domingo, 18 de agosto de 2024

 

Lorca, poeta maldito.


 Y fusilado

Así tituló Francisco Umbral, in memoriam, uno de sus primeros y más arriesgados libros. Lorca,  poeta maldito en un país carente de escritores malditos o, al menos, de malditos con verdadera naturaleza, como Rimbaud o Baudelaire en Francia. Con todo, y respetando el talento crítico y analítico, inmenso, de Umbral, me atrevería a cuestionar el malditismo de Federico García Lorca. El poeta granadino no era un maldito,  lo convirtieron en poeta maldito las circunstancias malditas de un maldito  fascismo alzado y poco después triunfante. Lorca había rechazado quedarse en Madrid, pensando quizá  que en Granada, en la Huerta de San Vicente, su casa, estaría más seguro. Así pudo haber sido de no mediar un siniestro personaje de la CEDA, Ramón  Ruiz Alonso, que lo denunció y participó en su arresto, resentido porque los Rosales, Luis y Pepiniqui, le habían negado el carnet de Falange por cuyo ingreso, al parecer, Ramón Ruiz exigía un sueldo de mil pesetas. Tuve ocasión de conocer a Ramón Ruiz en Madrid allá por los primeros setenta del pasado siglo XX. Dirigía yo la galería de arte Forma 2, y un dia me encuentro con que los dueños, unos albañiles que se habían forrado construyendo chalets en la sierra madrileña, me lo presentaron como un administrativo  encargado de la contabilidad o algo así. Ese mismo dia se publicaba el libro de Luis Blanco Vila que denunciaba su participación activa en la muerte  de Lorca.  Estaba exponiendo José Diaz; una espléndida tauromaquia de la que había hecho protagonistas  exclusivos a Antonio Bienvenida y Paco Camino, apadrinada por un espléndido texto de Santiago Amón. A Diaz le habían fusilado el padre los franquistas y él y yo decidimos descolgar la exposición con mucho vendido y expectativas de venderlo todo. Ramón Ruiz Alonso decidió marcharse por propia voluntad antes de que yo lo despidiera. Y como una exposición un pintor la hace para vender, Pepe Diaz continuó colgado y vendiendo. Tampoco los dueños le hicieron remilgos al éxito del rojerío y me ofrecieron continuar con ellos, con un sueldo mensual de 2000 pesetas y un 20% de las ventas. Abrieron otra galería muy  dedicada a jóvenes pintores que no hubieran expuesto en Madrid y yo me dediqué a viajar por toda España a la búsqueda y captura de jóvenes talentos.

Pero volvamos a Lorca cuyo aniversario del fusilamiento se recuerda  hoy, horas arriba horas abajo. Lorca,  según algunas fuentes  fiables, reposa en Nueva York, junto a una persona muy amada por él, circunstancia que no estoy en situación de demostrar. No está en Viznar donde Iam Gibson sigue buscándole  o no, no lo sé.  Las hijas de Ramón Ruiz, Elisa  Montes, Emma Penella y Terele Pávez, al principio ignorantes de la responsabilidad de su padre, ambicionaban representar juntas La casa de Bernarda Alba. Pero alguien las disuadió del proyecto, dado su parentesco con el inductor del asesinato. Renegaron del apellido paterno y una, la mayor, se puso Montes, otra Penella y otra Pávez, para mí gusto la mejor actriz y la más radical de las tres, aunque yo era muy amigo de Emma.

Federico García Lorca, por los siglos de los siglos, poeta y autor dramático que revolucionó la escena, es con don Ramón Maria del Valle Inclán, una de las dos cumbres del teatro español de la primera mitad del siglo XX. Y de la poesía. Su elegía Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, resiste la comparación con las Coplas a la muerte de su padre, del palentino Jorge Manrique.

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