viernes, 28 de agosto de 2020

DOS ESTRENOS; PASO/AZORIN y EL BRUJO

 

  Paso/Azorin, en vanguardia. 

Mañana  en el Lara, la mítica Bombonera de don Conrado Blanco, de la calle Cava Baja, Ramón Paso estrena Móvil obra de la que es autor y director. La primera vez que escuché hablar de Ramon Paso, de la familia de los Paso y los Jardiel,  fue a María Diaz, periodista bilbaína afincada en Madrid, que donde pone el ojo pone el éxito. Ramón Paso, “no lo pierdas de vista ni a él ni a ninguna de las actrices de su grupo”. Y como lo que dice María Diaz va a misa -bueno a cualquier sitio menos a misa- ya no lo perdí de vista. El encuentro  fue feliz y afortunad; y empezamos recordando a Alfonso Sastre que siempre me reprochó  mí poco afecto al teatro de Jardiel: “no puede entenderse el teatro español de la segunda mitad del siglo XX sin Jardiel”. Tras el aviso de María Diaz, que hizo extensivo a tres actrices, Ana Azorín, Inés Kerzan y Ángela Peirat, no me he perdido nada de este teatrero, cuyos estrenos suponen un acontecimiento en el ámbito de la  vanguardia y la juventud. A estas se ha unido más recientemente Ainhoa Quintana. Algunos títulos iniciáticos, La ramera de Babilonia o Las leyes de la relatividad aplicadas a las  relaciones  sexuales, que sorprendió al jurado del Valle y lo encumbró como candidato al mismo al que solo accede  un reducido número de privilegiados. No es infrecuente la colaboración, muy delimitados los campos, con Eloy Arenas, un grande  del humor que anticipó “el final de una banda”, ETA,  con Burundanga, la obra que le ha dado fama imperecedera. Paso/Azorin ha rebasado ya este circuito para acceder al circuito superior, más o menos  convencional, sin perder ninguna de sus  virtudes.

 Drácula, el vampiro de Transilvana, Vlad Tepes el empalador, de Briam Stoker, con un melancólico Jacobo Dicenta de protagonista, fue un paso decisivo y Móvil continúa la trayectoria. Si el teatro es un arte eminentemente sensorial, o eso me parece a mí, Ramón Paso lo enriquece con un sutil toque intelectual que depura y acrisola esa sensorialidad. Tiempos de desolación, tiempos de pandemia, pero el teatro no muere.  Vuelve  también el  Brujo, con una arriesgada incursión en Valle, El alma de Valle Inclán. También Rafael Alvarez el Brujo cuenta sus intervenciones por éxitos. Desde el célebre Búfalo limpiabotas, de Juncal con Paco Rabal; desde La taberna fantástica, el borracho acuchillado, acaso  su mejor interpretación que lo ha marcado para siempre. Al menos esa era la opinión de Justo Alonso, un gran productor, un gran hombre de teatro que produjo La taberna, un sombrío y cruento drama.

jueves, 20 de agosto de 2020

Paloma Cuevas...la gran dama universal

 

Paloma Cuevas, la gran dama

Paloma Cuevas llora sobre el hombro de su suegra, el desamor de Enrique Ponce. Siempre, en la iconografía taurina, la mujer del torero y la madre, lloraron y rezaron juntas esperando las noticias de la plaza….”todo bien”. Y entonces se apagaban las lamparillas a vírgenes y cristos protectores. Ignoro si Paloma Cuevas hacía esto, nunca me pareció una mujer convencional. Enrique Ponce, tiene  derecho a ser feliz  con su nuevo amor, una veinteañera a la que saca treinta años de edad. Es cosa de Enrique y la veinteañera y no seré yo quien saque a relucir la máxima de Castelao “los viejos no deben enamorarse”. Este artículo nada tiene que ver con ese tórrido asunto   propio del Hola y las revistas del cuore y la entrepierna. Retomo con estas líneas,  mi serie de antaño…”retratos al vitriolo o al pastel” que,  tratándose de Paloma, debo titular forzosamente al pastel.

La primera vez que vi a Paloma Cuevas fue una tarde de diluvio en la Maestranza. Ni siquiera mi impermeable, una capa verde propia de guardia civil, me libraba de la tromba de agua bajo la cual, en esos momentos, los toreros se jugaban la vida. De una de las bocanas de acceso a los graderíos surgió Paloma Cuevas para cobijarme bajo un paraguas. Me sorprendió el gesto pues era mi época de crítico en El Mundo más dura con Enrique Ponce y  cuando empecé a prodigar la teoría de que Ponce ponía la muleta donde tenía que ponerse él.

