jueves, 19 de octubre de 2023

 

PALESTINA MÄRTIR. La Resistible ascensión de Netanyahu.

 No puedo permanecer impasible ante el sufrimiento de Palestinaoprimida por el nazismo del Estado de Israel.  Siempre me consideré, y ahora compruebo que erróneamente, de la estirpe de los estoicos;  cuyo lema era, creo,  “aunque el mundo salte, hecho astillas, yo permaneceré impasible”. Impavidus ero.  Una ética y una estética de resistencia frente al dolor y la adversidad.  Más aún, una moral ejemplar representada por el estoico más famoso de todos los estoicos, Lucio Anneo Séneca; político, orador, filósofo. El derecho a decidir sobre la propia muerte fue siempre lo que más me llamó la atención.  Fue en esto, creo, donde más coherente se mostró su moral tan cuestionada por sus enemigos, y su sabiduría. Condenado a muerte, por deslealtad , no demostrada, por Nerón, el emperador  disoluto y cruel, del que había sido preceptor.  De lo cual podría deducirse que,  como maestro, Séneca fue un fracaso. Mas, por encima de todo y por lo que yo creo que ha pasado especialmente a la historia, es por permancer  impasible, dicen, ante las adversidades. Impavidus ero. Pues bien, lo mio era un senequismo de andar por casa. Un senequismo ramplón. El mundo salta hecho astillas, arde en llamas y genocidios, véase Palestina ensangrentada, sionismo sin freno, el pueblo de Dios, el dios de la ira y la venganza. Y yo no permanezco impávido.  En otros tiempos, cuando era joven,  me hubiese puesto a escribir versos, versos contra las bombas. Utopía.  La poesía viene cuando quiere. Y, además,  parafraseando a Adorno que respecto al nazismo, dijo es radicalmente obsceno escribir poesía después de Austwitch; hoy  es radicalmente obsceno escribir poesía, después del martirio de Palestina. Si yo pofesara la filosofía estoica no me dolería el sufrimiento,  la matanza palestina por parte del nazismo israelí y el filonacismo cómplice de los EEUU. Me duele Palestina. Netanyaju, criminal de guerra. El nuevo Hitler, por paradójica que resulte la comparación.   Y  lo peor del caso es que Netanyaju, su ascenso,  no era fatal ni inevitable, era  previsible. Bertold Brecht escribió La resistible ascensión de Arturo Ui que José Luis Gómez, un José Luis Gómez en su plenitud creadora, escenificó, creo  recordar, en la Abadía. La gente y los periodistas dieron en nombrar el texto como la Irresistible ascensión y algunos que escribíamos de teatro, tuvimos que salir al paso del despropósito.  Arturo Ui era la traslación de Hitler,  un tendero o comerciante, que empieza a  eliminar a sus competidores, con malvadas  pero previsibles  prácticas políticas y comerciales. Su ascensión no es sólo producto de su falta de escrúpulos, sino de la pasividad cómplice de los demás. Tal, me parece hoy  Netanyaju; que cuenta con la alianza todopoderosa y la complicidad de Biden,  presidente de  EE UU. Estos días ha habido una  sorprendente suavización  de la actitud de Biden,  temiendo quizá que la escalada  pueda rebasar los límites en que está ahora y degenerar en un conflicto mundial.

Hace años escribí un libro de poemas titulado Parábolas Palestina,  nada del otro mundo, poesía desgarrada, emocional, poesía política y social de compromiso y testimonio, aunque  en cierta medida premonitoria de lo que ahora está pasando. Ese libro me parece que está descatalogado  y yo no lo conservo.   Lo publicó una pequeña editorial  llamada La banda de Moebius, que también me editó  Nocturno amor y mar, con ilustraciones de un gran pintor, Alejandro García Santamarina,  el pintor loco le decíamos, como Van Goh pero sin cortarse una oreja.  Y sin amarillos.  A la disparatada gente de Moebius, que tanto ben hizo a la poesía a costa de arruinar sus precarias economías, la  conocí en La Vaquería de la calle Libertad, bar de copas, sala de lectura, sede de todos los disparates del mundo, un contradiós,  que un dia volaron de un preciso bombazo, los Guerrilleros de Cristo Rey.  Fueron implacables, pues la tenían entre ceja y ceja desde que se abrió. Pero tuvieron la delicadeza de dinamitarla a  las cinco de la mañana cuando no había nadie. La regía Emilio Sola, un cervantista riguroso,  en especial del Cervantes cautivo en Argel. La fundamos un grupo de amigos, apoquinando 25.000 pesetas cada uno. Y puede que los primeros  esbozos del citado libro, Parábolas palestinas, tan de trágica actualidad hoy, los leyera públicamente, y por primera vez,  allí.

 Parábolas Palestinas gustó mucho  al insigne arabista, Pedro Martínez Montávez, in memoriam, catedrático y rector de la Universidad Complutense de Madrid.  Martínez Montávez, naturalmente, no iba por estos saraos  insurgentes,  pero yo le había entregado el manuscrito que le gustó mucho, al contrario que a Vicente Aleixandre, el enfermo de una eterna mala  salud de hierro, al que no  gustó nada. Martínez  Montávez  creía en la causa palestina, como su discípula y colaboradora Carmen Bravo Villasante. Mi amiga Aviva Doron, judía,    la bella hispanista de los ojos verdes, también creía, al menos en teoría, que la convivencia de dos pueblos en un mismo suelo era posible.  ¿Dónde estás, Aviva? Concluyo esta melancólica y poco estoica meditación con el verso,  

“Ay almas de los muertos en las cárceles nazis

Si supierais vosotros, si supierais”, que no necesita explicación.

 

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