Crítica y contra crítica
Durante varios años dirigí en el
Mundo un master sobre el papel de la crítica periodística en una sociedad en la que la crítica apenas
interesa. El Mundo, PedroJ, recuperó la figura decimonónica de la crítica de toros y la de
teatro en una misma persona. Dos principios
irrevocables de la crítica: independencia y conocimientos. Había un primer
crítico de cada materia y un segundo para sustituciones. Por culpa de esta
vieja jerarquización de la crítica, necesaria como resorte intelectual, dentro
de la redacción de un periódico, existe también la contra crítica, no como un
fenómeno analítico de contraste, sino como instrumento de descalificación; sin reparar en medios.
Esta semana se estrenan en Madrid
dos obras que pueden ser cumbres de una temporada. El Romancero gitano en la Abadia y El Precio, Arthur Miller en
Kamikaze. Estoy seguro de que los críticos hallaremos juicios a favor y en
contra igualmente válidos, circunstancia lógica en una sociedad que no se rija
por la ley del pensamiento único. Pero es necesario saber qué recursos
actorales definen a Nuria Espert y a Lluis Pascual, cuáles sus vinculaciones con
Federico, la diferencia entre el Romancero
y Poeta en Nueva York; las barbas de
Walt Whitman y la vara de mimbre de Antonio Torres Heredia. Eso es el punto de
partida. Lo demás es subjetivo y personal.
Por ejemplo, Panero, el loco de
Mondragón, a mí me parece menos maldito que
Luis Cernuda, poeta que supera el tiempo mejor que el resto del 27. Pero esto también es discutible. Respecto a las nuevas generaciones de poetas lo
ignoro casi todo. Poesía es palabra esencial, periodismo economía de
adjetivos. Problema por lo tanto común; quien es retórico en periodismo lo es también en poesía.
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