Teoría sobre los Odiadores.
Cualquiera que se precie tiene su
odiador. Sin un odiador, pertinaz, acérrimo en tu vida, nunca llegarás nada.
Buero Vallejo tenía muchos odiadores y estaba convencido de que sin odiadores,
uno no es nada. No me refiero a un odiador en concreto y con una causa
determinada, sino a esos seres imprecisos, fantasmas de sí mismos y de una nebulosa sin perfiles. Por ejemplo,
Eduardo Haro Tecglen, crítico de El País, detestaba el teatro de Buero Vallejo, pero no
era un odiador. Le hacía críticas feroces, pero no era un odiador. Unas obras
de Buero lo merecían, las otras no. Pero era igual, yo no recuerdo una crítica
positiva de una función de Buero. Buero se vengó un dia estrenando una obra, Diálogo secreto creo recordar, cuyo protagonista era un crítico de arte daltónico.
Muchos vieron en ese personaje la figura de Eduardo Haro.
La enemistad entre Buero y Haro,
ambos antifranquistas, ambos comunistas, yo no tengo claras sus razones o
sinrazones. La más extendida achaca a
ciertos derechos de autor que Buero le negó a Concha Barral que había puesto en
televisión arreglos musicales de Mozart
a una obra de Buero. Este, muy
cuidadoso de su economía, se negó a ello y adujo que esos derechos, en todo
caso debían atribuirse a Mozart. Concha Barral
ha negado siempre estas circunstancias. El hecho es que Buero tenía
muchos odiadores. Jaime del Valle Inclán, el español que llevaba en París los
zapatos más relucientes de españoles y franceses, llamaba a Buero ¨la tristeza
nacional¨. Buero, ciertamente era un hombre triste y había estado condenado a
muerte por su adhesión a la causa republicana. Su teatro es también un teatro
triste, sólido y de éxito seguro pero triste. Hay en él, siempre, una
conciencia de culpa lastimosa, pero se esperaba un estreno de Buero con
auténtica expectación y fue Juan Carlos Pérez de la Fuente quien mejor lo
entendió. Lo mismo que se espera ahora la convocatoria de los premios Buero, por parte de Robert Muro y Coca Cola. Los Premios Buero, vivero de actores y de actrices.
Volvamos a los odiadores, que es de lo que va este
artículo, pues adentrarse en el teatro de Buero nos llevaría al teatro de Alfonso
Sastre, al posibilismo y al imposibilismo, a la manera sinuosa de burlar las
sinuosidades de la censura. Nos llevaría en suma a la utopía de Sastre y al
realismo de Buero. El odiador suele ser una persona mediocre, un envidioso. Sus
aspiraciones están siempre por encima de sus posibilidades. Su ambición muere
en sí misma sin levantar el vuelo.
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