martes, 29 de septiembre de 2020

 

San Miguel mató al dragón

San Miguel Arcángel, es el patrón de mi aldea, Torre de los Molinos (Palencia). O sea que, posiblemente,  hoy  estarán de fiesta. San Miguel, sin embargo, a pesar del patronazgo, nunca  fue allí  fiesta grande. La gran fiesta de Torre, pedanía de Carrión de los Condes, era el día 8 de septiembre, cuando los agosteros  regresaban de la recolección, se bañaban en el cuérnago y se cambiaban de ropa; la muda, se llamaba al conjunto semanal de camisa, camiseta y calzoncillo.

San Miguel me trae a la memoria otras peripecias. Había en en el altar de la Iglesia de mi aldea, en el lado de la epístola, una talla muy antigua y decían muy valiosa, que un día desapareció; lo mismo que desaparecieron otras imágines  y cuadros de un cuarto trastero,   adyacente al coro al que  los mozos  subíamos a escuchar misa los domingos. Estoy seguro de que el párroco, un hombre austero y virtuoso   que  ayudaba su vida con las limosnas del cepillo, no se benefició de nada. Otro día, uno de los caciques del pueblo, en connivencia con alguno de esos anticuarios rapaces, regaló al templo una imagen de escayola policromada de la Virgen del Carmen. Y todos tan contentos. Así eran entonces las cosas. A dónde habrán ido a parar esas tallas de incalculable valor, no lo sé.  Pero mi imagen de San Miguel, matando al dragón, será siempre la talla de la iglesia de mi pueblo.

domingo, 27 de septiembre de 2020

 TRES LIBROS QUE NOS HARÁN CRECER

Cosas de hombres,  de Miguel Ángel de Andrés, tiene un título engañoso. Parece aludir al mundo donde impera  el macho con todas consecuencias. Pero no es lo que parece. Es un libro que podríamos llamar costumbrista en el que pasan cosas de la vida, de la amistad; cosas  de adolescentes que empiezan a descubrir los secretos del mundo  y a ver   en  las películas del Oeste  el sentido de la lealtad. Se lee con agrado y es una prosa sencilla con la que se cuentan las peripecias de en un pueblo; Colmenar Viejo tierra de toros, ganaderos y aficionados en la que, por encima de una  voluntad de estilo, está la voluntad de comunicar, de contar. Podría aplicársele aquella norma del roman  paladino,  de Berceo, lengua  “con la cual suele el hombre hablar a su vecino”

Por qué lloras Arrupe. El padre Arrupe   fue Superior de la Compañía de Jesus.  Y su autor, Jesús Figueres,  es un periodista con cincuenta años de ejercicio a sus  espaldas. Sorprende esta deriva de Figueres al misticismo,   aunque metidos en el tema, bien podría aplicársele aquella máxima  “Dios escribe recto en líneas torcidas”. Verso fluido y escalonado, con la intención de crear en su disposición formal, espacios definidores y sugerentes. A nivel personal he de agradecerle la evocación de la figura clave de la Teología de la Liberación, la iglesia de los pobres, Ignacio Ellacuría, jesuita. Nos veíamos siempre que aparecía por Madrid. Aportación personal: a Ellacuría le gustaba que lo invitara a café en el Gijón,  porque allí, creía,  no llegaban “los orejas”, es decir los espías y delatores que lo vigilaban.. Murió asesinado.

Por tierras del silencio. Cristina Cerezales Laforet iba para pintora; era profesora de dibujo. Ha hecho exposiciones blancas sobre la blancura de nieve de las nieves de los montes de los  Ancares. Pero, como Rafael Alberti, que soñaba ser “un olvidado Alberti en los rincones del Museo del Prado”, acabó en la literatura. Es autora  de una densa obra narrativa,  publicada en Destino y tiene entre manos un vasto plan de nueve libros, uno por cada nieto. Un complejo plan, de compleja estructura que tiene de protagonistas las peripecias de la Abu, la Abuelita intrépida.  Por tierras del silencio es un viaje exterior e interior por el Camino de Santiago. Paisajes y vivencias. Es  continuación,  o prolongación,   de Por el camino de las grullas, si bien, me parece a mí, con plena autonomía.

jueves, 24 de septiembre de 2020

 

PANDEMIA. Historia ¿magistra vitae?

