sábado, 28 de noviembre de 2020

 

Maradona. Un dios de barro

Diego Armando era un dios no con los pies de barro, pies mágicos, sino un dios todo barro. Maradona era tierra y barro. Barro de la calle inhóspita. Un maldito. En poesía hay malditos universales como Rimbaud o Baudelaire, pero España no ha dado malditos pese a que Paco Umbral escribiera un libro memorable y polémico, Lorca poeta maldito. Escribí una vez un artículo diciendo que, en mi opinión, el verdadero maldito del 27 era Luis Cernuda y me pusieron a caer de un burro. Para la crítica española el único poeta maldito ha sido Leopoldo María Panero, el “loco de Mondragón”, internado en un siquiátrico.

 Lo peor es que, siendo dios, Diego Armando Maradona  acabó creyéndoselo. A su pesar, creó una religión, una secta; la secta maradoniana. No deja escuela ni como futbolista porque era inalcanzable, ni como ser humano porque era reprobable por demasiado humano. La humanidad no puede estar orgullosa de ser como es y Maradona acentuó esas carencias de bondad y solidaridad hipócritas. Ha muerto solo, dicen que a causa de una parada respiratoria; abandonado de médicos, enfermeras y abandonado de todos. Se investiga una posible negligencia médica lo cual estaría a tono con una existencia disparatada. No conoció moral y si la conoció la despreció, es más la hizo añicos. La sociedad lo enalteció fue su verdugo idólatra porque los hombres necesitamos referencias, así somos de frágiles; pero él deja muchas víctimas. La España futbolera de hace treinta o cuarenta años fue feliz viéndole acariciar el balón rodeado de contrarios, sorteando las patadas implacables fieles al dogma “si pasa el balón, que no pase el hombre”. Muchos, independientemente de su afición al  fútbol, saben o intuyen que ha muerto algo más que un pelotero, muchos fueron felices viéndole hacer magia con la pelota. Algo, pues, le debemos; esa felicidad transitoria. La España inquisitorial y calderoniana ya ha emitido su juicio, al menos en la selva de twiter: Maradona se gastaba fortunas en putas. Un país putero por naturaleza, acusando de putero a un astro. Argentina, país de futbolistas geniales, llora al genio supremo que ininterrumpidamente cometía penaltis contra sí mismo y  nunca se los pitaba porque nunca se supo el reglamento. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Tono Martínez, elegía por todos nosotros


Tono Martínez es un intelectual. Y un aventurero. Y un esteta y un poeta. A Tono Martínez lo recuerdo de viejos tiempos del café Gijón, allá por los setenta del pasado siglo. Se unió al grupo que formábamos Rafael Llorente, Cristina Maristany, Julián Marcos, Antonio Leyva, los pintores Alcaraz y Luis Cañadas de un estilo realista contrario a lo que Tono defendía como estética troncal; pero en las tertulias de café, nunca llega la sangre al rio. Ahí estaba por ejemplo, la tertulia de los poetas con gente tan dispar como Gerardo Diego, Jorge Urrutia, Juan Pérez Creus Maese Pérez, Angel García López, Buero Vallejo, Granados y el pintor Cirilo Martínez Novillo que se unía a los poetas porque detestaba la charla de los pintores. Carlos Oroza, el poeta beat que nunca llegó a maldito, solía ir por libre. Cirilo tampoco aguantaba a Luis Burón Barba, que leía Der Spiegel en alemán y luego, con los sociatas, fue Fiscal General del Estado. Otro juez, este comunista, Carlos Vega, representaba el equilibrio entre esta tendencia sociata y el PCE radical del editor Ramon Akal. A veces Fanny Rubio, estudiosa de las revistas de poesía de los años 50. Tono callado, aunque ya con inevitables destellos de talento. Al poco tiempo empezó a dirigir una revista que se convertiría en mítica por su esteticismo refinado y ejemplar. Tono Martínez y yo queríamos mucho a Rafa Llorente, diplomático,cónsul en París, y a Cristina, condesa de Lavern, que hacían versos al sudor de los obreros y al proletariado que viajaba en metro. A mí la poesía social, salvo Blas de Otero, me parecía una negación de la poesía y del mensaje. Pese a lo cual me cayó el sambenito de poeta social y político. Tuvo que venir Paco Umbral para poner las cosas en su sitio: político sí, pero antes que nada poeta. Juan Goytisolo refiere en uno de sus libros cómo Rafael Llorente, siendo cónsul, pretendió proclamar la República Española independiente en Fernando Poo.

Tono Martínez acaba de publicar un libro, El cuarto sello, diario de la peste. (Edit Polibea) Es un libro oportuno  y de urgencia, pero no es un libro oportunista. Escrito entre marzo y septiembre del presente año, es lo que podríamos llamar un dietario, un relato memorial. A veces, a su prosa fluida filosofal y hamletiana le salen ecos de Jorge Manrique, el de las Coplas y la finitud de la vida. Y con frecuencia, la máxima de los monjes trapenses, “morir tenemos, ya lo sabemos”, cuando se cruzaban silenciosos y rezadores en el claustro; o lo que es lo mismo “memento mori”, recuerda que hemos de morir. Es un libro melancólico, pero no sombrío. Con referencias esenciales a un  Madrid que ya no es, quizá nunca vuelva a serlo, Capital de la Gloria.

martes, 24 de noviembre de 2020

Caracoles y setas tras las lluvias y el sol

Caracol, col, col. Saca los cuernos al sol. Primero tenía que llover y después lucir el sol para salir a coger caracoles. Sin lluvia y después sol, lo caracoles que dan asco a muchos y bien guisados son exquisitos, se esconden y no salen a arrastrarse dejando su rastro de babas. En las aldeas de Castilla caracol es el peor insulto que puede dirigírsele a una persona, es lo mismo que llamarla “babosa, arrastrada y cornuda”. El señor Monegal, crítico de televisión, de Onda Cero, daba el otro día en el programa de Julia Otero su receta para cocinar caracoles.  Una más de las muchas. Pero olvidaba los preliminares: cómo tratar los caracoles hasta que pueden ser guisados.  Una vez capturados, operación muy fácil, se les pone entre salvaos, que es un alimento para cerdos, una especie de harina en bruto, lo que queda de esta después de ser cernida en el cedazo, me parece recordar. Cuando entre salvaos han perdido parte de sus babas, se les da varias aguas en una herrada revolviéndolos, muy rápido con la mano. A la tercera o cuarta agua, han perdido las babas y entonces ya están listos para ser cocinados, si a la guisandera le gusta, con trozos de chorizo o jamón del cerdo criado, matado en casa   y curado al viento y la intemperie.

  El otoño es tiempo de caracoles y de setas, hongos con los que hay que tener mucho cuidado y conocerlos bien, pues algunas son mortalmente venenosas: pero yo en Palencia no conocí ningún envenenamiento. Había una variedad de setas muy sabrosas, que se criaban en terreno arenoso y seco que se llamaban creo recordar gagurrias. En Torre de los Molinos el mayor experto en setas era mi hermano José Maria, no había peligro con él y nos dábamos grandes banquetes, como con los cangrejos, que en su momento pescaba mi hermana Concha. Había unas setas que no tenían peligro alguno, las de tronco de árbol, que me parece se llamaban níscalos, y comíamos asadas a las áscuas de la lumbre y con unos granos de sal gorda. Puro deleite.


jueves, 19 de noviembre de 2020

 

Polisario. Crónica de un viaje a Tinduf.

España, el gobierno español con Franco agonizante y la Marcha Verde abandonó al Polisario y a los saharauis en manos de Marruecos, la alianza Hassan y Juan Carlos. No recuerdo la fecha exactamente, pero sí recuerdo que unos veinte escritores viajamos a Tinduf para apoyar expresamente a los saharauis. Carlos Alvarez, el poeta carcelario que memrizaba sus sonetos en la celda de catigo, se unió al viaje pese a estar pasando una dolorosa etapa de ssu salud.  En Argelia Emilio Sola coordinaba el asunto: en Madrid los enlaces éramos Rafael Alberti y yo, pero como Rafael no enlazaba nada llamé a José Ramon Ripoll ,  dejamos de lado a Alberti pegado a su transistor en el café Lyon. Hicimos una lista, ayudados por una eficacísima secretaria de la oficina del Polisario en Madrid. Siento no recordar su nombre porque en todo el proceso resultó imprescindible. De esa lista solo falló Juan Goytisolo, por razones evidentes de afinidad con Marruecos. Y acaso por la presencia de Jose Agustín, su hermano. A Sánchez Dragó nadie le invitó, pero se presentó en Barajas con una francesita preciosa que no cesó de tomarle el pelo durante todo el viaje.  Tenía todos los papeles en regla, pagó el viaje que costaba 25.000 pesetas y hubo que resignarse. Fue un acierto porque, como era jefe de las páginas culturales de Diario 16, a la vuelta dedicó a la aventura un reportaje a página entera.

