martes, 24 de octubre de 2017

IRENE ESCOLAR, RETRATO DE UNA ACTRIZ


“El pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo”, escribe Eliot  en La tierra baldía.  Eso podría decirse  de Irene Escolar. No ha cumplido treinta años y parece que siempre hubiera estado en el centro del teatro español. Bienvenida a esta serie, Retratos a punta seca, por la que han pasado Marta Poveda, Pedro Casablanc, Luis Bermejo,  Beatriz Argüello, Javier Gutiérrez.  Y pasarán  más.

Habitante del teatro y habitante  de la vida pues los sucesos que sacuden este desdichado país llamado España no la dejan indiferente. Hace poco  difundió salutaciones fervorosas en honor de Alex Rigola por dimitir de Teatros del Canal en  protesta  de la “brutalidad de los guardias en Barcelona el 1 de octubre”. En mi filosofía geopolítica, la unidad de España no es el tema principal y sé que “Cataluña es el eterno problema con el que hay que aprender a convivir”. (Ortega y Gasset).

 Estos días he mantenido intensos contactos con mis amigos de Barcelona, El altres catalans, y están desolados. De haber existido este clima borrascoso hace 45 años yo no hubiera podido hacer de extra en Los tarantos, de Rovira Beleta, ni tomar  café en una taberna frente al Liceo, una madrugada de lluvia, con Carmen Amaya y Antonio Gades; sencillamente, porque una españolada de Somorrostro, trasunto de Romeo y Julieta no se hubiera podido rodar. Si lo actual  es el ensayo para una III República que muchos anhelamos, apaga y vámonos. El último, que apague la luz.

  A mí la unidad de España me trae al fresco, pero Barcelona, como le recordaba a Marcos Ordóñez, gran novelista, además de crítico teatral, camino del Pavón Kamikaze,  “Barcelona es cara a mi corazón” (Max Estrella). Soy de la tierra de Gómez Manrique, de su sobrino Jorge, el de las coplas, y de los Berruguete. Sabiendo que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, me preocupa más la aludida eternidad elliotiana de Irene Escolar. Cuando todos hayamos muerto nos la encontraremos más allá  de los siglos, encarnando a Meche en algún teatro del mundo, y diremos aquí está Meche la muchacha que desapareció una noche de un bar de Piura en una dudosa historia de  machos, rameras y acaso un amor sáfico: Vargas Llosa, la Chunga.

Es de la saga de los Gutiérrez Cava,   nieta de Irene y sobrina de Julia Gutiérrez Cava y Emilio Gutiérrez Cava, el último eslabón de una cadena de oro.  Un dia se me ocurrió establecer una línea actoral que va de Nuria Espert a  Irene Escolar pasando por Aitana Sánchez Gijón, excluyendo voluntariamente raíces y genes familiares. Mantengo la teoría, que no excluye formidables actrices de otros registros.  Contra profecías agoreras, Aitana  tuvo muy bien en la Chunga, un bronco papel a contraestilo; pero el misterio, la piedad por una vestal virgen de alma y abusada de cuerpo, se quedó con Irene Escolar. A partir de aquí, creo que empecé a cavilar sobre  Irene Escolar como tema.  Ese misterio la envuelve siempre: en El Público, en el Lorca de su último recital,  en  la adulta   de  BlackBird que quiere aclarar las  cuentas de su pasado. Aunque para mí sigue siendo El cojo de Inhisman.

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