Salutación a Albert Boadella.
Y pésame condolido por los cipreses muertos, asesinados, de tu jardín del Ampurdán. Jafre, un pueblo de menos de un millar de habitantes. La barbarie ha llegado a la aldea; nadie es inocente. No era el jardín de los cerezos, de Chejov; era el jardín de los cipreses de uno de los más formidables hombres de teatro de este maldito país llamado España.
No me sorprende esta vena cafre de la horda del separatismo catalán. A las puertas de la Monumental de Marina escuché, y vi, una tarde de toros una pancarta: "no a la pena de muerte, excepto para Albert Boadella".
En el arboricidio de la casa de Albert percibo los hachazos de los cerezos cuando un mercader los talaba para construir casas. Constato algo peor: el odio como forma de convivencia que se ha instalado en Cataluña y otras partes de España. En toda España, me atrevería a decir, país maldito donde siempre soplan vientos guerracivilistas. Hace tiempo que en Cataluña se decretó la muerte civil de Boadella y de Ioglars. Esta muerte se ha escenificado ahora con el asesinato de tres cipreses. A diferencia de los de Gironella, los cipreses de Albert ya nunca creerán en Dios.
Un personaje, una actriz.
La grandeza, posible, de una actriz ocurre cuando se la empieza a conocer
por un personaje que encarnó. Zutoia Alarcia será siempre para mí, la
Ulalume, de Alfonso Sastre, que no pudo salvar a Edgar Alan Poe; Victoria Vera es
la Nausicaaa, burbujeante y
seductora de Por qué corres Ulises. Y
al hilo de estos dias cruentos, Sabela Hermida es ya Manar, la mujer siria del mismo nombre de su
monólogo. Y María Hervás es la Jbara de Confesiones a Alá, la hermosa Jbara que reniega de su belleza y se
maldice por ser bella, allá en el culo del mundo y grita. Cito de memoria: “aquí
nos follan como bestias porque follar es gratis”. En contraste con la belleza de la actriz, o
acaso por ello, se me fijaron las
expresiones más crudas y escatológicas de las Confesiones: “me importa un huevo si soy guapa, porque soy pobre”;
además, comprueba dolorosamente que “todo gira en torno a un agujero, el coño”.
La escatología, en labios de Jbara es la
belleza terrible de la desesperación. Y pésame condolido por los cipreses muertos, asesinados, de tu jardín del Ampurdán. Jafre, un pueblo de menos de un millar de habitantes. La barbarie ha llegado a la aldea; nadie es inocente. No era el jardín de los cerezos, de Chejov; era el jardín de los cipreses de uno de los más formidables hombres de teatro de este maldito país llamado España.
No me sorprende esta vena cafre de la horda del separatismo catalán. A las puertas de la Monumental de Marina escuché, y vi, una tarde de toros una pancarta: "no a la pena de muerte, excepto para Albert Boadella".
En el arboricidio de la casa de Albert percibo los hachazos de los cerezos cuando un mercader los talaba para construir casas. Constato algo peor: el odio como forma de convivencia que se ha instalado en Cataluña y otras partes de España. En toda España, me atrevería a decir, país maldito donde siempre soplan vientos guerracivilistas. Hace tiempo que en Cataluña se decretó la muerte civil de Boadella y de Ioglars. Esta muerte se ha escenificado ahora con el asesinato de tres cipreses. A diferencia de los de Gironella, los cipreses de Albert ya nunca creerán en Dios.
Un personaje, una actriz.
La
insumisión de Manar, yo creo que es
de otra índole menos bronca, más
cerebral e historicista. Es una fugitiva, víctima de una guerra,
en un campo de refugiados; una mujer bella también; pero a diferencia de Jbara, antes fue feliz, amó y fue amada. Rozó la subversión. Las evocaciones de Manar arrancan de la
melancolía y la dicha perdida. Las de Jbara nacen de la rabia, de la
cosificación de la mujer árabe. Esta es una esclava; Manar es una ilustrada.
La liberación del espíritu.
Las anteriores reflexiones me aligeran el espíritu. Creo que
estos días he forzado la tensión emocional hasta límites insoportables; no ha
sido un revuelo, ha sido una tempestad. Un libro de poemas, al que no me atrevo
a poner título, en tres días. Sabré lo que he escrito, cuáles los límites de la
palabra y del ser humano, cuando el libro recobre su autonomía.
