miércoles, 28 de febrero de 2024

Aniversario y reivindicación de Juan Perez  Creus, el último satírico

Estoy seguro de que Alfonso Ussia, epígono de Pérez Creus,  en cierta medida, no tomará a mal el título de esta croniquilla. Traigo a colación a Pérez Creus  porque me parece que hace días se ha recordado, si bien un poco cicateramente,  el centenario de su nacimiento. Ignoro si las próximas generaciones, sin objetivos claros contra los que luchar o a los que satirizar, darán algún otro vate digno de tal nombre como el de Juan Pérez  Creus;  un  coloso de la literatura que abarcó el humor, la novela mágica,  (precedente  afirman algunos_ del realismo mágico  sudamericano),  el ensayo y los libros de viajes. Es quizá la hora en que alguna editorial valiente y arrancada aborde la edición completa de su dispersa obra , Ramón Akaun suponer. En mi agenda de estos días tenía y tengo anotado, ignoro con qué finalidad, “Juan Pérez  Creus el satírico  suicidado”. Cualquiera que fuera el motivo de mi recordación, toda circunstancia me parece  buena para escribir de él, humorista, narrador  y poeta que llevó hasta el fin su humor y su sarcasmo vitalista. Se tiró desde la azotea de una casa de siete pisos,  por culpa de una mujer que no le quería. Los viejos, escrito está,  no deben enamorarse. Y  menos de una mujer joven,  ligera de cascos y muy guapa, Mireya o Mirenca o algo así, creo que se llamaba, dependienta  rescatada de  un supermercado de más allá del telón de acero.

Semanas antes de su suicidio, la palabra  autodevastación le gustaba más, me lo encontré en el Café Gijón, de Madrid, ayudándose de un andador, tal era la decrepitud de su ancianidad. Buscaba a su Vivenca o como se llamara, dónde se habrá metido esta  zorra. No voy a insistir en  esos momentos desdichados;  prefiero recordarle, entre otros  sublimes,  en una comida en Salamanca, con un grupo de poetas invitados por el Gobernador Civil, Ulpiano  llamado, al que apodaban el casto por haber cerrado las casas de latrocinio, o sea de putas, de la ciudad.  Al tal Ulpiano no se le ocurrió otra cosa, en su discurso de bienvenida, que declararse enemigo de don Miguel de Unamuno tan vinculado a Salamanca. No habíamos llegado a los postres de un suculento banquete, cuando empezó a circular de mano en mano, un  epigrama  de Pérez Creus,  que decía:

Se dice antiunamuniano

Que es como negar ser hombre;

Que le vayan dando a Ulpiano

Por donde acaba su nombre.

Pérez Creus fue señero en la sátira cotidiana, erótica y mujeril; véase esta muestra dedicada a una fémina,  de muchedumbres conocida  por su prodigalidad desenfadada  en el arte amatorio ,

Y llamarte putísima seria

Como llamarle cerro al Himalaya,

Como llamarle arroyo al Amazonas.

 

Perez Creus no eludió la satíra política a los prebostes del Régimen,  en las páginas del ARRIBA, donde entre otras publicaciones, dejaba sus COPLAS DE MAESE PÉREZ; como demuestra este poemilla dedicado a José Solis, Ministro del Movimiento y camisa azul.

Del Norte al Sur, del Este hasta el Oeste era

Del regimen franquista la sonrisa,

Sonreía mejor que Monna Lisa

 Este es mi homenaje póstumo, muy póstumo pero también muy sentido, a Juan Pérez Creus que había sido Comisario Político del bando republicano durante Incivil guerra del 36 y que,  llegada  la victoria de Franco, fue depurado y amnistiado después bajo la protección de Camilo José Cela y de Jaime Campmany que lo admiraron siempre.


domingo, 25 de febrero de 2024

 

Carta a Antonio Leyva que se marchó sin avisar.

Hola Antonio. Te envié esta carta hace unos días, pero se me olvidó ponerle sello y me la han devuelto para que la franquee adecuadamente. Por eso te llegará con retraso. Después de irte, te han hecho un homenaje en Orfila, galería  que tú fundaste con otro poeta, Julián Marcos, el cual  se pasó al cine consciente de que en la poesía carecía de porvenir. Causas ajenas a mí voluntad me impidieron ir a tu homenaje. Primero una pregunta, ¿por dónde andas?. Luego, un reproche;  esto no se hace a un amigo, a los amigos. Aunque nosotros, los de entonces, no seamos los mismos. Te has ido en silencio. Con discreción,  sin armar bulla. La discreción, bien mirado, en personas como tú, no era una virtud sino una necesidad de aquellos tiempos obscuros; La necesidad de la clandestinidad política en que nos movíamos muchos, por abruptos terrenos aledaños al Partido. O dentro del Partido.  El Partido Comunista, nada más que hablar. No había otro. El Psoe,  durmiente o de vacaciones. Decir el Partido era decir PCE, el único al que verdaderamente odiaba y temía Franco, junto a los monárquicos de don Juan de Borbón, amigo de la antiespaña en la que nunca jamás de los jamases llegaría a reinar. A riesgo incluso de una trifulca  familiar borbónica. ¡Palabra de Franco, Franco Franco!

