martes, 5 de diciembre de 2017

IFIGENIA LA INDÓMITA de VALLECAS

María Hervás, retrato a punta seca

Proteica en las formas y estable en el pensamiento. María Hervás viene a esta serie de retratos, a propósito de la reposición de Ifigenia en el Pavónkamikaze, después de haber pasado por ella Pedro Casablanc, Magüi Mira, Beatriz Argüello, Irene Escolar, Marta Poveda, Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, María Pastor… Se la puede definir con cuatro palabras: guapa, inteligente, actriz y, acaso, poeta. Otros, quizá necesiten más. O una sola: amor. Ella prefiere invertir los términos; primero inteligente y después bella. En estos retratos de cómicos y cómicas Manuela Carmena, ha sido  excepción política, un retrato al vitriolo que ignoro por qué no ha gustado a algún amigo/a suyo y mío.  Me sugieren que amplíe el abanico a políticos, toreros, escritores. Lo haré, pero no me engaño. Lo que gusta verdaderamente son las actrices. O políticas como Inés Arrimadas o Rita Maestre, que tendrán un lugar en la serie.
 María Hervás, Jbara la mora cabrera primero, que se deja follar a cambio de un trozo de queso; después, puta de lujo y narcotraficante, esposa de un imán: Confesiones a Alá.  Ahora en Pavónkamikace, Ifigenia, la virgen puta de Vallecas; ambas debieran ser explicadas como modelos de interpretación en las escuelas de teatro. Sin olvidar la mano rectora de Antonio Guijosa . Ainara, la etarra de Los Gondra, también, aunque a mí me gustó más en el segundo acto, la Garbiñe del dolor y la aflicción, el soliloquio recordando el amor de su marido muerto. 
 Maria Hervás o el vertiginoso cambio de registro de una actriz; puede pasar de  la cólera a la melancolía sin apenas transición. Se encuentra a sí misma en los personajes extremos con absoluta naturalidad.  Pero un dia tendrá que dejar de hacer monólogos, aunque sean polifónicos. En la putilla/putón desorejado de Vallecas, están los dos extremos de una convulsa sentimentalidad. Ese momento frio y a la vez crispado, en que dice “follar y tirar” es una denuncia de su yo agredido; una acusación; y otro momento, una maternidad, meciendo un niño entre sus brazos. Ifigenia no es un texto político, es la reivindicación del propio cuerpo, la respuesta al comercio carnal, al amor mercenario. “Vosotros ahí, esperando que me dé la vuelta para mirarme el culo. Yo, aquí”. Entre Jbara de Confesiones a Alá e Ifigenia hay un  hilo conductor que, Antonio Guijosa, su director habitual, parece tener muy claro. Un dia me gustaría escribir un diálogo entre Jbara e Ifigenia.


Poeta y autora
Tengo de María Hervás un poema manuscrito que conservo como una reliquia, Volver a Itaca. Y conozco su obra de teatro Deseantes. No es ningún secreto, en las redes apareció una foto de María registrándola en autores. Deseantes es un texto inquietante y provocador que debiera subir al escenario si María no ha renegado de él. No lo creo. Es una obra que debiera  dirigir ella misma, aunque admiro la eficacia de Guijosa que sabe pulsar la tecla exacta de Hervás.  Interpretarla, no. Los personajes están muy próximos a ella. Y el que parece ser su alter ego, demasiado cerca.
Hay una sonrisa triste dentro de  su belleza triste que es difícil descifrar. Quizá considere que la belleza es un don maldito, un oscuro objeto de deseo sin amor. Atribuirle en tiempos, como hice yo, analogías con Marylin fue una ideación visionaria de mi fetichismo por la Monroe. Ello hacía de mí un imaginario Truman Capote, cómplice de los secretos de Marylin; “como cuentes algo sobre el intelectual  (se refería a su amor todavía secreto con Arthur Miller) haré que te rompan las piernas”.


 Marylin deseada por toda la fauna y flora de Hollywood y del mundo. El hijo de la gran puta de John F. Kennedy  le avisaba por teléfono, “ve bajándote las bragas y preparando el Martini”. A ella aplicó Truman el término “adorable”, después de llamarla estúpida.  Y cuando las comadres de Hollywood la acusaron de devota de Safo contestó:  “si hay amor todo es legítimo y hermoso” Pienso que mujeres así lo que más desean es ser amadas; mujeres   necesitadas de un sentimiento  puro y sagrado. Lo cual plantea una duda que Rodrigo García en Q resumió en la más bella frase, literaria,  que se ha dicho en un escenario, “ella es hermosa por las tinieblas que la habitan”.
Tiene la sonrisa un poco triste y la carcajada limpia. Un día me contaba viajes fastuosos y enigmáticos, excursiones marinas por islas paradisiacas. Envidioso de tantas peripecias, y picado en mi amor propio, para no ser menos me inventé   que yo era o había sido agente del KGB; su carcajada se oyó desde el Gijón hasta Cibeles. Otro día convoqué a los fantasmas de Paco Rabal, Paco Umbral, Lucía Bosé y Maria Asquerino, que vinieron al Oliver nuevo.  Asquerino y Bosé le tendieron alfombra roja y María se lo contó enseguida por teléfono a la señora Carmen, su madre, y al señor Jesús, su padre, que cenaban en una terraza de Lavapiés.

En el estreno de Los Gondra, de Borja Ortiz de Gondra, al saludar me hizo un guiño tan discreto que se enteró la sala entera y parte de la sala Valle Inclán que está en el piso de abajo;   reventé de gozo y los demás reventaron de envidia.
A mí me ocurren con las actrices cosas muy raras y Ana, mi mujer desde hace 45 años, se parte de risa viéndome tan crecido. Hace poco, Ana Fernández, al acabar los aplausos en la Margarita Xirgu, tras Lady Chaterley, me dio un abrazo. Y  Aitana, en La rosa tatuada, se acercó a la escalerilla del proscenio y me mandó un beso de colores como un enjambre de mariposas.  Sara Moraleda, tiene su “rincón de Frida” en el Café Gijón y, disfrazada de Frida Khalo, me hace un hueco a su mesa, aunque yo no sea Diego Rivera ni Trotsky. Natalia Millán me llama bárvaro por mi afición a los toros y luego seguimos comentando la belleza de Billy Elliot.  Hace unos días Denis Despeyrous, antes de empezar  Un tercer lugar, quería quedarse en mi asiento porque, para ver la función, le gustaba más que el suyo. No se lo tomé en cuenta y le hice muy buena crítica.  

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