PALESTINA MÄRTIR. La Resistible ascensión de Netanyahu.
No puedo permanecer impasible ante el sufrimiento
de Palestinaoprimida por el nazismo del Estado de Israel. Siempre me consideré, y
ahora compruebo que erróneamente, de la estirpe de los estoicos; cuyo lema era, creo, “aunque el mundo salte, hecho astillas, yo
permaneceré impasible”. Impavidus ero. Una ética y una estética de resistencia frente
al dolor y la adversidad. Más aún, una
moral ejemplar representada por el estoico más famoso de todos los estoicos, Lucio Anneo Séneca; político, orador,
filósofo. El derecho a decidir sobre la propia muerte fue siempre lo que más me
llamó la atención. Fue en esto, creo,
donde más coherente se mostró su moral tan cuestionada por sus enemigos, y su sabiduría.
Condenado a muerte, por deslealtad , no demostrada, por Nerón, el emperador disoluto y cruel, del que había sido
preceptor. De lo cual podría deducirse
que, como maestro, Séneca fue un fracaso.
Mas, por encima de todo y por lo que yo creo que ha pasado especialmente a la
historia, es por permancer impasible,
dicen, ante las adversidades. Impavidus
ero. Pues bien, lo mio era un senequismo de andar por casa. Un senequismo
ramplón. El mundo salta hecho astillas, arde en llamas y genocidios, véase
Palestina ensangrentada, sionismo sin freno, el pueblo de Dios, el dios de la ira y la venganza. Y
yo no permanezco impávido. En otros tiempos, cuando era joven, me hubiese puesto a escribir versos, versos
contra las bombas. Utopía. La poesía viene
cuando quiere. Y, además, parafraseando
a Adorno que respecto al nazismo,
dijo es radicalmente obsceno escribir
poesía después de Austwitch; hoy es radicalmente obsceno escribir poesía,
después del martirio de Palestina. Si yo pofesara la filosofía estoica no me
dolería el sufrimiento, la matanza
palestina por parte del nazismo israelí y el filonacismo cómplice de los EEUU. Me duele Palestina. Netanyaju, criminal
de guerra. El nuevo Hitler, por paradójica que resulte la comparación. Y lo peor del caso es que Netanyaju, su ascenso,
no era fatal ni inevitable, era previsible. Bertold Brecht escribió La
resistible ascensión de Arturo Ui que
José Luis Gómez, un José Luis Gómez en su plenitud creadora, escenificó,
creo recordar, en la Abadía. La gente y
los periodistas dieron en nombrar el texto como la Irresistible ascensión y algunos que escribíamos de teatro, tuvimos
que salir al paso del despropósito.
Arturo Ui era la traslación de Hitler,
un tendero o comerciante, que empieza a eliminar a sus competidores, con malvadas pero previsibles prácticas políticas y comerciales. Su
ascensión no es sólo producto de su falta de escrúpulos, sino de la pasividad
cómplice de los demás. Tal, me parece hoy Netanyaju; que cuenta con la alianza
todopoderosa y la complicidad de Biden, presidente de
EE UU. Estos días ha habido una sorprendente suavización de la actitud de Biden, temiendo quizá que la escalada pueda rebasar los límites en que está ahora y
degenerar en un conflicto mundial.
Hace años escribí un libro de
poemas titulado Parábolas Palestina, nada del otro mundo, poesía desgarrada,
emocional, poesía política y social de compromiso y testimonio, aunque en cierta medida premonitoria de lo que ahora
está pasando. Ese libro me parece que está descatalogado y yo no lo conservo. Lo publicó una pequeña editorial llamada La
banda de Moebius, que también me editó
Nocturno amor y mar, con
ilustraciones de un gran pintor, Alejandro García Santamarina, el
pintor loco le decíamos, como Van Goh pero sin cortarse una oreja. Y sin amarillos. A la disparatada gente de Moebius, que tanto
ben hizo a la poesía a costa de arruinar sus precarias economías, la conocí en La Vaquería de la calle Libertad,
bar de copas, sala de lectura, sede de todos los disparates del mundo, un
contradiós, que un dia volaron de un
preciso bombazo, los Guerrilleros de Cristo Rey. Fueron implacables, pues la tenían entre ceja
y ceja desde que se abrió. Pero tuvieron la delicadeza de dinamitarla a las cinco de la mañana cuando no había nadie.
La regía Emilio Sola, un cervantista riguroso, en especial del Cervantes cautivo en Argel. La
fundamos un grupo de amigos, apoquinando 25.000 pesetas cada uno. Y puede que
los primeros esbozos del citado libro, Parábolas palestinas, tan de trágica
actualidad hoy, los leyera públicamente, y por primera vez, allí.
Parábolas
Palestinas gustó mucho al insigne
arabista, Pedro Martínez Montávez, in memoriam, catedrático y rector de la
Universidad Complutense de Madrid. Martínez Montávez, naturalmente, no iba por
estos saraos insurgentes, pero yo le había entregado el manuscrito que
le gustó mucho, al contrario que a Vicente Aleixandre, el enfermo de una eterna
mala salud de hierro, al que no gustó nada. Martínez Montávez
creía en la causa palestina, como su discípula y colaboradora Carmen
Bravo Villasante. Mi amiga Aviva Doron, judía, la bella
hispanista de los ojos verdes, también creía, al menos en teoría, que la
convivencia de dos pueblos en un mismo suelo era posible. ¿Dónde estás, Aviva? Concluyo esta melancólica
y poco estoica meditación con el verso,
“Ay almas de los muertos en las
cárceles nazis
Si supierais vosotros, si
supierais”, que no necesita explicación.
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