sábado, 2 de abril de 2016

RUEDO IBERICO ESTA AQUÍ; DÓNDE ESTÁ VALLE INCLÁN?



La luminosa ceguera de Max Estella
Valle Inclán está vivo; esa es una evidencia que, como todas las evidencias, no necesita demostración. La obra de Valle Inclán, quiero decir. Mas, por si acaso, Ignacio Amestoy, organiza cada año el descenso de Max Estrella a los infiernos, la noche de Luces de Bohemia quizá la mejor obra del teatro español del siglo XX y parte de los anteriores siglos. Desde  Casa Ciriaco, -lo que fue, creo Picalagartos-  hasta el Congreso de Diputados y el Círculo de Bellas Artes, Amestoy es Valle, Max Estrella y es don Latino, aunque ayer ese papel  lo hiciera por via aproximativa y con plena convicción Javier Huerta. Grandes nombres de la Farándula escoltaron las sombras chinescas de Valle, los garabatos de lechuza, que pueblan la ceguera de Max. Calle de la Montera, Congreso, Ateneo… Los políticos españoles, esa casta infame que sufrimos, esa plaga de la langosta que asuela España, incapaces de ponerle una mínima gobernanza a este desdichado país, no se contentan con usurpar la palabra en Cortes, radios y tribunas varias. Mienten hasta en la Noche de Max Estrella.

 Ignacio Amestoy no es sólo un autor, un gestor o un inventor de ideas; es una levadura, es decir una substancia que hace crecer a los demás. Ayer, para rematar la fiesta con chocolate y churros en Bellas Artes nos eligió a Esperanza Roy, la gran actriz, la vedette más deslumbrante de su tiempo, y a mí. Adoro a Esperanza Roy y solo por esta adoración me presté a cantar con ella La corte del Faraón, que corearon los cientos de personas que habían procesionado detrás de Ignacio Amestoy desde las siete de la tarde.

Una mujer babilónica
 Esperanza Roy tuvo el gesto hidalgo de sentarse sobre mis rodillas para iniciar el babilónico cante. Fue un detalle, pero descubrió el origen del mal que afecta a mis piernas; estoy así de tullido por la tendencia de las mujeres hermosas a descansar su gloriosa anatomía sobre mis castas rodillas. Se acabó, que nadie se haga ilusiones; el cupo está cerrado con la trinidad sagrada: Sara Montiel, Pía Tedesco y Esperanza Roy. Ahora que recuerdo, también Roma Calderón se aposentó y hasta me dio un casto ósculo de cabaretera tímida; pero con Roma siempre he tenido la duda si fue motu proprio o por inducción de su representante María Díaz, que no sé si es una mujer esdrújula, aunque ciertamente babilónica no es.

 La obra de Valle, desde las Sonatas hasta Luces de Bohemia, el esperpento máximo, espejo y modelo de todos los esperpentos, está llena de mujeres esdrújulas.  Esperanza Roy es una mujer esdrújula y babilónica y enseguida se hizo la dueña de la Fiesta.  Aunque los centenares de peregrinantes y conversos de Max Estrella, lo que de verdad esperaban, a las dos de la madrugada, era el chocolate con churros y no nuestras canciones babilónicas.

La guillotina en la Puerta del Sol.
A mí el Max Estrella que más me gusta es el que quiere fusilar a los hermanos Quintero y poner la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Más al de la guillotina porque, a fin de  cuentas, los Quintero no eran mala gente. Se marchaban a los Puertos con Lola, la isla se quedaba sola  y sanseacabó. Hoy están muertos de muerte natural.
 Buen momento para cortar la cabeza a la horda de sinvergüenzas que ha llevado a la ruina a este país grande, hermoso y desdichado llamado España. Y me gusta, sobre todo, el Max que, ante la interrogación de don Latino “¿qué dirá mañana esa prensa canalla?”, responde: “lo que le manden”. La corrupción política y la corrupción periodística son inseparables, se retroalimentan. En este país llamado España no es que haya corruptos, es que la corrupción se ha instalado como forma de gobierno. De este y de los que vengan.

  Hay material y tema suficiente para un nuevo Ruedo Ibérico. Pero, aunque la obra de Valle esté viva, falta el genio capaz de escribir la España de hoy, los esperpentos de estos días. Siempre nos quedarán mujeres esdrújulas y babilónicas. Eso es un gozo, pero me temo que insuficiente. Lo que España necesita es una Revolución.

 

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