viernes, 12 de mayo de 2023

AMESTOY, EL DON DE LA ESCRITURA Estudio sobre CALDERÓN DE LA BARCA

La escritura es un don. De ahí, el gozo que proporciona al lector, comparable sólo al gozo que proporciona al escritor. Esa reciprocidad se advierte en el profundo estudio que Ignacio Amestoy dedica al libro editado por Biblioteca Castro, Calderón esencial. Inexacto sería hablar de prólogo o de introducción, conceptos restrictivos que apenas logran poner en evidencia las obviedades del texto prologado. El prólogo es el principio, como la palabra, in principio erat verbum. Los epílogos suelen ser conclusiones puestas al final, cuando ya nada hace falta, si el discurso se ha desarrollado con normalidad. Gozo, pues, del autor y gozo del lector, trasvase y sintonía. Esto es lo que yo, como lector de Ignacio Amestoy, percibo en su estudio. Hago mías las palabras de Jorge Luis Borges que solía afirmar, con mayor o menor convencimiento, que estaba más orgulloso de haber leído todo lo que leyó, que de haber escrito todo lo que escribió. Borges decía verdades múltiples y transitaba caminos también múltiples, como evidencia su mejor relato El Aleph, o uno de los mejores, punto donde confluyen todos los caminos y todas las historias del universo y…….de la nada. A Borges la liberal y cosmopolita Academia Sueca le negó el Nobel, supongo que por su pasividad ante la barbarie de Videla y sus generales. Pero estos son otros asuntos y si traigo a colación el Aleph borgiano, es porque no me parece descabellado advertir en el estudio de Ignacio Amestoy, una profundización calderoniana de más largo alcance; un Calderón de la Barca, múltiple y polifónico, un Calderón  compasivo, punto de llegada y de origen, punto de confluencia y, a la vez,  de diáspora de nuestro Siglo de Oro, y de toda la cristiandad contrarremista, con guiños irrefutables a la disidencia reformista antivaticana de Enrique VIII, por culpa de la lasciva fascinación por Ana Bolena que, ciertamente, debía de ser una mujer fascinante. Fascinante y al final descabezada.

 Especialmente brillante y razonada me parece la vinculación de Calderón a los jesuitas, tropa militar y espiritual con afanes misioneros de evangelización y de conquista, conforme al espíritu belicoso y trascendente de su fundador Ignacio de Loyola, En suma, una totalidad creadora como el Aleph borgiano. Y en las obras seleccionadas para determinar la esencia de Calderón pasa tres cuartos de lo mismo. Calderón esencial, total. Humor y tragedia. Quizá no están todas las que son, pero son todas las que están Calderón de la Barca es inabarcable y no admite reduccionismos. Juzguen ustedes mismos por la relación. La cisma de Ingalaterra, El príncipe constante, La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, La vida es sueño, El médico de su honra, El mágico prodigioso, El alcalde de Zalamea. O sea, que  cuando Calderón quiere, puede. Y quiere siempre.


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