TRILEROS Y Trilleros. De la política y el trile
No confundir trilero con
trillero, que es el que hace o arregla trillos,
artefacto usado en lejanísimos tiempos para triturar, tirado por bueyes
o por mulas, la mies en la era. Trilero
es un pícaro y es término que mucho
conviene en estos días de política enfangada y tramposa. Quizás la política
fue siempre así, pero ahora con la democracia y mi
provecta edad lo noto más. Los trilleros procedían de un pueblo de Segovia,
Cantalejo y paraban en casa de mis padres, la señá Rosario
y el señor Francisco, que por un módico precio les daban de comer y cenar, más colchón o manta en que dormir. Yo me llevaba muy con los trilleros y procuraba tenerles fresca la bota o el
porrón de vino con gaseosa para apagar la sed. Además de arreglar trillos, o empedrarlos con finas y cortantes piedrecitas, los trilleros hacían cribas, para separar el
grano de la paja cuyos restos se
llamaban granzas o algo así y se usaban para alimentar los animales. Los
trilleros bajaban a mi pueblo dos veces al año, una para sacar piedra de los
cantos rodados a orillas del rio Carrión, y otra para la cosa de los trillos propiamente
dicha.
Trilero significa tramposo,
estafador, timador, engañabobos y engañalistos, fullero, y añadan ustedes nombres, que en eso el diccionario español, el de la RAE
y mejor aún el de Maria Moliner, es
muy rico. Últimamente yo uso con frecuencia el Vocabulario palentino, que tampoco es manco. Una verdadera joya. Trilero toma su nombre del juego del trile que es arte muy
ingenioso y en el que, naturalmente, siempre palman los incautos: incautos y
avariciosos todo hay que decirlo. Se necesita poca parafernalia para este juego:
una mesa plegable, tres cazoletas o
vasos opacos, y una bolita de papel. Y la verborrea del que ha plantado la mesa
en medio de la calle, el cual esconde hábilmente, o no esconde, la bolita bajo una de las cazoletas o vasos. Todo
es muy sencillo y basta con acertar algo evidente a simple vista, dónde está la
bolita. El trilero cuenta con un gancho, un holgazán bien adiestrado que anda
dando vueltas por allí. Al fín, éste se decide a apostar y, naturalmente, siempre
gana, contagiando su euforia y su vista
de lince, a los demás que siempre palman. No me dirán ustedes, y si me lo dicen
me decepcionarán sobre manera, que no está bien traida la analogía y que no me
merezco un sitio en la práctica parlamentaria. Un sitio que enaltezca mi
oratoria por los siglos de los siglos. ¿Hay trileros o no hay trileros en la
clase política española que medra hoy dia?. Hay de todo contestarán ustedes y
no sin razón. Pero convengamos en que, haberlos, haylos.
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