miércoles, 24 de septiembre de 2014

RUEDO IBERICO. LOS TOROS, UNA CULTURA ASEDIADA.

Bos Taurus, una antropologia visual de los mundos del toro.- Autor, Ramón Zabalza.- Ediciones asimétricas.


Se inaugura esta nueva sección de Diario de Javier Villán, con un libro de antropología taurina que evidencia la división civil entre dos sectores de la población: taurófilos y antitaurinos. Rinde así homenaje a su propio nombre, Ruedo Ibérico, préstamo tomado, como es notorio,  a don Ramón Maria del Valle Inclán que, en esta saga incompleta trató de reflejar la realidad de la España de un tiempo de jerifaltes, Cortes corruptas, espadones y caciques. Más o menos, quizá más, como ahora. El ibérico ruedo viene siempre a ser siempre lo mismo: un escenario de grescas y reyertas, de poderes ilícitos y absolutos: un campo de Agramante donde se ventilan cuestiones  que atañen a la ciudadanía, sin que la ciudadanía tenga vela en ese entierro. Los toros forman parte de ese ruedo y son indisociables de él.

 Ruedo Ibérico es una sección del blog diariodejaviervillan.blogspot.com,  que pretende abarcar todos los temas de actualidad y tiene la intención de ajustarse a una periodicidad semanal, los lunes,  de la misma manera que la otra sección Ecos de chácena y bambalinas; Cómicos y comicantas, quiere establecerse los jueves o viernes de cada semana; depende de la cartelera. Mal empieza Ruedo Ibérico, con dos días de retraso. Mi pregón de Logroño, donde nunca fui extraño, ha trastocado mi ritmo. Bienvenida sea esta distorsión pues La Rioja bien vale ciertos desmanes en el mejor sentido de la palabra.  

 Bos Taurus,  Ramón Zabalza, un autor especializado en el estudio y fotografía de culturas minoritarias, como Imágenes gitanas, por ejemplo, es un libro espectacular. No es estrictamente un  libro de toros ni un libro de fotografía; pero su carácter globalizador le hace participar de ambas cosas. Es de toros en la medida en que los festejos, la economía, la historia y la tradición del toro es medular en España: antropología taurina; y es de fotografía en la medida que todo el recorrido por la historia halla una trascripción óptica rica y costumbrista: una iconografía. Es una fusión  rara de texto y fotos que más que complementarse se explican y apoyan  recíprocamente.  El subtítulo de Bos Taurus, Una antropología visual   de los mundos del toro, habla de su complejidad. El toro no es un mundo,  es muchos mundos.

 La actitud indagadora, de Ramón Zabalza, su interés por culturas minoritarias o en conflicto, le hace definir los toros como una cultura asediada y, por lo tanto, en peligro. O, por lo menos, obligada a defenderse. Los toros han sido y son una tradición histórica, parte de una cultura   popular que, en tiempos, chocó con la prohibición de la Iglesia y con buena parte de una  Ilustración que no logró hallar argumentos sólidos para combatirlos. Con todo, la Ilustración, en nombre del humanismo y el progreso, era más coherente que los papas. Estos, mientras excomulgaban a los taurófilos y profesionales, seguían celebrando sus santos y sus vírgenes con corridas de toros muchas de ellas A Beneficio.

Actualmente debatir sobre los toros es menos una opción cultural que una determinación moral y política. Forma parte de un conflicto probablemente mal definido por las partes enfrentadas desde las propias raíces: los toros como regresión histórica y cultural o lo toros como derecho de una tradición. Ramón Zabalza, ante el dilema, pretende ser neutral y yo creo que lo consigue. Pero no puede olvidar que la organización sectaria de los antitaurinos frente a la desorganización y la desunión de los taurinos es una amenaza, y que dada la virulencia con que se manifiesta esta amenaza, la cultura taurina podría desaparecer antes de que seamos verdaderamente conscientes de un proceso irreversible. Por eso Ramón Zabalza llama “iconos antropológicos” a sus fotos y a su libro “una reflexión icónica y textual, no académica, sobre la viabilidad social de los festejos populares  taurinos en el momento más crucial de su historia”.

No elude Ramón Zabalza la dureza de las imágenes de algunos festejos de calle, ni la crueldad de algunas imágenes. Pero su objetivo no es denunciar el maltrato, porque frente a esos icono cruentos, aparecen otros muchos que justifican con creces la definición de la tauromaquia como “cultura asediada” por los animalistas, por la política e incluso por la economía. Se nota en Ramón Zabalza no sólo su interés por una cultura en trance, acaso lejano pero cierto, de extinción, sino un profundo conocimiento de sus raíces, sus técnicas y sus artes, aprendidas de niño.  De ello dan testimonio muchos textos autobiográficos y alguna fotografía adolescente.

Se plantea el autor el conflicto actual entre taurinos y antitaurinos como una confrontación que pertenece a épocas distintas de una historia, como una jerarquía de valores que pertenecen a siglos diferentes. Y por lo tanto como mecanismos evolutivos. Pero que existan taurófilos y corrientes decididamente del mismo signo frente a la agresión o la indiferencia de los no taurinos, constata una razón dinámica  de supervivencia, una tensión dialéctica, que puede resumirse en el siguiente razonamiento; pese a sus anacronismos y sus contradicciones, la tauromaquia está viva y, como todo ente vivo, pelea por sobrevivir: “el sector de la población que, simplificando la realidad y obviando matices, exige su desaparición está promoviendo un proceso social irreversible, que revela cortedad de miras y bordea el atropello cultural”.

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