sábado, 23 de diciembre de 2023

 

HAPENNING, 

LA NOVELA TURBIA de UN DRAMATURGO LUMINOSO

 “Novela maestra”  dice Manuel Corredoira en la contraportada de Happening, novela inédita de Jerónimo López Mozo, escrita entre 1974 y 1978, más conocido por sus numerosas obras de teatro, unas publicadas y otras estrenadas, pero nunca silenciadas, pese a su actitud de resistencia política y moral  ante el franquismo.  

Afirmaré, eso sí, que me parece una novela total. Me parece una novela  atípica, atópica, goyesca, valleinclanesca,  garcíamazqueña,  borgiana, barojiana, esperpéntica, mágica, realista, sucia. Tentado estaría también de llamarla  ramoniana, si no le faltara ese picador, Badila, me parece que se llama, de El torero Caracho, que enfurecido empezó a alancear pacíficos viandantes calle  Alcalá arriba.

A veces,  Happennig me parece una orgía de odaliscas  desnudas  y bisexuales, y otras veces el coro de las 11.000  vírgenes que esperan al esposo, como si alguna vez hubiese habido  11.000 vírgenes. Otras me parece un velatorio con orujo para los hombres y, en el cuarto de al lado, mujeres rezadoras y plañideras. O un oratorio.  Happennig es el Desholladero, cuadro sombrío  del pintor Gutiérrez Solana, escritor tenebrista de una España tenebrosa. En mi poética personal, asimilo el patio de Las Ventas, el cascabeleo del tiro de las mulillas y el látigo restallante de los mulillero. Tal deduzco de la procesión litúrgica de Happening. A veces veo disparates y en ocasiones milagros lucidísimos. A veces estafermos y a veces gigantes y cabezudos,  gigantones que oyen por la bragueta. Y aunque no sea novela de toros, salvo en el arrastre tumultuoso y multitudinario que bien pudiera ser el arrastre de una España picada, banderilleada y muerta a estoque, veo a Curro Romero, el Faraón de Camas, el miedo, el arrebato del suicidio, el filósofo, el sumo sacerdote, corifeo.  Todo esto veo yo, o lo sueño, o me lo invento, en Happening, la novela de un autor dramático reconocido y reconocible, de un torero sin toro que nunca tomó la alternativa.  Y los papas, Pio V en especial, descomulgando a todo aquel que participase en toreras fiestas

 No estoy muy seguro si, por entonces, por el año 74 cuando Jerónimo empieza a escribir su novela, Franco Caudillo de España ya le había cortado a Santa Teresa, definitivamente, el brazo incorrupto que le había acompañado victorioso en todos sus exterminios. No estoy seguro ni siquiera si Franco ha muerto porque no siempre lo parece, y si murió en la cama, sin que ningún heroico revolucionario español lo mandara al otro barrio como correspondía, con un bombazo o cuchillada de bayoneta,  un genocida de la cultura y de las gentes al que los curas llevaban bajo palio. Franco presidía en Las Ventas de Madrid, la mal llamada corrida de la Beneficencia y los toreros le brindaban un toro y el genocida les regalaba una pitillera de plata, menos a Antoñete,  que era rojo y no le brindaba. Y cuando subían al palco a rendirle pleitesía al autor de la mayor hecatombe que vieron los siglos, Antonio Chenel Antoñete, el torero de huesos de cristal por culpa del hambre de postguerra, se metía en la enfermería para que le escayolaran un brazo y el genocida se tenía  que guardar la pitillera.  No estoy seguro de que todo esto o sus fantasmas ululantes esté en Happening, mas pudiera estar a propósito del célebre arrastre sanguinario, procesionario  y multitudinario que relata, salmodia o hace prédica.  No estoy seguro de nada, mas puede que Happening me aclare o me enturbie algunas cosas. Ciertas luces enciende Jerónimo al hablar de Cervantes fugitivo, Quevedo, don Antonio Machado,  Juan Ramón, Benavente, Valle Inclán, Jose María Peman a los que dibuja con fina caligrafía, la Santa Inquisición y la leña verde para que el suplicio sea más lento y más refinado. España en carne viva y pensamiento muerto.

Pero sí estoy seguro y me atreveré a afirmar con todas las consecuencias que Happening, posee el don supremo de la adjetivación, ese don que pocos escritores tienen; el don de la fluidez  narrativa, que poseen  muchos menos, el don de la sorpresa  y el don de la fantasía luminosa y etérea,  que bebe en el fango  del  realismo de albañal y letrinas. Una novela que participa del teatro, que a veces parece teatro y en ocasiones lo es. Cada cosa por sí sola y juntas construyen esa imagen poliédrica que yo tengo de Jerónimo, producto no sólo de leerlo, sino de verlo en los entreactos de teatro María Guerrero o del Español, de conversar con él y con su inseparable Carmen, en la Taberna del Café Gijón de la calle Almirante o en el Gijón  de Recoletos. Humillada  soberbia de lector empedernido, me honro al expropiar a Corredoira Viñuela, que parece el alter ego de Jerónimo, su juicio irrebatible: “Novela hipnótica y promiscua, libérrimamente escrita, terra prohibida, novela revolucionaria que dejará sin resuello a sus lectores”. Amen y corto su relectura porque me estoy asfixiando. !Dios tenga piedad de mí y de mis despojos!!!.

martes, 19 de diciembre de 2023

Concha Velasco. Locuras de amor

Los obituarios del mundo publicados en todos los periódicos, dicen que Concha Velasco ha muerto. Pero yo no creo que sea verdad. Las diosas son eternas. Y yo tuve un honor, que nadie ha tenido ni  tendrá jamás;  Concha Velasco en Almagro, tras una prodigiosa   Reina Juana, oratorio de Ernesto Caballero dirigido por  Gerardo Vera (in memoriam), se postró ante mí, rodilla en tierra y me besó  la mano públicamente. Luego llamó a sus nietos que andaban por allí cerca, les ordenó me trajeran una copa de cava y dijo “sabe tanto de mí que bien pudiera escribir mi biografía, pero también sé que Javier Villán nunca lo hará”. Sabía, por ejemplo, porque ella me lo había contado, que el padre de su hijo Manuel Velasco,  era Fernando Arribas, casado, operador de cine, al que amó con locura y al que renunció por no destrozar una familia. No contaré nada que la gente no sepa y una biografía así carece de morbo y deA esa muchachita de Valladolid, de gozosas piernas esculturales,  columnas jónicas, dóricas o corintias a elegir, hija de militar, la conocí una tarde en la Avenida de Burgos en el piso  del director de cine Saenz de Heredia.  Concha Velasco, espléndida y luminosa, entraba de la calle  envuelta en un visonazo imponente. El conserje me había dicho “Conchita no está,  pero puede usted esperarla en casa de Saenz de Heredia, que vive un piso más abajo. Yo se lo diré cuando ella llegue, está al caer. Y avisaré ahora a don Ricardo”. Don Ricardo era un hombre generoso, primo de José Antonio Primo de Rivera, director de la película Raza, con guión del propio Franco, y de Franco, ese hombre, un documental que enardeció a los franquistas, o sea a más de media España, por no decir la España entera, los que no estaban en la cárcel o el exilio. O fusilados,  que no podían manifestar su opinión ni a favor ni en contra. El documental era un bodrio.  Sáenz de Heredia era una autoridad omnipresente y omnipotente en el cine oficial de aquellos años. El cineasta oficial del régimen. Un buen artesano muy capacitado que había gozado de la confianza de Luis Buñuel que, además, según cuentan algunos, le salvó de ser fusilado por los republicanos, y le protegió hasta que Saenz de Heredia logró pasarse a zona nacional. Esta es una etapa obscura de la vida de Saenz de Heredia y en cierta ocasión quise hacerle una entrevista para que me la explicara. Era reacio a las entrevistas y, al argumentar yo, para convencerle, que se publicaría mundialmente en ocho idiomas contraargumentó con lógica aplastante, “si me van a llamar hijo de puta en ocho idiomas, me basta con que me lo llamen en uno”.

