HAPENNING,
LA NOVELA TURBIA de UN DRAMATURGO LUMINOSO
“Novela maestra” dice Manuel Corredoira en la contraportada de Happening, novela inédita de Jerónimo
López Mozo, escrita entre 1974 y 1978, más conocido por sus numerosas obras de
teatro, unas publicadas y otras estrenadas, pero nunca silenciadas, pese a su
actitud de resistencia política y moral ante el franquismo.
Afirmaré, eso sí, que me parece una
novela total. Me parece una novela atípica, atópica, goyesca, valleinclanesca, garcíamazqueña, borgiana, barojiana, esperpéntica, mágica,
realista, sucia. Tentado estaría también de llamarla ramoniana, si no le faltara ese picador,
Badila, me parece que se llama, de El
torero Caracho, que enfurecido empezó a alancear pacíficos viandantes calle
Alcalá arriba.
A veces, Happennig
me parece una orgía de odaliscas desnudas y bisexuales, y otras veces el coro de las
11.000 vírgenes que esperan al esposo,
como si alguna vez hubiese habido 11.000
vírgenes. Otras me parece un velatorio con orujo para los hombres y, en el
cuarto de al lado, mujeres rezadoras y plañideras. O un oratorio. Happennig
es el Desholladero, cuadro sombrío del pintor Gutiérrez Solana, escritor tenebrista
de una España tenebrosa. En mi poética personal, asimilo el patio de Las Ventas,
el cascabeleo del tiro de las mulillas y el látigo restallante de los
mulillero. Tal deduzco de la procesión litúrgica de Happening. A veces veo disparates y en ocasiones milagros
lucidísimos. A veces estafermos y a veces gigantes y cabezudos, gigantones que oyen por la bragueta. Y aunque
no sea novela de toros, salvo en el arrastre tumultuoso y multitudinario que
bien pudiera ser el arrastre de una España picada, banderilleada y muerta a
estoque, veo a Curro Romero, el Faraón de Camas, el miedo, el arrebato del
suicidio, el filósofo, el sumo sacerdote, corifeo. Todo esto veo yo, o lo sueño, o me lo invento,
en Happening, la novela de un autor
dramático reconocido y reconocible, de un torero sin toro que nunca tomó la
alternativa. Y los papas, Pio V en
especial, descomulgando a todo aquel que participase en toreras fiestas
No estoy muy seguro si, por entonces, por el año
74 cuando Jerónimo empieza a escribir su novela, Franco Caudillo de España ya
le había cortado a Santa Teresa, definitivamente, el brazo incorrupto que le había
acompañado victorioso en todos sus exterminios. No estoy seguro ni siquiera si Franco
ha muerto porque no siempre lo parece, y si murió en la cama, sin que ningún
heroico revolucionario español lo mandara al otro barrio como correspondía, con
un bombazo o cuchillada de bayoneta, un
genocida de la cultura y de las gentes al que los curas llevaban bajo palio. Franco
presidía en Las Ventas de Madrid, la mal llamada corrida de la Beneficencia y
los toreros le brindaban un toro y el genocida les regalaba una pitillera de
plata, menos a Antoñete, que era rojo y
no le brindaba. Y cuando subían al palco a rendirle pleitesía al autor de la
mayor hecatombe que vieron los siglos, Antonio Chenel Antoñete, el torero de
huesos de cristal por culpa del hambre de postguerra, se metía en la enfermería
para que le escayolaran un brazo y el genocida se tenía que guardar la pitillera. No estoy seguro de que todo esto o sus
fantasmas ululantes esté en Happening, mas pudiera estar a propósito del célebre
arrastre sanguinario, procesionario y
multitudinario que relata, salmodia o hace prédica. No estoy seguro de nada, mas puede que Happening me aclare o me enturbie
algunas cosas. Ciertas luces enciende Jerónimo al hablar de Cervantes fugitivo,
Quevedo, don Antonio Machado, Juan Ramón,
Benavente, Valle Inclán, Jose María Peman a los que dibuja con fina caligrafía, la Santa Inquisición y la leña verde para que el suplicio sea
más lento y más refinado. España en carne viva y pensamiento muerto.
Pero sí estoy seguro y me
atreveré a afirmar con todas las consecuencias que Happening, posee el don supremo de la adjetivación, ese don que
pocos escritores tienen; el don de la fluidez narrativa, que poseen muchos menos, el don de la sorpresa y el don de la fantasía luminosa y etérea, que bebe en el fango del realismo de albañal y letrinas. Una novela que
participa del teatro, que a veces parece teatro y en ocasiones lo es. Cada cosa
por sí sola y juntas construyen esa imagen poliédrica que yo tengo de Jerónimo,
producto no sólo de leerlo, sino de verlo en los entreactos de teatro María
Guerrero o del Español, de conversar con él y con su inseparable Carmen, en la
Taberna del Café Gijón de la calle Almirante o en el Gijón de Recoletos. Humillada soberbia de lector empedernido, me honro al
expropiar a Corredoira Viñuela, que parece el alter ego de Jerónimo, su juicio
irrebatible: “Novela hipnótica y promiscua, libérrimamente escrita, terra
prohibida, novela revolucionaria que dejará sin resuello a sus lectores”. Amen
y corto su relectura porque me estoy asfixiando. !Dios tenga piedad de mí y de mis despojos!!!.
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