GRIMAU y GAMERO
Ignoro qué estaría haciendo, en
estas horas de peste y confinamiento, el excelente actor genérico Antonio
Gamero, cuyo lema era, “en ningún sitio tan bien como fuera de casa”. Lo
traigo a colación con motivo del aniversario del fusilamiento de Julián
Grimau, arrojado desde una ventana
de la DGS al callejón de Pontejos y después fusilado, amarrado a un poste
porque no podía tenerse en pie. “Por esa ventana tiraron a Julián Grimau y
luego dijeron que se había querido
suicidar”, me contaba Gamero cuando salíamos de alguna función en el Albéniz. A
Grimau, torturado, hubo que atarlo a un
poste para fusilarlo, pues no se tenía en pie. Eso me contaba Gamero, que se había quedado sordo por el golpe de
una máquina de escribir que le tiró a la cabeza el policía que le interrogaba.
Hay pocas dudas sobre Grimau, salvo la
incógnita de por qué el miserable de Santiago Carrillo, lo mandó a
España a reorganizar el Partido, compartiendo responsabilidades con Federico
Sánchez, o sea Carlos Semprum.
Lo cazaron enseguida. Manolo López, del Comité Central del PCE me
contaba una temeraria broma que Domingo
Dominguín les gastó a ambos en las Ventas, de las que creo era
empresario. Querían ver la Corrida de la
Beneficencia, tradicionalmente presidida por Franco y les dio dos invitaciones
cerca del palco, entre una legión de
maderos. Vieron la corrida acojonados. Cuando le echaron la bronca por
el riesgo que les había hecho correr, Domingo contestó: “En ningún sitio
podíais estar más seguros que rodeados de policías”. Cosas de Domingo Dominguín
que acabó suicidándose en los años setenta, unos dicen que por un cáncer de
colon, otros que por un desengaño amoroso y otros, los más, que por culpa de Luis
Miguel Dominguín, su hermano que no quiso prorrogarle la concesión de una
plaza en América, sus únicos ingresos.
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