miércoles, 30 de agosto de 2017

SHAKESPEARE Y LOS ENREDOS DE CARLOTA


 

Shakespeare enredado y desternillante

Primera sorpresa; un Javier Ortiz que triplica personaje y se convierte en la columna vertebral de la función; duque, abadesa, guardia. Y algún secundario menor.  Aprovechen ustedes este fin de semana para ver en el Bellas Artes un enredo monstruoso y desternillante que Carlota Pérez Reverte ha tejido en torno a Shakespeare y la célebre Comedia de los errores. La Pérez Reverte no deja títere con cabeza. Shakespeare visitado y revisitado, del derecho y del revés.  Respeta Reverte el espíritu de Shakespeare relativamente, aunque ella lo afirma. Segunda sorpresa arriesgarse con la vena radicalmente humorística hasta el exceso de don Wiliam.
 Dos gemelos pueden dar mucho juego de equívocos y errores; se atribuye a uno lo que ha hecho el otro y a la viceversa, que diría Paco Umbral. Eso está conseguido al máximo  y más si hay por medio una esposa un poco  tonta  con una hermana muy guapa a la que trata de seducir el otro gemelo, no el cuñado. Gran escándalo pues el juego y la doble fisonomía aún no se ha descubierto.
El elenco, eficaz con una obra muy rodada que vienen representando hace tiempo y que ahora llevan de gira durante septiembre por el mapa español.
Véanla ustedes, sólo quedan hoy y mañana, véanla a   ser posible los dos dias. En tiempos de tribulación hay que reírse lo más posible. Buena versión que cumple los objetivos previstos. Y un Javier Ortiz sorprendente en sus varios cometidos.


Una década en soledad
 Querido Paco
El suceso de tu muerte  no fue un hecho insólito, todos hemos de morir un día cualquiera; pero siempre me sorprendió que murieras en la misma fecha, más de medio siglo después, en que Islero de la ganadería de miura, matara  a Manolete. Detestabas los toros, como Larra, como Jovellanos y como toda la Ilustración, como el 98. A Alberti, Lorca y, sobre todo Gerardo Diego, autor de un gran libro La suerte o la muerte, les gustaba la corrida. En España todos los ilustrados han sido antitaurinos.

 Manolete, sin embargo, ejercía en ti una rara fascinación; que un toro hubiese matado al símbolo de las dos Españas y su único lazo de unión,  además del hambre,  no podía por menos que suscitar tu interés.

Además Manuel Rodríguez era un transgresor, un subversivo. Su subversión se llamaba Lupe Sino, una cabaretera adicta en la guerra a Cipriano Mera, según cuenta el Pipo en su libro sobre sus andanzas de pescadero y marisquero tras Manolete y el Cordobés. Manuel Rodríguez, reo de escándalo. Camará y Alvaro Domecq, dos canallas que le expoliaron, eran su conciencia estricta, nacional católica y franquista. Sin interesarte los toros, coincidías con Blanco White en que el mal de España no es la corrida, sino “religión y mal gobierno”.

Un día te llevé a las Ventas a una corrida de la Beneficencia, creo, y te marchaste   en el primer toro tan pronto el picador empezó a hacer picadillo el morrillo de animal. Había otra razón, además de la puramente animalista, que me confesaste. “Aquí eres más famoso que yo, estos bárbaros te admiran más que a mí y te piden que les firmes la crónica del Mundo. No te hagas ilusiones, no creo que te entiendan”.

 Ahora hace 10 años, Manu Llorente me encargó tu obituario; “el jefe quiere que lo escribas tú”. El jefe y él, que me lo había encargado hacía dos semanas, con sombría y temerosa previsión, y lo teníamos incluso maquetado. El jefe, tan parco en elogios, declaró modélica la necrológica y digna del Times. Naturalmente me sentí orgulloso aunque fuese a costa de tu muerte. Empezaba a tener pasarela, carencia de la que me acusabas con frecuencia: “Queridoooo, te falta pasarela. Aprende de mí”. Todo lo aprendí de ti sin llegar a tu excelencia, menos a hacer pasarela. Y hoy es muy tarde.

