Carta a Antonio Leyva que se marchó sin avisar.
Hola Antonio. Te envié esta carta hace unos días, pero se me olvidó ponerle sello y me la han devuelto para que la franquee adecuadamente. Por eso te llegará con retraso. Después de irte, te han hecho un homenaje en Orfila, galería que tú fundaste con otro poeta, Julián Marcos, el cual se pasó al cine consciente de que en la poesía carecía de porvenir. Causas ajenas a mí voluntad me impidieron ir a tu homenaje. Primero una pregunta, ¿por dónde andas?. Luego, un reproche; esto no se hace a un amigo, a los amigos. Aunque nosotros, los de entonces, no seamos los mismos. Te has ido en silencio. Con discreción, sin armar bulla. La discreción, bien mirado, en personas como tú, no era una virtud sino una necesidad de aquellos tiempos obscuros; La necesidad de la clandestinidad política en que nos movíamos muchos, por abruptos terrenos aledaños al Partido. O dentro del Partido. El Partido Comunista, nada más que hablar. No había otro. El Psoe, durmiente o de vacaciones. Decir el Partido era decir PCE, el único al que verdaderamente odiaba y temía Franco, junto a los monárquicos de don Juan de Borbón, amigo de la antiespaña en la que nunca jamás de los jamases llegaría a reinar. A riesgo incluso de una trifulca familiar borbónica. ¡Palabra de Franco, Franco Franco!
La Galería Orfila, no era el centro de nada y
era el centro de todo. Julian Marcos, como ya he dicho, renunció a Orfila para dedicarse dirigir cine, su gran pasión. Tú continuaste un
proyecto que hoy rige tu hijo, Antonio Leyva San Juan. Tu condición de poeta de
vanguardia, de la que Fanny Rubio ha
dejado constancia en sus estudios sobre las revistas de poesía de los años
cincuenta, es un hecho menos conocido, pero cierto. Aún no he podido leer tus
dos últimos poemarios porque en la Casa
del Libro no dan razón, mi librero de Colmenar Viejo es un tanto indolente y tú indolencia postal
no me los ha enviado. Aprendices de periodistas, que están haciendo un máster, me preguntan sobre la aventura de Crónica3 de las artes, revista que
fundamos tú y yo, que sobrevivió honrada y heroicamente tres o cuatro años; sin
cambiar críticas favorables por publicidad pagada, que era cosa bastante normal
en aquellos tiempos. Teníamos las mejores firmas de críticos de arte, pero la mayor
parte de la revista la escribíamos nosotros dos. Quiero citar a Manolo Conde porque era amigo muy especial,
al que siempre temíamos fuera a ocurrirle algo indeseable. La revista se llamó Crónica3, porque se nos unió Jacinto
Sánchez, que tenía un taller de impresión de libros, revistas y catálogos de
pintores, con lo cual la salida a kioskos estaba asegurada. Jacinto Sánchez era
un gran profesional al que yo conocía del periódico Arriba a cuya “desfalangistización” ambos contribuimos, yo en redacción,
desde el PCE insurgente clandestino, y Jacinto en talleres, al principio desde
USO, organización sindical
autogestionaria, modelo Tito de Yugoslavia,
y más tarde me parece recordar,
desde Comisiones Obreras.
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