sábado, 17 de octubre de 2015

CELIA GÁMEZ, ALFONSO XIII, LA LEGIÓN Y JUANITO BELMONTE .


Celia Gámez Alfonso XIII y ....Millán Astray.

Celia Gámez fue muchas cosas: el Pichi, el pasodoble, el chotis, el tango.  Pero fue, sobre todo, la revista sicalíptica y pecaminosa. Fue el pecado imposible de los españoles.  Tan hermosa y escultural  era que Alfonso XIII se prendó de ella cuando, recién llegada de la Argentina, cantó en España por primera vez, vestida de gaucho. Ya es mérito. A partir de ahí, el rey la agasajaba y su fama se disparó de forma irreversible.  Cuando colgó el traje de gaucho los madrileños empezaron  a llamarla, Nuestra Señora de los Buenos Muslos.
Santiago Castelo, poeta y periodista recientemente fallecido, ha escrito un  una biografía con su elegante estilo, pero sin eludir ninguno de los aspectos escabrosos o turbios de su vida apasionante: desde la protección de Alfonso XIII y su hijo, el Príncipe de Asturias, hasta el expolio a que la sometió la República despojándole hasta de la última joya, su chotis infame y vengativo Ya hemos pasao, en respuesta al no pasarán de La Pasionaria. Un texto limpio, como la puesta en escena de Emilio Sagi. 
 He escrito mucho sobre Celia Gámez pero Santiago Castelo lo sabía  todo.   Una vez metí la pata hasta más arriba del corvejón, vistiendo de blanco a la Gámez en su boda de los Jerónimos. No  era el color de la virginidad lo que más cuadraba a Celia desde luego. Un depositario de la memoria hipócrita del franquismo me lo contó y yo lo creí; pero las fotos no mienten y Celia iba de obscuro. Se lo conté a Santiago Castelo en unos cursos del Escorial después de un estimulante debate sobre doña Concha Piquer y Miguel de Molina. Y el bondadoso Santiago se partía de risa.Valga este comentario, in memoriam del  generoso amigo. La boda de los Jerónimos fue sonada; y el padrino, el general Millan Astray, fundador de la Legión y troceado  por las mutilaciones, tuvo que recurrir al grito de guerra, a mí la Legión, para salvar a la novia del tumulto

Fue novia del torero Juanito Belmonte, pero se casó con un dentista que le puso los cuernos con una chica de la compañía. La resolución de este trance demuestra su carácter como mujer y el talento ingenioso de Castelo como libretista. Las canciones las pone Ivanna Rossi, un timbre metálico acariciador  y una voluptuosidad de seda. Y cuatro vicetiples de cierto tono jocoso; esculturales, como corresponde, y que no hacen sombra sonora a Ivanna, buena actriz, cosa infrecuente en estos lances de vedettes y de plumas. Ya retirada de esta parafernalia,  descubrí a Esperanza Roig como una actriz suprema haciendo Aquí no paga nadie, o alguna otra del repertorio de Darío Fo. 

Tarde de tormenta en Madrid el domingo. Me gusta la cólera de la naturaleza enfurecida; como si fuera una advertencia al artificio de la vida urbana. La sala del Canal llena a rebosar Algunos de la tercera edad y casi todos de la cuarta. Nostalgia, entusiasmo. Hubo que evacuar a una anciana centenaria empeñada en corregir por lo alto a Ivanna Rossi, con un reiterativo "pero un beso de amor no se lo doy a cualquiera". La familia, avergonzada, la sacó a rastras. Y le jodieron la diversión, la ancianidad y  seguramente hasta la juventud le jodieron. Fuera, diluviaba con gran aparato. Y Madrid se revolcaba en el caos.

