De golpe, el Otoño.
Noto que se acaba el estío cuando
se me ha agotado la relectura de la novela negra, liberación a que se acoge mi espíritu
todos los veranos. Apenas renuevo
catálogo; prefiero los grandes títulos y los grandes autores ya conocidos a la aventura de azarosos descubrimientos. Estoy a
punto de convertirme en un especialista del genero limitado a media docena de nombres míticos: Hammet, Chandler, Hadley Chasey, Ros Mac Donald, Cain, Jim Thompson,
Chester Himes Sin olvidarme nunca del máximo terror, del maldito por
antonomasia Edgar Allan Poe. Esta
máxima sagrada estoy a punto de romperla
con Leandro Pérez, un crack del periodismo cuando lo conocí, un nombre perdido
al que recupero ahora con una novela, la primera, Las cuatro Torres, a punto de salir.
Otro síntoma de que mi obsceno idilio con la naturaleza se acaba, son los
preparativos de una fiesta de despedida en la que reunimos sobre todo a gente
de la Farándula. Ana ya está en ello
y siempre me sorprende con invitados inesperados. Las discusiones con Cómicos y
Comicantas son apasionantes y con frecuencia teatrales, y todos lo sabemos. Yo
digo “cosas de cómicos” y ellos afirman, “cosas de crítico”. En el fondo no hay grandes
diferencias entre los seres humanos; un cómico de primera línea o de
segunda, un funcionario que aspira a
político; un periodista o un repostero. En el fondo, a todos nos gusta la
abrumadora y espesa normalidad. Estaríamos más tranquilos si Edgar Allan Poe, fuera, sin dejar de
ser Poe, un ganador del Premio Planeta y
que hubiera muerto en casa y no de un delirium
tremens; y que Rimbaud y Baudelaire fueran premio Adonais de
Rialp; que Antonin Artaud, en vez de
huésped de manicomios y loqueros, hubiera sido Ministro de Cultura y Van Gogh, por poner un ejemplo extremo,
hubiera sido copista del Prado en vez de esos delirios amarillos y turbadores
de sus cuadros.
Genios, malditos y marginales
puteados en vida y después de muertos. Para acallar mi mala conciencia de elitista
maldito y diletante, dialogo con Bruno, el mendigo de mi calle, todo el
dia borracho, que me advierte, -igual
con el felipismo, el aznarismo, el
zapaterismo o el rajoyismo- “hay que
tener contentos a los militares, ojo con los generales que los conozco muy bien”.
Acaso no le falte razón, pues Bruno, así a secas y sin apellido, dicen que escapó
de un matrimonio demasiado normal y demasiado burgués para vivir en la
calle. Enigmas de la vida. Medito: con Poe, alcohólico, se ganó un genio de la
literatura. Con Bruno, beodo, se ha perdido un gran analista político. Perra
vida. Nunca sabemos los efectos y las
causas de los desastres.
Nuevo blog. Los Sábados. Ecos de bambalinas; todo teatro.
Este es el primer post de un blog
dedicado exclusivamente al teatro todos los fines de semana: El aluvión de
estrenos, aunque previsible,
sorprende por la virulencia con
que se manifiesta. Dias de hasta tres estrenos y eso sin contar la erupción volcánica de las salas
alternativas. Unas calientes declaraciones del siempre efervescente Juan Carlos Pérez de la Fuente sobre el
futuro del Teatro Español, que dirige, tras la marcha de Natalio Grueso han calentado
el inicio del curso: no habrá
privatización. Aplaudo tan contundente declaración de principios. No a la
privatización también lo dijo Natalio
Grueso y muchos entendieron que el
cese de Grueso obedecía a una amenaza inminente. A lo que se ve no fue así.
Pérez de la Fuente versus Natalio
A mí blog han llegado unas dolidas quejas de
Natalio Grueso contra Pérez de la Fuente que, en esas declaraciones a Esther Alvarado le acusa de malos modos
en la cesión de trastos y en la transmisión de poderes. Grueso, en cambio,
acusa a Pérez de la Fuente de falta de
elegancia y de haberse negado al diálogo, aunque fuera un diálogo de
despedida. Le recuerda que gracias a
él se puso en las Naves, Dalí versus Picasso, una de las piezas
menos apreciables de Fernando Arrabal,
que la dirección de Pérez de la Fuente salvó de la quema como pudo y pudo poco.
Natalio Grueso anda por Europa promocionando su magnífica novela La
soledad.
Supongo que en algún momento se
reabrirá el debate acaso con ocasión del estreno de Vargas Llosa, El loco de los
balcones, con José Sacristán, dentro de unos días, que Natalio Grueso dejó manufacturado y
programado. En lo básico Pérez de la Fuente y Natalio Grueso están de acuerdo:
no a la privatización de los teatros municipales; lo dijo primero Natalio y lo
acaba de repetir Pérez de la Fuente.
Sobre esto no hay cuestión. Y sobre lo demás, todo queda en manos de Pérez de la Fuente, salvo lo
programado por el cesante, que acaso no guste al entrante. De todas formas, esto de las privatizacioes no está tan claro. Por ejemplo, los Teatros del Canal, de titularidad pública (la Cam) con la figura de un intendente privado, don Jorge Culla, ¿son públicos o privados?
Medalla de Oro a Emilio Martínez.
Una agrupación de teatro que preside Manuel Galiana, Amithe, ha de ser por fuerza, justa
y benéfica, un modelo de ejemplaridad para la gente de la Farándula. Y si otorga
una Medalla a Emilio Martínez, mejor
que mejor. Emilio Martínez debe parte de su fama beligerante a sus críticas de
toros; pero es mucho más. Es hombre de la cultura en su más amplio significado
y en sus venas taurinas lleva la sangre de su maestro Joaquín Vidal. Amithe se fundó en 1994 para recuperar el Teatro
Circo de Albacete, sigue recuperando circos y teatros y ya tiene catalogado un
centenar del gran patrimonio nacional.
Willy Toledo
niega cualquier confrontación con Podemos, la heterodoxa formación de Pablo
Iglesias a la que Toledo acusó, al parecer, de falta de fundamentos
ideológicos, mero aventurerismo que, como sabemos desde Lenin, es pecado que no puede cometer la izquierda. Yo de Willy
Toledo no sé qué pensar en estas materias; y de esa guache divine de la que
procede, que primero condena la devastación de Gaza, léase Bardem Penélope y asimilados, y luego se desdice. Sólo me
atrevo a afirmar que es un gran actor, porque lo cortés no quita lo valiente.
Cuarta Pared. Apunte
crítico
Sé de un lugar, empieza con un cante flamenco, “que es la música de una tribu sin
civilizar”. Eso dice un personaje; luego acaba co una cancioncilla que da
título a la obra. Ese cante lo interpreto como elogio a la marginalidad esencial del jondo. La
cancioncilla no sé. A mi lado alguien hablaba de flamenco fusión, pero tampoco
sé qué es verdaderamente eso. Hace no mucho el Agujetas decía que el flamenco
fusión es una mierda y que el flamenco
es solo una guitarra y un cantaor; pero
el Agujetas es un exagerado. Así que hablemos de teatro. Entre medias de estos dos polos musicales hay muchas
historias; y dos personajes atormentados. Y muchos lamentos y reproches. Dos
vidas y dos fracasos que se complementan y acaban por comprenderse. O no.
Fuerza expresiva de dos buenos actores. Anna Alarcón y Xabier Sáenz. Y
entusiasmo de un público que cala muy bien los problemas de la juventud.
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