jueves, 8 de septiembre de 2016

POETICA Y ANTIPOÉTICA DEL SEXO.


Entre la poética de barrio y la antipoética de Hollywood

Mi evocación de Marilyn Monroe, un sex simbol a disgusto, la diosa ultrajada, me ha proporcionado gozos inesperados.  El post sobre ella y Truman Capote (diariodejaviervillan.blogspot.com) ha suscitado un movimiento de solidaridad conmovedor. Esta mujer sí que fue una  Bella Indómita a la que nadie pudo robarle la belleza. Y acaso ni siquiera la inocencia. Estoy feliz por haber contribuido a clarificar una figura tan controvertida y manipulada.

La clave, en Marilyn y en cualquier ser humano, está en el grado de aceptación de la realidad personal. Una realidad puede parecernos indeseable, desde nuestra óptica subjetiva, que acaso no es la misma de quien la padece o la disfruta. Marylin no disfrutaba con su realidad, más o menos secreta, antes de ser estrella. Sin  embargo,  no podría reprochársele un posible gozo si lo hubiese elegido en libertad y no como  supervivencia necesaria y obligada de una mujer guapa y pobre. No es cuestión de ponerse a dilucidar ahora  los márgenes y la filosofía de la “moralidad”.  Ni de analizar la hermosura desde la lucha de clases. O de la  libertad. Pero conviene tener en cuenta que esta, la libertad, es la única medida de nuestra felicidad. Y eso, la extensión de su libertad, solo lo sabe cada uno/a. De ahí que la expresión más celebrada de mi post, entre visionario, metafórico y empírico, (por referencias ajenas) haya sido la delicadeza con  que  Truman Capote celebra  ante el altar de su diosa: “ la primera y única  vez que fue desnudada con respeto y poesía”. La otra frase más celebrada es aquella con que finalizaba este   áureo post: “si no eres capaz de aguantar y comprender mis peores momentos no esperes que te dedique los mejores”: justicia poética, que suena mejor que justicia distributiva.

A Marilyn le atribuyeron una poética del sexo, cuando la única poética que en verdad  le interesaba era la poética del amor. Una poética  de barrio desposeido, más que la antipoética canalla de Hollywood. Era deseada por medio mundo, o sea por todos los hombres y buena parte de las mujeres, cuando solo quería ser  amada. En su obra En el cielo no hay Chanel Alfredo Amestoy, la baja a la tierra de la mano de Che Guevara. Me gustaría saber que andan haciendo por ahí estos dos pájaros. Aunque vayan disfrazados, seguro que si los veo, los reconoceré al instante. Los tengo muy aprendidos…

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