Francisco García Navarrete, Javier Reverte, Agustín Millares y yo aceptamos la invitación del Polisario en atención a los desvelos de Emboiric, y sobre todo de Keltum, una bellísima guerrillera que luego se pasaría a Marruecos dicen que por amor a un activista. Atravesamos las filas de las tropas marroquies y llegamos hasta el mar burlando todas sus medidas. En la expedición figuraban otras dos mujeres me parece recordar, Fanny Rubio, estudiosa de las revistas españolas de poesía, y Nadia, una ceramista italiana esposa del poeta Fernando Quiñones.  Reverte y yo, con la complicidad de Navarrete que era abstemio, habíamos pasado  tres botellas de güisqui gracias a las cuales hicimos grandes amigos como el citado José Agustin. Yo hice especial amistad con el grupo canario, sobre todo con el poeta Agustín Millares, que tampoco bebía y que era del Partido Comunista. Bajo las estrellas limpias del cielo del Sahara, dialogamos incansablemente acerca de la relación entre arte y política, de la necesidad de que el compromiso no devaluara el arte ni la poesía. Días inolvidables de 20 intelectuales españoles durmiendo en Tinduf en tiendas de campaña. No sé cuántos de aquellos serían capaces de repetir hoy la aventura. Por mi parte me limito a repetir ¡Viva el Frente Polisario! Grito en el que me acompaña,  insólitamente, cada vez que lo llamo, un torero genial, el solitario de Jerez, Rafael de Paula. 

 

 

 

Nos

martes, 17 de noviembre de 2020

Juan Carlos, gracias por los servicios prestados

 

Juan Carlos; gracias por los servicios prestados. (Este texto, ya publicado, lo reproduzco a instancias de algunos lectores)

El lenguaje de tuit es obligadamente sintético, reducido y con frecuencia engañoso. El inteligente y erudito Alfonso Ussía y quien esto escribe nos hemos enzarzado hace poco en un rifirrafe sobre el Borbón Emérito que, según  Alfonso recurrente y terco, “me” dio la libertad. Como nunca he tenido trato directo con el Borbón, supongo que Alfonso se refiere no sólo a mí, sino a mi generación que es la misma de Alfonso. Vayamos por partes. De ser eso cierto,  la libertad la trajo Franco que nos la había quitado, Franco el golpista genocida, del cual Juan Carlos fue heredero a título de Rey.

Juan Carlos de Borbón es un ser trágico. Su trayectoria empieza de niño con aquel infortunado accidente de la pistola que mató a su hermano y concluye con la traición a su padre, don Juan, verdadero depositario de la Monarquía española de. Don Juan Carlos es, pues, el heredero del dictador.Y, dicho sea de paso,  él no trajo la libertad, sino los españoles; entre ellos los comunistas, que nos envainamos las ganas de revancha  y le fuimos leales. Sus asuntos de faldas no nos incumben, aunque algún chantaje, como el de Aghata Lys por unos vídeos acusadores, hayamos tenido que pagar los españoles. Solo atañen a la Reina Sofía, sufriente y silenciosa víctima de sus devaneos. Además de reina, una  señora alabada por todos. Pero Franco odiaba a don Juan al que consideraba la antiEspaña y amigo de comunistas.  Con don Juan Carlos, también tragaron los falangistas de Franco, aquellos que cantaban en tiempos: “no queremos reyes idiotas que no sepan gobernar; queremos el estado sindical”. 

