martes, 11 de junio de 2024

Beneficencia. (fragmento Memorias inéditas Jvillán)

Ha pasado ya la corrida de la Beneficencia en las Ventas, corrida considerada la más importante del año. Fue el pasado dia 9, jornada de elecciones, lo que no impidió que la plaza se abarrotara de público ansioso de grandes emociones. Al parecer fue más gente a la plaza de toros que a las urnas, pues sólo votó el 30%. O sea que quién verdaderamente ganó las elecciones y cortó las orejas y el rabo no fue ni la derecha ni la izquierda ni el centro; ganó la abstención,  la temida diosa, etérea  y sin forma concreta, de la indiferencia  y el hastío. La Corrida de la Beneficencia tiene una larga tradición, desde Felipe II dicen. No voy a hacer  historia de ella, voy a contar una memorable Corrida de la Beneficencia que yo viví muy joven, jovencísimo, cuando era gerente de las Ventas, me parece recordar Domingo Dominguín, el mayor de los dominguines. Domingo había sido primero falangista movido por la justicia social, pero muy pronto se hizo comunista.

No sé por qué causa o  razón Santiago Carrillo que “veía” la realidad de España desde su  exilio, decidió enviar a España a dos miembros del Partido  buscados y perseguidos por la policía franquista; Jorge Semprúm que con la democracia llegaría a Ministro de Cultura, y Julián Grimau que sólo alcanzó el grado  de fusilado, tras ser arrojado por una ventana del callejón de Pontejos donde estaba la Dirección General de Seguridad. Meter en España a Grimau, tan señalado por su actividad en el aparato represivo y de seguridad de la República, era como echar una mosca en un plato de leche. El caso es que Semprum y Grimau querían ver la emblemática corrida de la Beneficencia.  La intendencia del Partido pudo conseguir dos asientos, a veinte o treinta  metros de Franco que, como Jefe del Estado, presidía cada año el festejo benéfico. Por poco a los líderes  comunistas les da un infarto, aunque Jorge estaba curtido en el campo de concentración de Buchenwald. Domingo Dominguín  tuvo la ocurrencia de proporcionarles entradas cerca del palco donde estaba Franco, protegido por  un imponente aparato de seguridad. Cuando se le reprochó la “broma” Domingo contestó: “dónde ibais a estar más seguros que rodeados de maderos  que protegían al dictador?” Y se quedó tan fresco. Domingo, se suicidó años más tarde en  Venezuela por problemas económicos o asuntos sentimentales de amor loco, no lo sé muy bien. Ha sido la única vez que vi llorar a Juan Manuel Caneja  que sentía veneración por él.


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