Dos palentinos universales. In memoriam
Lorenzo Rodríguez Durántez y Pedro Giraldo
Tardíamente, aunque mejor hubiera
sido que no me llegara nunca, me llega la noticia del fallecimiento de Lorenzo
Rodríguez Durántez, nacido en Riveros de
la Cueza, pueblo al que tengo en gran aprecio porque en él nació mi padre,
el señor Francisco Villán y porque a
Riveros llevaba mi madre, la señora, señá en la jerga popular, Rosario la función de teatro que cada
año montaba con los mozos y los niños del pueblo. Mi madre era una campesina
ilustrada que leía muy bien y por eso, cuando alguien la iba a palmar, los
vecinos la llamaban para que leyera al moribundo la Recomendación del alma, texto arcaico que no he vuelto a encontrar
por ninguna parte, a pesar de mis pesquisas. En las comedias de mi madre, yo una vez hice
de San Tarsicio, el niño martirizado
por los romanos, que llevaba la santa comunión a los cristianos escondidos en
las catacumbas, me parece, o algo así. De romanos hacía la chavalería de la escuela
que, aprovechando la ocasión, me daban una buena tunda pues muchos me tenían
tirria porque era el primero de la clase de doña Gloria, una maestra ejemplar
que me preparó para el ingreso en el Seminario, cuando los curas me echaron el
ojo.
Pero volvamos a Lorenzo, político
de alto nivel en la Administración del Estado, o como él prefería, “servidor de
la ciudadanía”. En tiempos de Maricastaña,
los pueblos tenían, su tonto, el tonto el pueblo. Después los pueblos empezaron
a evolucionar y, en vez de tonto, necesitaron un sabio, el sabio del pueblo,
ese sabio ilustre que no reniega
de la aldea. Se va o se queda, pero
siempre enraizado. Por ejemplo Arturo
Gil, autodidacta, en Villoldo,
es el sabio que se queda, yo le llamo el Séneca de Villoldo, recordando la
sabiduría popular el Séneca que lo sabía todo, de don José María Pemán en la tele.
Traté mucho a Lorenzo Rodriguez Durantez cuando lo
eligieron presidente de la Casa Regional de Palencia en Madrid, cargo que
proporcionaba más quebraderos de cabeza que prebendas, y ayudado por otro palentino de
raíz, Mariano Blanco, secretario de la Casa, creó los premios Jorge
Manrique, de poesía y narrativa, para menores de 20 años, si mal no
recuerdo. Lorenzo, la Casa de Palencia, patrocinó mi libro Palencia, paisajes con figura, una serie
de entrevistas y reportajes con palentinos universales, 21 en total, que creo,
sin falsa humildad, es de lo mejor que
se ha escrito sobre Palencia, lo que mejor la define geográfica y culturalmente. En esa serie falta Girón de Velasco, natural de Herrera de Pisuerga, o de Carrión de los Condes, no sé, el
ministro social de Franco, el llamado león
de Fuengirola, que se negó a participar en “el libro de un rojo, “sé quién es
usted, pues estoy bien informado”. También falta, por voluntad propia, Santiago Amón, un palentino de Baracaldo. Amón lamentó siempre su
ausencia, por voluntad propia, aunque nunca me explicara por qué, pues yo lo había
invitado. Santiago Amón era un renacentista que, como Picco
dela Mirándola, podía discutir de omne
re scibili et quacumque alia. Es decir, de
todo lo que se puede saber y de todo lo demás.
Pedro Giraldo, torero
palentino. Un buen tercero.
Pedro
Giraldo ha muerto a los 77 a los de edad. Le falló el corazón, desgastado
acaso, de tanto haberlo puesto delante de los toros en su capote. Fue precoz en todo, hasta en su
muerte. Novillero triunfante, tomó la alternativa, muy celebrada por la crítica
más solvente y rigurosa, como José Luis
Suárez Guanes, por ejemplo; Guanes un maestro al que los amigos llamábamos el Gordito, circunstancia que José Luis cultivaba
con entusiasmo hartándose de helados. Pedro Giraldo, iba para torero de
Puerta Grande, pero cuando los contratos empezaron a mermar, decidió pasarse a los palos. Fue un excelente tercero; eficaz
parando al toro, enseñándoselo al matador, sin buscar aplausos. Muriel Feiner, su viuda, cuya imagen
por el callejón de las plazas de toros, armada de su cámara, se nos ha hecho
emblemática a todos los aficionados, vino a España a hacer una tesis de no sé
qué. Y conoció los toros y conoció a
Pedro Giraldo. Y aquí se quedó per saecula
saeculorun. Para ella, condolencias. Para
Pedro, la eternidad torera.
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