 Ese dia en que la conocí,  la Velasco  llegaba de la calle, guapísima, con un abrigo de visón   imponente, iluminando la estancia con el destello de sus ojos. En la carrera cinematográfica de Concha, el poder de Sáenz de Heredia fue  un hombre clave. Luego, Concha se enamoró de Juan Diego, y en un triple salto mortal sin red pasó del falangismo al comunismo; pero siempre mantuvo un recuerdo agradecido a Sáenz de Heredia. Yo era amigo de Juan Diego, in memoriam,  que entonces actuaba de estrella fulgurante en no sé qué obra  del Infanta Isabel y era el líder de la tropa teatral rebelde e insumisa. Más que amigo de Juan, yo era una especie de machacante, como los del ejército,  o asistente personal, lo cual me permitía ver la obra entre cajas, circunstancia que da una visión muy especial del teatro. Entre función y función, les llevaba a él y a Concha Velasco que estaba de visita, bocatas de jamón y de salchichón al camerino donde siempre había juerga y desmadres que nunca contaré. Juan me recompensaba con un bocata, o dos,  para mí, cena de la noche y comida del día siguiente, cosa que aliviaba mis penurias de aquellos momentos inciertos y gozosos. Era el tiempo, agotador para los actores,  de dos funciones diarias, una a las ocho y otra a las once. Pero era también el tiempo del amor al teatro, pues las dos funciones solían llenarse de un público fervoroso. Y entendido. Un público que expresaba su aprobación con ovaciones sostenidas, en pie, obligando a los intérpretes a saludar varias veces, y su desacuerdo,  con el temible pateo, también sostenido. A ese pateo, lo llamábamos meneo y en Madrid los hubo sonados y de inolvidable recordación que no quiero citar para no reabrir heridas.

Concha ha sufrido en la vida más de lo que un ser humano puede soportar. Se casó con un tal Paco  Marsó, ludópata, drogata y dipsómano, según vox populi,  galán de teatro.  Marsó la arruinó varias veces, la chuleó en el sentido estricto del término, y Concha, en un momento dado de su vida, se encontró sola. Pese a lo cual,  seguía recordando a Marsó  como un gran amor, quizá la resaca última de su vida amorosa, aunque incomparablemente menor que el de Fernando Arribas, antes citado. Yo con frecuencia le decía, “Concha siempre te has enamorado a destiempo y de la persona equivocada”. Cerró su vida artística  haciendo una función que ni ella ni el público se creía,  escrita y dirigida por su hijo, Manuel Velasco. Qué no hará una madre por  un hijo, y más una madre como Concha Velasco.


domingo, 10 de diciembre de 2023

 MATAR A FRANCO, misión NO imposible

(Fragmento de MEMORIAS DE JAVIER VILLAN) Ahora que, como remedio al genocidio que Israel y EE UU están perpetrando en Palestina, muchos sugieren ajusticiar a Netanyaju, criminal de guerra, quiero decirles que eso es fácil, siempre que uno esté dispuesto a morir en el empeño;  y quiero decirles también que además no es pecado. La propia Iglesia, y el Papa  justifican, o justificaban, el magnicidio, si éste "redunda en el bien común". Los jóvenes insurgentes de mi generación, hoy  ochentones en escombros, todos queriamos matar a Franco. Media España quería matar al dictador que, dicho sea de paso, murió en la cama. Atormentado por el dolor y por las conspiraciones que se urdían a su lado, pero en la cama. Que Dios le haya dado lo que se mereciera o mereciese. Quizá no se lo crean, pero yo tuve la oportunidad, y la misión,  de matar a Franco y.... no me atreví. Lo tenía  a dos metros, entre la muchedumbre que lo aclamaba a la entrada del Pazo de Meiras, donde acostumbraba a pasar un mes de retiro  en verano y saliendo a la pesca del salmón en la que era un artistazo, un fenómeno. Siempre pescaba el más grande. Una revista o semanario, cuyo nombre no recuerdo, me había encargado un reportaje sobre el evento, un reportaje de "interés  humano", no exento de algun sutil toque político intencionado. La dueña y habitante del pazo había sido doña Emilia Pardo Bazón, gran esritora y amante viajera y juguetona  con don Beito Pérez Galdós, si hacemos caso de las tórridas cartas que se cruzaban entre ambos.

A Franco lo tuve a tiro,  como suele decirse. Pero no me atreví, Me puse a buscar  excusas a  mi actitud;  la menos acusadora de mi cobardía era que aquello habría causado una mortandad de inocentes. Pero era un autoengaño. La verdad verdadera es que tendría que haberme inmolado yo mismo, y eso me producía cierto desasosiego. Cuando me incorporé al cortejo,  llevaba en el bolsillo de la guayabera de verano una granada que nadie descubrió en el somero y rutinario cacheo a que me sometieron. El carné de periodista era un salvoconducto. Hubiera bastado tirar de la anilla de la granada, dejarla caer al suelo y !boom! todos al carajo., incluido yo mismo. España salvada, los rojos en las cárceles salvados. y liberados, los exiliados de vuelta a casa,  al  dulce hogar. El mensaje de navidad...!!!españoles...!! , a tomar por donde amargan los pepinos....Y los joyeros, jubilosos aboliendo el canon gremial, la caja de resistencia  con el que sufragaban los gastos que doña Carmen Polo de Franco, apodada " la collares",   ocasionaba en las joyerías,  que no se atrevían a cobrarle sus  carísimos caprichos. Todo eso pude conseguir aquella mañana en el Pazo de Meirás. Pero no me atreví. Está visto que no tengo madera de héroe.

sábado, 2 de diciembre de 2023

Concha Velasco. Éxtasis Teresiano y amor humanísimo

La historia de España  debe estarle agradecida a  Concha Velasco; ha conseguido rescatar de la locura a doña Juana, una histérica de amor por Felipe el Hermoso; guapo, político, felón. Y mujeriego, acaso el rasgo más noble de su carácter.  Y agradecida también a Ernesto Caballero, por supuesto. Y puestos a reconocer agradecimientos, a Gerardo Vera. Juana era más que una mujer loca de pasión y esclava de los celos que le suscitaba un hombre sin escrúpulos. Éste buscaba en ella más  que el placer y el amor, disponible  por otras vías, su dote de heredera de los reyes de Castilla. Hubo éxtasis de amor, claro; éxtasis de cama luminosa y transfiguradora, pero pasaron pronto. O no tan pronto, da lo mismo. Y en la recreación escénica de esos momentos gloriosos de lujuria y amor,  Concha Velasco,  sensual y voluptuosa, está magistral. La verdad es que Concha Velasco está magistral en todo.

Ernesto Caballero con el texto de  Reina Juana ha puesto las cosas en su sitio. O si se prefiere en un sitio distinto del habitual en que estaban. Concha Velasco las ha puesto en el escenario de la Abadía; sobre un camastro paupérrimo e inhóspito en el que todo afán y toda incomodidad puede tener acomodo y recuerdo; desde las Cortes de Castilla y la corte de Gante hasta la prisión en un convento de Tordesillas. Allí, asomada al precipicio que da al Duero, Reina Juana revive los abismos y las cumbres de su vida. Y la sagacidad política que no pudo usar plenamente.

Concha Velasco, menuda, encogida en la calle y gigantesca en el escenario, ya no es la muchachita de Valladolid, hija de un militar con graduación,  que escapó a tiempo de la ciudad levítica y claustrofóbica y se vino a Madrid a comerse el mundo. Y lo cierto es que acabó comiéndoselo. Traía sólidos argumentos para tan dura empresa, que  disiparon muy pronto  cualquier  duda o recelo: unas piernas perfectas, como torneadas a mano en una alfarería de lujo,  y los ojos más luminosos del universo.

 Luego, como factores de otro peso, el don de la danza y el don de la canción.  Piernas, voz, baile, canciones. Toda una generación cantó las canciones de la Velasco que se ha ganado ya ese “la” singularísimo que distingue a las elegidas. Todavía hoy, en San Fermín  las peñas de la solanera   le meten marcha a la corrida cantando  Una chica Ye Ye; un orfeón de casi ocho mil voces en la solanera, la sombra no cuenta, que no desafina; aunque se haya bebido varias cosechas de rioja. El torero de turno puede estar fuera cacho, pero el orfeón vitivinícola,  siempre en su punto y en su sitio.

Cuesta llegar a esa cima que Concha Velasco ha alcanzado; pero, cuando se llega a ella,  nadie es capaz de bajarla   al valle y ponerla en penumbra. Con ese bagaje natural más una insólita capacidad de trabajo y de sacrificio, de amor por el teatro y un encaje absoluto, también,  en el cine de evasión,  Concha Velasco estuvo muy pronto en la raya de salida  como   ganadora segura.

 No es que desde aquellos días aurorales, haya crecido como intérprete; es que ha ido uniendo, amasando todas esas posibilidades naturales hasta configurar  una imagen de actriz completa,  necesaria y capaz: igual para la comedia, el drama o la tragedia.

Reina Juana es su cumbre por el momento. Y digo por el momento porque esta mujer septuagenaria tiene intención de seguir en la brecha, de morir con las botas puestas. Ha tenido la fuerza suficiente, y el carisma de sobrevivir a un cine de consumo, puramente alimentario, a anuncios  de lavavajillas para  amas de casa y mujeres  en general, necesitadas de higiene y purificación: compresas, pomadas  para hemorroides, laxantes para atascos intestinales. Apunte sociológico e ideológico para un debate de publicistas.

