martes, 21 de febrero de 2017

RESACAS DEL PREMIO MIGUEL MIHURA


Cosas de espías sentimentales
Termino el último y prodigioso libro de Le Carré, Volar en círculos. Manual del espía y su capacidad de seducción. Fascinación. Quiero tanto a Le Carre, leo sus libros con tal fervor que, en ocasiones, me parece ser uno de sus personajes.  O él mismo. O Smiley.  Destaco sutil mensaje de este libro: “el espía ha de estar seguro de que  los  secretos que posee de los demás  son más peligrosos para ellos que los que ellos tienen sobre él”. Aun así, destaca la elegancia entre colegas; una cierta lealtad, un fair play: “Busca cómplices, no busques enemigos”.

La mujer nueva y necesaria. Justicia poética

Celebro la acogida que  ha tenido mi recuerdo  a Carmen Laforet, mujer extraordinaria a la que traté un poco en los últimos años de su vida, gracias a mi amistad con su hija Cristina, la pintora que cambió pinceles magníficos  por su excelente literatura de novelista.  Sobre Lilí Alvarez, que cambió  la vida de Laforet, no me pronuncio. Mientras haya amor,  decía Marylin, todo vale. (¿Me libraré algún dia de citar a Marylin?) Sin duda Lilí era una gran mujer; y la única vez que cometí la impertinencia de preguntarle por ella a Carmen, está sonrió y me dijo voy a prepararte un café, que su hija Cristina ya estaba preparando.

 El cambio a mujer nueva de Carmen no dejaba atrás nada espectacular; nada, como su gran novela, Nada, Premio Nadal 1944 creo. Una  vida apacible de burguesita catalana,    casada con el mejor crítico literario de la época, Manuel Cerezales. Nada espectacular  que justificara el título redentor y expiatorio de “mujer nueva” que como  es lógico nada tienen que expiar

 Afrontó con toda legitimidad  una nueva visión de la vida, una perspectiva más cerca del amor y del misticismo que de la literatura. Sirva este exordio como homenaje  a Carmen Laforet   y como preámbulo a la gresca que me han montado unas aves gallináceas  por mi restauración del premio Miguel Mihura, al margen de la turbulenta SGAE. Gresca que voy a continuar, claro está. Como verán ustedes si siguen leyendo

                         Cacarean, luego cabalgamos

El Gallinero es un blog en el que como su propio nombre indica hay mucho guirigay y pocas  ideas; kikirikíes  de gallo de corral, muchos. Al parecer ese gallinero lo forman algunos aspirantes a dramaturgos que, a lo peor, un dia tienen la suerte, o la desgracia, de estrenar; no lo sé ni me importa.

El único responsable de la “Restauración” del Premio Mihura soy yo, con la colaboración de un jurado del que formaban parte los críticos teatrales de Madrid, Luis María Anson, Borja Ortiz de Gondra, y Garrigues  Walker . Asumo, pues todas las responsabilidades, menos las del menú de la cena y el condumio. Me pareció oportuno recuperar, en colaboración con El País, La Razón, ABC,  el Mundo, el Gijón y el Teatro  Español, un Premio  a la Actriz Más Destacada del Año; sin medios ni subvenciones, pero con el júbilo de las 20 candidatas seleccionadas, aunque tuvieran que pagarse la cena. Me hallé a los pocos dias con Manuela Paso, una de las candidatas; un  premio y una noche destinados a enaltecer  a  las actrices españolas es un primer paso que a ambos nos parece insuficiente. Hay que valorar la presencia de la mujer en el teatro en toda su extensión.  He  de hallar un mayor punto de colaboración con Manuela y actrices como ella.

Se hará mejor, sin duda, los próximos años, puede que hasta se encuentre algún patrocinador generoso y alguien más competente que yo; pero un premio para una actriz, en un país de excelentes actrices y demasiados gallos, me parece digno de recordación. Ganó Beatriz Argüello, excelente y nada que oponer. Pese a tener que pagarse la cena, -economia, Horacio, economía-   las candidatas consideraron un honor aspirar al premio perdido y restaurado. Al menos esa es la sensación que percibo.

Me parece un acierto haber recuperado este premio no por las razones mostrencas que los mostrencos gallos del Gallinero, parecen aducir: que a Mihura le gustaban las chicas. Seguro que sí, pero eso carece de importancia y a mí me da igual si a los plumíferos del Gallinero les gustan los gallos, la gallinas   o los palos llenos de mierda donde estas duermen  a una pata. Hubo insuficiencias, cosas mal hechas, la cena fue horrible. Pero prevaleció la intención de su recuperación,  abandonado hace doce años por una Sgae que bastante tiene con poner  orden y limpieza en los establos de Augías en que se ha convertido su bello edificio. Y la intención está clara: homenaje a la actriz española porque España es un país de actrices. Y de gallos, claro.

 

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