sábado, 30 de septiembre de 2017

JAVIER GUTIERREZ Y RETRATOS PUNTA SECA.


 



 

Me cuentan que Javier Gutiérrez
 es una estrella de la tele; pero como tengo la   costumbre de no ver televisión, salvo algún partido de fútbol de trascendencia política, o películas del oeste, si es posible el spaguetti, no sé qué clase de estrella es. Sé que es un gran actor. Se lo digo de vez en cuando, eres el mejor  actor del mundo, y me contesta con humildad que eso también lo dice su madre. La gente convencida de sus excelencias siempre se apoya en la madres    para reafirmarse. Con la señorita Gaviria, hoy señora de Moreno me pasaba lo mismo. Eres la fisio más guapa del mundo, le decía para que me torturase menos.  Y me respondía eso me dice mi novio…Y mi madre. Y mi padre. Su padre es Juanjo Gaviria.  Su madre es Maite Turrez con la que hicimos la señorita Gaviria, hoy señora de Moreno, y yo un precioso librito titulado Dialogo con el vestido de torear; una auténtica belleza.

Volviendo al “mejor actor del mundo”, cuando hizo ¡Ay Carmela! vio en primera fila a Marcos Ana y me pidió que se lo presentara. La leyenda de Marcos Ana, propalada por Fraga Iribarne es que había arrancado de un mordisco la oreja a un cura. La realidad de este poeta  eran 20 años de cárcel, el preso más longevo de la dictadura. Y que a los 40 años de su edad reclusa no había conocido muje. Fue como si le hubiese presentado a Dios y María Diaz no quiso perderse el   ágape  en el que Marcos Ana nos contó su vida.  Javier Gutiérrez  es una máquina de hacer teatro: vértigo y sosiego. Lástima, aunque suerte para el  sin vivir de su profesión, que el cine y la tele  lo hayan expropiado.

 Me pareció extraordinario en Arlequino, servidor de dos amos,  buen texto de Alberto San Juan, injustamente vapuleado por El Pais. Está plenamente justificada su presencia en esta serie , que cuenta ya con Pedro Casablanc, Luis Bermejo, Marta Poveda, Sara Moraleda y yo mismo con un retrato al vitriolo muy celebrado. Una editorial de renombre ya se ha ofrecido a publicar el libro si decido ampliar estos retratos a autores y ensayistas. Gran idea.  Y que sea muy selectivo. Y, como última recomendación y en nombre de la libertad de expresión, me recomiendan considere que hay más teatros que el Pavónkamikaze. Cosa innecesaria y paradójica, pues  me aconsejan que Elejalde, Irene Escolar,  Carmen Machi, María Hervás,  de Kamikaze obviamente, no deben faltar. ¿En qué quedamos? 
 Javier Villán. Retrato al vitriolo
Algunos amigos de confianza me llaman capitán araña porque en estos retratos al pastel o a punta seca embarco a todos/as menos a mí. Yo creo que estos amigos no buscan el equilibrio y el conocimiento, sino el morbo. Voy a complacerles antes de que después de los imprescindibles Sara Moraleda, Marta Poveda, Luis Bermejo, Pedro Casablanc y Beatriz Argüello,  que será la próxima, me adentre entre en los  campos de faranduleros y cómicos de la legua, como don Quijote se echó a los  campos de Montiel.


 Lo primero, decir que soy un hombre leal y que guardo muy bien los secretos que hombres y mujeres me han confiado y siguen confiando. Sobre todo,  los secretos de alcoba.  Me gustan las corridas de toros, aunque hace años que no veo ninguna, ni siquiera en televisión, esa atrocidad. El lenguaje televisivo nunca refleja la naturaleza del toreo. Este gusto mio por los toros a punto ha estado de privarme de la amistad de algunas actrices eminentes, antitaurinas furiosas. Ante esto echo mano de Valle Inclan que por boca de don Estrafalario,  dice en Los cuernos de don friolera; ojala el teatro suscitara la pasión que suscitan los toros, entonces el teatro estaría salvado.

Valle era amigo de Juan Belmonte y es verdad, según todos los indicios, su célebre sntencia, “Juan, es usted sublieme, solo le falta morir en el ruedo corneado por un todo” A lo que Belmonte respondió, "se hará lo que se pueda don Ramón”.

Fui seminarista y  se enamoró de mí una monja, la monja capillera de mi libro Sin pecado concebido, a la que un dia, mientras preparábamos los ornamentos, le toqué el culo sin querer. Sigo enamorado de Liz Taylor, la judía de Ivanhoe y soy el amante secreto de la adorable Marylin.  Solo lo sabe Truman Capote. Ni Richard Burton ni Henry Miller se han enterado nunca de esto y un caballero no debe hablar de mujeres. Sigo pensando que la democracia en España es una democracia putrefacta, mejor que la Dictadura sin embargo. Lo de Marylin lo sospecha Alfredo Amestoy que, en su obra En el cielo no hay Chanel, la manda a la tierra de la mano del Che Guevara. Este es mi retrato al  vitriolo que tampoco es para tanto. Cuando llegué a la costa catalana hace  siglos, llegaban los primeros bikinis y las suecas, todas las extranjeras eran  suecas para nosotros. Me preguntaba yo cómo todas podian ser tan epectacularmente hermosas y la suerte de los alemanes de tener novias así y  que estas soportasen sus borracheras. Una  me lo explicó una noche. “No somos novias, sino putas de lujo bien pagadas, señoritas de compañía. Las borracheras forman parte del sueldo”. Y no se habló más de asunto. Para ser un seminarista tímido y acomplejado, la vida empezaba a resultarme placentera y excitante. La existencia de Dios, si existe, supone la existencia del diablo. Sé qu este exste pues a menudo es cómplice de mis fechorías y mis bondades, que alguna hay. Me salvaré por el teatro. Y la unidad de España, esta España en escombros, me importa un bledo. No creo en las banderas y por educación no digo lo que haría con ellas y cada ve menos en las personas. Pero guardo con celo sus secretos. Como ven no hay mucho vitriolo en este retrato. Pero mi vida no da para más.

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