   de la pasión romántica a la frialdad de un intelecto riguroso.

 Es un gran hombre de teatro forjado en todas las peripecias del mismo y  ha convertido Almada en un centro esencial de la escena europea donde confluyen culturas, personalidades diversas, aprendices y maestros.  Su biografía es corta, pero profunda, de esas que te obligan a pensar que lo mejor está por venir y que cada paso que da es irreversible y anuncio, a la vez, de un paso superior, una progresión. Leo, en fecunda tensión de confinamiento, Fenda, obra de dos personajes, Catarina Nunes y  Simao da Veiga, dos triunfadores, ella como estrella de la televisión y él como productor de esos programas de gran audiencia, un hombre sin escrúpulos: todo el mundo ve esos programas  insustanciales  aunque, supongo que,  por su baja calidad, nadie lo confiesa. Conflicto no solo de dos personajes más o menos afines, sino algo más profundo que aborda el choque entre cultura e intoxicación;  entre machismo y feminismo con ramalazos de racismo, de seducción imposible y del abismo que separa a las generaciones. Un cierto nihilismo no paralizante. Como si Rodrigo Francisco y sus personajes estuvieran convencidos de que la verdadera tragedia de los hombres es la esperanza. Algo sobre lo que teorizó con frecuencia   Buero Vallejo, siguiendo, me parece recordar, la estela de Arthur Miller.

 

 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

JOSÉ LUIS GOMEZ; Laudatio de un gran hombre de teatro

 

Visión personal. Retrato a punta seca.

 Este hombre de ochenta años, un grande de la escena española y europea, académico de la RAE, emigrante de Huelva, camarero y pinche de cocina por los hoteles de Europa, en lejanísimos tiempos para ganarse el sustento, sigue en la brecha del teatro. Acaba de estrenar en la Abadia, Mio Cid;  la historia y la leyenda, los principios del castellano, la grandeza de un mercenario que, como todos los mercenarios, siempre guarda una o más fidelidades y algunas traiciones.  De lo cual, de esta intensa actividad, se deduce que el teatro no solo forma parte de la vida de Gómez; el teatro es su vida. Al volver a España nos trajo a Bertold Brecht y supimos verdaderamente quién era este prófugo del nazismo, más perjudicado por sus seguidores que por sus detractores. La distanciación brechtiana siempre fue mal entendida en España, tan mal como el Método, de Strimberg,  la memoria emocional. O como La paradoja del comediante a la cual Gómez creo que es más afín. Algunos se creían, y tal vez fuera  cierto, que para transmitir una sensación de asco, Nicolás Cage  masticaba cucarachas.

 Lo recuerdo a Gómez, por primera vez, en Arturo Ui, Hitler en estado de pureza elemental, La resistible ascensión de Arturo Ui. El título creó cierta confusión entre la gente, y era frecuente que se cambiara por irresistible, o sea imparable, con lo cual se presentaba el ascenso de Hitler como algo fatal e inevitable sin que la sociedad que lo alzó tuviere ninguna culpa. Por el contrario, el término resistible demuestra que a Hitler se le pudo parar a tiempo. Pero se le dejó hacer, reconociendo en él el destino superior de la raza aria. Por entonces yo no conocía, y quizá no se hubiera publicado, La lengua del III Reich, de Victor Klemperer, un judío despojado de su cátedra y todos sus derechos, marcado ostentosamente por el triángulo amarillo delator.  Desde hace tiempo La lengua del III Reich es uno de mis libros de cabecera.

Con Jose Luis Gómez he dialogado a veces sobre el dolor y las dificultades del hombre para afrontarlo. A mí, más que el dolor propio, me preocupa y desconcierta, porque no puedo comprenderlo, el dolor de los niños. Si el dolor es un castigo, ¿cómo puede castigarse la inocencia?. Me turba el pasaje de Los hermanos Karamazov en que describe la risa limpia y clara de los niños, momentos antes de ser atravesados por las bayonetas de los soldados. Si por algo me sigue impresionando Mortal y rosa, de Paco Umbral, es por su desesperación ante el dolor de su hijo, Pincho, muerto del mal azul a la edad de seis años. En La peste, el doctor Rieux impotente ante el avance de la epidemia y la mortandad de niños llenos de llagas y bubones, reniega de un “dios que permite el sufrimiento de un niño”.