Don Juan Carlos de Borbón fue,  pues, a todos efectos, el sucesor de Franco, que   con él como sucesor, anulaba  los derechos de su padre y de paso bloqueaba la legitimidad posible  de la III República. Ahora, refugiado entre la morería, va a ser investigado por evasión de capitales a Suiza o algo así, por las comisiones del Ave, si existieron; por las Torres de Kío y otros asuntos. Anda en pleitos también, me parece, con la bella Corina, una cortesana en el sentido lato y estricto de la palabra.  Si no hay corrupción por medio, nada debe temer el Emérito; damos por cierto que España es un Estado de derecho en el que todos somos iguales ante la ley. Lo mismo un rey que un chapero de la esquina de Recoletos/Almirante, si siguen existiendo que seguramente, no Y que tenemos un Parlamento producto de una democracia en la que cabemos todos; desde la derecha extrema de Vox hasta los comunistas asilvestrados y melancólicos. Que se le investigue, simplemente. ¿Quién teme que se investigue al Emérito?

domingo, 15 de noviembre de 2020

 OREJUDOS

 

 Orejones

Y por cojones,

Y no es cosa de la rima.

Porque sois mol cojomuts.

Palabro que a buen seguro

Mi amiga Pilar Fabregat

Me reprochará

Sin disimulo.

A ganar, a ganar.

Furia a la española

Como aquel Gorostiza celebrado.

Que le gritó a Sabino,

“Sabino a mí el pelotón

Que los arrollo”.

Y marcó gol

Con portero, defensa y el mismo

De la red en el abismo.

A Castalia peregrinaré

Pese a mis piernas tullidas

Si manteneis invencible

El orgullo. Y si caeis

También os celebraré

¡Orejones

Por cojones!!!

 

 

 

 

 

jueves, 12 de noviembre de 2020

JAIME SILES, UN POETA Y UN AMANTE DEL TEATRO

 

Jaime Siles; generosidad y rigor intelectual

Mi deuda con Jaime Siles es inabarcable y nunca la saldará un breve artículo. Me parece recordar que nos conocimos allá por los años setenta del siglo pasado, como jurados de los Premios de la Nueva Crítica. No estoy muy seguro. Hoy compartimos algunas cosas, entre ellas el amor al teatro: ambos formamos parte del Jurado del Valle Inclán, organizado por Luis María Anson que ha llegado a pedir para Siles un sillón en la Academia. Infructuosamente. La Academia no aceptó a Rafael Alberti, que se meó en sus muros: tardó en aceptar a María Moliner, autora de un diccionario de la lengua, imprescindible. Y, pese a Fernando Lázaro Carreter, presidente, que se lo había prometido, también cerró las puertas a Francisco Umbral.

  En mis tiempos de cronista taurino del Mundo, aunque a Siles no le gusten especialmente los toros, compartíamos mesa, y sobre todo sobremesa nocturna, en el Cañal, en Fallas y Feria de Julio en Valencia. Es un gran poeta, de palabra exacta sin barroquismos, sin adjetivaciones ornamentales.  Y un amigo. Le puso prólogo a la antología de mis versos, El corazón cruel de la ceniza, y con pocas líneas definió magistralmente mi condición de poeta y de periodista como modelo de independencia y soledad, ajeno a grupos y modas. Puede que nunca pueda yo   ponerme a la altura de ese prólogo. Espero que, pasados estos tiempos de aflicción, de absoluto confinamiento para mí, volvamos a encontrarnos.

 

lunes, 9 de noviembre de 2020

LOS CASCOTES DEL MURO DE BERLÍN

 

Cuando el muro  nos cayó encima

Yo estaba allí con ANA, mi mujer también periodista. Pero no como informadores, sino como turistas curiosos e impertinentes. Cuando la caída o el derrumbe, como se quiera llamar. Hace 31 años, me parece. Mi memoria, capaz de retener muchos teléfonos y muchas direcciones incógnitas en tiempos oscuros y apasionantes, empieza a fallarme. Yo conocía más la Alemania del Este, los varios puntos por los que pasaba y, de paso, aprovechaba para ver teatro, que era muy bueno y me gustaba más que la política. El precario alemán que aprendí en el Hotel Carlos, de Canet de Mar, hoy casi perdido del todo, me sirvió de mucho. Nunca he podido leer a Rilke en alemán, que era mi gran ilusión, pero sí apañarme en una conversación poco trascendente,   o ver una obra de teatro. Adiós a todo aquello. Hace exactamente hoy 31 años.