Tiempos de aflicción, que no nos harán mejores. Mi confianza en el ser humano, que nunca fue inenarrable, ha ido disminuyendo. Conservo, sin embargo, cierta lealtad a unos  principios, que me inculcaron mis padres y que me llevaron primero al Seminario y luego, colgada la sotana, al Partido Comunista. Esto me trae a la memoria las posibles relaciones entre Cristo y Marx y la pregunta de porqué algunos excuras, o curas como Paco García Salve,  acabaron en la revolución o en curas obreros. O en las guerrillas de liberación del Cono Sur de Latinoamérica. Hace siglos con el pensador Carlos Comin  algunos tratamos de articular un Movimiento Lo del Seminario, quizá no fuera tan desinteresado; era un chico listo, el más listo de la escuela, y doña Gloria, la maestra, se empeñó en que mi destino no fuera  destripar terrones. ¡Doña Gloria! Y mis hermanos Elisa, Arturo, Jose Maria, Concha, (otra hermana muy guapa, Mercedes,  de apenas 25 años, murió de ignoro qué mal que se la llevó en pocos meses). Mis hermanos vieron con  buenos ojos que el pequeño, en vez de a cavar,  se dedicara a los estudios mientras ellos apechaban con las faenas del campo sostén de la familia.

Lo que yo quería, y quiero, decir es que esta prueba universal no nos hará mejores. Y pese a todo, la historia seguirá. Historia, magistra vitae. Pero una maestra menos eficaz que doña Gloria, la maestra de mi aldea, a la que debo buena parte de lo que hoy soy si es que  soy algo. Es terrible escuchar las noticias de muertos e infectados por el coronavirus. Es terrible todo lo que está ocurriendo y lo que queda por suceder. Peor que una guerra, que ya está mostrando sus efectos devastadores. Y pese a todo, no deja de sorprender cómo la vida se manifiesta en un bebé de apenas ocho meses, cómo este cambia y se renueva,  no a cada día, sino a cada hora a cada minuto; indiferente a todo lo que ocurre de puertas para afuera. Crece y crece como el niño al que Miguel Hernández dedicó las Nanas de la cebolla, pero mejor alimentado; “no sepas lo que pasa  ni lo que ocurre”. La vida sigue

lunes, 21 de septiembre de 2020

In memoriam; Gerardo Vera, la plasticidad creadora

 

El teatro total

Se fue Gerardo Vera,  a los 73 años; agotó todas sus vidas posibles,  y las imposibles. Diaz Caneja, un pintor de culto, confesaba que se aprende a pintar a partir de los setenta años. A Vera le quedaba por lo tanto, lo mejor de su vida creadora. Ha tenido que morirse para darnos cuenta de que la multiplicidad de sus vidas artísticas no cabían en la rutina de su vida diaria. Por eso siempre había algo de él que se nos escapaba.  Gerardo Vera, es más que un escenógrafo; es un hombre de teatro total. Su condición de escenógrafo dotaba a su teatro de   una plasticidad  muy personal. Conocí a Gerardo Vera en una cena restringida en un hotel moderno y muy famoso, que se había puesto de moda  gracias  a Victoria Beckan mujer de un futbolista afamado.  Estábamos gente de teatro convocados por no recuerdo qué  emisora de radio. Empezamos hablando de teatro e ignoro a través de qué derivas dialécticas terminamos, Gerardo y yo,  hablando de Mao. Quizá fuera porque alguien ensalzó por razones ideológicas, un mediocre espectáculo en cartel, y yo respondí  que no importa la carga política de una obra si antes no es arte;  y apostillé “congreso de Yenan…..”  Gerardo no me dejó terminar  y matizó:  “Mao Tse Tung 1942”.  Nos quedaba por dilucidar, o me queda a mí, si el teatro es arte u otra cosa, un lenguaje tan específico que no admite definición.

Se lo ha llevado por delante el coronavirus asesino; pero quedan sus montajes, por una circunstancia u otra,  todos dignos de recordación;   de su última etapa, queda, por ejemplo,  Agosto, con Carmen Machi y Amparo Baró. Y sobre todos, Los hermanos Karamazov. Con un Juan Echanove en estado de gracia infernal   y Marta Poveda,  sublime en  una Grousenka turbadora y enamorada. Yo, lector impenitente de Fedor Dostoiewski, he amado   todos los   personajes de su colosal obra,  incluido el padre abyecto, borracho y pendenciero de los Hermanos. Pero, a través de Marta Poveda,  amé  sobre todos,  a Grousenka tiranizada por el amor a Dimitri.  Nunca diré, “Gerardo Vera ¡descansa en paz”. Donde vayan las almas de creadores como él, nunca habrá paz. Machbeth, cuyos ensayos con Marta Poveda de protagonista de nuevo, estaban a  punto empezar, se ha quedado solo. Y nosotros también. 

 

sábado, 19 de septiembre de 2020

Adiós, Twiter, adiós!!