 Me he quedado cojo como Quevedo, lo único que me ha legado el jodido estevado, sobre el que mi madre, temiendo no sé qué infortunios, me decía cuando dejé la aldea de Palencia, Torre de los Molinos, “hijo que no te pase lo que a Quevedo”. Adorabas a tu madre la republicana del Ayuntamiento de Valladolid y esta devoción de la mía, la señora Rosario, por Quevedo y por mí, te conmovía. Murió mucho antes de que tú fueras Paco Umbral y también te hubiera querido de haberte conocido y más con los artículos que escribías sobre mí, que eran la envidia de toda la redacción de El Mundo.

 Una tarde de 1972 o 1973 entré en el Gijón con un libro de versos bajo el brazo y me fui directamente a tu mesa. Ramón Pedrós me había ofrecido publicarlo y yo quería que tú le pusieses el prólogo.  Creo que era un otoño benéfico y te pasaste el dedo índice entre tu cuello y el cuello cisne del jersey. Me miraste y dijiste date una vuelta hasta Colón o tómate un café en la barra yo te invito. Me tomé un vino sin quitarte ojo, hasta que me hiciste una seña cuando llegó Cristino Mallo. Dijiste te haré el prólogo. Nunca podré ponerme a la altura de ese glorioso texto. Y así hasta hoy, 10 años después de tu muerte. Nadie ha podido superar tus columnas. Ni muchos de tu centenar de libros. Nadie hemos sido capaces  de dilucidar en plenitud tu escritura total.

 

sábado, 26 de agosto de 2017

LA MÁS BONITA; Y SE ACABÓ


 Belleza irregular de un alma hermosa.
Descubrí un dia un avatard en el que había una muchacha de inusual atractivo y no por su belleza física. Pese a tener a su izquierda una mujer de notable belleza y a su derecha una mujer no demasiado guapa, pero que la superaba en todo, la muchacha del centro irradiaba un extraño carisma;  la hermosura del alma que solo una mirada cómplice y piadosa puede descubrir. Sigo contemplando de vez en cuando esa fotografía de las tres mujeres y no es la mirada bellísima, y un poco triste como siempre,  de la actriz notable, la que me fascina. La muchacha de la mirada irregular me dice tantas cosas, es un  discurso tan puro  que desplaza todo lo demás. En ocasiones me parece que sonríe con una sonrisa resplandeciente y sé  que ella sabe que yo la comprendo. Y que la amo. Y que las dos mujeres que la acompañan nunca la desplazarán, antes bien protegerán esa belleza distinta en la que no todo el mundo es capaz de fijarse; sólo los privilegiados. Es la más sublime y ya está: que nadie ose dudarlo.

La alfarera prodigiosa.

Al fin me he rendido a la tenacidad de Borja Ortiz de Gondra. Ciertamente, la Alfarera Prodigiosa no es un personaje de mi invención, sino un personaje real. Sus viajes y aventuras, su predilección por las islas polinesias  y por los amantes que sufrían por ella, mi obligó a considerarla invención para no perderla del todo. Siempre preferí un sueño de mujer a una pesadilla, una mujer posible a una mujer lejana e inalcanzable. La Alfarera Prodigiosa está en Madrid, admirado Borja Ortiz de Gondra.

 Mas como si no  estuviera. Yo aún no he podido verla por culpa del maldito sacro, que ya empieza a soldar. Se prodiga  por el Ambigú de Kamikaze a sus anchas porque nadie la conoce y yo no la delataré ni romperé esa paz que ha alcanzado en el anonimato. Hasta qe podamos organizarle una exposición de sus alfarerías y sus autorretratos de cuerpo entero en una galería de postín.

Amigo Borja, tienes la verdad pero no tienes el conocimiento. Y no lo tendrás pues solo la Alfarera y yo sabemos el secreto. Por cierto ¿cómo va tu proyecto sobre Los otros Gondra?. Cómo sienta la gloria de ser reconocido en el propio pueblo del que hubo que huir por miedo y recelos, acaso infundados, de la gente?. En mi aldea de Torre de los Molinos (Palencia)  me han dedicado la plaza en que viví y en la capital, Heliodoro Gallego, alcalde socialista, me puso un paseo junto a las huertas del rio Carrión. Siempre que voy por allí, me hago una foto. Cerca, Juan Antonio Bardem tiene una calle en recuerdo de haber rodado aqui  algunos planos de Calle Mayor que luego suprimió del montaje.

Marylin por siempre.