Con José Luis Gómez, he hablado de teatro pocas veces. Él habla de teatro en sus montajes, yo desde mis críticas de las que, como las de otros periodistas, le interesa la capacidad analítica más que el elogio o la descalificación. Tuve el privilegio de que me permitiera asistir a uno de sus ensayos en la Abadía y pude comprobar la disciplina reverencial, por decirlo con palabras suaves, con que actores y actrices seguían las pautas implacables que les marcaba. Luego, algunos me confesaron que ese ensayo había sido inusualmente permisivo para lo que “acostumbra a ser José Luis”. Nada me parece hay escrito sobre tema. Miguel Mihura dejaba a los intérpretes a su albedrío y Ramón Paso también. Pero en este percibo lo que se llama mano de hierro en guante de terciopelo. Y algo parecido en Miguel del Arco, por ejemplo. O en Israel Elejalde. De incógnito y sin que los intérpretes lo supieran, he asistido, con la complicidad de director o directora, a algunos ensayos. Es una situación delicada que no aconsejo, pues es normal que el director o la directora quieran saber la opinión de un crítico, antes de que se apaguen las luces y se alce el telón.

martes, 3 de noviembre de 2020

 

Caracoles y setas tras las lluvias y el sol

Caracol, col, col. Sal caracol con los cuernos al sol. Primero tenía que llover y después lucir el sol para salir a coger caracoles por el campo. Los caracoles, que dan asco a muchos y bien guisados son exquisitos, si no luce el sol, se esconden y no salen a arrastrarse dejando su rastro de babas. En las aldeas de Castilla caracol es el peor insulto que puede dirigírsele a una persona, pues es  lo mismo que llamarla “babosa, arrastrada y cornuda·. El señor Monegal, crítico de televisión que admiro, de Onda Cero, daba el otro día en el programa de Julia Otero su receta para cocinar caracoles.  Una más de las muchas. Pero se olvidaba de los preliminares; cómo tratar los caracoles hasta que pueden ser guisados. Arturo el de Villoldo, un Séneca sabio  de aldea, me recuerda de vez en cuando estas cosas. Una vez capturados operación muy fácil, se les pone entre salvaos, que es un alimento para cerdos, una especie de harina en bruto, lo que queda de esta después de ser cernida en el cedazo, me parece recordar. Cuando entre salvaos han perdido parte de sus babas, se les da varias aguas en una herrada revolviéndolos,   fuertemente con la mano. A la tercera o cuarta agua, han perdido las babas y entonces ya están listos para ser cocinados, si a la guisandera le gusta, con trozos de chorizo o jamón del cerdo criado, matado  y curado, al viento y la intemperie, en casa.

  El otoño es tiempo de caracoles y de setas, hongos  con los que hay que tener mucho cuidado y conocerlos bien.  pues algunas son venenosas. En Torre de los Molinos el mayor experto en setas era mi hermano José Maria, no había peligro con él y nos dábamos grandes banquetes, como con los cangrejos, que en su momento pescaba mi hermana Concha. Había unas setas que no tenían peligro alguno, las de tronco de árbol, que me parece se llamaban níscalos, y comíamos asadas a las áscuas de la lumbre y con unos granos de sal gorda. Puro deleite.

domingo, 1 de noviembre de 2020

 

Escaparate de Librería

Título.- Tocados por los duendes. Diez figuras de la Edad de Plata del toreo. Autor, Xabier González Fisher. Edit. Instituto cultural de Aguas Calientes. Pags 136.

Difícilmente puede entenderse la historia de la Tauromaquía sin México: siempre he pensado que cuando todo, en torno a  los toros, se haya derrumbado, los toros allí seguirán en pie. Pude comprobar este  fervor,   una tarde en que,  en la Monumental DF Talavante bordó el toreo. Y cuando en el hotel, Talavante y Curro Vázquez tuvieron la deferencia de saludarme, los taurófilos todos me miraron con admiración. Tengo una referencia inolvidable de las Ventas: un espectador son su enorme sombrero charro defendiendo a Enrique Ponce, pitado sin misericordia por el público, “Enrique, vente a México, allí sí te queremos.”

Este libro, Tocados por los duendes, del cual me ocupé brevemente en alguna alusión en las redes, es un libro imprescindible para conocer, cabalmente y en su totalidad,  la historia taurina mexicana y por extensión la historia universal de los toros. Claridad expositiva y amor a la fiesta: con estas dos condiciones, Xabier González Fisher puede circular por la literatura taurina con  solvencia. No es un profesional de la escritura, pero sí un gran lector de cientos de libros y miles de crónicas periodísticas.

Título.- Música en escena. Autor, Tomás Marco. Edit. Asociación de directores de escena. Pags 305.

Relaciones entre la música y el teatro en sus distintos ámbitos; Tomás Marco fue un brillante gestor, un político a favor de la cultura podríamos decir, y se revela ahora como un escritor solvente y riguroso. Esta escritura tiene el aval de muchos artículos publicados en diversos medios desde 1987. Por lo cual podríamos llamarlo, si él nos lo permite, un “político ilustrado”. Sus trabajos musicales para montajes importantes son una referencia inexcusable, no se trata de una mera ilustración musical de un texto, sino de una interpretación, una visión del mismo. El difunto Juan Antonio Hormigón, figura clave en el teatro español en sus múltiples vertientes y derivas, impulsó como se declara en el preludio de este libro, la necesidad de su escritura y publicación. Valga esta breve nota para recordarle una vez más. Y para celebrar la aparición de este libro de un ilustrado austero tocado musicalmente; Tomás Marco.

