No es coña. Don Miguel de Cervantes cuando le dejaba tiempo libre la redacción del
Quijote, fue cronista taurino. Eso supone al menos José Maria de Cossío, quien afirma que en 1605 pudo encomendársele
en Valladolid a don Miguel la recepción, o crónica, de la corrida conmemorativa del nacimiento de quien más tarde sería
Felipe IV.
Cossío no llega a demostrar nada, pero como rumor vale. Lo
avalamos Celia Forneas y un servidor
que, seguidor de la doctrina de Paco
Umbral, pongo más fé en un rumor que
en una noticia. Celia
Forneas es una investigadora de periodismo a quien el taurinismo ignaro y
pedernal ha ninguneado sistemáticamente y a conciencia. Al taurinismo ignaro y pedernal el conocimiento de su historia se la suda
Aprovechando el revuelo necrófago y funeral que se ha levantado
en torno al descubrimiento de los restos de Cervantes, autor del Quijote como
muchos acaban de descubrir, traigo a
colación esta noticia: Cervantes, cronista taurino. De hecho yo me metí en esta
cosa de los toros, convencido de que, después de pegar unos cuantos muletazos
periodísticos, podía escribir el Quijote; pero me dí cuenta de que el Quijote ya estaba escrito.
De algo, pues, y con
todos los respetos a los buscahuesos
-sean los de Lorca, los de Cervantes o los de cualquier ser anónimo en una
cuneta apócrifa- nos ha servido este revuelo de
cenizas y huesos suculento banquete de gusanos; descubrir la parte más cotidiana, prosaica y, a la vez, oculta de Cervantes: su coyuntura de
cronista taurino, fuere por necesidad o por afición. No hay constancia de que
como cronista accidental, Cervantes pusiera el cazo o recibiera sobres.
Cervantes anduvo en pleitos con la justicia porque las
cuentas de recaudador o alcabalero no le cuadraban. Y que nadie me venga ahora
diciendo que ultrajo la memoria del genio de nuestras letras. La vida del más
grande escritor de todos los siglos fue dura y con frecuencia diéronle cárcel
las Españas. También sufrió cautiverio moro tras asistir, como combatiente, a la más
alta ocasión que vieron los siglos, o sea Lepanto contra el turco. Yo no pondría la mano en el fuego por la ortodoxia y la independencia
taurina de Cervantes, si es que llegó a escribir aquella célebre recepción, una revista
para entendernos en lenguaje más moderno.
Imaginación tendría que haberle echado en estos tiempos, pues
no es lo mismo la reyerta diaria de una crítica que unos versos gloriosos para unos cortesanos caballerescos y alanceadores . La corrida de
hoy, cartel de figuras, figuritas y
figurones, según el gusto de cada cual, no da para grandes relatos. Un
ventarrón horrible en Valencia, lo que explica por qué los mediotoros, los animalejos
claudicantes de Zalduendo, anduvieran
con tanta insistencia por los suelos.
Alejandro Talavante apuntaló la debilidad menesterosa de los toros
y le bajo la mano al viento yéndose al pitón contrario de la borrasca. Francisco Rivera, anduvo parejo de los
toros, o sea justo de fuerzas. Y Morante
de la Puebla sigue aspirando al milagro de taparse con unos lances de
inspiración. No fue, en verdad, una corrida cervantina. Ni tampoco para don Francisco de Quevedo del cual sí está
datada una grande e inspirada recepción
por parecidos tiempos a los de Cervantes. Depende de lo que ocurra mañana, se la contaré o no.
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