GABINO CARRIEDO; UN VISIÓN MUY PERSONAL. Por Javier Villán
Se cumple en estos días el
centenario del nacimiento de Gabino Alejandro
Carriedo, poeta y escritor de
amplio espectro. Y palentino. Ser palentino no es una cuestión baladí, creía
él. Pese a lo cual, como otros también hicimos, dejó pronto Palencia. A los 23
años se fue a Madrid. Otros nos fuimos a Barcelona. ¿Y por qué a Barcelona?, solía preguntarme. Y yo solía contestarle, porque
Barcelona era la tierra de promisión. Y él se quedaba perplejo sin entender
del todo la cuestión, que era una cuestión más laboral que intelectual y artística. Palencia, a Gabino se le había quedado pequeña. Pequeña y sin
horizontes. “Para verle horizontes a esta tierra hay que subirse al Cristo del
Otero”, decía, “ ves un inmenso mar
muerto de planicies inmensas….Y hermosas. “No crees que Victorio Macho es un
poco mazacote? ”. Preguntaba. Yo no lo creía…y él tampoco. Pero aquella
afirmación cuadraba bien a Gabino.
Palencia se le quedaba corta. Palencia,
ciudad, es pequeña y…bella. Así la definió un dia Lucía Bosé, la bella actriz
italiana, separada ya de la gran pasión
de su vida que yo creo nunca se extinguió, Luis Miguel Dominguín, en un viaje fugaz que hicimos
a Palencia no recuerdo por qué y para
qué. Palencia y los soportales de la Calle Mayor, que dio nombre a la famosa película de Juan
Antonio Bardem, el cual había dirigido a la Bosé en la película Muerte de un ciclista. Quizá fuera eso,
Calle Mayor y Bardem. Gabino… Palencia y la catedral, sus vidrieras
polícromas y emplomadas; y el tesoro del
claustro, cálices, copones, sagrarios, custodias, patenas….Y el San Sebastían
del Greco, un poco blandito, que mira lánguidamente a sus fornidos verdugos;
como si los pusiera ojitos. Otro punto
de frecuente debate entre Gabino y yo. Palencia y la tortilla de patatas, ¿con
cebolla o sin cebolla?. He ahí el gran
dilema teológico gastronómico que a menudo nos planteábamos Carriedo y yo. Y Palencia y la menestra de
verduras que, años más tarde, degustaba yo a menudo, en casa Damián y
Josefina, de la calle Martínez Azcoitia, un santa santorum gastronómico que
ignoro si sigue existiendo
Conocí personalmente a Carriedo en un viaje a Palencia al que nos habían invitado el Ayuntamiento y Santiago Amón, un renacentista palentino nacido en Baracaldo por eso de que los
palentinos nacemos donde nos da la gana. Era una mesa redonda sobre poetas de Palencia.
Salimos juntos de Madrid y llegamos
juntos a Palencia, pero tarde; cuando ya todo había terminado. Nos habíamos
detenido más de la cuenta a comprar vino en Cigales, en casa de un veterinario
que hacía una cosecha muy limitada exclusiva para clientes escogidos, y
maduraba en barricas de roble. El delicioso vino clarete de Cigales.
Quizá fue mejor que no llegáramos a tiempo, pues Carriedo tenía muy claras las
jerarquías poéticas palentinas, dispuesto iba a explicarlas y no sé cómo habría
terminado aquello.
-Convéncete, Javier Villán. En
Palencia, después de Jorge Manrique, nada de nada salvo yo. Bueno, quizás tú
cuando madures si maduras. Tanto soneto y tanto hendecasílabo acaso no te lleve
a ningún sitio”.
Y se quedaba tan fresco. Carriedo era, sobre todo,muy divertido. Y el tio
de Jorge, Gómez Manrique, señor de Amusco y Adelantado de Toledo o algo así…,
le provocaba yo…..
-Ese era más bien de teatro, el
inventor del teatro español.
Gabino un vanguardista consciente y heterodoxo, al principio adicto al postismo codificado y
sistematizado por Eduardo Chicharro y
por Carlos Edmundo de Ory. El postismo era un surrealismo hispánico que,
a mi modesto saber y entender, no dio nada relevante si quitas a Carriedo, con reservas de identidad, y algunas cosas de
Gloria Fuertes y, sobre todo de Carlos
Edmundo. No me atrevería a afirmarlo,
aunque creo que era más plástico que
literario. No me hagan mucho caso. Gabino había reunido, o estaba a punto de
reunir, su obra en Los lados del cubo, pero
Gabino era un ser poliédrico, vagamente machadiano del Machado de campos de
Castilla; sobre todo en su texto Política
agraria. Gabino era, sencillamente, Carriedo.
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