 

sábado, 31 de octubre de 2020

 

 Javier Reverte, grande del periodismo. Adios urgente

Ha muerto Javier Reverte, una vida plena, que como Pablo Neruda podía decir “confieso que he vivido”. Su último libro, una trilogía sobre la guerra del 36 y Modesto, como antítesis del Campesino y de Líster, aún tiembla en mis manos por la relectura constante.  La brutalidad de la represión franquista, el retrato descarnado y sangriento de Cañero y del Algabeño, rejoneadores que alanceaban rojos a campo abierto. No es solo un escritor de viajes, con ser eso mucho, es poeta y novelista y como tal, reconocido por premios importantes. Con él viví, bebí, conspiré. Y escribí, dibujado por Celedonio Perellón, un libro divertido y hoy agotado; El libro del mus, para demostrar que, aunque habíamos quedado los últimos en un campeonato de 28  parejas, éramos grandes jugadores. Lo siento amigo, el último órdago lo has perdido: esta vez la cosa no iba de farol.

Fue corresponsal del diario  Pueblo en Londres y en Paris, creo recordar, y en la capital francesa se convirtió en el altavoz de Santiago Carrillo y en cierta medida su portavoz. Era el Pueblo de Emilio Romero oportunista y abierto que daba mucho juego a los comunistas en un periódico que avizoraba ya horizontes democráticos. Su libro más conocido, Trilogía de África, le consagró como el mejor escritor de viajes, título que no le importaba compartir con su amigo Manu Leguineche. Y en el cual narra cómo capturados por soldados y piratas sin escrúpulos, le salvó su simpatía y su don de gentes. Para mí, la novela Lord Paco, también es digna de recordación. Su narrativa se asienta fundamentalmente en el vigor del verbo y no en la exactitud de la adjetivación, elemento estilístico sobre el que discutíamos siempre y seguimos debatiendo hasta la última vez que hablamos por teléfono hace pocos meses. Se va un gran escritor, un escritor incontinente y prolífico; un luchador por la democracia en tiempos difíciles;  un viajero que no dejó de pisar ninguna parte del mundo, desde el Nilo hasta el Amazonas, donde contrajo unas fiebres que a punto estuvieron de acabar con su vida. Hasta luego, hermano.

viernes, 30 de octubre de 2020

Pablo Lozano in memoriam; un caballero del toro

 

 

Ha muerto Pablo Lozano, “la muleta de Castilla”; forjador de toreros, sobre todo. Dentro del toro era una figura respetada y admirada: se lo ha llevado por delante el marrajo del coronavirus.  De los Lozano fue el que menos traté. Tenía para las relaciones públicas la misma falta de disposición que tengo yo. Sin embargo, todo el mundo sabía que era una viga maestra que apuntalaba la fecunda saga. Tuve más trato con Jose Luis, inteligencia pura; cordialidad que nunca ponía mala cara ante una crítica adversa, pero capaz de discutir todos sus puntos; tanto los favorables, a la contra, como los desfavorables, también a la contra. Pablo Lozano, me parece recordar, era hombre de campo, veedor de toros para lo cual tenía, al parecer, especial sagacidad. José Luis era la diplomacia y Manolo Lozano, al que más traté de los hermanos, en mi época de crítico del Mundo, se había apartado totalmente de la burocracia taurina. A éste, yo lo veía en las Ferias, especialmente en Pamplona que nunca se perdía y en cuya plaza de la Misericordia entraba siempre comiendo un helado; lo veía en compañía de Javier Aguirre y de Esperanza Roy, la gran vedette de las piernas de oro, la ¡!gran actriz!!!, de quien había sido novio y con quienes mantenía una amistad leal. Una vez que le hice a Esperanza una crítica de teatro muy favorable, Manolo me llamó emocionado. Tuvimos el proyecto de publicar su apasionante biografía, pero se quedó en proyecto.

