Se inaugura esta nueva sección de Diario de Javier Villán, con un libro de
antropología taurina que evidencia la división civil entre dos sectores de la
población: taurófilos y antitaurinos. Rinde así homenaje a su propio nombre, Ruedo Ibérico, préstamo tomado, como es
notorio, a don Ramón Maria del Valle Inclán que, en esta saga incompleta trató de
reflejar la realidad de la España de un tiempo de jerifaltes, Cortes corruptas,
espadones y caciques. Más o menos, quizá más, como ahora. El ibérico ruedo viene
siempre a ser siempre lo mismo: un escenario de grescas y reyertas, de poderes
ilícitos y absolutos: un campo de Agramante donde se ventilan cuestiones que atañen a la ciudadanía, sin que la
ciudadanía tenga vela en ese entierro. Los toros forman parte de ese ruedo y
son indisociables de él.
Ruedo
Ibérico es una sección del blog diariodejaviervillan.blogspot.com, que pretende abarcar todos los temas de
actualidad y tiene la intención de ajustarse a una periodicidad semanal, los
lunes, de la misma manera que la otra
sección Ecos de chácena y bambalinas; Cómicos y comicantas, quiere
establecerse los jueves o viernes de cada semana; depende de la cartelera. Mal
empieza Ruedo Ibérico, con dos días
de retraso. Mi pregón de Logroño, donde nunca fui extraño, ha trastocado mi
ritmo. Bienvenida sea esta distorsión pues La Rioja bien vale ciertos desmanes
en el mejor sentido de la palabra.
Bos
Taurus, Ramón Zabalza, un autor especializado en el estudio y fotografía de
culturas minoritarias, como Imágenes
gitanas, por ejemplo, es un libro espectacular. No es estrictamente un libro de toros ni un libro de fotografía;
pero su carácter globalizador le hace participar de ambas cosas. Es de toros en
la medida en que los festejos, la economía, la historia y la tradición del toro
es medular en España: antropología taurina; y es de fotografía en la medida que
todo el recorrido por la historia halla una trascripción óptica rica y
costumbrista: una iconografía. Es una fusión
rara de texto y fotos que más que complementarse se explican y
apoyan recíprocamente. El subtítulo de Bos Taurus, Una antropología visual
de los mundos del toro, habla de su complejidad. El toro no es un
mundo, es muchos mundos.
La actitud indagadora, de Ramón Zabalza, su interés por culturas minoritarias o en conflicto,
le hace definir los toros como una cultura asediada y, por lo tanto, en
peligro. O, por lo menos, obligada a defenderse. Los toros han sido y son una
tradición histórica, parte de una cultura popular
que, en tiempos, chocó con la prohibición de la Iglesia y con buena parte de
una Ilustración que no logró hallar
argumentos sólidos para combatirlos. Con todo, la Ilustración, en nombre del
humanismo y el progreso, era más coherente que los papas. Estos, mientras
excomulgaban a los taurófilos y profesionales, seguían celebrando sus santos y
sus vírgenes con corridas de toros muchas de ellas A Beneficio.
Actualmente debatir sobre los toros
es menos una opción cultural que una determinación moral y política. Forma
parte de un conflicto probablemente mal definido por las partes enfrentadas desde
las propias raíces: los toros como regresión histórica y cultural o lo toros
como derecho de una tradición. Ramón Zabalza, ante el dilema, pretende ser
neutral y yo creo que lo consigue. Pero no puede olvidar que la organización
sectaria de los antitaurinos frente a la desorganización y la desunión de los
taurinos es una amenaza, y que dada la virulencia con que se manifiesta esta
amenaza, la cultura taurina podría desaparecer antes de que seamos
verdaderamente conscientes de un proceso irreversible. Por eso Ramón Zabalza
llama “iconos antropológicos” a sus fotos y a su libro “una reflexión icónica y
textual, no académica, sobre la viabilidad social de los festejos
populares taurinos en el momento más
crucial de su historia”.
No elude Ramón Zabalza la dureza de
las imágenes de algunos festejos de calle, ni la crueldad de algunas imágenes.
Pero su objetivo no es denunciar el maltrato, porque frente a esos icono
cruentos, aparecen otros muchos que justifican con creces la definición de la
tauromaquia como “cultura asediada” por los animalistas, por la política e
incluso por la economía. Se nota en Ramón Zabalza no sólo su interés por una
cultura en trance, acaso lejano pero cierto, de extinción, sino un profundo
conocimiento de sus raíces, sus técnicas y sus artes, aprendidas de niño. De ello dan testimonio muchos textos
autobiográficos y alguna fotografía adolescente.
Se plantea el autor el conflicto
actual entre taurinos y antitaurinos como una confrontación que pertenece a épocas
distintas de una historia, como una jerarquía de valores que pertenecen a
siglos diferentes. Y por lo tanto como mecanismos evolutivos. Pero que existan
taurófilos y corrientes decididamente del mismo signo frente a la agresión o la
indiferencia de los no taurinos, constata una razón dinámica de supervivencia, una tensión dialéctica, que
puede resumirse en el siguiente razonamiento; pese a sus anacronismos y sus
contradicciones, la tauromaquia está viva y, como todo ente vivo, pelea por
sobrevivir: “el sector de la población que, simplificando la realidad y
obviando matices, exige su desaparición está promoviendo un proceso social
irreversible, que revela cortedad de miras y bordea el atropello cultural”.
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