sábado, 23 de diciembre de 2023

 

HAPENNING, 

LA NOVELA TURBIA de UN DRAMATURGO LUMINOSO

 “Novela maestra”  dice Manuel Corredoira en la contraportada de Happening, novela inédita de Jerónimo López Mozo, escrita entre 1974 y 1978, más conocido por sus numerosas obras de teatro, unas publicadas y otras estrenadas, pero nunca silenciadas, pese a su actitud de resistencia política y moral  ante el franquismo.  

Afirmaré, eso sí, que me parece una novela total. Me parece una novela  atípica, atópica, goyesca, valleinclanesca,  garcíamazqueña,  borgiana, barojiana, esperpéntica, mágica, realista, sucia. Tentado estaría también de llamarla  ramoniana, si no le faltara ese picador, Badila, me parece que se llama, de El torero Caracho, que enfurecido empezó a alancear pacíficos viandantes calle  Alcalá arriba.

A veces,  Happennig me parece una orgía de odaliscas  desnudas  y bisexuales, y otras veces el coro de las 11.000  vírgenes que esperan al esposo, como si alguna vez hubiese habido  11.000 vírgenes. Otras me parece un velatorio con orujo para los hombres y, en el cuarto de al lado, mujeres rezadoras y plañideras. O un oratorio.  Happennig es el Desholladero, cuadro sombrío  del pintor Gutiérrez Solana, escritor tenebrista de una España tenebrosa. En mi poética personal, asimilo el patio de Las Ventas, el cascabeleo del tiro de las mulillas y el látigo restallante de los mulillero. Tal deduzco de la procesión litúrgica de Happening. A veces veo disparates y en ocasiones milagros lucidísimos. A veces estafermos y a veces gigantes y cabezudos,  gigantones que oyen por la bragueta. Y aunque no sea novela de toros, salvo en el arrastre tumultuoso y multitudinario que bien pudiera ser el arrastre de una España picada, banderilleada y muerta a estoque, veo a Curro Romero, el Faraón de Camas, el miedo, el arrebato del suicidio, el filósofo, el sumo sacerdote, corifeo.  Todo esto veo yo, o lo sueño, o me lo invento, en Happening, la novela de un autor dramático reconocido y reconocible, de un torero sin toro que nunca tomó la alternativa.  Y los papas, Pio V en especial, descomulgando a todo aquel que participase en toreras fiestas

 No estoy muy seguro si, por entonces, por el año 74 cuando Jerónimo empieza a escribir su novela, Franco Caudillo de España ya le había cortado a Santa Teresa, definitivamente, el brazo incorrupto que le había acompañado victorioso en todos sus exterminios. No estoy seguro ni siquiera si Franco ha muerto porque no siempre lo parece, y si murió en la cama, sin que ningún heroico revolucionario español lo mandara al otro barrio como correspondía, con un bombazo o cuchillada de bayoneta,  un genocida de la cultura y de las gentes al que los curas llevaban bajo palio. Franco presidía en Las Ventas de Madrid, la mal llamada corrida de la Beneficencia y los toreros le brindaban un toro y el genocida les regalaba una pitillera de plata, menos a Antoñete,  que era rojo y no le brindaba. Y cuando subían al palco a rendirle pleitesía al autor de la mayor hecatombe que vieron los siglos, Antonio Chenel Antoñete, el torero de huesos de cristal por culpa del hambre de postguerra, se metía en la enfermería para que le escayolaran un brazo y el genocida se tenía  que guardar la pitillera.  No estoy seguro de que todo esto o sus fantasmas ululantes esté en Happening, mas pudiera estar a propósito del célebre arrastre sanguinario, procesionario  y multitudinario que relata, salmodia o hace prédica.  No estoy seguro de nada, mas puede que Happening me aclare o me enturbie algunas cosas. Ciertas luces enciende Jerónimo al hablar de Cervantes fugitivo, Quevedo, don Antonio Machado,  Juan Ramón, Benavente, Valle Inclán, Jose María Peman a los que dibuja con fina caligrafía, la Santa Inquisición y la leña verde para que el suplicio sea más lento y más refinado. España en carne viva y pensamiento muerto.

Pero sí estoy seguro y me atreveré a afirmar con todas las consecuencias que Happening, posee el don supremo de la adjetivación, ese don que pocos escritores tienen; el don de la fluidez  narrativa, que poseen  muchos menos, el don de la sorpresa  y el don de la fantasía luminosa y etérea,  que bebe en el fango  del  realismo de albañal y letrinas. Una novela que participa del teatro, que a veces parece teatro y en ocasiones lo es. Cada cosa por sí sola y juntas construyen esa imagen poliédrica que yo tengo de Jerónimo, producto no sólo de leerlo, sino de verlo en los entreactos de teatro María Guerrero o del Español, de conversar con él y con su inseparable Carmen, en la Taberna del Café Gijón de la calle Almirante o en el Gijón  de Recoletos. Humillada  soberbia de lector empedernido, me honro al expropiar a Corredoira Viñuela, que parece el alter ego de Jerónimo, su juicio irrebatible: “Novela hipnótica y promiscua, libérrimamente escrita, terra prohibida, novela revolucionaria que dejará sin resuello a sus lectores”. Amen y corto su relectura porque me estoy asfixiando. !Dios tenga piedad de mí y de mis despojos!!!.

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