Y no hay más mujeres, aunque algunas quedan dignas de mención y recordatorio. Creí haberle perdido la devoción a Marylin. El dia seis de agosto las redes se incendiaron con el recuerdo de su muerte, “accidente, suicidio o asesinato”. Truman me aconseja desde ultratumba que olvide la cuestión. Pero que le parece muy bien la idea futura que expresé la noche del Premio Miguel Mihura de destacar a la actriz española “más Marylin”, la más adorable.

Lo divertido que puede ser un Bella, Ciao

Últimamente con motivo de un diálogo de encargo (Camus/María Casares) he tenido que familiarizarme con la vida de la eminente actriz, amada del premio Nobel. Me imagino un diálogo de despedida entre dos partisanos ilustrados y al entonar el Bella Ciao, Ciao Ciao  me sale una sonrisa melancólica. Y orgullosa, todo hay que decirlo. En Olmedo un año ví un montaje de La posadera, en el que los cómicas cantaban ese adiós partisano.  Emocionado, le puse un correo  a una amiga, que creí me había olvidado, y lloró porque creyó que era un adiós definitivo. Aún hoy sigo partiéndome de risa. Y de orgullo.
Lo que supongo un adiós definitivo es el de Frida Kalo , otra mujer eminente. Tengo noticias confusas de Sara Moraleda. Y, por lo tanto, confusas noticias de Frida. Frida y el dolor y la pasión y la poesía.  Solo digna de Rivera y más aún de Trotsky. Maldito el piolet de un stalinista; Ramón Mercader. 

sábado, 19 de agosto de 2017

HIJOS DE LA GRAN PUTA


Terror en las Ramblas 
Ha muerto un hombre, han roto un paisaje.  El paisaje de Canaletas, de  la Boquería. Canaletas en escombros y la sangre me devuelve una imagen no sé sí fantasma de hoy o materialidad de hace 40 años. La sonrisa de una novia, que apenas lo fue pues tenía otro novio con el que pensaba casarse. Y un teléfono ensangrentado que no me permite llamar a la Alfarera Prodigiosa para informarle;  Gracias Hijos de la Gran Puta, por devolverme esos labios y esa risa y a la Alfarera. Canaletas, la fuente del milagro, el corredor de la muerte Hijos de la Gran Puta.

 Las Ramblas fue mi segunda patria. Rambla de los Estudios, Rambla de San José, Rambla de  las Flores, Rambla de Santa Mónica hasta llegar al puerto,  y la estatua del facha franquista de Cristóbal Colón señalando América. Cada Rambla un recuerdo, pero ninguno como Canaletas mártir, la risa, el beso, la mariposa leve de sus labios leves de una novia leve que no llegó a serlo. El sobresalto por si la Alfarera andaba por allí sin sus prodigios. Y de golpe, José Agustin Goytisolo, “conozco el soplo de tus labios mojados”.

En las Ramblas han matado un paisaje y muchos hombres y entre ellos a Pepe Carvalho, el detective comunista de la CIA y a Manuel Vázquez Montalbán, clientes del Mercat, y su educación sentimental y las canciones de doña Concha Piquer,  la actriz de la copla.

 Volveré  a recorrer ese  kilómetro que fue mágico y  hoy es el horror, hasta el puerto pensando, con miedo, en tantos paisajes rotos, tantos hombres muertos y para nada. Porque este crimen no cambiará el signo de la historia. Llegaré hasta el puerto sabiendo que Montalban y doña Concha nunca creyeran que  ese puerto era el del marinero de Tatuaje.  Compraré rosas en la Rambla de la Flores, sin  saber a quién regalárselas, aunque sí, está esa sonrisa de Canaletas, la sonrisa de una novia que no lo fue, acaso mi primer Alfarera. Volveré a Canaletas para dejar las rosas ofrenda imprevista pues  la barbarie se presenta sin avisar.