 El Check Point de las películas de espías en la Guerra Fria. Mi memoria se ha tornado débil o acaso selectiva.  Muro de Berlín, el Telón de acero. Creímos que se acababa la cuestión, pero no fue así. O no fue del todo así.  La caída del muro, alambradas, ríos, casas, catorce kilómetros creo en Berlín, 120 en su totalidad: separaciones naturales o de fábrica que alcanzaba una altura de más de dos metros. Nadie trataba de pasar al otro lado, pero del otro lado aquí, al occidental, era frecuentes los intentos de fuga que casi siempre acababa en la muerte. Los Vopos (soldados y policías)  eran implacables, aunque alguno desertara: más de cuatrocientos muertos hubo.  Luego, la desilusión de los fugitivos, que habían visto por la tele desde el otro lado el paraíso occidental; se dieron cuenta de que el bienestar publicitado por la televisión que captaban con facilidad y riesgo, la vida “opulenta” carente de necesidades,  era para los occidentales y no para todos; no para ellos por mucho que los colmaran de abrazos y les abrieran las puertas de los bares.  Ese día cené en el barrio Kreuzberg, de este lado, con unos amigos emigrantres, de Móstoles, que no habían querido perderse la demolición de algo que habían visto alzarse. Un análisis político de aquellos días no me veo capaz de hacerlo: al menos no soy capaz de añadir nada nuevo. Solo quería decir que yo estaba allí hace 31 años. Y que me traje un pequeño trozo de muro que olvidé en alguna parte cuando ya había perdido buena parte de su significado.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Alcaraz, el último indaliano

 

Francisco Alcaraz, el último pintor indaliano. In Memoriam

Ha muerto el último pintor con el indalo almeriense como símbolo, un gran restaurador de cuadros valiosísimos cuya autenticidad ratificó muchas veces frente al desconocimiento y desidia de sus poseedores.  Maestro de restauradores y un hombre bueno. Tallista de marcos,  que podríamos calificar “de autor”, pues no concebía un cuadro sin un marco excelente. Tarde me entero de la muerte de Francisco Alcaraz sobreviviente a Perceval, el fundador del movimiento indaliano, me parece, a Luis Cañadas y Capuleto,  que murieron hace tiempo. Francisco Alcaraz, 94 años. Reposa en Almería su tierra natal, tras una vida ajetreada y creativa,  bajo la sombra protectora de la alcazaba, fortaleza contra los árabes, que tantas veces pintó y de la cual conservo un  cuadro al óleo.  También conservo un primoroso retrato de Romero, su perro,  y de Peseta, su gata callejera que había recogido no sé dónde. Tuve el honor, de ahí su presencia en esta tribuna palentina,  de que pusiera sus dibujos en mi libro Palencia, paisajes con figura, que se expusieron en la Casa Regional de Palencia en Madrid, en la calle Bailén al lado del viaducto.

 Alcaraz siempre hizo una pintura amable y perfecta de flores y animales, menos un tiempo  en que hacía unos dibujos terribles, de fauces y colmillos  sangrientos  sobre cuyas razones otro indaliano, Luis Cañadas gran amigo de ambos, más de él que mio, reflexionábamos en ocasiones. De Luis Cañadas hay un excelente dibujo en la cripta del Café Gijón, interpretando un amargo soneto mío manuscrito. La colección de cuadros del Gijón fue el regalo que Alcaraz ideó para la dueña, doña María creo se llamaba, en su centenario, con la prohibición  de que ni actuales ni futuros dueños  comerciaran  con ellos.  Cañadas derivó hacia el muralismo y, como era un gran dibujante, esos murales le proporcionaron muchas satisfacciones y reconocimientos.

 En el número 17 de la calle Prim de Madrid estaba la buhardilla de Paco Alcaraz, seis pisos devastadores sin ascensor. En ella trataba de poner un cierto orden, Helia Turnon, su compañera, una francesa culta que no daba abasto al desorden de Paco ni al desorden de la buhardilla. Era amigo de todos, pero en especial de uno de los personajes más representativos del café, Beppo Abdulwahad, una inglesa mal hablada que dejó plantado a un príncipe árabe, de ahí su nombre, por un banderillero español, y a la que Alcaraz veía como genuina representante de la lucha de clases, cosa que a Beppo nunca se le pasó por la cabeza. El príncipe árabe se tiró por el hueco de un ascensor cuando Beppo lo abandonó.