 Concha Velasco o el amor, capaz de querer hasta la extenuación y capaz de  afrontar su destrucción por un desamor. La destrucción o el amor, títuló Vicente Aleixandre uno de sus mejores libros. La o no tiene carácter disyuntivo, sino identitario. Juana ya no es Juana la Loca, pero en esos vislumbres tórridos ¿cuánto hay de Paco Marsó en el personaje de Felipe el Hermoso?   Paco Marsó era un chulo infiel, ludópata y drogadicto al que amaba con locura. Lo traigo a colación no porque su figura me interese especialmente, sino porque forma parte de la memoria y el recuerdo afectivo de Concha.  Muerto yo creo que aún lo ama.

En esta escena orgásmica con Felipe, teatralmente puede que haya algo  de Paco Marsó. Una mezcla de dolor y placer. Pero no parece que el dolor sea la base  de la interpretación a lo largo de la carrera de esta burbujeante muchachita de Valladolid. Concha Velasco tiene, por supuesto,   su técnica actoral qué duda cabe.  Pero de estar agarrada a algo  sería a la capacidad de transformación sin padecimiento; el don de trasmitir, desde ángulos dispares,  sentimientos contrapuestos,  sin que estos sentimientos la atormenten como actriz.  Esta creo yo, es la primera lección de Reina Juana, la lección paradójica de una comedianta insigne.

 Primero fue el cine. Al poco de llegar a Madrid tuvo la suerte de encontrarse con uno de los mejores directores de aquel momento, José Luis Sáenz de Heredia que se enamoró de ella, le puso techo en su casa de la Avenida de  Burgos, un piso más arriba, donde la conocí,  y la hizo estrella. O al menos contribuyó a que escalara peldaños con una rapidez vertiginosa. Sáenz de Heredia no es que fuera Luis Buñuel, pero era un buen artesano, esa virtud, la artesanía, desdichadamente perdida en todas las esferas de la inspiración creadora. Buñuel lo apreciaba mucho,  quiso incluirle en su productora, y le salvó del fusilamiento por lo rojos.

 Fue un buen hombre para Concha Velasco. Y tenía mucho mando en los aparatos del poder.  Primo de José Antonio,   era falangista de Franco más que falangista del fundador de la Falange. No es lo mismo, aunque lo parezca. Por entonces  era el cineasta de cámara del  dictador del Pardo. Director de películas como Raza, con guión de Jaime de Andrade, o sea el propio Franco, y Franco ese hombre, documental hagiográfico del Caudillo que le valió a éste elogiosísimas críticas. En un libro recopilatorio de las más impúdicas alabanzas a Franco se lee, referido a su talento de actor: también …

Luego Concha Velasco se unió a Juan Diego, líder de la subversión comunista del momento. O sea que Concha pasó del falangismo al rojerío, con más  fervor por este que por aquel, dicho sea en su honor. No creo que Juan Diego fuera tan bondadoso  como Sáenz de Heredia ni tan canalla como Marsó. Pero la unión no duró demasiado. Luego vino su triunfo como actriz de teatro que me interesa mucho más que los éxitos de actriz de cine. Por deformación profesional de crítico, considero que es en las tablas donde el intérprete manifiesta su verdadera esencia. De su cine, salvo  Pim pam pum fuego, no creo que haya  cosas de especial relieve. Y el premio Valle Inclán que ella, con ese austero humor castellano de Valladolid atribuyó a la piedad del jurado por su cáncer. Pero no había tal. La habíamos premiado no por su cáncer, sino por  su voz, sus canciones, su danza, su corazón tan duramente castigado.


viernes, 17 de noviembre de 2023

MURIEL FEINER, UNA NEOYORKINA ,  ESPAÑA Y UN BANDERILLERO

 Muriel Feiner,  a través de un amigo común, Juilán Agulla, a quien se debe un catálogo  exhaustivo de toros  famosos en la historia de la corrida, me ha enviado  su libro Mi barrio de las letras, publicado  por  Editorial Temple, en la que anda hace tiempo enredado mi paisano Vidal Pérez Rodríguez. El libro tiene un prólogo firmado por José Luis Martinez Almeida,  actual alcalde de Madrid. A mí los alcaldes de Madrid, por una cosa o por otra, me han interesado siempre. El que más, mi amigo, salvando distancias  de edad y sabiduría, el viejo profesor represaliado por el franquismo, don Enrique Tierno Galván, que se definía ateo, pero estaba convencido de que ¨´dios  no abandona nunca a los  buenos marxistas¨´. Textual. Este fue instigador de la Movida, movimiento inconformista contra la moral esclerotizada y roma de una Transición a medio hacer; la Santa Transición, así bautizada por Francisco Umbral. Por razones muy distintas, también me interesó,  y tuve  contactos periodísticos, el Conde de Mayalde, Escrivá de Romani, ganadero de bravo, gatillero del amanecer en su fascista juventud, se dice que responsable de haber echado de España, tras brutal paliza,   al gran Miguel de Molina,  revolucionario de la copla,  “por rojo y por maricón”. (Sic)

Muriel Feiner, neoyorkina, vino a España muy joven para hacer una tesis académica y se encontró con los toros y el flamenco. Se casó con un matador, Pedro Giraldo, que acabó pasándose a  los palos, cuando los contratos empezaron a escasear. Pedro Giraldo, ¡!va por usted!, palentino como Marcos de Celis, gran capotero años cincuenta, es un buen tercero. Con las virtudes que se le exigen a un tercero, eficacia en la brega y acierto con la puntilla en caso de necesidad.

Pero volvamos al libro de Muriel, Mi barrio de las letras, que puede ser el barrio mío y el de mi generación,  aunque nunca lo llamamos así, aquéllos  que llegamos a Madrid con ganas de comernos el mundo y, lo que es peor, acabamos comiéndonoslo.   Hay que tener  mucho audacia y mucha pasión, siendo neoyorquina, para escribir de una ciudad sobre la que han escrito Ramón Gómez de la Serna, don Ramón María del Valle Inclán, Francisco Umbral, Ernest Hemingway y otros padres procesales  y costumbristas celebérrimos.  Y a la que Paul Elouard llamó capital de la gloria, cuando la Incivil guerra del 36. Y a la que antes don Antonio Machado la había definido como rompeolas de todas las Españas.

 Nuestro mapa madrileño, el de mi generación bohemia y noctívaga, podría establecer sus límites en el Café Gijón del Paseo Recoletos y el Corral de la Morería, tablao flamenco al lado del viaducto que tenía las mejores  bailaoras, las mejores  guitarras  y el mejor jamón del mundo mundial. Al jamón, a la manzanilla de Sanlucar y al vino fino de Jerez  nos invitaban pintores y escritores con posibles, Enrique Navarro por ejemplo, que saldaba sus cuentas con cuadros. Pintura por manzanilla de Sanlúcar y jamón de Guijuelo. Era un gran retratista , vivía encima del Café Gijón y de él conservo un magnífico retrato que me hizo con una dedicatoria más magnífica aún ¨´a Javier Villán, contra todos¨´. Le duró una hora, justo el tiempo que nos duró la botella de tinto rioja que habíamos subido. Enrique quería retocarlo, pero no se lo permití, déjalo, no lo toques ya más que así es la rosa” Juan Ramón.

Los escasos de dinero y abundantes de hambre, que éramos muchos,  comíamos en la taberna Carmencita de la calle Libertad,  por ocho pesetas y cincuenta céntimos, y aun podíamos repetir del primer plato si no había exceso de clientes  y  sobraba. Años más tarde en la misma calle, un grupo de amigos capitaneados por el poeta e historiador, Emilio Sola, fundamos La Vaquería, centro de lectura, amores fugaces, vinos y jarana, que una madrugada dinamitaron los  Guerrilleros de Cristo Rey. Estos fornidos patriotas tuvieron la delicadeza de hacerlo cuando nosotros estábamos fuera y durmiendo. Los Guerrilleros era una partida de mozallones gigantescos, ultrafascistas al mando de un señor bajito, Sánchez Covisa, al que llamábamos el enano.  Podría entrar en detalles y aventuras,  pero  no es el caso y serían mis  Memorias  y no las Muriel Feiner. Estás breves notas solo pretenden la celebración  y reconocimiento, de una neoyorkina, fotógrafa  y escritora,  enamorada de España. Me parece muy oportuno su guiño a la tauromaquia y al flamenco, pues ambas disciplinas siempre fueron de la mano.  Especialmente  significativo  para mí,  es el recuerdo que dedica a Gayango taberna flamenca con un cuarto de cabales donde los privilegiados podíamos escuchar cante jondo de verdad. De Gayango, el dueño y camarero servicial, se sospechaba que era confidente de la policía, por lo cual éramos pródigos en el bebercio, pero muy parcos en el hablar.