Intrahistoria de la restauración de la Comedia.
Catorce años creo llevaba el teatro de la Comedia, sede de CNTC cerrado por reformas. La CNTC la fundó en 1986 Adolfo Marsillach, un hombre al que no gustaban los clásicos. Se apoyaba en Pérez Sierra que le gustaban, y le gustan más. Remozado ha quedado el coliseo,  que no modernizado,  y limpio limpísimo. Y ha abierto sus puertas, entre las que echo de menos las de madera del vestíbulo  interior, que eran un canto a la rotunda artesanía. O eso me parece recordar. No me hagan mucho caso. La melancolía por un viejo vestíbulo que me gustaba más que el nuevo de los arquitectos Araujo y Nadal puede distorsionar mi frágil memoria. Iba a la Comedia con la inocencia intacta. Y salí con la virginidad perdida. El suelo del vestíbulo parece un piso de piscina de verano o de urinario público.
La última representación  fue La dama boba, dirigida por Helena Pimenta. Y la primera de la nueva etapa ha sido El alcalde de Zalamea, montaje también de la Pimenta. Se acabó el exilio en el Pavón de  Pepe Maya que, en régimen de  alquiler, buenos dineros habrá costado. A mí las finanzas no suelen llamarme la atención hasta que me encuentro con Hamlet  que me musita al oído, “economía, Horacio, economía”. Seguí de cerca el inicio de un proceso de restauración que ha durado catorce años. Creo recordar que Tomás Marco, todavía director general,  ofrecía restaurarlo en un año con la convicción y promesa de que los costes los condonaría Patrimonio o no sé qué entidad. Las obras, necesarias, se iniciaron ya con Andrés Amorós en el poder. 
Me saca de mis tribulaciones la sonrisa perenne, el beso  afectuoso de Francisca  Miranda Garrigues. En un estreno,  veo a Fran y me digo el mundo sigue sobre sus cimientos, toda va bien Fran nos cuida y nos vigila. Luego veo a Diez Borque, el que más sabe del Siglo de Oro. Su estudio sobre, precisamente, El alcalde de Zalamea  es modélico. Le entrevisté hace 30 años para El independiente, de Pablo Sebastián y dije entonces que me parecía un sabio. Lo es y me ratifico. Diez Borque es el que más sabe  del Siglo de Oro y lo demuestra a cada momento. Te coge por banda y  dicta una lección magistral sobre Calderón en un minuto.   El teatro de la Comedia tiene una historia y una intrahistoria. Tomás Marco, cuando era director general del INAEM, se lo compró a Tirso Escudero por 500 millones  de pesetas. Fue una buena operación teniendo en cuenta que Tirso Escudero cobraba de alquiler una cantidad superior a los  100  millones de pesetas. La sala sigue siendo la de siempre, quizá más reducido el patio el butacas; yo al menos, no percibo cambios que dañen su belleza inmortal, salvo las butacas que, en vez de madera, parecen de un material sintético. !Qué obsesión  la mía con las maderas y los herrajes!. Herencia, sin duda, de mi padre que era un magnifico herrero y trabajaba los troncos de encina.
  Júbilo al final sobre el escenario. Con las estrellas del suceso, un colosal Alcalde de Zalamea, salieron a saludar porteros, taquilleras, acomodadores, la jefa de sala Graciela, equipo técnico. Auténtica democracia más, o por lo menos tanta, que la de Calderón y su justiciero alcalde. Esto es una crónica social a la que falta la innumerable lista de invitados ilustres. Estaba “todo Madrid”. La crítica teatral, mañana. O pasado.

Los diablillos rojos.
En Segovia estrena Eduardo Galán Los diablillos rojos, camino  del Amaya de Madrid, a primeros de año, cuando Arturo Fernández eche el telón. Es un texto que une las dos vertientes de la dramaturgia  de Galán: la comedia y el drama. Dos casos de locura  basados en hechos reales. La realidad ha sido siempre para este autor, que ocupa en el Beatriz Galindo la cátedra de Literatura de Gerardo Diego, fuente de inspiración. Lo fue en Maniobras, una teniente del Ejército violada por un superior; y un director de teatro que trata de pasarse por la piedra, y se lo pasa, a un joven actor. Los militares querían pasar por las armas a Eduardo y los cómicos querían cortarle los güevos.

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