Coincidí con ella en un acto cultural en el Palace, e hicimos desde la tribuna un parlamento al alimón que fue muy aplaudido, más a ella que a mí. Y  elegantemente ovacionó  la laudatio que de Ponce, hizo Vicente Zabala de la Serna, que días antes en el ABC lo había llamado Quique y Enriquito desde un entusiata, aunque no insólito, fervor tomasista. Bella, inteligente, elegante. Y muy culta en varios idiomas.  Les enviamos Ana y yo al paseo de Nazaret, unos cuadros de nuestra numerosa colección  particular. Nunca supimos si le habían gustado pues, ignoro  por qué circunstancias, aplazamos una cena prevista primero en su casa y luego en la nuestra, donde si nos aburríamos siempre podíamos ver cuadros. Meses más tarde, en una cena homenaje a Victoriano Valencia, a la que ni Ponce ni Paloma asistieron, Victoriano me dijo, “con Paloma nunca te aburres, es cultísima;  lo difícil es estar a su altura.”

La última noticia directa que tuve de ella fue una inmensa corona de flores que, al morir mi suegra,  enviaron al tanatorio;  “A Gaby, una gran poncista, de Paloma  y Enrique”.Por estas y otras muchas razones viene hoy a inaugurar esta nueva edición de “Retratos al vitriolo o al pastel” Paloma Cuevas. Obviamente es un retrato al pastel.

 

martes, 11 de agosto de 2020

 Nuevo post...diariodejaviervillan.blogspot.com

ESCAPARATE de LIBRERIA

Escaparate de Librería.-

 

Título; Aquí yacen (dramatis personae). Autor, Eusebio Calonge. Edit; Hiru. Colección Pepitas de calabaza  Pagínas 138 texto. Apéndice de cartelería, 16. Prólogo; Julio Checa.

Sorprendente libro que recoge, sin amortajarlos,  los cadáveres insepultos de los personajes que vivieron en la escena en las representaciones de la Zaranda, el grupo legendario de Andalucía la Baja. Pasan de la dramaturgia a la narración, de la fugacidad de sus vidas encarnadas por el actor a la materia muerta del papel.  Un libro clave para entender la esencia del teatro y la esencia de la Zaranda, gozo y tormento de quienes amamos el teatro. Digo sorprendente, aun a sabiendas de la tópica inexactitud del término y de su relativismo conceptual. Todo lo de Zaranda sorprende, es una rareza. Se mueve en los ámbitos de una territorialidad exenta y a la vez en el humo solidificado de la tierra. Así Eusebio Calonge llega donde todo espectador quisiera llegar siempre; al otro lado  del actor, a su reverso; a su mundo cuando deja el personaje yerto en la penumbra del camerino o en el silencio de la sala deshabitada, después de  saludar con una leve inclinación de cabeza. Por cierto, me parece que la Zaranda, concluido el rito,   se retira y no sale a saludar, a recoger los aplausos; queda la  atmósfera  afincada  en raíces profundas.

 Este libro es un cementerio, una procesión de personajes que escapó de la escena para enterrarse en un texto; es un libro pirandelliano en cierto sentido, pero a la inversa. No buscan a un autor, siguen buscándose a sí mismos sabiéndose quizás indefensos y solos, sin la protección o la complicidad del actor. Su patria, su vida, si alguna tuvieran,  son las tablas. Y de ellas han escapado para perpetuarse en el papel; extraña paradoja. Dónde están los límites, la persona y dónde el sueño, la materia de los sueños. ¿Es una celebración este libro,  o es un responsorio…? Calonge expresa su gratitud  a esta Santa Compaña que salmodia y vuela entre nieblas, que dialoga con sus sombras tanto como con sus realidades. Yo pienso que debiera ser a la inversa, que estos seres deberían estar agradecidos al autor, cualquiera que sea la dimensión que les ha dado. Pero no soy autor de teatro, sino crítico, esa dimensión absurda y prescindible de la teatralidad, incapaz de explicarse a sí mismo y sus incertidumbres, cuanto menos a los demás.

Título.- El actor en el espacio. Editorial, Fundamentos.  Colección, Manuales de la Resad. Colección Fundamentos. espacio. La escenografía como generadora del espacio escénico- Autor, José Luis Raymond. Páginas 260.