Beppo, desconocía el mecanismo de las peluquerías y llegó tarde a mi boda porque la tuvieron más de la cuenta sentada en el sillón. A Beppo, excelente acuarelista, de lo cual vivía, le gustaba el flamenco. Por eso era amiga de Pepe el de la Matrona, cantaor grande y Premio de la Sorbona de París. Ambos me hicieron un lugar en su amistad y con ellos recorría las tabernas de los alrededores de Santa Ana, hasta llegar a Gayango, al lado de Villa Rosa, donde una vez le vi cantar a Pepe  para Gina Lollobrígida  unos fandangos, palo impropio de él, pero acaso el único capaz de entender la bellísima italiana. Pero fue Paco Alcaraz quien me advirtió “cuidado con lo que habláis en Gayango,  porque es confidente de la policía”. No lo sé, pero a Gayango, el día de la muerte de Franco, cuando yo cubría la información para no recuerdo qué revista, me lo encontré llorando en la cola para despedir al dictador. Querido Paco, no sé quién vive ahora en la buhardilla de Prim 17. Enfrente, o casi enfrente, supongo que siguen los cuarteles de militares que en noches angustiosas de tu alma te alarmaban. Mis abrazos, si viven, para Paquito y para Jeanette y para la hija mayor, residenciada en México, cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. El Café Gijón sigue donde siempre, a la vuelta de la esquina. Esperándote.

jueves, 5 de noviembre de 2020

 

 Rodrigo Francisco; o la realidad compleja

Era inevitable que Rodrigo Francisco, hombre de teatro en las distintas facetas del mismo, desembocara en la escritura por la puerta grande, símil taurino que posiblemente no le va a disgustar. Fenda, traducida al castellano como Brecha, ha sido estrenada por el Teatro de Almada con dirección del propio Francisco, y ahora la publica la Revista ADE, órgano de la Asociación de Directores de escena de España. Gabriel Antuñano escribe un excelente ensayo sobre la misma, Del infinito al cero, invirtiendo sagazmente el recorrido habitual “del cero al infinito”, lo que cuadra bien a la dramática  de Rodrigo; soledad del hombre, aislamiento de generaciones y clases sociales. El mundo no es un continuum, sino una yuxtaposición de circunstancias, personas y sucesos. Podría decirse que carece de dialéctica en el sentido estricto y clásico del término, la concatenación de causas y de efectos. Pero eso no es del todo cierto, la dialéctica de Fenda es un proceso interno del texto teatral y la acción escénica. Más que fragmentación, cabe hablar de autonomía de los distintos elementos El teatro como una manifestación sensorial plena, como una explosión de los sentidos, sin abdicar por ello de una profunda base intelectual.

 Rodrigo Francisco está hace tiempo al frente del Teatro de Almada, a cuyo festival le guardo especial gratitud. Me dieron el Premio Carlos Porto por mis críticas en el Mundo. Fue una noche memorable en un anfiteatro abarrotado por casi mil personas cuya adhesión estaba asegurada desde que abrí mi discurso con estas palabras: “gracias por este premio que   merezco, sin duda, pues carezco de autoridad para desmentir al jurado que me lo ha concedido”. Aplausos atronadores. Todo el Festival fue digno de recordación por la programación impecable de Rodrigo y por el calor humano que cada acto desprendía. Quizá esa sea la definición que mejor cuadra a la personalidad de Rodrigo: un ser humano que aplica el dinamismo caliente   de la pasión romántica a la frialdad de un intelecto riguroso.

 Es un gran hombre de teatro forjado en todas las peripecias del mismo y  ha convertido Almada en un centro esencial de la escena europea donde confluyen culturas, personalidades diversas, aprendices y maestros.  Su biografía es corta, pero profunda, de esas que te obligan a pensar que lo mejor está por venir y que cada paso que da es irreversible y anuncio, a la vez, de un paso superior, una progresión. Leo, en fecunda tensión de confinamiento, Fenda, obra de dos personajes, Catarina Nunes y  Simao da Veiga, dos triunfadores, ella como estrella de la televisión y él como productor de esos programas de gran audiencia, un hombre sin escrúpulos: todo el mundo ve esos programas  insustanciales  aunque, supongo que,  por su baja calidad, nadie lo confiesa. Conflicto no solo de dos personajes más o menos afines, sino algo más profundo que aborda el choque entre cultura e intoxicación;  entre machismo y feminismo con ramalazos de racismo, de seducción imposible y del abismo que separa a las generaciones. Un cierto nihilismo no paralizante. Como si Rodrigo Francisco y sus personajes estuvieran convencidos de que la verdadera tragedia de los hombres es la esperanza. Algo sobre lo que teorizó con frecuencia   Buero Vallejo, siguiendo, me parece recordar, la estela de Arthur Miller.