 Allí conocí a la estrella italiana de cine, Gina Lollobrígida, que a muchos nos gustaba más que su eterna rival Sofía Loren. A Gina; la acompañaba un  macarrilla, un chulángano que le estaba robando la cartera a la vista de todos.  Gayango confidente policial, no lo sé. Pero franquista lo era a tope. Me lo encontré haciendo cola y llorando para decir adiós a Franco, cuya capilla ardiente se había instalado en el Palacio de Oriente cerca del balcón desde el que pronunciaba sus discursos sobre la conspiración  judeomasónica internacional. Evento que yo estaba cubriendo, de encargo, para alguna revista de la entrepierna, el corazón y otras vísceras, .

De Gayango, taberna, elogiado por Muriel, tengo  estupendos recuerdos  de los ratos que compartí allí con Beppo Abdullwahad y Pepe  de la Matrona, que me invitaban a vino y bocadillo de jamón. Beppo era  una pintora inglesa, acuarelista más bien, casada con un príncipe árabe, también inspirado acuarelista, de ahí el apellido Abdullwahad. Este príncipe se suicidó, tirándose por el hueco de un ascensor, al enterarse de que Beppo le ponía los cuernos con un banderillero. Los amigos del príncipe  juraron matarla y tuvo que salir huyendo de París. Al menos eso me contaba Francisco Alcaraz, pintor de la escuela  indaliana,  Almería, que la había conocido allí. Alcaraz, en París,  no solo aprendía pintura y frecuentaba el estudio de Picasso, era también un fugitivo de su esposa almeriense que le daba unas palizas de muerte no sé por. Y él Paco, tampoco lo sabía. Ni Luis Cañadas, su casi hermano, gran muralista y pintor. Ni siquiera lo sabía Capuleto, muy dotado para la pintura, quizá el que más de los indalianos, que prefirió hacerse millonario construyendo y explotando hoteles.

 Pepe el de la Matrona era mi protector y una autoridad del  jondo,  y le habían dado un premio en la Sorbona de París, por una Antología del Flamenco que le dio fama universal.  Amigo y benefactor, pero su cante no me gustaba: le faltaba el quejío, el rajo gitano, que a mí me fascinaba y sigue fascinándome; un suponer, Camarón,  Rancapino y Terremoto de Jerez del que me he propuesto escribir, pues se lo prometí, una biografía;  y Rafael Romero, el Gallina, que cantaba en Zambra, tablao del Ministerio de Cultura de entonces, me parece. Sin embargo, Juanito Varea no era gitano y bordaba la soleá y, a veces,  los cantes sin guitarra.

Volviendo al libro de Muriel Feiner, se trata de un trabajo colosal al que ha dedicado tres años y  que yo he leído con gusto. Hoy sé más de  Madrid y más, acaso, también  de toros y de flamenco, sobre los que siempre vierto una mirada crítica y deformada de especialista. Una mirada lejos de la inocencia entusiasta de Muriel, esa inquieta muchacha neoyorkina que vino a España para una tesis doctoral,  se enamoró de un torero,  Pedro Giraldo, se casó y se quedó aquí por siempre jamás amen.

 

 


lunes, 13 de noviembre de 2023


GABINO CARRIEDO; UN VISIÓN  MUY PERSONAL. Por Javier Villán

Se cumple en estos días el centenario del nacimiento de Gabino Alejandro  Carriedo,  poeta y escritor de amplio espectro. Y palentino. Ser palentino no es una cuestión baladí, creía él. Pese a lo cual, como otros también hicimos, dejó pronto Palencia. A los 23 años se fue a Madrid. Otros nos fuimos a Barcelona. ¿Y por qué a Barcelona?, solía preguntarme. Y yo solía contestarle,  porque Barcelona era la tierra de promisión. Y él se quedaba perplejo sin entender del todo la cuestión, que era una cuestión más laboral que intelectual y artística. Palencia, a Gabino se le había quedado pequeña. Pequeña y sin horizontes. “Para verle horizontes a esta tierra hay que subirse al Cristo del Otero”, decía, “  ves un inmenso mar muerto de planicies inmensas….Y hermosas. “No crees que Victorio Macho es un poco mazacote? ”. Preguntaba. Yo no lo creía…y él tampoco. Pero aquella afirmación cuadraba bien a Gabino.

Palencia se le quedaba corta. Palencia, ciudad,  es pequeña y…bella. Así  la definió un dia Lucía Bosé, la bella actriz italiana,  separada ya de la gran pasión de su vida que yo creo nunca se extinguió,  Luis Miguel Dominguín, en un viaje fugaz que hicimos  a Palencia no recuerdo por qué y para qué. Palencia y los soportales de la Calle Mayor,  que dio nombre a la famosa película de Juan Antonio Bardem, el cual había dirigido a la Bosé en la película Muerte de un ciclista. Quizá fuera eso, Calle Mayor y Bardem.   Gabino… Palencia y la catedral, sus vidrieras polícromas y emplomadas;  y el tesoro del claustro, cálices, copones, sagrarios, custodias, patenas….Y el San Sebastían del Greco, un poco blandito, que mira lánguidamente a sus fornidos verdugos; como si los pusiera ojitos.  Otro punto de frecuente debate entre Gabino y yo. Palencia y la tortilla de patatas, ¿con cebolla o sin cebolla?. He ahí el  gran dilema teológico gastronómico que a menudo nos planteábamos  Carriedo y yo. Y Palencia y la menestra de verduras que,  años más tarde,  degustaba yo a menudo, en casa Damián y Josefina, de la calle Martínez Azcoitia, un santa santorum gastronómico que ignoro si sigue existiendo

Conocí personalmente a Carriedo  en un viaje a Palencia al que nos habían  invitado el Ayuntamiento y Santiago Amón, un renacentista palentino  nacido en Baracaldo por eso de que los palentinos nacemos donde nos da la gana. Era una mesa redonda sobre poetas de Palencia. Salimos juntos  de Madrid y llegamos juntos a Palencia, pero tarde; cuando ya todo había terminado. Nos habíamos detenido más de la cuenta a comprar vino en Cigales, en casa de un veterinario que hacía una cosecha muy limitada exclusiva para clientes escogidos, y maduraba en barricas de roble. El delicioso vino clarete de Cigales. Quizá fue mejor que no llegáramos a tiempo, pues Carriedo tenía muy claras las jerarquías poéticas palentinas, dispuesto iba a explicarlas y no sé cómo habría terminado aquello.

-Convéncete, Javier Villán. En Palencia, después de Jorge Manrique, nada de nada salvo yo. Bueno, quizás tú cuando madures si maduras. Tanto soneto y tanto hendecasílabo acaso no te lleve a ningún sitio”.

Y se quedaba tan fresco. Carriedo era, sobre todo,muy divertido.  Y el tio de Jorge, Gómez Manrique, señor de Amusco y Adelantado de Toledo o algo así…, le provocaba yo…..

-Ese era más bien de teatro, el inventor del teatro español.

 Gabino  un vanguardista consciente y heterodoxo,  al  principio adicto al postismo codificado y sistematizado por Eduardo Chicharro y  por  Carlos Edmundo de Ory.  El postismo era un surrealismo hispánico que, a mi modesto saber y entender, no dio nada relevante si quitas a Carriedo,  con reservas de identidad, y algunas cosas de Gloria Fuertes y, sobre todo de  Carlos Edmundo.  No me atrevería a afirmarlo, aunque  creo que era más plástico que literario. No me hagan mucho caso. Gabino había reunido, o estaba a punto de reunir, su obra en Los lados del cubo, pero Gabino era un ser poliédrico, vagamente machadiano del Machado de campos de Castilla; sobre todo en su texto Política agraria. Gabino era, sencillamente, Carriedo.


miércoles, 1 de noviembre de 2023

CUARENTA AÑOS SIN MONTSERRAT ROIG.