Desde el 11M se viene hablando del moro, del puto moro
condenado a 40.000 años de cárcel por volar cuatro trenes en Atocha. De eso no
estoy tan seguro. Pero esta Semana Santa los putos moros les han jodido,
añadiéndoles más dolor, la fiesta del dolor a los cristianos; de golpe, 30
muertos y 300 heridos en Bruselas, corazón de la UE. En plena Semana Santa para
que nos enteremos por dónde van los tiros de la Alianza de Civilizaciones. Pero
a mí los putos moros no me joden un plan. Yo me había encerrado en mi catafalco,
recado de escribir a mano y unos discos de saetas que me chiflan. El Jueves Santo,
mi cumpleaños, me llamó María Toledo
y para felicitarme me cantó una saeta. También me felicitó Marily Valdazo, fiel amiga que me prestaba su nombre para mis
cartas a Ana, mi dulce novia clandestina.
Una pequeña cruz al lado del sello y Marily sabía que aquellos misterios no
eran para ella. Mamen
Cornejo no canta saetas; me manda un
beso de Enrique y otro de su perro.
A Kuajo, nuestro perro, el perro de toda la familia, el perro guapo y listo del barrio, una jauría furiosa le ha dado una paliza salvaje. Está destrozado a mordiscos. Nos mira sin comprender con sus bellos y grandes ojos asustados. Kuajo es hoy para mí un ser tan doliente como un refugiado. Imagen de la injusticia y la crueldad humana y perruna. Ronda, la perrita amiga, le mira triste y no se atreve a acariciarle.
Cuando me llegaron las salpicaduras de los muertos de
Bruselas me acordé de Confesiones a Alá, de Maria Hervás. Escribí
que Jbara quizá estuviera llorando y
me invadió la melancolía. Me llama Sabela
Hermida, a vueltas con Manar, el monólogo de la mujer árabe, siria, refugiada; en
muchos puntos coincidente con la mujer marroquí de Confesiones a Alá.
Me cuentan que la dinámica vertiginosa de Mongolia Musical se actualiza en cada función: nuevos públicos, nuevas improvisaciones. Los Jueves, milagro en Luchana.
Me cuentan que la dinámica vertiginosa de Mongolia Musical se actualiza en cada función: nuevos públicos, nuevas improvisaciones. Los Jueves, milagro en Luchana.
Nuevo libro de poemas.
He corregido pruebas de Nuevos
sonetos de la Impostura. Unas vueltas de tuerca, el libro está hecho. Nadie
me amará por este libro cafre. Y me
tiro de cabeza sobre Mi vida de teatro
(Memorias); cuestión de reorganizar unos párrafos, nada, apenas unas horas. Reflexiono sobre la interpretación en
general y sobre la actriz en particular. La vida es trueque y puedo cambiar un
adjetivo por una sonrisa; pero tengo la sensación de que nunca podría
enamorarme de una actriz. Nunca sabría si la devoración de los cuerpos y las bocas es la revolución
de los sentidos o simple coreografía. En mi idea sobre
dramaturgia tengo demasiado presente a Diderot
y La paradoja del comediante.
Después de todo eso, aun me ha quedado tiempo para la poesía,
la que no cambia la naturaleza de las cosas, pero me cambia a mí.
En tres días, de una tacada, sin respirar apenas, he escrito un libro de poemas
que venía haciéndome la vida imposible. Ha bastado quitarle el tapón de la
botella en que estaba aprisionado. Aún sin título. Ahora, al fondo del cajón durante
unos meses a ver cómo evoluciona por sí solo.
Huyendo de los moros se pasan a Buda.
Lo de los putos moros
es un sinvivir. Ya no me deleita recitar “yo soy de aquellos hombres que a mi
tierra vinieron, soy de la raza mora, vieja amiga del sol, que todo lo ganaron y todo lo perdieron. Tengo el alma de nardo del árabe
español”. Europa amenazada de escombros y cenizas. Tengo una amiga que prefiere
marcharse una temporada con los budistas al Tibet o no sé dónde, a ver qué
pasa. Como via de conocimiento el budismo lo desconozco; pero no ponen bombas ¿no?. Tuve otra amiga que quería escribir sobre las
prácticas amatorias de los budistas. A mí eso me picaba la curiosidad. Pero mi
amiga desapareció y no volví a saber de ella. Temo que ahora pase lo mismo.