 

¡Nunca más, nunca más, nunca más!.

No es necesario que la dirección de Twiter me avise y  "limite temporalmente mis funciones y actividad en el mismo....." Me AUTOLIMITO YO mismo DEL TODO!!!! !Adios Twiter, adiós!!! Frente a los negacionistas de twiter, siempre defendí que este podía y debía ser una zona de información  debate y de entendimiento y no un frívolo “patio de vecindad”. Por lo que me "avisa" Twiter  es por un sarcasmo  sobre hogueras e inquisiciones con el  que yo respondía a las provocaciones de un usuario emboscado en   seudónimo KARTSIS o algo así, que siempre se negó a desvelar su identidad, y se definía como "amigo de Miren Gurutze". He fraguado  en twiter excelentes amistades, fecundas y enriquecedoras. Y he contribuido modestamente a difundir el teatro en general;  y el de mis admirados Ramon Paso Azorín, el Brujo, Magüi Mira, Helena Pimenta, Enrique Salaverría, Jorge Eines, Tribueñe, Irina Kourbeskaya o Ernesto Caballero, en particular. Mi amiga Pilar Fábregat de Castellón, psicóloga ilustrada en ejercicio, fue mi “apóstol”, apóstola si prefieren, de una fe que ahora abandono. Soy un "apóstata", harto de bloquear insultos, provocaciones y calumnias de sapos y culebras venenosas, ocultas en el anonimato cobarde y en nombres supuestos. Algún mecanismo debiera de tener la dirección de TWITER para "sanear"  esas cuentas  pestíferas y venenosas. La libertad de expresión no es una patente de corso. Haced, hagan ustedes de Twiter, un lugar habitable. Un ágora de discusión. Un lugar creativo de  debate, no  un lugar de obligada autodefensa, a veces, frente a los insultos. Cuando esto ocurra, este hermoso pais llamado España, será más hermoso todavía. !Adiós!

domingo, 13 de septiembre de 2020

EL COYOTE, SANDOKAN y EMILIO SALGARI

  MIS FUENTES LITERARIAS.

Estoy hablando del futuro cuando quizá no tengamos futuro. No es cuestión de añorar un pasado cuyas fuentes literarias para mí  fueron El COYOTE, de J. Mallorqui y las novelas  del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, poco recomendables para mis altas aspiraciones y con gran disgusto de mi madre. Cuando era adolescente, recién salido de la infancia o acaso con la infancia sin terminar, no me preocupaba cuál pudiera ser mi futuro. Quería ser escritor y cuando llegué al Seminario, me convencieron de que podía serlo. Uno de los profesores nos leía las novelas de piratas y aventuras de Emilio Salgari y, en algunos casos, los viajes visionarios de Julio Verne. El  protagonista de las novelas de Salgari   se llamaba Sandokán y era muy valiente y  luchaba contra los que le habían robado sus riquezas y  contra  piratas de muy malas intenciones. Los piratas de la Malasia; no es necesario irse tan lejos; basta con asomarse a la política española.

 Mis fuentes literarias no mejoraron sensiblemente de aquellas  que disgustaban a mi madre. Pero esa clase era muy divertida y estimulaba la afición  a la lectura, que yo creo era lo que pretendía ese profesor. Luego vinieron los clásicos del Siglo de Oro y sobre todo Cervantes y el Quijote, pero primero fue Salgari. En casa yo leía todo lo que caía en mis manos, a escondidas de mi madre y por las noches en la cama con una linterna. Y como mi padre era peatón-cartero además de herrero y tabernero, y mi madre muy aficionada a la lectura, en casa no faltaban libros ni revistas. Yo estaba convencido de que el futuro no sería un azar, sino algo construido por mí mismo; lo cual no ha sido cierto del todo. Y mi imagen de escritor libre, bohemio, mal vestido y hambriento la tenía muy perfilada; peligrosamente perfilada, aunque por fortuna nunca sucumbí a ella. Desde la gallofa bohemia se me han visto con frecuencia tendencias burguesas,  y desde la burguesía de orden, actitudes disolventes.

sábado, 12 de septiembre de 2020

 