A Pablo Lozano siempre le consideré de la raza noble de los tratantes que con un apretón de manos sellaban un trato inamovible. Como torero no llegué a verlo y tengo que dar por buena su leyenda. De la última generación de los Lozano, frecuento las redes, que me ponen a parir por mi defensa de los toros, aunque hace siglos no veo una corrida, con Fernando  que continúa ligado, me parece, a cuestiones taurinas. Y, de vez en cuando, cambio impresiones con Pablo, gran escultor desplazado, tengo esa mala sensación, por los asuntos de toros. Para mí, sería de lamentar que se perdiese un escultor a cambio de un taurino. Por lo demás, la pandemia  que se ha llevado por delante a Pablo Lozano,  va a cambiar, está cambiando ya,  muchas cosas. Todo es provisional menos la muerte. Requiescat in pace.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Dos retratos con historia

 

Isabel Fernández Almansa Caneja

Me preguntan, conocedores sin duda de la obra y vida de Caneja, cuál ha sido el destino de dos retratos de Isabel Fernández Almansa, su esposa (in Memoriam) y heredera; una cabeza a carboncillo, obra de Baltasar Lobo, el gran escultor zamorano, y otro de cuerpo entero, obra de Javier Clavo. Ambos eran propiedad de Ana Merino Herrero, periodista, a quien testamentariamente, se los legó Isabel. Muerta esta, Ana Merino Herrero decidió donarlos a la Fundación Caneja para que estuvieran cerca de la obra de su marido, a ser posible expuestos. Un sencillo papel, redactado a mano y firmado por Rafael del Valle, dejó constancia del hecho, “he recibido de Ana Merino Herrero etc.etc.”.  La política expositiva de una Fundación obedece generalmente a necesidades de espacio más que a criterios personales. Los propios fondos de Juan Manuel, su antología que reúne lo mejor de su obra, están sujetos, creo, a esa exigencia rotativa. En mi libro Caneja, una mirada del siglo XX (editorial Akal) dejo constancia de la distribución del resto de la obra canejiana en Madrid, Valencia, Palencia y León, me parece recordar

Me preguntan también cuánto Javier Villán debe a Palencia y cuánto Palencia le debe a él, “si es que Palencia le debe algo”, matiza el preguntador. A Palencia, gracias a mis padres que en Torre de los Molinos   me trajeron al mundo, le debo el privilegio de ser paisano del judío carrionés  Sem Tob, el de los proverbios,  y del también carrionés don Iñigo López de Mendoza, el de las serranillas.  Y paisano de los Berruguete, de Jorge Manrique el de las coplas, de Gómez Manrique, señor de Amusco, tío de Jorge.  Y del escultor Victorio Macho, revolucionario en su tiempo, autor del Cristo del Otero que señorea y bendice la gran planicie de Tierra de Campos. Le debo también a Palencia, un paseo con mi nombre al lado del rio Carrión, cerca de una calle dedicada a Juan Antonio Bardem que en la ciudad castellana rodó unos planos de Calle Mayor. El paseo me lo puso Heliodoro Gallego, cuando fue alcalde. Me siento suficientemente recompensado, estando en el callejero al lado del director de Muerte de un ciclista.  

Contribuí, eso es indiscutible, bajo orientación e iniciativa desinteresada de Isabel Fernández Almansa, a que los mejores cuadros de Juan Manuel Caneja, quedasen en la Fundación, que pilota un canejista fervoroso como el historiador Rafael del Valle, y pone en marcha en el día a día, la eficacia vigilante de Rubén del Valle.  La Fundación es hoy el eje cultural de la provincia. El “pulmón cultural”, como se me ocurrió denominarla, cuando iniciábamos los trámites de su constitución, lo cual   suscitó el cachondeo del ingeniero metido a novelista Juan Benet. Sin embargo, en Madrid 1950, este escribe una memorable página sobre Caneja.  Por fortuna, el galgo, como le llamaba Isabel a Benet, se desentendió pronto del asunto.  Juan acompañaba a Isabel a visitar a Juan Manuel al penal de Ocaña, aunque el verdadero amigo de Caneja era Paco Benet, su hermano, que vivía en París y organizó la fuga de Cuelgamuros de Lomana y Sanchez Albornoz.

viernes, 23 de octubre de 2020

ELOY ARENAS, RETRATO A PUNTA SECA

 

Eloy Arenas, retrato a punta seca.