 

 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

JOSÉ LUIS GOMEZ; Laudatio de un gran hombre de teatro

 

Visión personal. Retrato a punta seca.

 Este hombre de ochenta años, un grande de la escena española y europea, académico de la RAE, emigrante de Huelva, camarero y pinche de cocina por los hoteles de Europa, en lejanísimos tiempos para ganarse el sustento, sigue en la brecha del teatro. Acaba de estrenar en la Abadia, Mio Cid;  la historia y la leyenda, los principios del castellano, la grandeza de un mercenario que, como todos los mercenarios, siempre guarda una o más fidelidades y algunas traiciones.  De lo cual, de esta intensa actividad, se deduce que el teatro no solo forma parte de la vida de Gómez; el teatro es su vida. Al volver a España nos trajo a Bertold Brecht y supimos verdaderamente quién era este prófugo del nazismo, más perjudicado por sus seguidores que por sus detractores. La distanciación brechtiana siempre fue mal entendida en España, tan mal como el Método, de Strimberg,  la memoria emocional. O como La paradoja del comediante a la cual Gómez creo que es más afín. Algunos se creían, y tal vez fuera  cierto, que para transmitir una sensación de asco, Nicolás Cage  masticaba cucarachas.

 Lo recuerdo a Gómez, por primera vez, en Arturo Ui, Hitler en estado de pureza elemental, La resistible ascensión de Arturo Ui. El título creó cierta confusión entre la gente, y era frecuente que se cambiara por irresistible, o sea imparable, con lo cual se presentaba el ascenso de Hitler como algo fatal e inevitable sin que la sociedad que lo alzó tuviere ninguna culpa. Por el contrario, el término resistible demuestra que a Hitler se le pudo parar a tiempo. Pero se le dejó hacer, reconociendo en él el destino superior de la raza aria. Por entonces yo no conocía, y quizá no se hubiera publicado, La lengua del III Reich, de Victor Klemperer, un judío despojado de su cátedra y todos sus derechos, marcado ostentosamente por el triángulo amarillo delator.  Desde hace tiempo La lengua del III Reich es uno de mis libros de cabecera.

Con Jose Luis Gómez he dialogado a veces sobre el dolor y las dificultades del hombre para afrontarlo. A mí, más que el dolor propio, me preocupa y desconcierta, porque no puedo comprenderlo, el dolor de los niños. Si el dolor es un castigo, ¿cómo puede castigarse la inocencia?. Me turba el pasaje de Los hermanos Karamazov en que describe la risa limpia y clara de los niños, momentos antes de ser atravesados por las bayonetas de los soldados. Si por algo me sigue impresionando Mortal y rosa, de Paco Umbral, es por su desesperación ante el dolor de su hijo, Pincho, muerto del mal azul a la edad de seis años. En La peste, el doctor Rieux impotente ante el avance de la epidemia y la mortandad de niños llenos de llagas y bubones, reniega de un “dios que permite el sufrimiento de un niño”.

Con José Luis Gómez, he hablado de teatro pocas veces. Él habla de teatro en sus montajes, yo desde mis críticas de las que, como las de otros periodistas, le interesa la capacidad analítica más que el elogio o la descalificación. Tuve el privilegio de que me permitiera asistir a uno de sus ensayos en la Abadía y pude comprobar la disciplina reverencial, por decirlo con palabras suaves, con que actores y actrices seguían las pautas implacables que les marcaba. Luego, algunos me confesaron que ese ensayo había sido inusualmente permisivo para lo que “acostumbra a ser José Luis”. Nada me parece hay escrito sobre tema. Miguel Mihura dejaba a los intérpretes a su albedrío y Ramón Paso también. Pero en este percibo lo que se llama mano de hierro en guante de terciopelo. Y algo parecido en Miguel del Arco, por ejemplo. O en Israel Elejalde. De incógnito y sin que los intérpretes lo supieran, he asistido, con la complicidad de director o directora, a algunos ensayos. Es una situación delicada que no aconsejo, pues es normal que el director o la directora quieran saber la opinión de un crítico, antes de que se apaguen las luces y se alce el telón.

martes, 3 de noviembre de 2020

 