Mi pueblo, mi gente

Acabo de leer en internet, “Torre de los Molinos lugar de la provincia de Palencia donde nació Javier Villán”. Y luego muchas fotos del pueblo que me conmueven. La aldea en que nací es un pueblo precioso y vegetal, todo árboles, agua y huertos entre medias. Visto según se llega desde  Carrión de los Condes,  es simplemente una arboleda que tapa las casas, salvo el molino muy a las afueras, el único que quedaba en mi niñez, de los siete  que dicen existieron. Por ello al pueblo se le llama Torre de los Molinos, epicentro de una comarca eminentemente cereal donde todos iban a moler.  Visto desde la cuesta del páramo, llegando de Palencia y Villoldo, es una arboleda de la que sobresale la torre de la Iglesia coronada por una veleta que hace de pararrayos y por un gran nido de cigüeña que “maja el ajo” y aporta reptiles y otras viandas  para los cigüeñines .  Majar el ajo es el ruido que hacen al batir ambas palas del pico, o sea en términos cultos, crotorar. Los rayos,  creíamos algunos entonces, que eran una piedra alargada y polícroma, muy pulimentada que aparecía de vez en cuando  en las cascajeras. Esa piedra, caía del cielo en las tormentas de truenos y relámpagos, creía yo. Lejos de mi imaginación pensar que el rayo era una descarga  eléctrica que  sacudía  los puntos más altos de la planicie. Y en la aldea, el pararrayos de la iglesia. De ahí el peligro de guarecerse en la llanura bajo un árbol solitario; y no por el refrán conocido “debajo de hoja uno doblemente se moja”; sino porque allí seguro, podían achicharrarte   rayos y centellas.   Torre tiene tres barrios; el de abajo donde vivía mi hermana Elisa, al lado del cuérnago,  y veranean sus hijos y nietos; el del medio o de la iglesia, donde vive José Maria cuando van al pueblo desde Madrid y el de arriba, donde yo nací y me crié. Detrás de la iglesia había un cementerio a cuyos muertos yo les tenía pánico. Si alguna tarde me retrasaba por haber merendado en casa de Elisa y era ya anochecido, mucho antes de llegar a la iglesia arrancaba a correr como una exhalación y no paraba  hasta casa. Estaba  ésta en los límites de las afueras y cerca de un tojo infecto que llamábamos la Fría,  lleno de ranas, sapos y culebras, suponía yo, que siempre me han dado miedo y asco.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

 

In MEMORIAM Jaime PabloRomero; ganadero mítico y  ejemplar.

Lo conocí por mediación de Paco Apaolaza en Madrid, un día de San Isidro, en que los pablorromeros, imponentes de trapío y muy blandos,  rodaron por el suelo de las Ventas. Con el nombre de Partido de Resina, Jaime logró levantar en cierta medida  la ganadería. Mis ferias de Abril en Sevilla son indisociables de Jaime. Me hospedaba yo en el Hotel Bécquer y su casa en la calle Gravina, esquina casi al hotel, siempre estaba abierta a los amigos y al debate, con Menchu, su mujer,  de anfitriona impecable. Buena aficionada.

Veo la última foto de Jaime y en ella la devastación de la edad, sólo el carisma aún perceptible de una mirada franca. Ignoro si Jaime Pablo Romero era creyente. Pero recuerdo que, cuando el cáncer se le declaró irreversible a Paco Apaolaza,  lo llevó a Sevilla a procesionar vestido de nazareno no sé si en la procesión de la Macarena. Un liberal verdadero, en tiempos en que la palabra ya había perdido toda credibilidad. Cuando alguien nos decía “muchacho, tú, tranquilo que yo soy un liberal”, empezamos a adivinar por qué lado vendría el golpe. Severo y riguroso lector de las crónicas taurinas, era un gozo escuchar de su boca las críticas al crítico; circunstancia a la que yo no tenía inconveniente en prestarme. El problema era que nuestras discusiones era muy dialécticas, a veces tramposas por mi parte, como todo escritor que se precie, y congregaban en torno a nosotros a los invitados y podían ser eternas. Como las faenas de Enrique Ponce  que me parece tardó mucho en entrar en la Maestranza, si es que entró.

 Pero no había problema para el almuerzo. Salíamos “comidos” de estos suculentos ágapes  a base de jamón, queso y aceitunas gordales y algunos cazolitas calientes. Sonreía cuando Apaolaza y yo le decíamos que Sevilla tenía la peor prensa taurina del mundo, salvando a Carlos Crivel, corresponsal del Mundo y Antonio Lorca, corresponsal del País. La verdad es que los periodistas de la Metrópoli centralista no éramos bien recibidos en  Sevilla, salvo Barquerito que todo lo veía bien. Sobre el taurinismo de la crítica sevillana, Jaime  apostillaba sarcástico; “no, si taurina sí es, lo que resulta dudoso es que sea crítica”. Me comunica su muerte Macarena Pablo Romero, su sobrina. El coranovirus se ha llevado por delante el  debut de esta mujer como presidenta de corrida de la Maestranza. No sé si esa ha sido la causa de la muerte de Jaime; la muerte es la muerte venga de donde venga.