Releo de vez en cuando la Historia y Antología de la Literatura fascista, de Rodríguez Puértolas en Akal. La cosa no viene de ahora; pero eso no autoriza a nadie a reordenar el mapa de Madrid por nebulosos motivos que solo atañen a los profesores de literatura Ni a identificar Falange con Franquismo. A Falange, muerto José Antonio, Franco la convirtió en su puta y a los "falangistas" en sus mamporreros. Dicho esto desde la estricta neutralidad intelectual de no ser falangista. Ni de no haber sido franquista, esto menos neutral e intelectual.
Compañeros de viaje. Carta a Manola.
Espero que al recibo de esta te
encuentres bien; yo bien a dios gracias. Permíteme que te tutee, señora
alcaldesa de la Metrópoli madrileña. Nos une el recuerdo de dos amigos comunes,
apenas nada más; Manuel López y Lola Sacristán, huéspedes frecuentes de
Carabanchel y Yeserías, que adoraban a Manola
una juez cómplice y valiente. Puede parecer un contradiós lo de “juez cómplice”;
pero las cosas eran así; para quienes se
la cogen con papel judicial de fumar, también los demás jueces eran cómplices, mayormente cómplices de
la represión política o laboral del régimen. Pero hemos llegado a ese
momento crucial en que las complicidades
de los compañeros de viaje son una cosa
y gobernar otra muy distinta.
Lo primero es felicitarte porque, con pocos
meses de mandato, has logrado poner en contra tuya incluso a muchos madrileños
que te votaron; eso no es estrategia política, es un don. Otro don, la
capacidad para provocar insultos por parte de la derecha más montaraz,
especialmente la radiofónica: ni Azaña alcanzó a tanto y los dicterios contra
don Manuel dan para un diccionario
entero.
Lo segundo, también felicitarte porque al fin has
descubierto, de pleno acuerdo con el Psoe, principal impulsor de la propuesta, los males de este Madrid que sigue dando asco. Y esos males no son
la mierda que llena sus calles ni lo atascos ni la polución venenosa y mortal;
son el callejero de Madrid, los nombres de calles dedicadas a nombres
sospechosos de derechismo o de fascismo. Otra cosa son los letreros que recuerdan hechos de armas, infortunados
sucesos históricos que nadie quiere celebrar
ni dios que lo permita. Pero los
nombres concretos de escritores, por ejemplo, hay que ir con tiento o joderás
la historia de la literatura. Y volvereis
locos a los carteros, pues hoy
mandas tú, mañana otro u otra y vuelta a empezar.
Calle del Viejo Idiota.
La excelencia de los carteros madrileños la contaba con gran fruición Valle
Inclán. Envió una vez una carta a “calle
del Viejo Idiota” y ésta llegó, puntualmente,
a la calle Echegaray. Allí viven ahora dos personas de teatro que nada tienen que ver con el autor de El Gran Galeoto: Zutoia Alarcia y Txabi Puerta. Una gran actriz y un excelente dramaturgo; espero que no acaben contaminados. Valle
detestaba a Echegaray, su teatro, su Premio Nobel y todo lo que le concerniera.
Mi padre era “peatón cartero”, o sea una subcategoría del Servicio de Correos, de Carrión de los Condes a Torre de los
Molinos, una aldea que no tenía calles. Esto carece de importancia, pero me
viene al pelo para rendir homenaje a mi padre, el señor Francisco, por los disgustos que le di en vida.
Me pido la calle de Agustín de Foxá.
Primero, si vas a someter a votación
el nombre de las calles, lo cual me parece una gilipollez asamblearia, me pido para
mí la de Agustín de Foxá, que es donde transcurre parte de mi vida: calle
de Javier Villán. Tengo una calle en
mi aldea, un paseo en Palencia que, a lo peor, me quitan un día por razones inversas
a las tuyas, y una sala en el Museo Taurino de Colmenar Viejo,
Sala Javier Villán. Por méritos que no quede. Me la pido, aunque Mariángeles
y Paloma, del bar donde desayuno y
tomo verdejo casi a diario, van a votar
que se llame calle de Carmen Lazcano.
Chamartín y el teatro.
Para Lazcano tenemos prevista otra
cosa: convertirlo en el centro de reunión y tertulia de todos los teatreros que
vivimos por Chamartín. De momento, Lazcano patrocina un Premio a la mejor
actriz del año que se entregará inmediatamente después de Reyes. Como miembro
del jurado, no me importaría invitar a estas tertulias a Pablo Iglesias para que se
dé cuenta de que esto del teatro no es una mariconada.
Callejero e historia la literatura.
Pero volvamos
al callejero; Agustín de Foxá era un
bon vivant al que el franquismo, como
tal, se la sudaba. Escribió una novela, repelente para los republicanos, Madrid de corte
a checa, que yo releo para aprender estilo literario, aunque no comparta
sus ideas. Participó en la redacción de la letra del Cara al Sol, como Dionisio
Ridruejo, por ejemplo, que entró en Barcelona al grito de “catalanes hablad la lengua del
imperio”, vestido de correaje y camisa azul. Años más tarde fue un demócrata
ejemplar. ¿Le quitarás también la calle que supongo tiene en Madrid?
¿Y de Camilo José
Cela, premio Nobel, que nada más acabar la guerra se ofreció a la policía
franquista, mediante solicitud firmada, como confidente, y delator de
intelectuales?
De
Muñoz Seca nada digo. No le
dio tiempo a ser franquista porque lo fusilaron los nuestros en la saca de
Paracuellos. Es autor de La venganza de don Mendo, parodia de
tragedia que ha hecho partirse de risa a miles de españoles de izquierdas de
derechas, centro y mediopensionistas. Era monárquico, que a mí no me parece la
opción cívica más honorable, pero eso no es para fusilar a nadie.
Tierno Galván, ateo por el que conservo cierta querencia como alcalde de Madrid, acostumbraba a decir “Dios no abandona a los buenos marxistas”. Yo
creo, Manola, que estás abandonada de
Dios y de los hombres; no sé si porque no eres buena marxista o porque estabas
en el sitio equivocado en un momento equivocado.
Salud. Y sé feliz.
A la mayor parte de los madrileños
puede que tu felicidad les importe un carajo. Son unos desalmados. Demuéstrales, acaso dimitiendo, que a ti sí te interesa la felicidad de esta
hermosa y maldita ciudad.
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