Uno tiene un sonrisa, un rostro,  una noche de jazz en la Plaza Real en el Jamboree con Tete Montoliu que desde su ceguera nada de esto entiende. Y Canaletas, siempre Canaletas. Me pararé frente al Liceo, esperando, con la boca abierta por el asombro como antaño, la salida de  la gran gente importante, la procesión nocturna de los elegantes enjoyados. Y tomaré Conde Asalto y me pararé en la Bodega Bohemia y tiraré hacia el Raval llamándole a gritos a Pijoaparte. A Juan Marsé, son tantos los muertos y el horror y los caidos, que se le olvida que es el autor de una novela memorable, Si te dicen que caí y solo se acuerda de La muchacha de las bragas de oro, que a lo mejor es esa chica de la sonrisa de Canaletas, la que pudo ser mi novia y no lo fue. Literatura, todo literatura. A la mierda la literatura. Y las elegías. Hijos de la Gran Puta, eunucos. No habrá harén donde podáis hallar cobjo.

viernes, 18 de agosto de 2017

JARDIEL PONCELA, TINTO DE VERANO


Cuatro corazones con freno y marcha atrás.
Como un tinto de verano, la refrescante bebida del estío. Típico espectáculo de las noches de Madrid, esta maravillosa ciudad del ferragosto de la que  en verano solo y como decía el humorista Tono  es Badem Badem a condición de estar  solo y con dinero. Ignoro la circunstancia vital o social de quienes estos días van a ver Cuatro corazones con freno y marcha atrás, pero lo pasan en grande. 

Un Jardiel ligero y una dirección a tono con el Gabriel Olivares apuntala en su profesionalidad su hiperactividad un poco restringida últimamente. Nada tengo en contra de esa hiperactividad, salvo que en ocasiones le falta el acabado, el remate. Pero todo lo suple con profesionalidad y oficio, que es lo que exige este Jardiel que tampoco se esmera demasiado.  Dice un personaje “me va a dar algo, denme algo o me va a dar algo”. Es la amenaza de  un soponcio inmediato  No es una muestra de humor refinado, pero la gente se parte de  risa.  Gabriel Olivares se mueve en un terreno propicio, con terreno escénico y extra escénico a su disposición. Cuenta con un amplio elenco experimentado y también eficaz que ha asumido el espíritu de Jardiel Poncela y la técnica  del director.

Por culpa de ese objetivo de divertimento exclusivo, quizá se pierda la capacidad subversiva, la rebeldía consustancial a Jardiel Poncela y cierto espíritu corrosivo de Cuatro corazones con freno y marcha atrás; el cual no es excesivo, pero sí superior al que demuestra Olivares.

 La disposición de un escenario a cuatro bandas facilita la conexión con el público que entra en la funcióncomo si formara parte de la misma. En resumen, un espectáculo de verano que  va a animar las noches de Madrid. 

 

 

jueves, 17 de agosto de 2017

LA GENERACION DEL 27 EN SOTOGRANDE


GOLF,TEATRO Y POESÍA

En Sotogrande no solo se juega al  golf,  juego contra el que nada tengo, aunque sea incapaz de distinguir un bogey de un albatros. Este semana Antonio Garrigues y su gente han hecho celebraciones en torno  a la Generación del 27, que es la columna vertebral de la poesía española del siglo XX. Y de otros siglos. Un nuevo Siglo de Oro en torno a Góngora y de refilón a su enemigo Quevedo.  Escribí a Garrigues pidiéndole el papel de Luis Cernuda que  para mí,  crece y crece cada dia. Recordar a la generación del 27, en una etapa histórica en que cunde al analfabetismo y un alcalde ágrafo de Sabadell quiere quitarle la plaza a Antonio Machado,  del 98 señor edil, me paree un acto patriótico. No me gusta invocar el patriotismo porque recuerdo  Stanley Kubrick en  Senderos de gloria: “el patriotismo suele ser el último refugio de los canallas”.  

Luis Cernuda es posiblemente  el único poeta maldito verdadero de la poesía española: el solitario, el dandy. Leopoldo María Panero es un maldito gestual de tono menor. Mi modelo de malditos con todo sigue siendo Rimbaud, que nada tiene que ver con la Generación del 27, salvo que el departamento cultural de quienes  han acusado a Antonio Machado de españolista retrógrado, diga lo contrario.