MEMORIA; NOCHEVIEJA EN SAN PETERSBURGO

No recuerdo  a cuento de qué, hace uno sdias, Julia Otero y David Trueba,  tan estupendo cineasta como su hermano Fernando el premiadísimo y pendenciero, políticamente hablando, Fernando, han traído a colación en Onda Cero a Montserrat Roig.  Un mito. Y personalmente, para mí, una religión laica. Cuando murió joven aún,  estos días  hará  cuarenta años, el mito estaba consolidado. Por su activismo político en el PSUC, por su periodismo de combate y por su novela La hora violeta. A mí, de  la premiada Hora violeta, que releo en estos momentos,  lo que de verdad me gusta es el título. No transcribo la dedicatoria manuscrita porque es casi tan larga como la novela. Prefiero  Molta roba i poc sapo, Mucha ropa y poco jabón, Y su libro de entrevistas Los hechiceros de la palabra  en el que muestra su sagacidad de entrevistadora. O sus artículos. En estas horas terribles, que amenazan una tercera y última guerra mundial, pues nadie quedaría para contarlo, echo de menos escritores como  ella, articulistas así, periodistas de trinchera y grandes escritores como Francisco Umbral, o Manolo Vázquez Montalbán, un suponer. La Roig y yo nos conocimos volando hacia la URSS en un viaje de bajo coste organizado por Comisiones Obreras. Ana, mi mujer, también periodista y que admiraba a la Roig, se hicieron muy amigas. Durante el viaje nos juramentamos para tomar de nuevo el Palacio de Invierno de los Zares, cosa que obviamente no hicimos. Le habían encomendado a Montserrat la custodia de un payés,  que había vivido exiliado en Francia al lado mismo de la frontera circunstancia que le permitía pasar a España cuando quería,  vivir realmente aquí. Nada más aterrizar, Montserrat Roig nos endosó al payés, sorprendido de todo; de que el avión volara por encima de las nubes y la lluvia que caía por debajo del avión; de que apretando un botón se pusiera en marcha un ascensor. Y sorprendido, sobre todo, del Kremlim. Como era un payés primario y buenísima persona, se quedó boquiabierto en la Plaza Roja y me preguntó, ¿esto lo hicieron los nuestros o estaba ya cuando vinimos nosotros?.

 Montserrat no tomó el Palacio de Invierno, tenía otras cosas más urgentes que hacer.  Ni yo, que no tenía entre manos nada más importante.  En uno de sus  viajes anteriores  para documentar su libro La aguja dorada, sobre el cerco de Leningrado,  le había quedado un amigo fervoroso y apasionado que la esperaba y no la dejaba ni a sol ni a sombra. Era un autor dramático prohibido  y sin estrenar, cuyo verdadero alcance nunca pude, naturalmente, comprobar.   No cesaban de pedirme que les hiciese fotografías,  gozosos y acaramelados.

    _No te puedes imaginar, Javier, lo que nos ocurriría a él y a mí,  si estas fotos cayeran en manos inadecuadas” , me dijo la Roig en un momento dado. A él lo mandan a Siberia. O lo fusilan. Y yo no volvería a pisar la URSS .

Cierto desencanto sobre la Revolución empezaba a desanimarla. Yo les preguntaba, por pura lógica, para que querían entonces las fotos si eran un peligro. Pero no renunciaban a ellas.  Saqué el carrete, se lo entregué y Montserrat …me dio un beso.  La Roig y yo aplazamos la conquista del Palacio, pero recorrimos a conciencia las salas del Ermitage  para admirar sus tesoros. En Noche Vieja, nos invitaron a una cena fiesta muy concurrida y aprovechando que a mí me habían dado, ignoro por qué, cuatro invitaciones, le sugerí que invitáramos a su amigo, el represaliado.  También ignoro por qué Montserrat dijo que no afirmando  que los tres, Ana, ella y yo éramos suficiente. Cenamos  caviar rojo Beluga,  bebimos vodka a la manera rusa, y bailamos. Bueno, lo de bailar es un decir, pues nunca he sido un superdotado del baile;  el pasodoble torpe y pare usted de contar. Salimos a la calle con una temperatura de 20 grados bajo cero, Monserrat resbaló y se pegó una culada de órdago. Ana y yo comprobamos que su culo  no había sufrido  desperfectos y,  a partir de entonces mi recuerdo de esa noche, es nebuloso e inconsistente. Amanecí  solo,  en mi cama de un  hotel cutre, abrazado a un enorme oso de peluche que, según me dijeron, me había puesto en los brazos Montserrat.  Ana llegó poco después, aterida de frío pues es abstemia y no podía contar con la calefacción del vodka.

     La última vez que ví a Montserrat Roig fue el dia del tejerazo, el 23F. Habíamos tomado café en el bar del Wellington donde se hospedaba,  y por la tarde daba una conferencia en la librería de mujeres,  donde había quedado con Ana. Al hotel  fue a verla una amiga que le regaló un libro y una rosa roja y se quedó con ella. Comprendí pronto que yo allí  estaba de más, me despidieron educadamente y se quedaron tomando un té. Nada más oir que había tiros en el Congreso, cuando se preparaba para dar la conferencia,   salió disparada hacia  Barajas en el primer taxi que halló a la puerta, según me dijo el recepcionista;  tan disparada que olvidó su  abrigo y de pagar la cuenta. Pocos dias más tarde el director  se lo envió con una nota; “este hotel se siente  honrado de tenerla a usted entre sus clientes. La cuenta está saldada.”  Intenté verla en posteriores viajes a Barcelona, pero resultó imposible. No respondía a mis recados en el contestador. Y presentarme en su casa, habría sido verdaderamente impropio y de mal gusto. Ignoro si ya le habían diagnosticado el cáncer de mama que la mató o, simplemente, no le apetecía verme. Puede que ambas cosas. San Petersburgo,  de todas formas, quedaba ya muy lejos. Acaso había sido un sueño…que nunca existió.

 


martes, 24 de octubre de 2023

 

 

PEPE LUCAS.  EL EXPRESIONISMO VORAZ

Ha muerto un pintor. Ha muerto un amigo. José Lucas. De Cieza, Murcia, y del mundo. Queda su pintura, pero el amigo se ha ido.  La gracia de un banderillero en un cuerpo de picador.  Le ha matado la obra que más fama le dio, los murales de la estación de Chamartín; una caída mientras los estaba restaurando, buscando quizá la perfección a  la que siempre aspiraba. Devoto de Juan Ramón, al que idolatraba, bien podía parafrasearlo,  perfección dame el nombre exacto de las cosas. Los murales de Chamartín son un violento volcán de trazos y colores. La lírica profunda hecha fuego; el fuego incandescente  hecho lirismo fresco y profundo. Para mí,  la muerte de Pepe Lucas, no es el momento de los elogios póstumos y desmesurados; es el momento de las gratitudes y algunas carencias. Ya no podré citarle en mis crónicas de toros de El Mundo, porque ya no escribo crónicas de toros ni escribo en el Mundo  ni en ninguna parte, sólo mis Memorias de las que Pepe Lucas forma parte imprescindible y necesaria; y  mi poesía crepuscular que no ha conocido porque la vida puso  distancias y kilómetros entre nosotros. No  volverá a decir, en el desolladero de Las Ventas, en tardes de cartel mediocre, patio de arrastre de tantas ilusiones, donde Pepe Lucas era un oráculo, esta tarde, los únicos muletazos que van a verse, son los muletazos de Javier Villán. Y señalaba  la muleta ortopédica  que  apuntalaba mi cojera, resultante ésta  de una desafortunada  intervención quirúrgica. Como Pepe Lucas consideraba la cojera un elemento estético  de primer orden, tuvimos un serio debate en el Café Gijón sobre qué tipo de cojera debiera adoptar yo. A la mesa de los poetas, entre los que se hallaba su admirado  Gerardo Diego, aquello les traía al fresco.  Pepe se inclinaba  por el cojear patizambo de Quevedo y yo era partidario del más cosmopolita  y canalla de lord Byron. José Lucas era un gran lector de poesía, un voraz lector de poesía, me atrevería decir.  Y una tarde, un jueves, don Dámaso Alonso se paró con el taxi esperando a la puerta, camino de la Academia, a tomar la copa de coñac que Eulalia Galvarriato, su mujer, le tenía prohibido en casa.  Los presenté ceremoniosamente, pues yo conocía a don Dámaso, que a veces me utilizaba de amanuense, y Pepe Lucas, mientras le invitaba a  la copa de coñac hizo un rápido y exacto análisis de  Los hijos de la ira, que dejó perplejo al eminente filólogo. No sé lo que Dámaso Alonso agradeció más; si el juicio a su libro capital o la invitación al coñac, pues don Dámaso era muy parco en los gastos.

domingo, 22 de octubre de 2023

Argentina. VIDELA amenaza de nuevo

Hace tiempo que no viajo a Argentina, tierra que   adoro por sus gentes, sus futbolistas y sus teatreros, Fernanda Orazi, Pablo Messiez  Y por Ricardo Darín, por Jorge Luis Borges y Julio Cortazar. Por  poetas y titiriteros como Teuco Castillo,   y por el gran pintor Ignacio Colombres cuyos cuadros ennoblecen mi despacho. Y por Ricardo Carpani, el pintor y muralista genial. Y su mujer Doris, por Maradona, el dios del balompié y víctima de sí mismo y de la vida. Al  parecer, un tal MILEI con pinta de mafioso CHICAGO años 30, Alcapone siglo XXI,  se perfila como nuevo Videla, el cruento dictador  que propició la diáspora de los argentinos amantes de la libertad y la democracia.  Millei defiende la mafia como forma de gobierno, como capitalismo “revolucionario”; muchos de ellos, fugitivos para salvar al menos sus vidas, recalaron  en España. Y su presencia nos enriqueció. Nos dieron más de lo que ellos recibieron  ¿Volveremos a vivir aquel éxodo?. Otra vez la horrenda pesadilla para los argentinos?. Bienvenidos sereis los que vengáis, si triunfa Millei. y cumple su anunciado programa político. Pero sería triste que la historia volviera a repetirse. Esta es vuestra casa.


jueves, 19 de octubre de 2023

 

PALESTINA MÄRTIR. La Resistible ascensión de Netanyahu.

