jueves, 2 de septiembre de 2021

 

Colmenar Viejo

Historias toreras. Y trágicas

Siempre se ha considerado Colmenar Viejo una prolongación de Las Ventas de Madrid, la tercera de la Comunidad o quizá a la inversa, la exigente afición colmenareña nutriendo el belicoso espíritu de las Ventas. La principal historia, la más trágica, la muerte de José Cubero Yiyo. Terrible toma y daca, la estocada mató a Burlero que aún tuvo fuerzas para partirle el corazón a su matador. Esa tarde vi llorar de rabia a Chenel golpeando las tablas de la barrera. La hostilidad de buena parte del público se había centrado en Antoñete al que un octogerario con boina y garrote le llamaba anciano cuando consideraba que a Chenel no le salían las cosas. Javier Martínez Reverte y yo velamos en Canillejas, en la calle Bósforo el cadáver de Yiyo, un joven de 21 años, que había llegado para comerse el mundo y se lo estaba comiendo ya. José Diaz, el artista pintor natural de Campo de  Criptana, que hacía siglos,  con Chenel había pintado de rojo y blanco los mojones de la carretera comarcal,  contó la cogida y muerte en la revista Interviwe. A Pepe le gustaba resaltar , nacido en campo de Criptana, poque allí había nacido Sara Montiel, a la que admiraba, aunque nunca se atrevi´o a pintarla, que yo sepa. Diaz no vió  la cogida, pues con su novia de entonces, había abandonado la plaza tras la actuación de Chenel que era lo único que les importaba,  antes del suceso. Los encontré a la  salida y les referí la cogida y la muerte simultánea del animal. José Luis Palomar, el buen torero soriano me parece recordar, también lloraba con Chenel y se negó a las entrevistas que los periodistas pretendían hacerle.

De la Corredera, cuando era un plaza baja con aforo de unos seis mil espectadores, el torero del mechón me contaba sucesos muy divertidos y contundentes. Desde fuera, un grupo de personas, que contaba con el apoyo logístico de otro en los tendidos, apedreaba el burladero de capotes. Los de dentro orientaban la pedrea, un metro a la derecha, dos metros a la izquierda etecé etecé, para que los cantos les cayeran en la cabeza a los toreros.

Contaré las cosas de las que he sido testigo. Por ejemplo, aquella vez que,  por una oreja de menos o una vuelta al ruedo de más, los aficionados  sitiaron el palco presidencial que tuvo que ser protegido por la Guardia Civil. De regreso a Madrid me encontré bajo una encina al presidente, uno de los titulares de  Las Ventas, sus asesores y algún amigo  esperando no sé qué. Otra tarde se armó la de dios es cristo porque un espectador irritado con los toreros lanzó al ruedo un zapato. Cuando el personal se apercibió de que la Guardia Civil ocupaba la salida para detener al descalzo,  cubríó  el ruedo de zapatos. Anécdotas triviales aparte,  en Colmenar se sabe ver toros. Aunque quizá no con la intensidad de antes. Es tierra de toros y tierra de toreros. Hasta que la peste nos lo permitía, muchas mañanas  Agapito García Serranito, modelo de poder torero y clasicismo, al que una voltereta le dañó las cervicales y dejó inválido para el toreo  desayunábamos en el bar Manolo, en su rincón , el ¨´rincón de Serranito¨´ Considero a Agapito no solo un torero, sino un ejemplo moral. Juntos publicamos hace algunos años, un opúsculo sobre el dolor. El ponía el dolor y yo puse la música más de requiem que de pasodoble.

No hay comentarios:

Publicar un comentario