LA JUEZA IMPECABLE de Colmenar Viejo, DE CUYO NOMBRE NO
QUIERO ACORDARME
No me olvido de lo importante, de
lo que más nos concierne a los humanos de bien, el genocidio palestino por parte de Israel y EE UU de América. Ni de la trifulca sobre
el Descubrimiento y la Conquista, que con motivo del dia de la Hispanidad se
monta todos los años, mañana en mi blog inminente post. Pero como también andamos metidos
en asuntos de jueces y tribunales…pues
ahí va una de juezas.
Con la venia, señoría; y con todo respeto que el
desempeño de las funciones de su cargo merece. Como
ciudadano de orden acato respetuosamente su sentencia, no me atrevo a
decir fallo para no dar lugar a posibles malos entendidos. No me atrevo a
recomendarle la lectura de una gran novela del Premio Nobel, Albert Camus, La
caída, pues supongo a su señoría, con la venia, suficientemente culta y
cultivada. El protagonista, como recordará, señoría, con la venia, es un juez penitente, así llamado y descrito por el
autor. Y aquí concluyo mis reflexiones sobre el hecho para no caer en el abismo
de la imprudencia o la temeridad.
Tengas pleitos…y los ganes
dicen los gitanos, raza noble, creativa y con frecuencia perseguida, refiriéndose
a que todo pleito es malo. Así que, si encima lo pierdes, como, ha sido mi caso,
contra un vecino inhóspito y enfadado con el mundo, no quiero decir lo que
puede ocurrir. Con la venía, pues, señoría, permítame discrepar de su
resolución tras acatarla humildemente. Soy
un ciudadano de bien, del cual el citado vecino, como él mismo ha manifestado en
ocasiones, sólo ha recibido pruebas de tolerancia y buena vecindad, excepto con
la sombra de unos cedros centenarios, especie protegida sobre cuya voluntad no
tengo jurisdicción. Estos cedros dan nombre a mi dacha, de clase media trabajadora, pues no otra
cosa me parece la profesión de periodista. Esta dacha, antes lugar de
asueto vacacional y fin de semana reparador de los agobios de la ruidosa urbe, es hoy nuestra residencia fija. Cedros y pinos,
como buenos y firmes soldados, cumplen estrictamente la legalidad vigente de
poda reglamentaria y periódica, como in person ha comprobado la testigo
aportada por los demandantes, que, dicho sea de paso, cometió perjurio al negar
tal evidencia por ella misma contemplada. No hay peligro en la pacífica, ecológica y
vegetal existencia de mis árboles, salvo el riesgo de que a moradores, o a invitados
urbanitas a una barbacoa, nos caiga una piña en la cabeza y nos descalabre. Su
tala, que el vecino exigía antes a menudo, ahora ya no, supondría una
transgresión de la ley con la consiguiente multa que ello podría acarrearme, al
ser estos elementos arbóreos, especie protegida individual y colectivamente. De
mis cedros no se desprende peligro alguno para los moradores de la finca colindante.
Tal como el propio vecino afirmó en el juicio, sólo hojas, púas, suciedad. Suciedad
que, con frecuencia, el vecino se encarga de
arrojar a paladas, por encima del seto, a mi jardín que cuido y mimo como las
niñas de mis ojos. Si me ha seguido hasta el final, gracias señoría. Sé lo
precioso y escaso que es su tiempo. Tan escaso que no puede leerse el material
que el abogado de la parte demandada, un servidor, ha puesto a su disposición,
¡Con la venia!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario