AMESTOY, EL DON DE LA ESCRITURA Estudio sobre CALDERÓN DE LA
BARCA
La escritura es un don. De ahí,
el gozo que proporciona al lector, comparable sólo al gozo que proporciona al
escritor. Esa reciprocidad se advierte en el profundo estudio que Ignacio Amestoy
dedica al libro editado por Biblioteca Castro, Calderón esencial. Inexacto
sería hablar de prólogo o de introducción, conceptos restrictivos que apenas
logran poner en evidencia las obviedades del texto prologado. El prólogo es el
principio, como la palabra, in principio erat verbum. Los epílogos
suelen ser conclusiones puestas al final, cuando ya nada hace falta, si el
discurso se ha desarrollado con normalidad. Gozo, pues, del autor y gozo del
lector, trasvase y sintonía. Esto es lo que yo, como lector de Ignacio Amestoy,
percibo en su estudio. Hago mías las palabras de Jorge Luis Borges que solía afirmar,
con mayor o menor convencimiento, que estaba más orgulloso de haber leído todo
lo que leyó, que de haber escrito todo lo que escribió. Borges decía verdades
múltiples y transitaba caminos también múltiples, como evidencia su mejor
relato El Aleph, o uno de los mejores, punto donde confluyen todos los
caminos y todas las historias del universo y…….de la nada. A Borges la liberal
y cosmopolita Academia Sueca le negó el Nobel, supongo que por su pasividad ante
la barbarie de Videla y sus generales. Pero estos son otros asuntos y si traigo
a colación el Aleph borgiano, es porque no me parece descabellado
advertir en el estudio de Ignacio Amestoy, una profundización calderoniana de más
largo alcance; un Calderón de la Barca, múltiple y polifónico, un Calderón compasivo, punto de llegada y de origen, punto
de confluencia y, a la vez, de diáspora
de nuestro Siglo de Oro, y de toda la cristiandad contrarremista, con guiños
irrefutables a la disidencia reformista antivaticana de Enrique VIII, por culpa
de la lasciva fascinación por Ana Bolena que, ciertamente, debía de ser una mujer
fascinante. Fascinante y al final descabezada.
Especialmente brillante y razonada me parece
la vinculación de Calderón a los jesuitas, tropa militar y espiritual con
afanes misioneros de evangelización y de conquista, conforme al espíritu
belicoso y trascendente de su fundador Ignacio de Loyola, En suma, una totalidad
creadora como el Aleph borgiano. Y en las obras seleccionadas para determinar
la esencia de Calderón pasa tres cuartos de lo mismo. Calderón esencial, total.
Humor y tragedia. Quizá no están todas las que son, pero son todas las que
están Calderón de la Barca es inabarcable y no admite reduccionismos. Juzguen
ustedes mismos por la relación. La cisma de Ingalaterra, El príncipe
constante, La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, La vida es
sueño, El médico de su honra, El mágico prodigioso, El alcalde de Zalamea. O
sea, que cuando Calderón quiere, puede.
Y quiere siempre.
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