Garrigues ha hecho un guión denso con pleno conocimiento del tema de ese grupo milagroso que apadrinó Ignacio Sánchez Mejías, el torero ilustrado, banderillero de Joselito, con cuya viuda, Encarnación López Júlvez, la Argentinita se casó. Encarnación es también plena generación del 27, en otra vertiente. Y quizá la mujer más trágica y  desafortunada del siglo XX   español. El toro mató a los dos hombres que más amó,  José  e  Ignacio. Y el toro negro de la incivil guerra de España se llevó por delante a Federico, su numen   Garrigues me habla de Pepin Bello al que el pintor Caneja adoraba desde la Residencia. Nunca escribió una línea y ha pasado a la posteridad como otro 27 más entre los cuales oficiaba de árbitro e inspirador. Pepín Bello era un genio. Lo decía Caneja y es sabido que lo dicho por Caneja iba a misa, aunque jamás pisó una iglesia.

lunes, 14 de agosto de 2017

CANCIONES PARA DESPUES DE UNA GUERRA


      No hay historias secretas.

Las historias secretas de Terele Pávez ya no son secretas, no lo fueron nunca. Y no voy a contar yo ahora las noches en los Cafés Teatro de entonces cuando Paco López Barrios se vengaba de que no le estrenaban sus obras orinándose sobre el público y Terele le aplaudía.

No hay historias secretas pero hay historias singulares que conviene divulgar. Por ejemplo, la noche en que Basilio Martín Patino, fallecido también este aciago fin de semana,  proyectó en el salón de actos del periódico Arriba su película Canciones para después de una guerra. Pedro Crespo, crítico de cine del citado diario, le había hecho una crítica muy favorable, que fue agriamente descalificada por Antonio Gibello, director de El Alcázar. Para dirimir la  cuestión Patino  invitó a las redacciones de ambos periódicos a presenciar la película que, en líneas generales, fue muy  bien acogida. Gibello se presentó vestido de camisa azul dispuesto a armar la bronca y al final no sabía qué hacer, porque en realidad la excelente película de Patino,  felicitado por los redactores efusivamente no era para tanto; la película  mostraba la España postrada de la posguerra, la España del hambre y las miserias.

Inicio diálogo María Casares/Albert Camus.

Estreno en Otoño, por Sabela Hermida como María  Casares.

Camus.- (Seductor). Eres una mujer muy bella

María Casares.- (Y…?

Camus.- Nada, que eres una mujer muy bella.

Maria Casares.- Sólo eso?. Soy española, francesa, desterrada, republicana, antifascista y  actriz.

Camus.-Por este orden?.

María Casares.- Por el orden que quieras. El resultado es el mismo: María Casares, la hija de Casares Quiroga. Sé que mi carnet me avala. Soy una privilegiada.

Camús- (galanteador, seductor). Eres muy bella.

María Casares.-  ¿Y…? De qué color son mis ojos?

Camus.- (No sabe qué responder).

Maria Casares.- (Sonrie irónica. Vuelve a los periódicos españoles que dicen pestes de su padre. Por ejemplo, “Indigno de figurar en el Registro Oficial de Nacimientos, propio de seres humanos, no de alimañas”.

 

martes, 8 de agosto de 2017

AMBIGÚ TEATRO KAMIKAZE


Qué es verdaderamente  un ambigú.
Vuelvo al teatro en el punto y hora  en que hace  dos meses, más o menos,   lo dejé; el Pavónkamikaze. Julio ha sido un mes horribilis. Vuelvo con toda la parafernalia  de que me gusta adornarme en estas procesiones; la silla de ruedas (transitoria) para mis putas piernas. Vuelvo  por Antigona,  parafraseando a Picasso cuando dijo, “vuelvo a los toros, por ti Luis Miguel”. 

Un ambigú es un mostrador donde se exponen y se venden vinos, licores, verduras, bocadillos de queso o de jamón o mortadela y otros productos  alimenticios. Lo sé porque en mi casa  teníamos una taberna con un salón de baile donde mozos y mozas bailaban el pasadoble y, tan pronto veían la ocasión, el agarrao más íntimo y sudoroso.  Y teníamos un ambigú, claro. De vez en cuando los mozos, por no perder de vista ni de mano la cintura y el culo de la moza, me decían vete al ambigú y me traes una cerveza. Las chicas bebían solo fanta. Así que este del Pavón no es mi ambigú, aunque lo tenga por  lugar sagrado del teatro de Madrid, el santa santorum.

 El ambigú es para mi, el lugar legendario de mi infancia cerca del cual mi madre, una campesina que apenas  sabia escribir,  pero sabía leer, ensayaba comedias y siempre me daba un papelilo.  Los decorados eran colchas estampadas y sábanas inmaculadamente blancas. Una vez hice de San Tarsicio y mi papal empezaba así: “el edicto infame de persecución contra los cristianos….”