Suele  ser norma de todo escenógrafo que el espacio escénico debe facilitar el movimiento de los actores;  disciplina férrea. José Luis Raymond, profesor de la Resad va más lejos. Es la escenografía la que genera la acción. El juego escénico es una arquitectura compleja; no se trata por lo tanto de elaborar una plasticidad plana por expresiva que esta sea, sino dinámica en la cual participa el sonido, la luz y el cuerpo del actor, elemento en torno al cual gira todo lo demás. Raymond es pintor y en su pintura,  tendente siempre  a  la abstracción,  hay un sutil movimiento escenográfico. Es probablemente el más internacional de nuestros escenógrafos, el que con más radicalidad ha desterrado la fragmentación escénica,  a la búsqueda de un  sentido unánime de la plástica.


Escaparate de librería

 

Escaparate de Librería.-

 Título; Aquí yacen (dramatis personae). Autor, Eusebio Calonge. Edit; Hiru. Colección Pepitas de calabaza  Pagínas 138 texto. Apéndice de cartelería, 16. Prólogo; Julio Checa.

Sorprendente libro que recoge, sin amortajarlos,  los cadáveres insepultos de los personajes que vivieron en la escena en las representaciones de la Zaranda, el grupo legendario de Andalucía la Baja. Pasan de la dramaturgia a la narración, de la fugacidad de sus vidas encarnadas por el actor a la materia muerta del papel.  Un libro clave para entender la esencia del teatro y la esencia de la Zaranda, gozo y tormento de quienes amamos el teatro. Digo sorprendente, aun a sabiendas de la tópica inexactitud del término y de su relativismo conceptual. Todo lo de Zaranda sorprende, es una rareza. Se mueve en los ámbitos de una territorialidad exenta y a la vez en el humo solidificado de la tierra. Así Eusebio Calonge llega donde todo espectador quisiera llegar siempre; al otro lado  del actor, a su reverso; a su mundo cuando deja el personaje yerto en la penumbra del camerino o en el silencio de la sala deshabitada, después de  saludar con una leve inclinación de cabeza. Por cierto, me parece que la Zaranda, concluido el rito,   se retira y no sale a saludar, a recoger los aplausos; queda la  atmósfera  afincada  en raíces profundas.

 Este libro es un cementerio, una procesión de personajes que escapó de la escena para enterrarse en un texto; es un libro pirandelliano en cierto sentido, pero a la inversa. No buscan a un autor, siguen buscándose a sí mismos sabiéndose quizás indefensos y solos, sin la protección o la complicidad del actor. Su patria, su vida, si alguna tuvieran,  son las tablas. Y de ellas han escapado para perpetuarse en el papel; extraña paradoja. Dónde están los límites, la persona y dónde el sueño, la materia de los sueños. ¿Es una celebración este libro,  o es un responsorio…? Calonge expresa su gratitud  a esta Santa Compaña que salmodia y vuela entre nieblas, que dialoga con sus sombras tanto como con sus realidades. Yo pienso que debiera ser a la inversa, que estos seres deberían estar agradecidos al autor, cualquiera que sea la dimensión que les ha dado. Pero no soy autor de teatro, sino crítico, esa dimensión absurda y prescindible de la teatralidad, incapaz de explicarse a sí mismo y sus incertidumbres, cuanto menos a los demás.

Título.- El actor en el espacio. Editorial, Fundamentos.  Colección, Manuales de la Resad. Colección Fundamentos. espacio. La escenografía como generadora del espacio escénico- Autor, José Luis Raymond. Páginas 260.

Suele  ser norma de todo escenógrafo que el espacio escénico debe facilitar el movimiento de los actores; una especie de disciplina férrea. José Luis Raymond, profesor de la Resad va más lejos. Es la escenografía la que genera la acción. El juego escénico es una arquitectura compleja; no se trata por lo tanto de elaborar una plasticidad plana por expresiva que esta sea, sino dinámica en la cual participa el sonido, la luz y el cuerpo del actor, elemento en torno al cual gira todo lo demás. Raymond es pintor y en su pintura,  tendente siempre  a  la abstracción,  hay un sutil movimiento escenográfico. Es probablemente el más internacional de nuestros escenógrafos, el que con más radicalidad ha desterrado la fragmentación escénica,  a la búsqueda de un  sentido unánime de la plástica.

lunes, 10 de agosto de 2020

José TOMAS, PREPARA EL SANTO ADVENIMIENTO

 

La purificación por el miedo.

