Murió Mariano Haro ¡campeonísimo y perdedor!
Ha muerto Mariano Haro, a los 84
años, atleta palentino de fondo, que
alcanzó la universalidad. O quizá, en plenos Juegos Olímpicos recién
inaugurados en París, no ha muerto, quizá sigue corriendo en post de una meta
inalcanzable, quizá sigue corriendo tras las perdices por las parameras de
Tierra de Campos, entre Becerrill y Monzón. Salvo con las perdices, a las que
ganaba siempre, Haro fue un perdedor que esta vez tampoco ha podido con su
destino y la muerte le ha ganado la
carrera. Haro tenía un sentido de la fama más amplio todavía que los horizontes de su tierra. Un dia le
invité a comer en el Café Gijón de Madrid y estaba convencido de que todo el
mundo iba a recibirle con aclamaciones. Nadie, salvo un camarero de León que le
pidió un autógrafo, le reconoció.
En su pequeño cuerpo guardaba una
potencia inusual, que en las carreras de fondo, siempre era alcanzado por los
corredores etíopes, que le echaban mano
a pocos metros de la meta. Haro resultaba muy gráfico en sus descripciones: “yo
rompía la carrera con un ataque brutal, me iba solo y ya cerca de la meta,
notaba el aliento de los etíopes en la nuca, el aliento de Abebe Bikila, por ejemplo, te quemaba. En
los últimos cuarenta metros me cazaban y me rebasaban. Ocurría siempre” .
Manuel Alcántara, poeta, crítico de boxeo de Marca, o de Arriba, no recuerdo
bien, le llamaba “la raíz” por lo apretado y fibroso de su cuerpo. Yo creo que
era el cuerpo de un campesino consumido por los vientos y el sol de la
paramera.
Haro se hizo amigo de sus rivales y, cuando ya era alcalde de Becerril de
Campos, invitó a algunos a su pueblo. Creo que era una forma de manifestarles
su poder más allá de las pistas o del
campo a través. El pueblo entero los festejaba con danzas y canciones y Haro les
invitaba a lechazo y ensalada de tomate y lechuga. Descansa, amigo. De cazador de
liebres y conejos a la carrera, llegaste a la cima y al podio.
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