Aniversario y
reivindicación de Juan Perez Creus, el
último satírico
Estoy seguro de que Alfonso Ussia,
epígono de Pérez Creus, en cierta
medida, no tomará a mal el título de esta croniquilla. Traigo a colación a
Pérez Creus porque me parece que hace días se ha recordado, si bien un poco cicateramente, el centenario de su nacimiento. Ignoro si las
próximas generaciones, sin objetivos claros contra los que luchar o a los que satirizar,
darán algún otro vate digno de tal nombre como el de Juan Pérez Creus; un coloso de la literatura que abarcó el humor,
la novela mágica, (precedente afirman algunos_ del realismo mágico sudamericano), el ensayo y los libros de viajes. Es quizá la
hora en que alguna editorial valiente y arrancada aborde la edición completa de
su dispersa obra , Ramón Akaun suponer. En mi agenda de estos días tenía y
tengo anotado, ignoro con qué finalidad, “Juan Pérez Creus el satírico suicidado”. Cualquiera que fuera el motivo de
mi recordación, toda circunstancia me parece buena para escribir de él, humorista, narrador
y poeta que llevó hasta el fin su humor
y su sarcasmo vitalista. Se tiró desde la azotea de una casa de siete pisos, por culpa de una mujer que no le quería. Los
viejos, escrito está, no deben
enamorarse. Y menos de una mujer joven, ligera de cascos y muy guapa, Mireya o Mirenca
o algo así, creo que se llamaba, dependienta
rescatada de un supermercado de
más allá del telón de acero.
Semanas antes de su suicidio, la
palabra autodevastación le gustaba más, me lo encontré en el Café Gijón, de
Madrid, ayudándose de un andador, tal era la decrepitud de su ancianidad.
Buscaba a su Vivenca o como se llamara, dónde
se habrá metido esta zorra. No voy a
insistir en esos momentos desdichados; prefiero recordarle, entre otros sublimes, en una comida en Salamanca, con un grupo de
poetas invitados por el Gobernador Civil, Ulpiano llamado, al que apodaban el casto por haber cerrado las casas de latrocinio, o sea de putas,
de la ciudad. Al tal Ulpiano no se le
ocurrió otra cosa, en su discurso de bienvenida, que declararse enemigo de don
Miguel de Unamuno tan vinculado a Salamanca. No habíamos llegado a los postres
de un suculento banquete, cuando empezó a circular de mano en mano, un epigrama de Pérez Creus, que decía:
Se dice antiunamuniano
Que es como negar ser hombre;
Que le vayan dando a Ulpiano
Por donde acaba su nombre.
Pérez Creus fue señero en la
sátira cotidiana, erótica y mujeril; véase esta muestra dedicada a una fémina, de muchedumbres conocida por su prodigalidad desenfadada en el arte amatorio ,
Y llamarte putísima seria
Como llamarle cerro al Himalaya,
Como llamarle arroyo al Amazonas.
Perez Creus no eludió la satíra
política a los prebostes del Régimen, en
las páginas del ARRIBA, donde entre otras publicaciones, dejaba sus COPLAS DE
MAESE PÉREZ; como demuestra este poemilla dedicado a José Solis, Ministro del
Movimiento y camisa azul.
Del Norte al Sur, del Este hasta el Oeste era
Del regimen franquista la sonrisa,
Sonreía mejor que Monna Lisa
Este es mi homenaje póstumo, muy póstumo pero
también muy sentido, a Juan Pérez Creus que había sido Comisario Político del bando republicano durante Incivil guerra del
36 y que, llegada la victoria de Franco, fue depurado y
amnistiado después bajo la protección de Camilo José Cela y de Jaime Campmany
que lo admiraron siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario