domingo, 29 de noviembre de 2015

TEATRO: LA GUARIDA DEL APUNTADOR (I). NAVOKOV

Comienza este fin de semana en diariodejaviervillan.blogspot.com una sección estrictamente teatral que se llama La guarida del apuntador. En realidad debiera  llamarse La concha del apuntador. Pero no quiero inducir  a error a mis amigos argentinos, singularmente  a Pétalo de SaI, a Castelo, periodista y taurófilo, a Teuco Castilla, poeta y titiritero.  Saludos para el Guaira. Verónica Parizzi, vuelve pronto. Te echamos de menos. De Teuco  acabo de recuperar un libro que me regaló hace siglos, Los toros en el Rio de la Plata. Comienza, pues, La guarida del apuntador
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 Nota; acabo la semana corrigiendo los ejercicios de los alumnos del Master de Periodismo del Mundo, que dirige el maestro del periodismo de investigación, Antonio Rubio.  Es una promoción brillante, al menos en el terreno siempre espinoso de la crítica. Lo traigo a colación porque varios han elegido, como ejercicio práctico de mi asignatura, la crítica de teatro.

Historia y magia
Insólito ritual en la biblioteca del Teatro Español, procedente del Frinje. Cinco personas en torno a una mesa como si fueran a asistir a una sesión de espiritismo. Y un ilusionista, un médium que no necesita voces de ultratumba para revelar la voz de la España de la posguerra:  humildes  y cotidianos objetos materiales de una España real: la España de la posguerra y la autarquía nacional católica; título, Cosas que se olvidan fácilmente. Yo diría que no tan fácilmente. No puedo contar más, no se puede revelar más, para que los cinco que vayan pasando cada día no vayan advertidos. Difícil hacer una información sobre algo que no se puede ni se debe contar. A mí, el mago  que sacaba  monedas de las orejas de los compañeros, me entregó una medalla, “Premio a la aplicación. Honor y mérito”. Creí que era un regalo, siempre esperado y nunca conseguido, y me la guardé. Al día siguiente me la reclamaron con urgencia y a punto estuve de joderle a Xabi Bobés el espectáculo. Llegué a tiempo para devolver el premio;  y para ver el arranque de la Gran Ceremonia Callejera en Honor de Cervantes que acaba con una diatriba feroz ante el Congreso. Pérez de la Fuente prometió enviarme el texto,  pero no lo ha hecho.

Sepelio aplazado.
En Teatro del Arte. Todo preparado para un velatorio, pero no. El texto tiene  el aroma de la escuela argentina cuando la escuela argentina alcanza la excelencia; dramaturgia y  dirección de Heidi Steinhard. Una familia desestructurada o estructurada en torno al caos: la familia Coleman y Tolcachir, un suponer. Lejanamente. Pero inevitablemente. La interpretación (Inma Ochoa, Bosco Fernández, Fontsi Liébana, Victor Duqe) es de escuela española sin los  vicios de los actores jóvenes; es decir, vocalizando, estilizando sin excesos un realismo cotidiano y doméstico. Tres hijos asfixiados, humillados por una madre histérica, autoritaria hasta la extenuación. Un segurata que purga sus frustraciones lustrando sus zapatos, un gordo que nutre sus miedos hartándose de comer. Come como un cerdo, va al siquiatra y, según su madre, caga como un cerdo. Y un  tercero, el más joven, que ejerce de fámulo de la madre despótica. La madre es una víbora, una arpía, una bruja neurótica. Pero todo tiene una explicación que llega al final, un final devastador, triste e injusto. Ese final lamentoso, apocalíptico dentro de una melancolía irreparable pone a prueba a Inma Ochoa; me gusta más de neurótica acorralada.

Erotismo en Tribueñe.
Irina Kourskaya ha pasado de Chejov, Valle, Lorca y Pinter, quizá el menos afín a su sensibilidad, a Vladimir Nabokov con el que la unen varias cosas, aunque   menos que con los tres primeros. Es un Nabokov menor, un relato titulado Un cuento de hadas, que Kouberskaya ha preferido titular La mirada de Eros, evocando así  la imagen universal del escritor norteamericano de origen ruso: Lolita, Ada o el ardor.Y otros textos sobre los que  Irina ha dejado volar su fantasía para configurar la imagen de Erwin, (Iván Oriola), un tímido que sueña con tener un  harén. Un cuento de hadas forma parte de un volumen escrito en 1930 con el nombre, creo recordar de Regreso  de Chorb y fue publicado en España  en torno a 2010.  Irina, de lengua materna y cultural rusa ha partido de esta  edición. Hasta 1938 Nabokov no se pasó definitivamente al inglés que dominaba quizá con más perfección. A Irina se le nota muy suelta, muy relajada en una dirección bella, sensible  y muy cuidada, aunque lejos de sus grandes direcciones como, por ejemplo, La casa de Bernarda Alba, también en cartel en Tribueñe. Vaya esta breve nota como adelanto de una crítica de más profundidad.
Nota del apuntador; escribiré de Carme Elias, actriz a la que admiro. Y  no solo a  petición de varios lectores, sino por gusto propio.



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