  Continúo con este artículo una antigua sección de diario de Javier Villan,   bien aceptada en tiempos  por  seguidores fieles,  Retratos al vitriolo o al pastel;  se la dedico a Eloy Arenas,  después de haber dedicado la primera del retorno a las aventuras otoñales y  amorosas de Enrique Ponce y a las desventuras de una mujer muy admirada por mí, Paloma Cuevas su esposa. Naturalmente, el retrato de Arenas debe ser al pastel.  10 años llevaba Burundanga en la cartelera sin faltar nunca a la cita. Algo insólito en una cartelera como la española de extremosa fugacidad.  Algo de esa continuidad se debe sin duda al talento empresarial de su productor, Pedro Larrañaga, pero sin duda lo único imprescindible en teatro es el actor; y el público claro; o sea, alguien que  habla y alguien que escucha. La pandemia ha alterado muchas cosas.  Nada es seguro hasta saber qué pasa con la posibilidad de nuevos confinamientos.  Eloy Arenas es un gran actor, un gran cómico en el sentido amplio y genérico de la palabra, que define a la farándula. ¡!Cómico! ¡!!Actor!!! Y es también un gran autor. Tengo en mis manos su texto inédito Me enamoré de tu violín. Es la historia  de un violinista que tras un fracaso amoroso sufre el bloqueo inconsciente de su capacidad de hablar y de escribir;  sólo puede comunicarse a través de su violín. Eloy Arenas, además de gran actor, es buena gente, circunstancia ésta nada desdeñable en los tiempos que corren. En escena, al menos en lo que yo le visto siempre, Eloy es apoyo y no rival del compañero; premisa irrenunciable desde la tragedia griega y la comedia romana. Sin conflicto no hay obra teatral posible, pero el conflicto personal entre actores puede arruinar una función.  Hasta el genial y arbitrario José Bòdalo, que hacía su papel mientras escuchaba por una radio de bolsillo  los partidos de fútbol, dejó constancia de esta solidaridad. Cuando yo hacía teatro aficionado aprendí algo de esto;  Maxi Rodríguez profesor de Instituto en Getafe, me pidió que hiciera el protagonista de El rey se muere, de Ionesco. Acepté sin vacilaciones; en el fondo a mí me hubiera gustado ser torero  o ser actor; dar la vuelta al ruedo en las Ventas o la Maestranza o salir  a saludar aunque fuera en un teatro de pueblo, en el María Guerrero o el Español, mejor. Esas eran mis grandes aspiraciones y, sin embargo, ¡perra vida! me he quedado en crítico; la solidaridad, respeto al espacio del otro, es lo que he aprendido de Eloy Arenas, sobre todo en sus últimas intervenciones con Ramón Paso/Azorín. PasoAzorín es la última revolución que perdura del teatro español partiendo casi de la nada, salvo de la tradición.  Conocido es el axioma de don Eugenio D,Ors, “lo que no es tradición es plagio”.  

miércoles, 21 de octubre de 2020

LOS TOROS EN EL LENGUAJE COTIDIANO

 

Lenguaje taurino en la vida diaria

Dedico este breve artículo a los animalistas, en especial a aquellos que se duelen de la crueldad de la lidia del toro mientras comen   chuletillas de cordero lechal y chuletones de buey. Oí en la radio el otro día que se está tramitando una ley para que,  en los mataderos de animales,  la muerte sea, además de eficaz, limpia e indolora.  Defiendo la licitud de las corridas de toros, como fuente de lenguaje cotidiano abundantemente nutrido de términos y giros taurófilos. He aquí algunos.

Miura”.- Persona violenta y agresiva. De la divisa de miura era el toro que mató al Espartero, llamado Perdigón,  y el que mató a Manolete, este de nombre Islero. “le dije que se callara y se puso como un miura”

“Estar para el arrastre”- Estar cansado o con mala salud; alude al toro muerto arrastrado al desholladero por las mulillas

“De Puerta Grande”.  Asunto o empresa resuelto con éxito. Por la puerta grande de una plaza sale a hombros un matador cuando ha triunfado. El colombiano Cesar Rincón abrió la Puerta Grande de las VENTAS cuatro corridas consecutivas, cosa que nunca había ocurrido. En memoria yo publiqué el libro “Cesar Rincón, de Madrid al cielo” (Espasa Calpe)

“Hasta el rabo todo es toro”. Quiere decir que mientas un asunto no está resuelto del todo y en todos sus detalles, no puede darse por concluso.

“A toro pasado”, resuelto un asunto, pasado el toro, todo parece fácil y sin peligro. Todo el mundo conoce las soluciones.

“Ponerse el mundo por montera”. Vencer todas las dificultades, no arredrase ante nada ni ningún peligro.

“Dar la puntilla". Apuntillar al toro ya postrado en el suelo con un cuchillo llamado puntilla. Liquidar  un asunto, engorroso o no,  de forma abrupta.

“Parar, mandar y templar”. Dominar y conducir la embestida del animal. En la vida cotidiana, controlar la situación. Puede añadirse la expresión taurinísima “cargar la suerte”. O sea, recrearse.

“Las cornadas del hambre”. Antiguamente los toreros eran de extracción social modesta, gracias al toreo escapaban de hambre.  Hoy salen de las Escuelas taurinas. La frase, “más cornadas da el hambre” se atribuye  a  Espartero que, paradójicamente, murió corneado por el toro Perdigón.

“No tener un pase”. Se dice de una persona, cuya conducta no se atiene a las normas elementales de convivencia”.

“Fueracacho”. Esta fuera de cacho, de dice del torero cuando al provocar la embestida tiende a colocasse en el sitio inadecuado. En la vida cotidiana, ponerse en una situación inadecuada para realizar un acto que requeriria otra conducta.