El Ambigú del Kamikaze lo recordaré siempre por Ana Wagener y Cocteau; por Clara Sánchiz y Virginia Woolf, por Fernanda Orazi, por las crónicas de José Padilla, supongo, que veré cuando las repongan. Pero el Ambigú será siempre, por los siglos de los siglos, Ifhigenia en Vallecas, de Maria Hervás que también está en lo de Padilla; Desafiando al público, “vosotros ahí,  mirándome el culo,  yo aquí”.  Y luego, “follar y tirar, follar y tirar”, la más brutal   denuncia que una vestal sacrificada ha hecho en un escenario  sobre la cosificación sexual de la mujer.

Amo el Ambgú y solo volveré a sentirme  pleno cuando pueda volver a él,  a hombros de Ana, Yolanda, Elejalde, Pablo Giraldo, Miguel del Arco y alguna actriz  que se conmueva con el  puto sacro de mis desventuras. De momento, mañana  me sentaré en el Pavon para ver Antígona y a Manuela Paso  y a Carmen Machi, la Jefa que yo la llamo porque ella siempre me llama el Jefe. Y a Raúl Prieto, al que ya le hemos perdonado su  Calixto porque la culpa no era de él.

 Y a quienes me reprochan frialdad o despego sobre el último  Miguel del Arco, les recuerdo que ha sido el único español al que le puse dos veces la máxima calificación de cinco estrellas, obra maestra.  Y  además, que coño; “nadie es sublime sin interrupción”

 

domingo, 6 de agosto de 2017

MARYLIN SOLO QUERIA SER AMADA


Aquel aciago dia.
 5 de agosto de 1960 y estallaron todas las constelaciones, se rompieron las cenizas de una mujer que solo quiso ser amada.  Marylin Monroe. Un ser precario, cuya iluminación generaba un mundo de sombras luminosas en su derredor. La luz siempre aparece al fondo de la oscuridad para encontrase a sí  misma; un ser rompedizo que había tenido que bailar el vals de las flores sobre huracanes y tormentas. 5 de agosto, ¿accidente, suicidio, asesinato?. 

La convirtieron en un símbolo sexual, mientras solo quería ser un símbolo de amor, un mar de amor,  olas azules y verdes,  orfebrería líquida y cenefa de espuma sobre la arena. Marylin, Norma Jean para los pocos que la amaron. Fue más deseada, abusada, delirada en fantasías de lecho y harén que en realidades de amor;  Sherezade que nunca pudo relatar su verdadero cuento. Y un tórrido Happy Byrtday tu you, posiblemente gélido en el alma, que marcó su vida para siempre como amante de Jhon Kennedy, “ve preparando el martini y quitándote las bragas, voy para allá”.          Bailó, entre  huracanes,   valses de flores, bailó sobre volcanes en erupción y, al final,  las comadres  de Hollywood, las zorras que la odiaban -zorras por un papel secundario en una película de segunda-  hubieron de inclinarse ante su adorable belleza y su talento. Y ante las casas productoras.

En la sonrisa de arcoíris de Marylin, siempre hay una dulce mueca de desdén que el cinismo cosmopolita de Truman Capote  entendió mejor que nadie.  “Truman, ¿dirías que soy estúpida?”. Truman, “sí”. Marylin, “Y nada más?...Truman: “Bueno…Y adorable”

  “No me importa el dinero, solo quiero ser maravillosa”.

 Deslumbró las sombras de la noche, apagó las estrellas del cielo y prendió luciérnagas en su pelo rubio. El carmin de sus  labios era  sangre  arrancada  a mordicos,  su beso podía ser sangre tenida de blanco por Andy Warhol.

 Un mar de amor y desamor. Eran besos malditos, mordiscos con los que arrancar la suciedad de los labios de los hombres. Hasta que fue libre y alzó su imperio y su conquista. Brisa que sabía de promesa incumplidas y engañosas. La belleza maldita, la poética de  barrio que acaso solo adivinó el hombre qu de verdad la amó, Joe de Magio,  el atleta. La belleza maldita. Después de tantos hombres  alguien le preguntó. ¿Lesbiana. Se encogio de hombros. “Si hay amor por medio, todo es lícito”.