Caracoles y setas tras las lluvias y el sol

Caracol, col, col. Sal caracol con los cuernos al sol. Primero tenía que llover y después lucir el sol para salir a coger caracoles por el campo. Los caracoles, que dan asco a muchos y bien guisados son exquisitos, si no luce el sol, se esconden y no salen a arrastrarse dejando su rastro de babas. En las aldeas de Castilla caracol es el peor insulto que puede dirigírsele a una persona, pues es  lo mismo que llamarla “babosa, arrastrada y cornuda·. El señor Monegal, crítico de televisión que admiro, de Onda Cero, daba el otro día en el programa de Julia Otero su receta para cocinar caracoles.  Una más de las muchas. Pero se olvidaba de los preliminares; cómo tratar los caracoles hasta que pueden ser guisados. Arturo el de Villoldo, un Séneca sabio  de aldea, me recuerda de vez en cuando estas cosas. Una vez capturados operación muy fácil, se les pone entre salvaos, que es un alimento para cerdos, una especie de harina en bruto, lo que queda de esta después de ser cernida en el cedazo, me parece recordar. Cuando entre salvaos han perdido parte de sus babas, se les da varias aguas en una herrada revolviéndolos,   fuertemente con la mano. A la tercera o cuarta agua, han perdido las babas y entonces ya están listos para ser cocinados, si a la guisandera le gusta, con trozos de chorizo o jamón del cerdo criado, matado  y curado, al viento y la intemperie, en casa.

  El otoño es tiempo de caracoles y de setas, hongos  con los que hay que tener mucho cuidado y conocerlos bien.  pues algunas son venenosas. En Torre de los Molinos el mayor experto en setas era mi hermano José Maria, no había peligro con él y nos dábamos grandes banquetes, como con los cangrejos, que en su momento pescaba mi hermana Concha. Había unas setas que no tenían peligro alguno, las de tronco de árbol, que me parece se llamaban níscalos, y comíamos asadas a las áscuas de la lumbre y con unos granos de sal gorda. Puro deleite.

domingo, 1 de noviembre de 2020

 

Escaparate de Librería

Título.- Tocados por los duendes. Diez figuras de la Edad de Plata del toreo. Autor, Xabier González Fisher. Edit. Instituto cultural de Aguas Calientes. Pags 136.

Difícilmente puede entenderse la historia de la Tauromaquía sin México: siempre he pensado que cuando todo, en torno a  los toros, se haya derrumbado, los toros allí seguirán en pie. Pude comprobar este  fervor,   una tarde en que,  en la Monumental DF Talavante bordó el toreo. Y cuando en el hotel, Talavante y Curro Vázquez tuvieron la deferencia de saludarme, los taurófilos todos me miraron con admiración. Tengo una referencia inolvidable de las Ventas: un espectador son su enorme sombrero charro defendiendo a Enrique Ponce, pitado sin misericordia por el público, “Enrique, vente a México, allí sí te queremos.”

Este libro, Tocados por los duendes, del cual me ocupé brevemente en alguna alusión en las redes, es un libro imprescindible para conocer, cabalmente y en su totalidad,  la historia taurina mexicana y por extensión la historia universal de los toros. Claridad expositiva y amor a la fiesta: con estas dos condiciones, Xabier González Fisher puede circular por la literatura taurina con  solvencia. No es un profesional de la escritura, pero sí un gran lector de cientos de libros y miles de crónicas periodísticas.

Título.- Música en escena. Autor, Tomás Marco. Edit. Asociación de directores de escena. Pags 305.

Relaciones entre la música y el teatro en sus distintos ámbitos; Tomás Marco fue un brillante gestor, un político a favor de la cultura podríamos decir, y se revela ahora como un escritor solvente y riguroso. Esta escritura tiene el aval de muchos artículos publicados en diversos medios desde 1987. Por lo cual podríamos llamarlo, si él nos lo permite, un “político ilustrado”. Sus trabajos musicales para montajes importantes son una referencia inexcusable, no se trata de una mera ilustración musical de un texto, sino de una interpretación, una visión del mismo. El difunto Juan Antonio Hormigón, figura clave en el teatro español en sus múltiples vertientes y derivas, impulsó como se declara en el preludio de este libro, la necesidad de su escritura y publicación. Valga esta breve nota para recordarle una vez más. Y para celebrar la aparición de este libro de un ilustrado austero tocado musicalmente; Tomás Marco.