 

 

 

 

miércoles, 14 de octubre de 2020

 

Estampas palentinas

Cangrejos y el arte del retel.(Publicado en Diario Palentino)

El cangrejo de rio es un manjar exquisito, da igual la forma en que se cocinen. Mi madre no los guisaba, con pequeños trozos de chorizo, que era lo más habitual.  Los cocía vivos en agua hirviendo y salada, por lo cual la moderna progresía la habría condenado a la hoguera por maltrato animal. Y luego vertía sobre ellos una salsa de ajo majado en mortero o almirez, con pimentón, aceite y perejil. Esa muerte, aunque casi instantánea, debía de ser sin duda dolorosa, con dolor de cangrejo, claro. Si la cola quedaba extendida era señal de que el cangrejo estaba muerto antes del hervor y se desechaba. En mi pueblo de Torre de los Molinos, en los numerosos arroyos que surcaban su vega, se pescaban a retel; y mi prima Julia y su marido Miguel, y su hijo en Villoldo, los sigue pescando así. A veces también los pescábamos a mano, metiendo la mano en la hura donde se escondían, pero a mí me daban miedo las culebras   que podía haber dentro. Ahora que lo estoy escribiendo, aún se me pone la carne de gallina, cosa que con cierta retranca me recuerda Arturo, el de Villoldo. Mi hermana Concha tenía fama de cangrejera y dominaba el rito, pues pescar cangrejos a retel es un arte que no está al alcance de cualquiera. Por ejemplo, a mis hermanos Arturo y José María, o a mi hermana Elisa, jamás los vi tocar un retel.   El cebo preferido de los cangrejos es el de su hábitat; el pez o la rana. Y a los huesos de asado de los días de fiesta, tampoco les hacen ascos.  

 Lo normal es pescar cangrejos para consumo propio, pero a veces, se hacían intercambios, o se vendían al pescadero  que traía el pescado en bicicleta desde Palencia; dos kilos de cangrejos por un kilo de pescadilla, por dos de sardinas o por tres de chicharros  o de aguja.  Los chicharros eran comida de pobres, pero hoy se cotizan como besugos en Navidad. Ni que decir tiene que el pescadero siempre salía ganando, pues contaba con clientes que se disputaban la preciosa mercancía de cangrejos que él conseguía a precios muy favorables. 

La mejor hora  es  la hora de la tarde entre dos luces,  desde  la caída  del sol  hasta las diez de la noche más o menos. Pero si sale la luna, se jodió el invento;  a los cangrejos no les gusta la luna y se retraen.  Los cangrejos unas veces pican, es decir entran al cebo, y otras no.  Con el cierzo pican más, ignoro por qué. Además, el cierzo ahuyenta a los mosquitos, plaga del anochecer tan perturbadora por el zumbido como por la picadura.

 Un número razonable de reteles, legalmente limitado, es el de diez o doce. Si te descubren con más, la Guardia Civil puede o podía multar, igual que si no se respetan las medidas del cangrejo capturado, un mínimo, creo recordar, de seis o siete centímetros.  La distancia entre retel y retel debe ser de cuatro o cinco metros y el tiempo entre alzada y alzada de diez a quince minutos, aunque depende si en ese tramo del arroyo, y a esa hora, hay muchos o pocos cangrejos. Hubo un tiempo en que casi desaparecieron los propios y hubo que repoblar con cangrejos americanos, creo, que salían de paseo, devoraban las hortalizas de la vera del arroyo y eran muy ásperos de comer. Su pinza era durísima, más que la de los autóctonos, dolorosa  también la de éstos,  si,  al lavarlos antes del guiso, hacían presa en los dedos. A veces cortaban hasta hacer sangre.

sábado, 10 de octubre de 2020

Frente a fantasmas

Imagen imborrable de mis padres



Nos han cerrado  la boca con una mascarilla,  y nos han quitado el beso y la palabra. En las calles, procesiones de fantasmas, mascarillas sin alma. Si nos quitan el beso y la palabra nos han quitado   la vida y su sentido. Al principio fue el verbo, la palabra. Luego, vino el beso del pecado y la libertad. Y luego, la pandemia. Sin boca, sin labios. Los fantasmas ya no son seres de blanco y sombra que arrastraban cadenas lúgubres por las estancias de castillos sombríos y encantados. Una procesión de fantasmas invade las calles, mis calles que ya no son mías ni de nadie, mis calles que son una amenaza blanca, sin dueño ni dueña. En tiempos cantábamos “tu calle ya no es tu calle, que es una calle cualquiera camino de cualquier parte”. La calle es mia,  gritaba un Fraga Iribarne energuménico en el tardofranquismo; la calle es nuestra, demostraban a cada hora los policías, los llamados “grises”, cuando disolvían a golpes las manifestaciones que buscaban la democracia, “enterrada  bajo los adoquines”, como escribió, creo, Ignacio Amestoy. A mí me acompañaba el refuerzo moral de mi padre. El señor Francisco adusto, austero y generoso,  sin entrar en política, me inculcó un pensamiento: “hijo, que siempre puedas mirar a la gente a la cara, sin tener que bajar los ojos”. Los comunistas estábamos callados porque Santiago Carrillo desmovilizó el PCE, el PARTIDO.  Pese a todo, aquellas aventuras tenían, a veces, destellos humor. En una pared alguien escribió, “muerte al cerdo de Carrillo”. Y alguien escribió al lado; “cuidado Carrillo; te quieren matar el cerdo”. A mi madre, en Torre de los Molinos, (Palencia)  fueron a contarle que a Paquito,  o sea yo, le habían sacado en la tele al lado de comunistas muy famosos  y contestó rotunda: “pues si los rojos son como mi hijo no serán tan malos”.