Hasta Arthur Miller, el hondo intelectual irreprochable y comunista, la vampirizó cuando Marylin ya era el mito. Marylin ya era Marylin y  le salvó de la caza de brujas;  nadie se atrevió a condenarle gracias al poder de Marylin, que  había superado todas las barreras menos la de si misma y su propio desorden En la crepuscular película de Jhon Houston,  Vidas Rebeldes  con Clark  Gable y el atormentado Montgomey Clif, todos sentenciados, Miller era el guionista. Las fotos  del rodaje apenas captan  miradas efímeras y distantes. Consumación de la traición de un genio del teatro, seguramente,  que tampoco  hizo feliz  a Marylin.. Miller o la tragedia moderna…La de cada dia.

En su pbra En el cielo no hay Chanel, Alfredo Amestoy, manda a la tierra a Marylin y a CheGuevara, para que consumen, juntos o por separado, la revolución que dejaron inconclusa. Animo a Alfredo a que escriba una obra sobre los resultados de la excursión.

viernes, 4 de agosto de 2017

RECUERDO DE MARIA CASARES


Casares y Albert Camus

Sabela Hermida,  biógrafa de Maria Casares sobre la que hizo su tesis doctoral, me pide que escriba un diálogo entre Maria Casares  y Albert Camus, el Premio Nobel de Literatura,  con el que la actriz gallega compartió momentos importantes de su vida. Me dice que  piense en una posible actriz y un posible actor, aunque sospecho que Sabela  puede tenerlos más  claros.  España es país de actrices y encontrar una que encarne a María Casares no debe ser problema.  En actores tampoco debe haberlo. Conozco alguno próximo al universo camusiano,  que tiene el perfil perfecto. No adelanto nombres para que no haya  un malentendido.

La propuesta de Sabela  es atrayente y pretende estrenarlo en  Otoño. Aunque se estrene en la Coruña, su posterior destino es Madrid y el resto de España.     De hecho, ese diálogo yo debiera tenerlo  escrito ya. Sabela me lo encargó hace unos meses, pero cierta pereza intelectual  me  ha tenido frenado.  

Sé cómo empezar este Diálogo, pero ignoro cómo acabarlo, aunque algo me está dando vueltas en la cabeza: una escena partisana genuina. De madrugada, María Casares se despide de Albert que marcha a matar alemanes y le canta  Bella Ciao, Bella Ciao, Bella Ciao, Ciao, Ciao,  si muero en la batalla, Bella Ciao, Ciao Ciao, pon flores donde caí. Se me ocurre la primera frase, sacada de Calígula; “Los hombres mueren y no son felices”.   Sería un buen final.

 Camus era un seductor y Maria una seductora. Los pintores españoles que vivían en París, sobre todo Paco Alcaraz, almeriense como la madre de Camús, me han transmitido  una imagen  que voy a  explotar al máximo en este diálogo; fascinación de la mirada. Y la palabra, con la que seducía. Era un dandi,  lo cual lleva implícito el desplante torero de jugarse vida, ideas  y sentimientos a cada momento.

 Personaje fascinante es también el juez penitente de La caída,  que se había acostado con las mujeres  de todos sus amigos y, sin embargo, afirmaba no haber engañado   a ninguno; antes de acostarse con sus  mujeres rompía la amistad.  María Casares, era  hija de Casares Quiroga, último presidente del Gobierno Republicano,  otro  dandi, un galleguista ilustrado. En cualquier caso,  el último jefe de gobierno de una República contra la que se alzó el fascismo franquista. Camus, de madre española almeriense,  adoraba a su “suegro”, no  solo a través de la verdad inducida de María, sino a través de la verdad de España.

María no fue  mujer de Camus que   no tuvo mujer, sino mujeres. María no tuvo un hombre sino hombres. Creo que a Albert Camus y a  María Casares les unían además, y con más fuerza posiblemente, otras cosas; La resistencia   antinazi, la República, España. El teatro fue su punto de encuentro, el Aleph que lo unió todo.  Cuando en el 45 España fue admitida en la Onu, Camús puso el grito en el cielo. Le contestaron  que también había otros países no democráticos. A lo que Camús respondió: “que haya una puta en la familia no justifica que tenga que haber más”.