José Tomás prepara su santo advenimiento. O eso cuentan. El toreo de José Tomás es, o fue, sufrimiento y catarsis: la purificación por el miedo. No pasa miedo él, lo pasan los espectadores. La cornada, una incógnita a plazo fijo. Si el toro viene toreado, es la emoción suprema. Si el toro no obedece a la muleta, el diestro es incapaz de un gesto defensivo por conciencia ética. Antes la cornada, que un paso atrás. Es un sentido inverso del miedo: el héroe amenazado, imperturbable; el público, horrorizado. Me lo confesó una vez Paco Camino, “viéndole, paso más miedo que cuando toreaba yo”.

Regreso del más allá.

José Tomás estuvo más allá de la muerte el dia 28 de febrero  de 2010 en Aguas Calientes, México.  Los pormenores de ese viaje de ida y vuelta han sido contados. Mas lo que no se ha contado ni acaso nunca  pueda contarse nunca, es la experiencia intransferible de…cómo el regreso de la región de los muertos marca  a una persona. Experiencias hay como la de Ostos en Tarazona o Cesar Rincón en Palmira.

Con José Tomás se produce otra dimensión: la traslación del mito a niveles humanos. La perplejidad cuando se supo de la tragedia fue universal.  Pese a todos los ditirambos  dignos de una divinidad, que en la tragedia de Aguas Calientes se manifestaron, José Tomás es un ser humano.  Ahí termina la metafísica de José Tomás.

La tragedia fue incompleta; resquebrajó los pilares del héroe y mostró su vulnerabilidad.  Y allí fue el llanto y el crujir de dientes. La gente,  en épocas de tribulaciones necesita  alguien en quien poner los ojos. Es quizá el nuevo momento estelar de Tomás. En circunstancias así los toros han tenido  siempre un valor insustituible; en la posguerra miserable y hambrienta fue Manolete; en el franquismo desarrollista y crispado, Manuel Benítez El Cordobés; en la crisis devastadora de hace unos años, la resurrección de José Tomás. Ahora su esperado nuevo santo advenimiento. Ignoro qué harán los  intelectuales, que pierden el culo por un torero que llevarse a la boca, aunque ahora, al parecer, se muestran beligerantes contra la tauromaquia. Y crítica taurina, al parecer, ya no existe, salvo la punta de lanza de Carlos Ilian, en un periódico deportivo, Marca.  En tiempos del Cordobés y Palomo Linares, idolos de las masas, un equipo de reporteros tapaba los jirones que la crítica había hecho en sus trajes de luces.  Pero hoy todo cambia, ya no es solo el lenguaje del papel, sino la era digital.

Cargamento de sueños

Las reapariciones de José Tomas siempre han traido una sorpresa. O varias. La primera, tras un paréntesis meditativo de cinco años fue el signo del heroísmo. O si preferimos la catarsis colectiva, la purificación por la sangre. José Tomás, a cogida por tarde. Se apareció en Barcelona, lo cual dió al gesto un matiz patriótico españolista frente al soberanismo catalán antitaurino. España entera captó el gesto y llenó la Monumental de Marina en un avance que tenía tanto de bélico como de taurino. La Monumental a reventar. Allá fuimos izquierdas, derechas, castellanos, extremeños, vascos y todas las tribus taurinas. La afición  catalana, minoritaria, nos miraba como salvadores, un ejército de liberación. Pero el gesto político de Tomás, que lo fue y así fue entendido por el centralismo madrileño, no tuvo una sola dirección; en una de las corridas José Tomás adornó su salida a hombros enarbolando una senyera. Marin, torero nacido, o criado, en Cataluña,   una vez en Madrid hizo el paseíllo envuelto en la senyera como sígno de concordia y Las Ventas le pitó como signo de contradicción; a la senyera y a él. Los más benévolos dijeron que su obligación era lucir las dos enseñas; la roja y gualda y la cuatribarrada. Lo cierto es que en ese revoltijo de política, toros y nacionalidades, José Tomás mantuvo una neutralidad impecable sin exhibicionismos partidistas, aunque lo hayan tildado de republicano por no brindar al Borbón, hoy errante,  en la barrera de Las Ventas. Brindar o no brindar es lo de menos para definir una ideología. A mí me gustaría que no hubiese reyes. Y sin embargo, le dediqué a don Juan Carlos, buen musolari, al parecer, El libro del Mus (escrito a tres manos con Perellón, dibujante, y Javier Reverte),   con una dedicatoria manuscrita que decía: “por ser de origen divino/ la treinta y una real / cayó de abuso/ en desuso/. Juegue Majestad con tino/ pues sería desatino/ equivocar el camino/ por la treinta y una real”/. No sé qué habrá sido de ese libro.  Pero Juan Carlos, cortésmente, acusó recibo.

