domingo, 21 de octubre de 2018



Crítica y contra crítica


Durante varios años dirigí en el Mundo un master sobre el papel de la crítica periodística en  una sociedad en la que la crítica apenas interesa. El Mundo, PedroJ,  recuperó la figura decimonónica de la crítica de toros y la de teatro en una misma persona.  Dos principios irrevocables de la crítica: independencia y conocimientos. Había un primer crítico de cada materia y un segundo para sustituciones. Por culpa de esta vieja jerarquización de la crítica, necesaria como resorte intelectual, dentro de la redacción de un periódico, existe también la contra crítica, no como un fenómeno analítico de contraste, sino como instrumento de descalificación;  sin reparar en medios.
Esta semana se estrenan en Madrid dos obras que pueden ser cumbres de una temporada. El Romancero gitano en la Abadia y El Precio, Arthur Miller  en Kamikaze. Estoy seguro de que los críticos hallaremos juicios a favor y en contra igualmente válidos, circunstancia lógica en una sociedad que no se rija por la ley del pensamiento único. Pero es necesario saber qué recursos actorales definen a Nuria Espert y a Lluis Pascual, cuáles sus vinculaciones con Federico, la diferencia entre el Romancero y Poeta en Nueva York; las barbas de Walt Whitman  y la vara de mimbre  de Antonio Torres Heredia. Eso es el punto de partida. Lo demás es subjetivo y personal.
Por ejemplo, Panero, el loco de Mondragón, a mí me parece menos maldito que  Luis Cernuda, poeta que supera el tiempo  mejor que el resto del  27. Pero esto también es discutible.  Respecto a las nuevas generaciones de poetas lo ignoro casi todo.  Poesía es  palabra esencial, periodismo economía de adjetivos. Problema por lo tanto común; quien es retórico en periodismo  lo es también en poesía.

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