 No puedo permanecer impasible ante el sufrimiento de Palestinaoprimida por el nazismo del Estado de Israel.  Siempre me consideré, y ahora compruebo que erróneamente, de la estirpe de los estoicos;  cuyo lema era, creo,  “aunque el mundo salte, hecho astillas, yo permaneceré impasible”. Impavidus ero.  Una ética y una estética de resistencia frente al dolor y la adversidad.  Más aún, una moral ejemplar representada por el estoico más famoso de todos los estoicos, Lucio Anneo Séneca; político, orador, filósofo. El derecho a decidir sobre la propia muerte fue siempre lo que más me llamó la atención.  Fue en esto, creo, donde más coherente se mostró su moral tan cuestionada por sus enemigos, y su sabiduría. Condenado a muerte, por deslealtad , no demostrada, por Nerón, el emperador  disoluto y cruel, del que había sido preceptor.  De lo cual podría deducirse que,  como maestro, Séneca fue un fracaso. Mas, por encima de todo y por lo que yo creo que ha pasado especialmente a la historia, es por permancer  impasible, dicen, ante las adversidades. Impavidus ero. Pues bien, lo mio era un senequismo de andar por casa. Un senequismo ramplón. El mundo salta hecho astillas, arde en llamas y genocidios, véase Palestina ensangrentada, sionismo sin freno, el pueblo de Dios, el dios de la ira y la venganza. Y yo no permanezco impávido.  En otros tiempos, cuando era joven,  me hubiese puesto a escribir versos, versos contra las bombas. Utopía.  La poesía viene cuando quiere. Y, además,  parafraseando a Adorno que respecto al nazismo, dijo es radicalmente obsceno escribir poesía después de Austwitch; hoy  es radicalmente obsceno escribir poesía, después del martirio de Palestina. Si yo pofesara la filosofía estoica no me dolería el sufrimiento,  la matanza palestina por parte del nazismo israelí y el filonacismo cómplice de los EEUU. Me duele Palestina. Netanyaju, criminal de guerra. El nuevo Hitler, por paradójica que resulte la comparación.   Y  lo peor del caso es que Netanyaju, su ascenso,  no era fatal ni inevitable, era  previsible. Bertold Brecht escribió La resistible ascensión de Arturo Ui que José Luis Gómez, un José Luis Gómez en su plenitud creadora, escenificó, creo  recordar, en la Abadía. La gente y los periodistas dieron en nombrar el texto como la Irresistible ascensión y algunos que escribíamos de teatro, tuvimos que salir al paso del despropósito.  Arturo Ui era la traslación de Hitler,  un tendero o comerciante, que empieza a  eliminar a sus competidores, con malvadas  pero previsibles  prácticas políticas y comerciales. Su ascensión no es sólo producto de su falta de escrúpulos, sino de la pasividad cómplice de los demás. Tal, me parece hoy  Netanyaju; que cuenta con la alianza todopoderosa y la complicidad de Biden,  presidente de  EE UU. Estos días ha habido una  sorprendente suavización  de la actitud de Biden,  temiendo quizá que la escalada  pueda rebasar los límites en que está ahora y degenerar en un conflicto mundial.

Hace años escribí un libro de poemas titulado Parábolas Palestina,  nada del otro mundo, poesía desgarrada, emocional, poesía política y social de compromiso y testimonio, aunque  en cierta medida premonitoria de lo que ahora está pasando. Ese libro me parece que está descatalogado  y yo no lo conservo.   Lo publicó una pequeña editorial  llamada La banda de Moebius, que también me editó  Nocturno amor y mar, con ilustraciones de un gran pintor, Alejandro García Santamarina,  el pintor loco le decíamos, como Van Goh pero sin cortarse una oreja.  Y sin amarillos.  A la disparatada gente de Moebius, que tanto ben hizo a la poesía a costa de arruinar sus precarias economías, la  conocí en La Vaquería de la calle Libertad, bar de copas, sala de lectura, sede de todos los disparates del mundo, un contradiós,  que un dia volaron de un preciso bombazo, los Guerrilleros de Cristo Rey.  Fueron implacables, pues la tenían entre ceja y ceja desde que se abrió. Pero tuvieron la delicadeza de dinamitarla a  las cinco de la mañana cuando no había nadie. La regía Emilio Sola, un cervantista riguroso,  en especial del Cervantes cautivo en Argel. La fundamos un grupo de amigos, apoquinando 25.000 pesetas cada uno. Y puede que los primeros  esbozos del citado libro, Parábolas palestinas, tan de trágica actualidad hoy, los leyera públicamente, y por primera vez,  allí.

 Parábolas Palestinas gustó mucho  al insigne arabista, Pedro Martínez Montávez, in memoriam, catedrático y rector de la Universidad Complutense de Madrid.  Martínez Montávez, naturalmente, no iba por estos saraos  insurgentes,  pero yo le había entregado el manuscrito que le gustó mucho, al contrario que a Vicente Aleixandre, el enfermo de una eterna mala  salud de hierro, al que no  gustó nada. Martínez  Montávez  creía en la causa palestina, como su discípula y colaboradora Carmen Bravo Villasante. Mi amiga Aviva Doron, judía,    la bella hispanista de los ojos verdes, también creía, al menos en teoría, que la convivencia de dos pueblos en un mismo suelo era posible.  ¿Dónde estás, Aviva? Concluyo esta melancólica y poco estoica meditación con el verso,  

“Ay almas de los muertos en las cárceles nazis

Si supierais vosotros, si supierais”, que no necesita explicación.

 

sábado, 14 de octubre de 2023

 

Hispanidad; conquista, evangelización y lujuria

Con dos días de retraso, una nimiedad cuando se trata de un devenir de siglos, me sumo al enconado debate, en España todo se encona, sobre el Descubrimiento y la Conquista e América. Mi idea del patriotismo es muy limitada y siempre he desconfiado de quienes se autodefinen como patriotas. Por lo tanto mi idea de HISPANIDAD es también limitada y acaso no del todo acorde con la ortodoxia adoctrinante. En cualquier caso, estas celebraciones no deben hacer olvidar otro genocidio, muy verdadero, de hoy dia. El genocidio que perpetran contra los palestinos los nazis israelitas.

El Descubrimiento fue, además de Descubrimiento, una conquista. Y las conquistas no se realizan con preces, aunque en esta ocasión también,  sino con arcabuces y cañones; la cruz  y los curas iban  tras la espada muy cerca.  Y a veces en la misma mano.  La líbido exaltada de los soldados españoles ante la belleza de las indias nativas, hizo el resto; el mestizaje, creo yo,  fue cosa de lujuria creadora; aunque Ruben, indio y mestizo, lo atribuya a una exaltación del espíritu evangelizador inmaculado.  No es esta vertiente del poeta nicaragüense, que puso patas arriba la estética romántica y  realista de la poesía, la que más me interesa. Su poema Lo fatal me parece una cumbre    de la poesía universal y nada tiene que ver con el tema que nos ocupa.  Vean solamente la primera estrofa.

Dichoso el árbol

Que es apenas sensitivo,

Y más la piedra dura

Porque ella ya no siente;

Que no hay mayor dolor

Que el dolor de estar vivo

Ni mayor pesadumbre

Que la vida consciente

Hernán Cortés y la hermosa Malinche es el ejemplo más claro de intercomunicación espiritual y carnal,  la erótica del poder, según el mestizo genial y dipsómano  que amaba a España y a Francisca Sánchez, Francisca Sánchez, acompáñame, una campesina  analfabeta a la que Rubén enseñó a leer y escribir y a la que  fue infiel, dicen,  a troche y moche con quien se terciara. Quizá Rubén Darío, grandísimo poeta del modernismo y la hispanidad, se excedió en los elogios al mestizaje y a su propia condición de mestizo fervoroso. La sed de oro de los españoles que se embarcaron con Colón, nobles arruinados, despojos de la sociedad y muchos con cuentas pendientes con la justicia, no aventuraba demasiadas delicadezas. Pero es cierto que aquellos hombres rudos y pendencieros, dejaron un idioma, el glorioso español, que hoy hablan millones de personas.  Y que desterraron el canibalismo de aztecas, mayas e incas, y los sacrificios  humanos,  a la vez que acababan con unas culturas milenarias. Hasta aquí, pues, mis celebraciones en torno a este dia mágico de la Hispanidad tan querido y loado, y no digo que sin razón,  por tantos españoles.

viernes, 13 de octubre de 2023

  Paco Vidal, in memoriam. UN INDISPENSABLE.

