Beneficencia. (fragmento Memorias inéditas Jvillán)
Ha pasado ya la corrida de la
Beneficencia en las Ventas, corrida considerada la más importante del año. Fue
el pasado dia 9, jornada de elecciones, lo que no impidió que la plaza se
abarrotara de público ansioso de grandes emociones. Al parecer fue más gente a
la plaza de toros que a las urnas, pues sólo votó el 30%. O sea que quién
verdaderamente ganó las elecciones y cortó las orejas y el rabo no fue ni la
derecha ni la izquierda ni el centro; ganó la abstención, la temida diosa, etérea y sin forma concreta, de la indiferencia y el hastío. La Corrida de la Beneficencia tiene
una larga tradición, desde Felipe II dicen. No voy a hacer historia de ella, voy a contar una memorable
Corrida de la Beneficencia que yo viví muy joven, jovencísimo, cuando era
gerente de las Ventas, me parece recordar Domingo Dominguín, el mayor de los
dominguines. Domingo había sido primero falangista movido por la justicia
social, pero muy pronto se hizo comunista.
No sé por qué causa o razón Santiago Carrillo que “veía” la realidad
de España desde su exilio, decidió
enviar a España a dos miembros del Partido buscados y perseguidos por la policía
franquista; Jorge Semprúm que con la democracia llegaría a Ministro de Cultura,
y Julián Grimau que sólo alcanzó el grado de fusilado, tras ser arrojado por una ventana
del callejón de Pontejos donde estaba la Dirección General de Seguridad. Meter
en España a Grimau, tan señalado por su actividad en el aparato represivo y de
seguridad de la República, era como echar una mosca en un plato de leche. El
caso es que Semprum y Grimau querían ver la emblemática corrida de la
Beneficencia. La intendencia del Partido
pudo conseguir dos asientos, a veinte o treinta
metros de Franco que, como Jefe del Estado, presidía cada año el festejo
benéfico. Por poco a los líderes
comunistas les da un infarto, aunque Jorge estaba curtido en el campo de
concentración de Buchenwald. Domingo Dominguín tuvo la ocurrencia de proporcionarles entradas
cerca del palco donde estaba Franco, protegido por un imponente aparato de seguridad. Cuando se
le reprochó la “broma” Domingo contestó: “dónde ibais a estar más seguros que
rodeados de maderos que protegían al
dictador?” Y se quedó tan fresco. Domingo, se suicidó años más tarde en Venezuela por problemas económicos o asuntos
sentimentales de amor loco, no lo sé muy bien. Ha sido la única vez que vi
llorar a Juan Manuel Caneja que sentía
veneración por él.
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