sábado, 10 de noviembre de 2018

LOS ASESINATOS DE CIUDAD JUÁREZ


Texto publicado Metropoli. El Mundo

El horror y el infierno

Autor, José Manuel Mora. Dirección, Carlota Ferrer. Escenografía, Mónica Borromello. Iluminación, Daniel Picazo. Vestuario, Leandro Cano. Reparto, Carlos Beluga, Julia de Castro, Conchi Espejo. Verónica Forqué, David Picazo, Paula Ruiz, Cristóbal Suárez, Jorge Suquet, José Luis Torrijo, Guillermo Weickert. Escenario, Teatro Español. Tres asteriscos.
“No sé qué tienen las flores, Llorona, las flores del camposanto que, cuando las mueve el viento, parece que están  llorando” Los cuerpos perdidos. Un acierto absoluto el cuadro final. José Manuel Mora ha escrito un texto confuso, sin aliento poético, incapaz de rebasar el ámbito narrativo para trascender o acentuar el horror. Ciudad Juárez fue el terror  en estado puro, el infierno de las mujeres. Al fondo, siempre, los compases de Llorona. Quizá un texto sea incapaz de fijar el horror y sus límites. Quizá el horror es el horror, sencillamente.
  Cuatrocientas mujeres sepultadas en un desierto putrefacto, Los cuerpos perdidos. Esa fue la realidad. Muerte en las arenas tórridas. Cuatrocientas muchachas bajo la piel de un desierto calcinado. Y un inocente declarado culpable.  Todo el mundo lo sabía y todo el mundo lo callaba. Montaje de un  erotismo grotesco, picassiano, penes de atrezzo, simbología primaria y salvaje. Carlota Ferrer, a veces en la cumbre y otras en el desconcierto. Sensibilidad de la directora, con  intérpretes y  público, sin ceder a fáciles tentaciones exhibicionistas innecesarias. Excelente trabajo actoral. Máscaras en los bordes de la locura.
  Un texto de Bolaños sobre el tema sirvió hace tiempo para que Alex Rigola consumase uno de sus montajes más crueles y refinados.  Y la pesadumbre  de un espectáculo fallido en parte, porque falla  el texto de un autor otras veces con mejor pulso.

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