Descanse en paz, requiescat. Recibe, Paco, este latinajo que, como cura que fuiste en la ficción, entenderás muy bien, Cine, televisión, teatro. Nada le fue ajeno a Francisco Vidal. Fue maestro del arte de interpretar. Y discípulo en el arte de aprender; de Miguel Narros, de William Layton. Y de Ignacio Amestoy cuyas obras también llevó a escena en más de una ocasión. Y las de Eduardo Galán.  Vidal repartía juego entre jóvenes promesas, recién salidas de la RESAD. Por ejemplo, David Fernández Loaysa, convertido hoy en escenógrafo de prestigio y orientador de un grupo que ilumina edificios públicos, privados y religiosos, cuya actividad rebasa nuestras fronteras.

A  Fernández Loaysa se debe, al menos en sus orígenes, la iluminación del Thysenn Bornemiza, coleción que Carmen Cervera, miss Universo rica e ilustrada,  donó al Estado español, previo cobro  de substanciosa cantidad de dinero.

Pero volvamos a Paco Vidal, que no es cosa de restarle,  después de muerto, los méritos que a menudo le regatearon en vida

 

LA JUEZA IMPECABLE de Colmenar Viejo, DE CUYO NOMBRE NO QUIERO ACORDARME

No me olvido de lo importante, de lo que más nos concierne a los humanos de bien, el genocidio palestino por parte de Israel  y EE UU de América. Ni de la trifulca sobre el Descubrimiento y la Conquista, que con motivo del dia de la Hispanidad se monta todos los años, mañana en mi blog inminente post. Pero como también andamos metidos en asuntos de jueces  y tribunales…pues ahí va una de juezas.

 Con la venia, señoría; y con todo respeto que el desempeño de las funciones de su cargo merece.  Como  ciudadano de orden acato respetuosamente su sentencia, no me atrevo a decir fallo para no dar lugar a posibles malos entendidos. No me atrevo a recomendarle la lectura de una gran novela del Premio Nobel, Albert Camus, La caída, pues supongo a su señoría, con la venia, suficientemente culta y cultivada. El protagonista, como recordará, señoría, con la venia, es un  juez  penitente, así llamado y descrito por el autor. Y aquí concluyo mis reflexiones sobre el hecho para no  caer en el   abismo de la imprudencia o la temeridad.

Tengas pleitos…y los ganes dicen los gitanos, raza noble, creativa y con frecuencia perseguida, refiriéndose a que todo pleito es malo. Así que, si encima lo pierdes, como, ha sido mi caso, contra un vecino inhóspito y enfadado con el mundo, no quiero decir lo que puede ocurrir. Con la venía, pues, señoría, permítame discrepar de su resolución tras acatarla humildemente.  Soy un ciudadano de bien, del cual el citado vecino, como él mismo ha manifestado en ocasiones, sólo ha recibido pruebas de tolerancia y buena vecindad, excepto con la sombra de unos cedros centenarios, especie protegida sobre cuya voluntad no tengo jurisdicción.  Estos cedros dan    nombre a mi dacha,  de clase media trabajadora, pues no otra cosa me parece la profesión de periodista. Esta dacha, antes lugar de asueto vacacional y fin de semana reparador de los agobios de la ruidosa urbe,  es hoy nuestra residencia fija. Cedros y pinos, como buenos y firmes soldados, cumplen estrictamente la legalidad vigente de poda reglamentaria y periódica, como in person ha comprobado la testigo aportada por los demandantes, que, dicho sea de paso, cometió perjurio al negar tal evidencia por ella misma contemplada.  No hay peligro en la pacífica, ecológica y vegetal existencia de mis árboles, salvo el riesgo de que a moradores, o a invitados urbanitas a una barbacoa, nos caiga una piña en la cabeza y nos descalabre. Su tala, que el vecino exigía antes a menudo, ahora ya no, supondría una transgresión de la ley con la consiguiente multa que ello podría acarrearme, al ser estos elementos arbóreos, especie protegida individual y colectivamente. De mis cedros no se desprende peligro alguno para los moradores de la finca colindante. Tal como el propio vecino afirmó en el juicio, sólo hojas, púas, suciedad. Suciedad   que, con frecuencia, el vecino se encarga de arrojar a paladas, por encima del seto, a mi jardín que cuido y mimo como las niñas de mis ojos. Si me ha seguido hasta el final, gracias señoría. Sé lo precioso y escaso que es su tiempo. Tan escaso que no puede leerse el material que el abogado de la parte demandada, un servidor, ha puesto a su disposición, ¡Con la venia!!!

viernes, 6 de octubre de 2023

CARLOS LEON y su arte secreto. POMBO, pintor de Cristos

A Carlos León lo conozco hace tiempos. Compartimos espacios   y calles en una colonia residencial y veraniega de Colmenar Viejo. Es médico de la pública y siempre se ha negado a ejercer la medicina privada, donde le pagarían el oro y el moro. Monta en moto y tiene una vespa vieja, creo. A veces se cae de la moto y se hace una avería en las rodillas. Cuando tiene tiempo y está bien de salud Carlos León colabora  con Médicos sin fronteras. Conocí antes, tan hace siglos que apenas lo recuerdor a Pilar L´pez Mateos, su mujer, que trabajaba en el despacho del abogado insurgente Gregorio  Peces Barba y ahora es muy amiga  de mi cuñada Yolanda Merino, manos prodigiosas para el arte y la artesanía.  Trabajaba yo entonces en Madrid, en una  tienda de muebles metálicos  para oficina, Muebles Casas,  y Peces BARBA, padre, nos pidió presupuesto para modernizar su despacho. Pero volvamos a Carlos León, verdadero objetivo de este comentario a vuela pluma. Hasta hace unas semanas yo desconocía que Carlos León  pintara, dibujara, hiciera fotos maravillosas de arte y ensayo, y escribiera. Y descubrí al artista que lleva dentro, un artista al que le diera vergüenza mostrar su arte. Ha empezado a redactar sus Memorias con el objetivo de que sus hijos y sus nietos conozcan sus otras dimensiones,   además de la doméstica y cotidiana de andar por casa. Me parece un noble objetivo y le ánimo a que no lo retrase ni decaiga. En definitiva, como sentenciaba Gabriel García Márquez, uno escribe para  que los demás lo quieran.  Y a Carlos Leon, lo van a querer mucho.

PABLO POMBO, ATORMENTADO PINTOR DE CRISTOS

Ha vuelto  Pablo Pombo, in memoriam, pintor de Cristos, que siempre buscaba el rostro del revolucionario judío, como don Antonio Machado buscaba a dios entre la niebla; pintor maldito a la manera de los poetas malditos, Verlain, Rimbaud, Baudelaire.  Se me ha hecho presente Pablo Pombo desde la eternidad para la que vivía  y pintaba. Me ha llegado a través de un formidable libro,  magnífico libro sobre su vida y su obra que me han enviado su hijo y su viuda Olvido, sacerdotisa,  vestal suprema de la religión pombiana. Es un libro de amor y…. de terror, porque las visiones de Pablo, sus pesadillas, sus tinieblas y sus fulgores, acababan siempre,  o empezaban, en un cuadro, en un mural o en un carboncillo. A los pintores, a casi todos los que he conocido, les gustaba que los textos para sus exposiciones y catálogos los   escribiera  un poeta. He vivido temporadas en estudios de pintores, he visto surgir una exposición desde el primer al último cuadro. Y allí, siempre había un plato caliente o un bocata, un sofá para dormir y una manta para taparse.  Yo llegué a la crítica de  toros, por una decisión incomprensible de PedroJ Ramírez, a partir de la crítica de arte.

 A Pablo Pombo le apasionaban los toros, le apasionaba  sobre todo Manzanares, padre.  Su Cristo crucificado entre tinieblas y livideces, que conservo en mi casa en lugar preferente, se llamaba primero el “Cristo de los toreros”. Y acabó llamándose “el Cristo de Manzanares”. Ver una corrida al lado de Pablo,  aunque fuera televisada, es privilegio que muy pocos han tenido. Entre esos pocos, yo. Bueno, ver una corrida con Pablo…..era no verla. Era verlo a él, trazando un natural perfecto, una verónica al aire, un desplante.