!!El Partido!!! No había otro, !!el partido!!. Psoe dormitaba en somnolencia pasiva   o estaba de vacaciones. Por eso, cuando volvieron con el lema electoral “cien años de honradez”, alguien apostilló “y “cincuenta de vacaciones”.  La calle es de todos y no es de nadie. La calle es de los que la transitan con una pancarta de libertad. Como en aquella canción de Labordeta, “habrá un día en que todos al levantar la vista, veremos un letrero que ponga LIBERTAD”. La calle es de las procesiones en Semana Santa, implorando perdón al Cristo coronado de espinas, flagelado y mártir; y de las rogativas en tiempos de sequía, implorando lluvias; aquellas rogativas de madrugada en las que, antes de irme al Seminario Conciliar,  contestaba mecánicamente el sonsonete  del cura párroco y con capa pluvial. Cuando aprendí los primeros latines, ya supe qué quería decir aquel “ora pro nobis”. Yo iba de monaguillo con roquete y le daba al cura el hisopo cargado de agua bendita que extraía del calderillo de metal. ¡Oh tempora, o mores!


viernes, 9 de octubre de 2020

Lenguaje taurino y sociedad

 

Lenguaje taurino en la vida cotidiana

Dedico este breve artículo a los animalistas, en especial a aquellos que se duelen de la crueldad de la lidia del toro mientras comen   chuletillas de cordero lechal y chuletones de buey. Oí en la radio el otro día que se está tramitando una ley para que en los mataderos de animales la muerte sea, además de eficaz, limpia e indolora.  Defiendo la licitud de las corridas de toros, como fuente de lenguaje cotidiano abundantemente nutrido de términos y giros taurófilos. He aquí algunos.

“Miura”.- Persona violenta y agresiva. De la divisa de miura era el toro que mató al Espartero, llamado Perdigón,  y el que mató a Manolete, este de nombre Islero. “le dije que se callara y se puso como un miura”

“Estar para el arrastre”- Estar cansado o con mala salud; alude al toro muerto arrastrado al desholladero por las mulillas

“De Puerta Grande”.  Asunto o empresa resuelto con éxito. Por la puerta grande de una plaza sale a hombros un matador cuando ha triunfado. El colombiano Cesar Rincón abrió la Puerta Grande de las VENTAS cuatro corridas consecutivas, tres en San Isisidro, creo recordat, y una en la Feria de Otoño cosa que nunca había ocurrido. Se aceptan rectificaciones. En memoria yo publiqué el libro “Cesar Rincón, de Madrid al cielo” (Espasa Calpe)

“Hasta el rabo todo es toro”. Quiere decir que mientas un asunto no está resuelto del todo y en todos sus detalles, no puede darse por concluso.

“A toro pasado”, resuelto un asunto, pasado el toro, todo parece fácil y sin peligro. Todo el mundo conoce las soluciones.

“Ponerse el mundo por montera”. Vencer todas las dificultades, no arredrarse ante nada ni ningún peligro.

“dar la puntilla”. Apuntillar al toro ya postrado en el suelo con un cuchillo llamado puntilla. Liquidar  un asunto, engorroso o no,  de forma abrupta. Al apuntillador también se le llama cachetero

“Parar, mandar y templar”. Dominar y conducir la embestida del animal. En la vida cotidiana, controlar la situación. Puede añadirse la expresión taurinísima “cargar la suerte”. O sea, recrearse.

“Las cornadas del hambre”. Antiguamente los toreros eran de extracción social modesta, con el toreo escapaban de hambre.  Hoy salen de las Escuelas Taurinas. La frase, “más cornadas da el hambre” se atribuye  al  Espartero que paradójicamente murió corneado por el toro Perdigón.