Respecto a lo de Cataluña, bastión inexpugnable de Tomás, el pueblo lo interpretó a su manera: mesura de ídolo que no puede permitirse más exhibicionismos que el valor imperturbable ante el toro. Lo demás, cosa de mortales indoctos. Épicas y mesianismos  aparte, los menos apasionados y más circunspectos sabían que los toros en Cataluña estaban sentenciados y que no los salvaba ni Dios, o sea José Tomas. Una lenta erosión, astutamente utilizada por el soberanismo, los tenía postrados y sólo faltaba el descabello. La guerra taurina había empezado a perderse hace años y el gesto de Tomás llegó demasiado tarde. Había empezado a perderse desde que la segunda generación de charnegos, allá por los años setenta y ochenta, se catalanizó como gratitud a la patria de acogida. Cataluña convirtió los toros  en oferta turística para suecas cachondas  y alemanes borrachos. Cataluña  siempre fue taurina, extremadamente taurina con más de 20 plazas y en esta historia brillante se posicionaron, junto a la afición, algunos intelectuales catalanes; unos desde el centralismo madrileño  y otros desde la catalanidad.

En cada reaparición, José Tomás ha traido un nuevo cargamento de sueños. La aportación tras la terrible cornada de Aguas Calientes fue la conciencia casi de su inmortalidad. La otra, ha sido poner boca abajo los cánones  elementales del periodismo normativo.  No eludo responsabilidades,   fui uno de los que  más contribuyó a la construcción del mito: José Tomás, sumo sacerdote del toreo, escribí en Pamplona.

 Tomás ha invertido las leyes del periodismo con la misma fatalidad implacable con que subvirtió las leyes del toreo;  era el torero de otra galaxia, el mesias que venía a redimir la fiesta y se negó a la Televisión, cosa perfectamente comprensibles desde varios puntos de vista. Los dos que más se manejaron fueron, uno de raíz económica (negociar individualmente las condiciones), al cual se negaba el todopoderoso Canal Plus; otro de raíz esencial, el lenguaje televisivo. Siempre he defendido que el lenguaje televisivo, frio descriptivo y cinematógráfico, no se corresponde con el lenguaje emocional del toreo. Y menos con toreros  como José Tomás; son dos naturalezas distintas; la televisión enfría y distancia y él es un torero de proximidades, de conexión inmediata con el público; la televisión rebaja la pasión y las virtudes, a la vez que exagera los defectos; un enganchón de la muleta resalta  más que un natural purísimo.

Un artículo mio  en El Mundo avivó imprudentemente la guerra. El artículo se basaba en  una reflexión sobre la filosofía de las artes. Fue una temporada cruenta en la que salía a cogida por tarde, lo cual planteaba un problema de técnica y un problema de seguridad ante el toro aprovechado por los antitomasistas. Tomás, habitualmente al margen de controversias y enquistado en un mutismo que molesta a todo el mundo, echó leña al fuego desde México al afirmar que a Ponce no le cogían los toros porque nunca pasaba la raya roja del peligro. La discordia estaba encendida, aparecieron las banderías y yo  mismo pedí que la cuestión se solucionara con un mano a mano con cuadris, victorinos, adolfos o similares en las Ventas o La Maestranza. Los ejércitos y sus capitanes depusieron las armas y cada cual siguió por su sitio; Ponce con su poder y su técnica, la de poner la muleta donde debiera ponerse él;  y Tomás eludiendo los compromisos principales del Ruedo Ibérico. Veremos en qué queda esta terrible época de pandemias, Tomás, preparando el Santo Advenimiento y Ponce herido y en éxtasis de amor.