Del libro me ha gustado todo. Pero me ha emocionado especialmente, una foto con el siguiente pie, “Javier Villán,  el poeta con el que Pablo siempre conservó una profunda amistad”.  Nunca hice crítica de la pintura de Pablo. Su visión me bloqueaba para el ejercicio crítico; le escribía poemas como el que se reproduce en la página 166 del libro y trascribo aquí.

Un lugar en tu reino de sombras,

Un lugar para mí.

En el costado,

en la herida de tus cristos dolientes,

un lugar para mí.

Para mis versos

La luz primera y única del blanco,

Tus blancos tenebrosos;

Y el esplendor purísimo del negro.

Luz, luz, luz de las sombras.

Para mis versos,

El fulgor de tu negro

Y un lugar escondido

En tus pinturas negras.

Y el hombre…

Hecho pedazos por la agustia..

 


domingo, 1 de octubre de 2023

El JULI

SE RETIRA TRAS 25 AÑOS DE ALTERNATIVA

Julián López era un niño madrileño que venía de México y llevaba la marca del triunfo y de la gloria en los vuelos de su capote. Un niño prodigio entonces;  “un torero de época”,  dicen hoy los juligans más fervorosos. Un torero de época,  no porque toree como Joselito, Belmonte Gaona, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín y Curro Vázquez juntos, sino porque, tras 25 años de alternativa, ha roto todos los registros; en corridas, orejas, puertas grandes y dinero. Se va y no creo que vuelva, que reaparezca como tantos otros han hecho acuciados de urgencias. Marcharse y volver, cortarse la coleta y volvérsela a poner. Julián López el Juli, no es torero de ida y vuelta, me parece a mí. Los toreros retirados no vuelven al ruedo por romanticismo, por añoranza o melancolía. Vuelven porque están caninos, necesitados de dinero. Y todo parece indicar que Julián tiene en orden la cuenta corriente. Eso dicen quienes le conocen, a él y a su padre. Su padre es una persona simpática y espontánea. Una vez en el  hotel de Zaragoza donde coincidimos para las fiestas del Pilar, me lo encontré por los pasillos voceando el periódico el Mundo. Y gritando, cómo habrá estado mi hijo que hasta Javier Villán lo ha puesto bien. Efectivamente, la tarde anterior el Juli había toreado en Carabanchel,  compartiendo cartel con un estilista como Curro Vázquez y yo había escrito,  más o menos, tan bien estuvo el Juli que a veces parecía Curro Vázquez. Aquello entusiasmó al padre. Y gustó al hijo. Me lo encontré al tomar el ascensor, me cedió respetuosamente el paso y dijo,  gracias maestro  por lo que ha escrito de mí.

A mí me costó entrar en el toreo del Juli. O él tardó más de la cuenta en asimilar los cánones clásicos parar, mandar, templar y cargar la suerte. Con la capa venía radicalmente mexicanizado, revoleras, toreo aéreo, zapopinas,  tapatías,  gaoneras,  pero sin profundizar en la verónica, que es un lance matriz, como la soleá, por ejemplo, es matriz del cante. En aquellos momentos el público le exigía que pusiese banderillas y él se hacía de rogar un poco, no mucho, pues sabía que era  necesario mantener la llama encendida con el capote y tener cautivo al personal sin darle tiempo a pensar. Yo le hallaba defectos por todas partes; al cuartear con los palos, al entrar a matar encunándose, en vez de  echar la muleta al hocico del animal, clavar en lo alto y salir limpiamente por el costado.  Es axioma comúnmente aceptado que la mano derecha empuña la espada, pero es la izquierda la que mata. José Bergamín había escrito tiempo atrás lo siguiente; a quien no hace la cruz se le lleva el diablo. Y a Julián el diablo se lo llevaba muchas veces por no hacer la cruz, por no bajar la muleta; lo cual no impidió que se convirtiera en un torero de multitudes, un torero con carisma y con fundamentos clásicos, firme y rotundo. E imprescindible en casi todas las ferias. Esos son sus poderes.  Se va muy joven, pero es que el Juli empezó muy joven. Empezó siendo un niño. Y dicen que hasta tuvo que falsificar los papeles para que le permitieran vestirse de luces.


sábado, 16 de septiembre de 2023

 

MARIA TERESA LEON. Flor de melancolías

 

Aprovechando la publicación de MI VIDA CON ALBERTI, el amoroso  y vitriólico libro   de Maria Asunción Mateo rebautizada por Rafael como Altair, la estrella inalcanzable y luminosa, quiero dejar aquí mi visión primera de Maria Teresa León, una historia de melancolías.  Vaya de paso el imponente respeto casi sagrado y admiración, que Mateo manifiesta por María Teresa. Espero que mi arbitraria memoria no me haga traición. Mi primera visión, y la última, inseparablemente unidas van unidas a Casa Pedro donde un mediodía la conocí personalmente, un figón de la calle Factor número ocho, casi  esquina a la calle Mayor, enfrente de Capitanía General. Cuando resultaba imposible hallar mesa en Casa Pedro,los hambrientos  recalaban en Casa Ciriaco, también de buen comer y a escaso cuarenta metros de distancia. En Casa Pedro, en las Cuevas de Pedro, un laberinto ad hoc para clandestinidades, prosoviético sin fisuras, se enseñaba ruso, él no sino unos profesores de su cuerda. Pedro, comunista ortodoxo, odiaba a Rafael Alberti  en aquellos momentos emparejado en Roma con  Beatriz Amposta  a la que también odiaba..  Pedro asaba el lechazo, su plato emblema, como los ángeles asadores y cocineros, si es que hay tales, en un horno justo nada más bajar las escaleras de entrada. Había que reservar mesa con mucho tiempo, pues el lechazo gustaba incluso  a los franquistas que entraban allí tapándose los ojos ante las fotografías que adornaban el local, Marx, Lenin, Pasionaria, Carrillo, Lister…El asado de Pedro se imponía a las ideologías, de las que Pedro nunca abdicó,  y puede que lo librara de algún que otro contratiempo policial.

María Teresa comió asado, muy poco y al cuidado de una  servicial joven que la acompañaba solícita. Luego, cuando nos quedamos solos, cantó asturianadas, que se le daban muy bien, y se acordó de Rafael, “ me ha dicho que no tardará en regresar, le estoy esperando”. En Casa Pedro trabajaba de camarero, Paco Moyano, cantaor de flamenco, granadino también, de la extrema extrema izquierda que cantó una soleá aproximada en honor de María Teresa. Creo que Moyano hizo de chofer de Rafael, o quizá de Marcos Ana, no recuerdo,  en la campaña electoral.

La visión última de María Teresa también está vinculada a Pedro. Un dia la secta cuasi religiosa de los teresianos  y los cantaores Morente, Meneses y Moyano recibimos la convocatoria urgente de reunirnos a cenar en la casa de Vallehermoso, creo, de María Teresa. Estaba con ella Aitana Alberti, su hija,  a la que María Teresa reprochó hubiese puesto servilletas de papel, en vez de las servilletas de hilo y la cubertería de plata que tenían en casa. Era la misma María Teresa exquisita, de formas y gustos refinados a la que se atribuía ir al frente durante la guerra, con una pistola de cachas de nácar,  circunstancia que yo no he podido comprobar. María Teresa de Alberti, siempre enamorada de Alberti. No me extraña que Asunción Mateo temiera siempre no estar a su altura.

A los postres, el impetuoso y visceral Pedro tomó la palabra y  propuso un rotundo Manifiesto de condena a Rafael de los intelectuales españoles, que María Teresa no escuchó, pues estaba hablando con Ana Merino, mi esposa, a la que confundía con una colaboradora que la ayudó en la acogida  en Moscú de los niños españoles, los niños  llamados del 36, entre los que se encontraba Ángel Gutiérrez, al que yo, cuando  volvió a España traté mucho y del que aprendí a ver a Chejov, via Vagtangov, de otra manera. Me negué a suscribir la carta contra Alberti aunque desaprobara su abandono de María Teresa, sin la cual Alberti no habría sido Alberti. Y al dia siguiente logré se publicara en el diario vespertino Pueblo, de los Sindicatos Verticales, una foto de grupo con María Teresa en el centro,  cuyo pie decía más o menos, un grupo de poetas, pintores, cantaores y artistas españoles rinde homenaje a María Teresa León. No volví a verla,  por cual esta es mi visión última de María Teresa León, sin la cual Rafael nunca habría sido Alberti.