Alberti, luces y
sombras
María Asunción Mateo, viuda de Rafael acaba de publicar Mi vida con Alberti. Afirma que no es un ajuste de cuentas con nadie, pero yo
creo que sí, que es un ajuste con el rafaelismo de charanga y pandereta, los
“aprendices de poetas” granadinos, especialmente, y ferozmente, contra Luis García Montero, hoy presidente del
Instituto Cervantes y Prado Rodríguez,
o sea Benjamin Prado autodenominado
sucesor y reencarnación de Rafael. Como
dirían en mi aldea de Torre de los Molinos, Asunción tira
con bala. No es un libro de viuda afirma
rotundamente. Ellos son los viudos, remata en otra página. A Rafael lo venerábamos en
líneas generales, esto es opinión
personal mía. Acaso el mejor poeta
español del siglo XX, opinión generalizada que Asunción Mateos resalta y corrobora. El exiliado mítico, el mago de la palabra, el
alquimista de la metáfora. Casado con María
Teresa León, “bella e inteligente”, que le metió el comunismo en el alma. Imponente
respeto muestra por María Teresa, Asunción Mateo que teme no estar nunca
a su altura. No así por Beatriz Amposta,
bióloga, compañera en
Roma de Rafael, a la que sin nombrarla, lapida inmisericorde, tratándola de
advenediza, interesada y novia ocasional de paso. Alberti seductor, con el deje
intencionado y carismático de un señorito andaluz, las marismas, los
esteros rezumando azul de mar. Marinero en tierra con las velas siempre desplegadas. Venerábamos a Rafael cuya imagen Asunción siempre dulcifica y retoca
amorosamente. Por ejemplo, no era tan receptivo a los poetas nuevos como
Asunción dice. Valga un caso, ocurrido
en la celebración de no sé qué aniversario de La Barraca lorquiana. Se le acercó un excelente poeta gaditano, de
Arcos de la Frontera, Rafael, te admiro
mucho, soy un poeta gaditano….Rafael no le dejó terminar la frase y dijo
despectivamente poetas, poetas, ahora
todo el mundo en España se llama poeta….Yo estaba allí. Y pude ver la
desolación devastadora en el rostro del excelente y afligido poeta de Arcos de
la Frontera, Antonio Hernández.
Rafael sólo fue generoso con lo que Asunción llama el clan de los viudos, generosidad de la que, también según Asunción Mateo, acabó arrepintiéndose, en especial de haber dado cobijo a Luis García
Montero, aprendiz de poeta frustrado.
Mi escasa relación con Alberti, cuya
persona me inspiraba el mismo desinterés
que entusiasmo y fervor me producía su poesía, estuvo siempre erizada de despropósitos;
cosa absurda e inexplicable, pues Alberti
lo era todo y yo no era nada. Se celebró en la Casa de Campo un recital de
poetas comunistas con enorme afluencia de militantes, y todos los poetas
intervinientes, le dedicaron un poema a Rafael, menos yo. No era, por mi parte,
un desdén sino una reivindicación. Me explico. Por ignoro qué razones, el protocolo arbitrario del Partido, nos había
sentado juntos, en un banco corrido en primera fila. Le acompañaba, creo
recordar, una brasileña, joven y guapa,
un encanto de criatura. Entre Rafael y yo sentados, mediaba mi primer libro de
poemas recién aparecido, con portada de Luis
Cañadas, un gran pintor, muralista indaliano del grupo de Perceval, Alcaraz, Capuleto , recién aparecido
La frente contra el muro. Nunca
me he sentido demasiado orgulloso. Rafael comentó a la brasileña, como al desgaire
ojeando el libro con la mano derecha.
_No está mal este poeta.
Estábamos codo con codo y yo me
pregunto qué le hubiera costado
decírmelo a mí directamente. Supongo temía que yo utilizase su opinión para darme
importancia como hacían sus amigos del clan de Jesús García Montero. Por frívola comodidad o apatía, según cuenta
su esposa, cuando estos le pedían un prólogo Rafael contestaba.
-Escríbelo tú y le pones mi firma
Esto ocurrió, según cuenta
Asunción, con Luis. Y este se excedió en tal manera al autoprologarse que Rafael, entre irónico y sorprendido,
respondió
-Caramba….Eso no lo he dicho yo
ni de Pablo Neruda
La otra bestia negra de María Asunción es Benjamín Prado, al que llama
el sube y baja persianas, por ser
esta su principal actividad en casa de los Alberti donde decía ejercer de
secretario. Y máximo “especialista” en Alberti al que dedicó “una tesis doctoral y
cinco libros , afirma la viuda, sin que lograra entender nada de Rafael. Era,
tal como recuerda Mateo, el exégeta de Rafael por antonomasia, según
opinión de todo el mundo albertiano, en especial de El Pais, plataforma de la
campaña contra ella. “Periódico serio degenerado
en panfleto”, según Asunción, que se sumó a la cacería de una ¨´usurpadora,
ávida de dinero y de gloria”.
Tuve otro encontronazo con
Alberti, que quedó en leve colisión gracias a la tolerancia gaditana del
maestro. Un periódico, no recuerdo cual,
me había encargado una entrevista con él. No había forma; o no se ponía
al teléfono o me daba plantón al encuentro convenido en la sede del PCE, que
estaba creo recordar en la calle Santísima Trinidad número cinco. La entrevista
era vital para mí; si no la conseguía y no se publicaba yo no cobraba, y si no cobraba
no comía o comía a fiado en algún bar amigo. Así que decidí inventármela. Ignoro si la leyó y si le gustó o no. Lo
cierto es que no me denunció al periódico, cuando tenía múltiples motivos para
ello, lo que habría provocado, pese a la gran repercusión, mi segura
expulsión.
Releo frecuentemente a Alberti,
todo Alberti, que resiste
espectacularmente, creo yo, el paso del tiempo.
Mi vida con Alberti, me parece a mí, es un libro ameno y bien
escrito, salvo algún gazapo impropio de
una profesora como Mateo, de utilizar,
por ejemplo, desapercibido por inadvertido. Es un libro beligerante,
reivindicativo del legado y la importancia de un grandísimo poeta, solitario
hasta que apareció, ella, Altair, como
caida de las altas esferas del espacio sideral, generosa, desinteresada y
enamorada. Es por lo tanto, también, un
libro reivindicativo de sí misma, la única mujer, aparte la figura intocable y
admirada de María Teresa León, que
fue amante, colaboradora y esposa de Rafael. Hasta la extenuación y el
desamparo. Y ahora, su viuda. También hasta
la extenuación.
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