martes, 21 de enero de 2014

NI UN DIA SIN LIBROS: VALLE, CEREZALES, ARMADA..

Relecturas; las de siempre: Quevedo, Larra, Juan Ramón, casi todo el 27, Cernuda cada vez más, Neruda, Umbral..... Por encima de todos y constante, Valle Inclán.  Ni un dia sin alguna hora dedicada a Valle. He vuelto al Ruedo Ibérico.  ¿dónde esta el escritor que escriba el Ruedo Ibérico de hoy?. Se lo pregunto a Natalio Grueso, en charla fugaz, y  me dice que no lo sabe; el señor Grueso busca autores jóvenes españoles para los teatros municipales. "El teatro de la calle Príncipe nunca será privatizado. Al menos, no conmigo. Sería el final de una forma centenaria de Cultura"; le tomo la palabra a don Natalio. Ha adquirido el compromiso, me dice, de montar cada año el Premio Lope de Vega: "está en las bases". Los premios Lope los edita ahora, la ADE de J. Antonio Hormigón. Está bien, pero no es lo mismo. Un autor sólo se siente autor cuando ve sus texto en un escenario. Yo creo que ese escritor de un Nuevo Ruedo Ibérico hoy no  existe. Y no existe porque el concepto de literatura como contrapoder y compromiso está a punto de desaparecer, si no ha desaparecido ya. Por eso volvemos a los de siempre. Cada nueva lectura de un autor grande es un nuevo libro y un nuevo autor. Los grandes escritores cambian y perduran; no están sujetos a la dictadura del tiempo, dan la vuelta al tiempo: eternidad de lo fugaz.

Siempre que aparece un nuevo libro de Cristina Cerezales Laforet, y ya son varios y fecundos, me tienta la historia de Rafael Alberti y su relación con la pintura. Rafael dejó los pinceles por los versos y así lo reflejó en un libro memorable: A la pintura: "el dolor enterrado de enterrar el dolor de nacer un poeta por morirse un pintor, hoy distante me llevan a cantarte oh pintura mi amor interrumpido". También Cristina Cerezales Laforet interrumpió su amor con la pintura, la traicionó por la narrativa; y aunque esa traición haya sido fecunda y gloriosa, no deja de ser traición. Pintaba, daba claeses de dibujo, hacía retratos a los que dotaba de una extraña fuerza interior. Muchos echamos de menos sus paisajes blancos, sus agresiones del negro....aunque recibamos con júbilo sus novelas, aceptadas siempre con notable interés. Su lugar hoy en la narrativa española tiene una base sólida y  ya irreversible. El pozo del cielo es una novela de amores y desamores, una novela de una sentimentalidad desgarrada y caliente. Podría decirse que es una novela de espejos rotos dentro de un laberinto. Hasta aquí lo que se puede contar para no descubrir una trama de interdependencias, sencilla en su vitalidad y su naturaleza de mujer; de un amor, liberador y, a la vez, doloroso, complejidad nunca resuelta por el ser humano., cualquiera que sea su sexo Pero esa complejidad irresoluble en el plano sentimental y vital, está muy bien resuelta en el plano narrativo: enganchan, interesan e intrigan las periperecias   de El pozo el cielo. Y, a veces, conmueven. Quiza no hayamos perdido, definitivamente, una pintora. Pero hemos ganado ya, sin vuelta de hoja, una novelista.

Alfonso Armada acaba de publicar un libro de poemas Fracaso de Tánger. Armada  es poeta y periodista. O sea que los "plumillas" siempre tendrán ocasion de acusarle  de  lírico y los poetas lo mirarán con recelo por dedicarse al periodismo. Es también viajero y, sobre todo, para mi gusto personal, autor dramático que fue el caldo  de cultivo donde lo conocí y lo he visto crecer en hervor, punto y sazón de gran autor. Poco representado, como muchos de los mejores autores españoles, eso sí.  Es también viajero y sus libros, de viajes o no, tienenen una condición itinerante por los caminos del mundo y los caminos del espíritu,  que acaso sean los mismos. El mejor reflejo de esta dimensión múltiple de Armada quizá sea Strep-tease   sentimental en doce meses, una colosal aventura teatral. poética y viajera que, no hace mucho,  hizo en La Cuarta Pared. El teatro de Armada me interesó desde el principio, por su incomodidad, por el escozor moral de sus temas que nunca pierden de vista ni el hombre, sus fantasmas y ásperas realidades, ni el lenguaje específico y autónomo del teatro. Un recuerdo para Sin maldita esperanza, por ejemplo. Hace unos meses le dije que esperaba de él un libro de poemas y un estreno de teatro. El libro de poemas ya está aquí, Fracaso de Tánger; el estreno, ya veremos. Fracaso de Tánger, para su cabal entendimiento, hay que leerlo, o puede leerse,  en dos direciones: de atrás adelante y a la viceversa. El principal protagonista es la ciudad de Tánger, refugio y misterio para el caminante fugitico; el otro protagonista es el poeta necesitado de olvido y restauración afectiva. De nuevo el viajero, el poeta y, si me apuran, el dramaturgo. Empiezo de atrás adelante y luego a la viceversa. Me hago un lio, pero estoy en Tánger, me seduce Tánger Y, lo más importante, voy de la mano del poeta; como un Dante guiado por Virgilio

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