viernes, 7 de abril de 2017

DEL POZO del TIO RAIMUNDO A EFIGENIA.


A propósito del cura Llanos y Efigenia

Un diario debiera ser solamente un recuento sentimental o político de las emociones del día; un detallado testimonio de lo que hemos hecho, pensado o deseado hacer. Así concebí hace tiempo este blog, pero me di cuenta de que un diario puede inducir  a la melancolía o estar provocado por ella, lo cual es peor.  Hay que tener en cuenta que ya no valen las viejas ilusiones, que acaso tampoco fueron ilusiones, al menos de la magnitud poética que hemos creído. No importa. La poesía no es del todo necesaria en la vida, aunque  lo descubramos tarde o no lo descubramos. Mi diario, que ni siquiera es diario, es lo que es. Un cajón de sastre en el que cabe todo. No me arrepiento; sobre todo porque esa disparidad ha sido muy bien recibida por los lectores.

Los encuentros de Lazcano

Lectores, seguidores, contertulios, compañeros de desayuno con  el periódico manchado de churros de la pastelería Lazcano donde a veces me encuentro con Miguel Rellán y su madre; o con la veterana  Charo Soriano de vuelta ya de todo, quién escribiría para esta  mujer un papel digno de su historia…A veces me encuentro también con Curro Vázquez, el torero que más he admirado después de Antonio Chenel. Sobre Curro escribí una tauromaquia de impecable y preciosista edición por parte de Ricardo Navarro y Pepe Esteban. Y a Chenel le hicimos Antonio Leyva y yo, hace muchos años, un homenaje, una carpeta con medio centenar de dibujos y otros tantos textos, digna de una tanda de naturales o de verónicas del torero madrileño.

Antes me encontraba casi a diario con el empresario Justo Alonso y  pasábamos las horas hablando del teatro de Alfonso Sastre que él había producido. Justo, con su aire de senador romano imperial, se mudó de barrio y le he perdido la pista, no hallo forma de dar con él y, a veces, me temo lo peor.

Recordación del cura LLanos

 Me preguntan a cuento de qué he sacado a colación estos días al cura Llanos, con el que hace siglos  repartía por el Pozo del Tío Raimundo  jaculatorias de El Capital, además de viáticos más necesarios para el sustento de los pobres. El cura no hacía proselitismo, quitaba el hambre y las necesidades quitándose el pan de su boca si era necesario. Ello viene a cuento de que pronto, el día 19,  en Pavón Kamikaze María Hervás pondrá en escena  Efigenia en Vallecas de Gary Owen y una cosa me ha llevado a la otra. El cura me ha llevado también a Paco Umbral, Tierno Galván y Carmen Diez  de Rivera, la hija espúrea de Serrano Suñer, un mujer bella y triste, artífice en buena medida del suarismo y la transición. A veces me admitían en su grupo e íbamos de tabernas por Madrid, moderadamente, pues, salvo yo, ninguno de ellos era dado a la priva.  El padre Llanos pasó de la teología del nacionalcatolicismo al marxismo ortodoxo. Efigenia es una lumpen, una marginal, un putón desorejado y drogadicto, pura subversión, nada que ver con la ortodoxia apelmazada y coñazo, del marxismo canónico de Llanos.

 Es una quinqui, que a la postre, en contra de lo que creía Marx, harán la revolución. No hace mucho  María Hervás me preguntaba si Efigenia habría  gustado a Umbral; no lo sé;  Paco se definía como un “quinqui vestido por Pierre Cardín”. De lo que sí estoy seguro de que a Francisco Umbral le habría gustado María Hervás.

Veremos cómo  Hervás y Owen han encajado en Vallecas el sentido de la virgen sacrificada por su padre Agamenón para que los dioses le fuesen propicios en la guerra. Efigenia y Vallecas han sido mi recordatorio  de la memoria del cura Llanos, lo cual reconocerán que no está mal traído.  Pero Efigenia nos hubiera mandado a la mierda a todos.

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