Acracia e insurgencia

Otra de las virtudes de José Tomás, es haber abolido la jerarquización de los trofeos y convocar un sentimiento generalizado de repulsa contra las decisiones presidenciales. En muchas corridas  hubo un compañero de cartel que cortó más orejas que él y salió a hombros. No importaba; los  periódicos  cantaban las excelencias de José Tomás: triunfar sin haber triunfado. Durante un tiempo suscitó un movimiento ácrata de repulsa contra los presidente que no le concedían la segunda oreja,  potestad, como es sabido, de la autoridad, no del público cuyo plebiscito acaba en la primera. Esa revuelta contra el principio de autoridad fue la más sana aportación del tomismo  a la sociología de los toros. Críticos enardecidos y de orden llamaban cabrón al presidente que mantenía su criterio;  y las masas, al borde de la sedición se enfrentaban como energúmenos al palco de autoridades.  Ahí salía lo más genuino del pueblo español: la revuelta de toros y la conjuración de  café. Los magnicidas e incluso deicidas de mesa camilla; a la mierda Mateo Morral. A esto nunca llegará Enrique Ponce, el diestro que ha superado todos los récords históricos. Por motivos distintos, a sus 50 años, Enrique Ponce está en otra galaxia. El amor por una veinteañera, lo tiene transfigurado.

martes, 4 de agosto de 2020

Mi padre, mis hermanos


Mi padre no pisaba una iglesia y mi madre me llevaba a misa. Acabé en un Seminario para el cual me reclutaron los curas por chico listo, el más listo de la escuela. Mi madre estaba educada en el ambiente religioso de mis abuelos, Mariano y Elisa,  que según me contaban, a las siete  de la tarde en invierno, ya oscurecido, y a la misma hora en verano sin oscurecer, cerraban la puerta a cal y canto,  rezaban el rosario y después cenaban frugalmente, una pucherilla de sopas hervidas.  Pero mi madre no era tan ortodoxa, aunque yo creo que en mi conducta siempre influyó más mi padre que mi madre. Mi padre nunca fue bien mirado por la familia de mi madre y el tio Sergio creo que le tenía especial antipatía.En cambio en Carrión de los Condes le querían mucho. Era el recadero de las mujeres de Torre, aprovechando que iba a por las cartas, Francisco que me traigas una docena de pasteles que tengo invitados, Francisco que compres dos metros lienzo.  Muy mañoso con el hierro,  en verano se ajustaba de mecánico en la finca de los Imaz/Michelena y el director de la administración de correos, permitía que el servicio lo hicira yo..... Hombre recatado en el comer, guardaba para sus hijos el chorizo, la longaniza y el queso de las meriendas y el desayuno. 

El tio Sergio  y su mujer la tia Pilar, tenían una pescadería enfrente de la fábrica de armas, que atendía personalmente la tia Pilar en la calle Héroes del Alcázar número 5. Eran los parientes ricos y en cierta medida protectores a los que teníamos un respeto imponente. Yo quería mucho a Socorro, una solterona, pariente de la tía Pilar a la que empleaban de criada  para todo. Digo criada en la más amplia y radical acepción de la palabra que se utiliza en los pueblos; sirvienta. En época cangrejera,  acompañado de la flor y nata de la sociedad palentina, el tío Sergio se presentaba a pescar en Torre de los Molinos. En la guerra el tío Sergio creo que dirigía un batallón ciclista y creo que nunca pasó de sargento, pero en la posguerra tenía raro prestigio y autoridad sin mácula.

 Mi primo Miguel Ángel se pasaba parte del verano en Torre, jugábamos al Tour de Francia, (era la época de Loroño,  Bahamontes….etc) con patos a los que hacíamos subir unos grandes molederos, que semejaban montañas,  camino del tojo de la Fría,, una profunda charca que a mí  me repugnaba, pues la imaginaba llena de sapos, ranas, culebras  y otros bichos asquerosos. Yo hice la primera comunión con un traje blanco de marinerito de mi primo Miguel Angel, que me quedaba grande por todos sitios y mientras decía los versos preceptivos de la ocasión y accionaba con una mano,  con la otra me sujetaba el pantalón para que no se me cayera.

La experta en pescar cangrejos a retel  era mi hermana Concha; los cogía a cestos que se llevaban los invitados después de  haberse puesto morados de jamón, cecina, queso y chorizo que salía de la despensa de  Rosario, la hermana pequeña, la del pueblo y luego…..si te visto no me acuerdo. Nuestra casa, donde vivíamos, hoy convertida en huerta y  hermoso jardín por dos vecinas de infancia, Chari y Bego, estaba  a las afueras, en el barrio de arriba, cerca del tojo de la Fría hoy supongo desecado, no podría afirmarlo. Mi pueblo es vegetal y bonito,  lleno de árboles, arroyos y vegetación. Siendo tan pequeño, no más  de 20 vecinos, tiene tres barrios; el barrio de arriba, el barrio del medio o de la iglesia y el barrio de abajo. Así lo conocí siempre y así sigue.