En esta España convulsa y una Cataluña al borde de un ataque de nervios, con UDI o sin Udi del tramontana Puigdemont, un elemento de sosiego. Vuelven a mi blog los Retratos a punta seca, o al pastel, como quieran, de mis cómicos favoritos. Tras Sara Moraleda, Casablanc, Javier Gutiérrez y Marta Poveda, llega a esta galería, otra gran actriz
BEATRIZ ARGÜELLO, O ISADORA
Para un ama de
casa, madre de tres hijos a los que hay que llevar al colegio limpios y aseados
todas las mañana, la vida de teatro no puede alterar demasiado los horarios
cotidianos. Los hijos se llaman Jacobo, de 15 años, y Pelayo de 12. La niña se
llama Teresa. Cuando mamá trabaja saben
que se irán con los abuelos o con una
familia amiga o se quedarán con una canguro. Cuando los deja en el colegio, o los dejaba
cuando eran más pequeños, Beatriz Argüello, vuelve a casa y se acuesta de
nuevo. Si es un dia de estreno, la
obra que va a estrenarse está muy presente en el sueño, en duermevela, o en
duermevuela; en penumbra y a veces como
fogonazos. La obra está ya metida de tal forma en la sangre que forma parte de
la vida, del quehacer diario. El dia del estreno se intensifican estas
sensaciones.
Pese a todo duerme, descansa y no puede
decirse que sea un sueño reparador; es
un sueño tonificante que le sirve de recordatorio y cuando se despierta la
devuelve a la realidad de la vida; todas
las noches de función son distintas y la noche de estreno un poco más. De la actuación personal dependen muchas cosas que afectan a
los demás. El teatro, aunque Beatriz se ha prodigado más en monólogos, es una
empresa colectiva. Esa responsabilidad está igualmente presente cuando hace un
monólogo que cuando está integrada en un elenco. Ha habido grandes noches teatrales
en la vida de Beatriz Argüello. Una
de ellas, aún reciente, Isadora, de su amigo del alma, Hugo Pérez de la Pica, un ser herido
por el arte y una salud precaria, al que muchos han dado en llamar el nuevo Lorca.
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