 

 

 

 

 

 

domingo, 4 de octubre de 2020

 

Villarramiel y la diplomacia pellejera

Ignoro si la expresión que da título a esta columna es aplicable o no a la que actualmente practica la diplomacia española o la diplomacia interna entre partidos. En cualquier caso, se debe a Eloy Ibáñez Bueno, diplomático, creyente, dialéctico, natural de Villarramiel y palentino residenciado en Madrid.  Villarramiel es un pueblo de la provincia de Palencia de larga y realenga historia. Y se le conoce por su curtido, por ser en tiempos el pueblo de los pellejos. Con Eloy Ibáñez Bueno,   tuve hace siglos una conversación que se publicó en mi libro Palencia, paisajes con figura, patrocinado por la Casa Regional de Palencia en Madrid,   que a la sazón presidía  Lorenzo Durántez, de Riveros de la Cueza, de donde era mi padre, localidad  cercana a Torre de los Molinos donde nací yo. Fue una de las entrevistas más intensas y enfrentadas, en el mejor sentido de la palabra; Eloy partía de un liberalismo cristiano y humanista y yo de un marxismo también humanista; él, un creyente; yo, como buen exseminarista, un descreído. Eloy Ybáñez me ha reconfirmado recientemente sus creencias religiosas, al condolerse del óbito de un gran hombre de teatro, mi amigo Gerardo Vera, diciéndome que la muerte es suceso transitorio y habrá un reencuentro; más o menos. A Eloy se debe la afortunada expresión “diplomacia pellejera”, siendo como es diplomático y del pueblo de los pellejos

 A ese libro sobre Palencia, Antonio Gala, que me cedió el título de una serie suya de tve,  lo calificó de histórico, ejemplar y…atroz:  “modelo para entrevistadores  sin piedad”.  Eran, son, 21 entrevistas con 21 palentinos universales; entre ellos Diaz Caneja, Mariano Haro, Ramón Carande, Diez Hotlheiner, Gabino Alejandro Carriedo,  Nazario Aguado, Paco García Salve, (cura obrero en los suburbios de Barcelona, creo recordar) Tomás Salvador, burócrata de la policía en la comisaría de Via Layetana (Barcelona) y autor de una novela de gran pulso narrativo, Cuerda de presos; Tomás Salvador estaba dolido con Palencia y pensaba que, en Villada, su pueblo, no lo querían. No podía faltar en ese libro  Marcos de Celis, lo cual no fue bien recibido en un sector de la sociedad palentina. Pretendí entrevistar también a José Antonio Girón de Velasco,  el León de Fuengirola, que de vez en cuando lanzaba rugidos apocalípticos. Pero se negó, aduciendo que  “estaba salvando España” (sic) y que “no podía  perder el tiempo con un periodista sospechoso (sic) como yo”.

El libro nunca se presentó en Palencia, pese a las buenas intenciones de la librería Alfar. Me vine desde la Coruña, donde pasaba vacaciones, conduciendo Ana de un tirón,   para presentarlo  en el Instituto y los bedeles no quisieron darme  las llaves. En vista de lo cual, opté por irme a Torre de los Molinos a jugar al mus.

Quien quiera ampliar su conocimiento de la historia de Palencia, su geografía y sus gentes,  encontrará muchos datos en ese libro, que ilustró el pintor Francisco Alcaraz. Creo que se descatalogó, pero en la Casa Regional de Palencia en Madrid, si ésta sigue existiendo, debe de haber ejemplares.  Se lo recomiendo a los ilustres académicos de la  Fundación Tello Téllez de Meneses, que, para explicar mi ausencia de  ese ilustrísimo sanedrín,  cuyo ingreso nunca solicité  y  nunca solicitaré,   han aducido que no tengo una obra específica sobre Palencia. Incierto; toda mi obra está aromatizada de “palentinismo” pues bebe, o procura beber, en Gómez Manrique, señor de Amusco e iniciador del teatro español; en su sobrino Jorge Manrique y, más recientemente, en el vanguardismo poético de Francisco Vighi, italiano que siempre se consideró palentino y casado con Julia Arroyo que vivió en Macintos. Tengo, además, un libro titulado Crónica viva del Camino de Santiago, (Edit Luis Vives) del que se vendieron cerca de ocho mil ejemplares y en el cual hay  incuestionable  presencia de Palencia.  

Bien; solo quería decir que Villarramiel, la patria  de Eloy Ibáñez, es el pueblo de los pellejeros y curtidores y  en él se sacrificaba a los burros matalones, pura ruina, para curtir su piel, su pellejo, deteriorado por las mataduras.  Esta es la idea, ignoro si del todo exacta, que muchos tienen de Villarramiel, adornada por la posibilidad o la leyenda,  de que la carne de burro se convertía en cecina que yo nunca probé. En cuestión de cecinas, siempre preferí la cecina de vaca que preparaba mi madre y, en su defecto, la de mulo que tampoco estaba mal. Lo de diplomacia pellejera de Eloy Ibáñez  está, pues,  muy bien traído.