Miguel Abellán, el bravo
El matador de toros madrileño,
Miguel Abellán, ha sido nombrado responsable de asuntos taurinos de las Ventas.
Y una de sus primeras medidas parece consiste en impartir unos cursos de técnica taurina.
Enhorabuena, pero no estaría de más que impartiese cursos de comportamiento, que no digo que el
de Miguel Abellán no sea impecable. Hace tiempo en Logroño,
en el NH que regentaba Mariví Motilva, a la cual felicito las Pascuas, por si da en lerme, sufrí un arreón no digo del manso
porque si algo es Miguel Abellán es precisamente bravo. Por escribir en mi crónica del MUNDO que “los toros
en puntas de Logroño acojonan a los
toreros”, Miguel Abellán se dio por aludido.
O se lo contaron con aviesas intenciones. Se aproximó rebrincao a la barra del bar preguntando por
el "hijoputa de Javier Villán". El padre de Miguel, el “maletilla de Oro”, cojo
como yo, terció en la refriega a bastonazos subterráneos en mis matrechas
piernas. Mientras, Martín Recio el gran
peón de Miguel Arroyo, Joselito y el picador el
Soro, hermano de Vicente, trataban de apaciguar los ánimos. Martín Recio le
dijo “Miguel, los desacuerdos con los periodistas no se arreglan a cabezazos
ni insultos, sino con la muleta en la mano”. El más belicoso
fue Jaro, hijo, la voz sumisa de su
matador que extendió su agresividad a las amigas que me acompañaban a trasegar r un
crianza de una excelente añada. Que
derramase la botella manchando los elegantes zapatos azul claro de la bella Mariam y la
chaqueta de mi amigo Luis Domínguez me irritó más que el cabezazo. ´Por
suerte Paco marido de Mariam, grande como un armario no llegó a
escuchar que a su mujer la llamaban guarra y que se fuese a la cocina. Alfonso Navalón
me aconsejó que no citase la trifulca en
mi crónica y le denunciase en comisaría.
Lo denuncié Al escucharlo en el
telediario de las 15,00 horas, Enrique Ponce y Juan Ruiz Palomares, el Patas, su
apoderado, me llamaron por teléfono. El maestro de Chiva fue escueto, “eso es
impropio de un torero”. Manolo González
periodista de la SER hizo correr la noticia del suceso hasta la plaza de la Rivera abarrotada que
recibió a Abellan con una bronca fenomenal, ante el asombro de Manuel Caballero
en el paseíllo, que ignoraba lo
sucedido. Manuel Molés puso en duda la versión mia de los hechos, avalando la de su protegido Miguel Abellan. Pero me invitó a explicareme en la SER. Todo está explicado, le dije, y tu amigo miente. Denuncié a Abellán y a partir de
entonces Manolo López, del Comité Central del Partido Comunista, se
encargó de los trámites legales subsiguientes. Fue demasiado benévolo en las acusaciones y petición de multas. cosa que no lamenté e incluso estimulé: Cinco minutos de desvarío no deben marcar una vida. Y ahí está ahora, Abellán de mandamás en las Ventas El presidente de la
Comunidad de la Rioja. Pedro Sanz asesorado por Manolo González organizó por la noche un acto de desagravio
en el Hotel Carlton al que asistieron casi 500 personas.
Al escuchar la noticia en el telediario de las
tres, Enrique Ponce y Juan Ruiz Palomares el Patas, me llamaron
mostrándome su solidaridad; “eso es
impropio de un torero”. Joaquin Vidal, en el Pais, me dedico un amistoso comentario- Me olvidé del
incidente limitándome a llamarle las
siguientes temporadas “el señór Abellán” tal como me había exigido en la refriega: “tú
eres un cobarde´ y a mí me tratas de usted..” Me lo encontré en los Sanfermines
y se acercó a saludarme en el restaurante. Las únicas notas discordantes fueron las Oscar
y Pablo Chopera, apoderados de madrileño, al que dejaron esa misma temporada. Y
la del Barquerito que en el Correo Español, creo recordar, escribió; “dado el
tono irrespetuoso de las críticas de
Javier Villán, esto se veía venir”. Se
sentaba a mi lado separados por una verja en la Rivera y aquella tarde apenas
me saludó. Alvarez Vara es un leonés que tenía una buena prosa y adolecía de cierta
debilidad por la casa Chopera, “factoría
Chopera lo llamábamos entonces”. Ignoro si Alvarez Vara ha seguido escribiendo,.
Prestaba especial atención al juego del ganado, cuyos encastes conocía muy bien,
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