miércoles, 18 de marzo de 2020

HISTORIA DE DOS DESPIDOS EL MUNDO

DESPIDOS Y CEGUERA

Quizá debiera escribir del coronavirus que nos asuela, pero creo que todo está dicho, o casi todo, quizá yo mismo he escrito, no sé, a no ser que alguien descubra que se trata de una guerra bacteriológica de exterminio. Quien  quiera profundizar en lo del coronavirus,  que lea a Camus autor de La peste y Saramago que escribió Ensayo sobre la ceguera.  Algunos amigos y  la revista Artez, me piden que explique las razones de mi expulsión  fulminante y la de Carmen Rigalt del diario que fundó PedroJOTA, en el que llevábamos escribiendo 30 años, yo de toros y teatro y Carmen, la más deliciosa y viperina crónica de sociedad, entre otras cosas. La verdad es que no lo sé y estoy dispuesto a aceptar que son razones económicas.  Mi despido me lo comunicó el jefe de cultura, Manuel Llorente, atribulado y confuso: “estás despedido”. Tajante y contundente. De paso me transmitía los pesares de toda la redacción de cultura.  No parece  cierto ni demostrable que haya mediado en en el suceso Jorge Bustos, jefe de opinión,  cuyo lema,   “prefiero  un corrupto a un comunista”. En cualquier caso, nada más lejos del rojerío montaraz  que el seny catalán de Carmen. A   Carmen Rigalt, convaleciente de un infarto, la citó Rosell,  en el Palace para decirle que no le renovaba el contrato. Conmigo lo tuvieron más fácil; nunca firmé un contrato y, cuando  había  que negociar algo,  el Jota me exponía la situación y hablábamos.  Hubo dos momentos tensos con PedroJ. Uno, cuando  Paco Umbral decidió hacer crítica de teatro y tanto Fernando Baeta como Manuel Hidalgo me dijeron,  “El Jota y todos  estamos preocupados por tu reacción, no queremos perderte”.    Al día siguiente apareció un editorialillo en la tercera que decía: “Umbral y Javier Villán compartirán la crítica de teatro”. El otro momento, quizá más tenso, fue cuando me anunciaron el desembarco de Zabala de la Serna en la crítica taurina, via Luis María Anson, pues el histórico apellido Zabala, estaba a punto de ser  borrado  de ABC,  por no sé  qué rara circunstancia  que Andrés Amorós y Antonio Burgos explicaron a su manera, un tanto venenosa por parte de Burgos. Me limité a decirle a PedroJ que Vicente y yo representábamos dos conceptos antagónicos  de la Fiesta y yo no pensaba renunciar al mío que él, Pedro, había estimulado siempre. PedroJ dibujó una página. Por un lado la crítica, digamos narrativa,  y por otro lado un  “artículo  de autoridad” firmado por mí. Acepté y la verdad que la página resultó un éxito incontestable y Vicente y yo nos llevamos razonablemente bien, no importaba la diferencia de criterios.
Mi llegada al Mundo
Llegué a El Mundo  desde El Independiente de Pablo Sebastián y Cesar Alonso de los Rios que se lo tomaron como una traición. En El Independiente estaba Florentino López Negrín, subdirector de Pueblo, el periódico de Sindicatos, de Emilio Romero,  que me acusaba de inventarme críticas de espectáculos inexistentes.  No había razones para eso y Pablo Sebastian lo sabía. El hecho concreto  fue una función sobre Maiakowski en los jardines de Galileo. Diluvió durante un buen rato, la gente y los críticos pensaron que la representación se suspendería y se marcharon. Yo me quedé y la función se dio. Le propuse a Sebastián que, para evitar fricciones, yo podía dedicarme al teatro de vanguardia y Florentino a los clásicos y los románticos de los que afirmé “era un experto”. Cuando López Negrín y yo nos hicimos relativamente  amigos, me confesó que él temió que fuera a quitarle el sitio, lo cual hubiera sido como quitarle parte de su vida.  Pepe Lucas, el pintor murciano de Cieza y muralista de la estación de Chamartín,   vecino de Alfonso de Salas, fundador del Mundo, fue mi valedor.
Valga este excurso inicial para explicar cómo llegué con honores   al Mundo; y cómo con honores he permanecido hasta el reciente  despido escribiendo de teatro.  Me llamó Mari Carmen García, la Mariguapi de las columnas de Umbral, y me dijo: “Habla con Fernando Baeta; PedroJ quiere que hagas la Feria de Abril de Sevilla, ya tienes billetes y hotel reservado”. Me quedé de piedra, pues pensé que me llamaba por lo menos como editorialista, que es a lo que aspira  todo neófito. Ese fue el estilo de captar un colaborador. El estilo  de Francisco Rosell de despedir es otro. Y acaso también el de Alcalá Galiano, el gran jefe, que cuando me dieron  el Premio Carlos Porto en Almada (Lisboa), a las mejores críticas de teatro, me llamó para decirme textualmente, “tener un periodista como tú es un privilegio para el Mundo”. Puede que el gran jefe haya cambiado de opinión.  Estos son los hechos. La situación de la prensa es mala y la del Mundo no es una excepción, pese a algunas individualidades brillantes que no salvan a Francisco Rosell, el muchacho de provincias que creyó alcanzar el poder absoluto conquistando Madrid. Tampoco el Mundo fue generoso con un grande del periodismo español, el sabio y melancólico Pedro Cuartango. Tras tenerlo un año como director en funciones, tuvo que marcharse. Ahora le escucho todas las noches en Radio Nacional de España.  ¡Qué dios reparta suerte.!



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