La   Galería Orfila, no era el centro de nada y era el centro de todo. Julian Marcos, como ya he dicho,  renunció a Orfila para dedicarse  dirigir  cine, su gran pasión. Tú continuaste un proyecto que hoy rige tu hijo, Antonio Leyva San Juan. Tu condición de poeta de vanguardia,  de la que Fanny Rubio ha dejado constancia en sus estudios sobre las revistas de poesía de los años cincuenta, es un hecho menos conocido, pero cierto. Aún no he podido leer tus dos últimos poemarios porque en  la Casa del Libro no dan razón, mi librero de Colmenar Viejo  es un tanto indolente y tú indolencia postal no me los ha enviado. Aprendices de periodistas,  que están haciendo un máster,  me preguntan sobre la aventura de Crónica3 de las artes, revista que fundamos tú y yo, que sobrevivió honrada y heroicamente tres o cuatro años; sin cambiar críticas favorables por publicidad pagada, que era cosa bastante normal en aquellos tiempos. Teníamos las mejores firmas de críticos de arte, pero la mayor parte de la revista la escribíamos nosotros dos. Quiero citar  a Manolo Conde porque era amigo muy especial, al que siempre temíamos fuera a ocurrirle algo indeseable. La revista se llamó Crónica3, porque se nos unió Jacinto Sánchez, que tenía un taller de impresión de libros, revistas y catálogos de pintores, con lo cual la salida a kioskos estaba asegurada. Jacinto Sánchez era un gran profesional al que yo conocía del periódico Arriba a cuya “desfalangistización” ambos contribuimos, yo en redacción, desde el PCE insurgente clandestino, y Jacinto en talleres, al principio desde USO, organización  sindical autogestionaria, modelo Tito de Yugoslavia,  y más tarde me parece recordar,  desde Comisiones  Obreras.


lunes, 5 de febrero de 2024

TEATRO. UN RELEVO, Pérez de la FUENTE en el FERNÄN GOMEZ.

Y un OBITUARIO, el poeta y crítico de  ARTE ANTONIO LEYVA

El alcalde de Madrid don José Luis Martínez  Almeida ha substituido, en la dirección del Teatro Fernán Gómez,  a Laila Ripoll  por Juan Carlos Pérez de la  Fuente, ambos de reconocido prestigio en el proceloso mundo del teatro.  Aunque fuentes municipales insistan en calificarlo como relevo puramente profesional,  se trata creo yo de un gesto político, pues Pérez de la Fuente está considerado un hombre próximo al  PP, circunstancia  aproximativa muy personal de alguien que en tiempos, creo recordar, gozó de la confianza de Rajoy; no me hagan mucho caso  pues mi memoria puede serme infiel.  Al decir  via muy personal, me refiero al sello exclusivo que Pérez de la Fuente imprime a sus acciones teatrales e ideas y, por lo tanto, también a sus actitudes “políticas”, una especie de verso suelto.  Respecto a la relevada,  Laila Ripoll, yo no la considero vinculada orgánicamente a ningún grupo político, si bien es evidente su compromiso con los españoles presos  en el horror de Auswith, cerca de diez mil, marcados por el triángulo azul.

Juan Carlos Pérez de la Fuente ha iniciado su andadura al frente del Fernán Gómez encargando a Helena Pimenta la dirección de La Regenta, Leopoldo Alas Clarín, en versión de Eduardo Galán, autor experimentado e  la comedia y las adaptaciones, el cual   ejerce también de coproductor a través de su empresa Secuencia3. La designación de Helena Pimenta lo interpreto como un inteligente guiño al sector más progresista de la Farándula. Aunque me parece evidente que, en la actualidad, la derecha española no anda sobrada de talentos  teatrales de los que echar mano. Por lo demás, en mis Memorias de próxima aparición, me atrevo a afirmar que Pérez de la Fuente es un “hombre considerado de derechas que ha hecho un teatro que le correspondía hacer a la izquierda”.  Donde estás Ulalume, dónde estás, de Alfonso Sastre, el exiliado de Hondarribia, fue un montaje cumbre; con escenografía de David de Loaysa, siempre a favor del actor como en él es habitual; Zutoia Alarcia y Chete Lera en estado de gracia, un estado de gracia maldita y confrontada en tormentosos ensayos, y un Camilo Rodríguez poliédrico y firme. Chete Lera había iniciado ya un viaje sin retorno al malditismo del cual  fue víctima definitiva años más tarde, muriendo en un accidente de carretera.

 En el haber de  Pérez de la Fuente está también haber recuperado para la escena española, en la que nunca había estado, a Fernando Arrabal. A  la presencia de Arrabal, Pérez de la Fuente sumó otra recuperación, la de María Jesús Valdés, actriz eminente, apartada del teatro por imposición de su marido, Jesús Gil, médico particular del Caudillo, al quedarse viuda y liberada. María Jesús Valdés fue su actriz fetiche hasta que dejó de serlo y acabaron distanciándose. La madre; Como un martirio chino  en los sótanos del Reina Sofía, en la sala de torturas de la Inquisición,  los reunió a los tres de forma memorable. Un momento cumbre del teatro español de los últimos tiempos.

El montaje de la NUMANCIA de Cervantes marcó un punto casi sin retorno en mis relaciones de crítico con Juan Carlos Pérez de la Fuente. Mostré mi desacuerdo, no tanto con el montaje globalmente considerado, sino con la versión que de Numancia habían hecho Alicia Mariño y Luis Alberto de Cuenca. Celebraba yo la interpretación de Beatriz Argüello y mostraba ciertas reticencias  con la de Alberto Velasco; se  tomaron, sin embargo, como reproches personales a este actor los calificativos que yo aplicaba a su repulsivo personaje. Se armó la de Dios es Cristo, cartas al director incluidas en las que se pedía a Pedro J Ramirez mi expulsión del Mundo. Natalia Millán, actriz en la que siempre he puesto mis complacencias., se sumó al linchamiento. Mis desacuerdos con Natalia Millán eran y son de otra índole; Natalia es fervorosa antitaurina  militante y yo he visto en mi vida cerca de cuatro mil corridas,y si ahora no piso una plaza es por causas ajenas a mi voluntad. En lo que sí concuerdo con ella es en la positiva  valoración de Alberto Velasco. O sea, que en mis juicios sobre  Numancia muchos confundieron los culos con las témporas, la velocidad con el tocino y la gimnasia con la magnesia.  Este nebuloso relato espero matizarlo con más precisión en mis Memorias, de próxima aparición.

ANTONIO LEYVA, IN MEMORIAM

Adios amigo. Nosotros, los de entonces, no es que ya no seamos los mismos, es que no somos, es que estamos dejando de ser. Antonio Leyva es poeta muy valorado por las revistas de vanguardia de los años cincuenta, crítico de arte, galerista, fundador de Orfila con Julián Marcos, también poeta, in memoriam, la Galería decana de las salas españolas.  Orfila es más que una sala de exposiciones; fue y supongo que sigue siendo, centro de agitación cultural y manifiestos agitadores. Incluso los pintores ajenos a la política ambicionaban llegar     a Madrid y exponer en ella. El sótano de Orfila, la trastienda, al que se bajaba por una escalera abismática, era, por otra parte, la cueva de los tesoros; restos de exposiciones, cuadros maravillosos a precios asequibles. Allí descubrí un dia los toreros descalzos en busca de una oportunidad, del palentino  Félix de la Vega, que hoy cuelgan en mi casa,  y allí nos hicimos amigos. Felix de la Vega, uno de los grandes silenciosos de la pintura, al que se llevó por delante un cáncer prematuro y malvado.

Con Antonio Leyva fundé la revista Crónica3 de las artes, que sobrevivió dignamente tres años o cuatro,  sin aceptar publicidad o cuadros  a cambio de críticas, gracias a colaboraciones  mal pagadas, o gratuitas, de los mejores críticos del momento. Se preguntarán cómo siendo dos, se llamó Crónica 3. Muy sencillo; pronto se nos unió un taller de imprenta  del que era dueño Jacinto Sánchez, sindicalista de USO y más tarde, de CC OO, creo, con lo cual teníamos asegurada la impresión de la revista. Ciertamente, buen amigo, nosotros los de entonces, ya no somos los mismos, pues ni siquiera somos. ¡Qué solos se quedan, nos quedamos, los vivos!.